martes, 26 de octubre de 2021

El reino de Dios se ha de notar en nuestra acogida, en nuestra sencillez y en la ternura que llama al corazón de los demás impregnando la vida del sentido nuevo del amor

 


El reino de Dios se ha de notar en nuestra acogida, en nuestra sencillez y en la ternura que llama al corazón de los demás impregnando la vida del sentido nuevo del amor

Romanos 8, 18-25; Sal 125; Lucas 13, 18-21

‘¿A qué se parece el Reino de Dios?’, es la pregunta que Jesús mismo se hace queriendo explicarles a los discípulos el sentido del Reino de Dios que está anunciando. Quizás una pregunta que nosotros mismos muchas veces nos hacemos porque también a nosotros nos cuesta llegar a entenderlo.

Hablar de Reino pudiera ser una palabra confusa, por las imágenes que nos hemos hecho o que tenemos en la misma sociedad. Por eso algunas veces en nuestra confusión buscamos cosas grandes o espectaculares, dejándonos convencer por el espíritu mundano en medio del cual vivimos también soñemos con grandezas y con poderes y terminamos rodeándonos de esplendores y oropeles que están bien lejos del Reino de Dios que Jesús quiere anunciarnos.

Y sin embargo puede ser algo mucho más sencillo, porque ya Jesús nos dirá en otro momento que el Reino de Dios no lo busquemos fuera sino que está en nosotros, está dentro de nosotros, no lo busquemos en cosas espectaculares sino que seamos capaces de fijarnos en lo pequeño y en el sencillo que ahí se va a manifestar el Reino de Dios.

Y hoy nos habla de una pequeña semilla y nos habla de un puñado de levadura; imagen de la semilla que la veremos repetida muchas veces en la boca de Jesús para hablarnos del Reino de Dios. Pero hoy es una semilla tan pequeña que puede pasar desapercibida pero que sin embargo podrá dar lugar a una planta que se hace grande en medio de las hortalizas del huerto.

Ese Reino de Dios que decíamos está en nosotros y está dentro de nosotros, ese Reino de Dios que tenemos que ser nosotros mismos que ahí en medio de las otras semillas o las otras hortalizas estamos plantados y donde en nuestra sencillez sin embargo tenemos que hacernos notar. De aquella planta nacida de esa pequeña semilla nos dirá que será capaz de acoger a los pajarillos del campo para que en ella incluso puedan hacer su nido.

¿Qué tenemos que ser nosotros en medio del mundo en el que vivimos? También esa planta acogedora y que da sombra, también ese nido que será nuestro corazón en el que tenemos que saber dejar meter el corazón de los demás; ese reino de Dios que se va a notar en nuestra acogida y en nuestra sencillez, en nuestra ternura que llama al corazón de los demás y que se desprende de nosotros para contagiar también de amor y de ternura a los que están a nuestro lado.

Y ¿por qué podremos hacer eso? Porque hemos puesto a Dios en el centro de nuestro corazón haciendo que sea en verdad el único Señor de nuestra vida. Pertenecemos a su Reino, pertenecemos a Dios porque de Dios nos hemos dejado llenar de nueva vida y de amor. Y con esa nueva forma de vivir y con ese amor iremos acogiendo y contagiando a los demás, iremos haciendo entonces un mundo mejor, un mundo de dicha, de paz, de felicidad como puedan reflejarnos esas imágenes de ese huerto de hortalizas del que nos habla Jesús cuando nos habla de la semilla de la mostaza.

Es la otra imagen que nos propone hoy Jesús cuando nos habla de la levadura que se mezcla con la masa para hacerla fermentar. Es ahí en medio de esa masa de nuestro mundo, de esa sociedad en la que nos ha tocado vivir, con esa realidad concreta de ese mundo con sus oscuridades, sufrimientos, agobios, luchas y tantas cosas que a veces nos parece que lo hacen inhóspito, sin embargo tenemos que ser levadura. Es la vida que tenemos que hacer fermentar, es la masa a la que tenemos que dar sabor, es ese mundo que tenemos que saber transformar, es ese amor que tenemos que saber poner para dar un sentido nuevo, para dar un sabor nuevo, para hacer un mundo distinto, para hacer presente a Dios. Así, casi sin notarlo, nosotros iremos contagiando de esos valores del Reino de Dios, nosotros iremos contagiando a nuestro mundo del espíritu de Dios.

¿Daremos nosotros esa imagen del Reino de Dios?

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