sábado, 16 de octubre de 2021

Fiémonos de la fuerza del Espíritu Santo que habita en nuestro corazón y manifestemos con valentía toda la energía de nuestra fe y de los valores del Evangelio

 


Fiémonos de la fuerza del Espíritu Santo que habita en nuestro corazón y manifestemos con valentía toda la energía de nuestra fe y de los valores del Evangelio

 Romanos 4,13. 16-18; Sal 104; Lucas 12, 8-12

Hoy en la vida podemos tener la tendencia a ir siempre, como decíamos quizás en otra época, echados para adelante, ir de fachas, de que todo nos lo sabemos, que nunca nos queremos quedar atrás, que siempre tenemos que prevalecer, nuestras opiniones son las que valen y no nos callamos ante nada. No es que todos seamos así, pero sí nos encontramos muchos que quieren ir como figurines siempre delante y no se callan por nada. Parece que tenemos que ir así dando muestras de triunfo, de que todo nos lo sabemos y de lo contrario nos quedaríamos como encerrados. Es una tentación que todos podemos tener.

Pero en verdad ¿seremos valientes en todas las cosas? Quizás en esas apariencias del mundo así queremos mostrarnos, en aquellas cosas que puedan hacernos florecer y aparentar nos ponemos delante en ese afán de triunfo en que se vive la vida. Pero quizá cuando tenemos que dar la cara por los demás, cuando tengamos que defender unos valores y principios de vida, cuando tengamos que manifestar lo más profundo de nosotros mismos, ahí ya no nos mostramos con las mismas valentías.

Y no digamos nada cuando entramos en el ámbito de lo religioso o de los valores cristianos en que tenemos una tendencia en la sociedad de que eso es algo privado, es cosa de cada uno en particular y no tiene por qué manifestarse o expresarse públicamente.

Significa quizá que no hayamos terminado de comprender lo que son en verdad los valores espirituales de la persona o lo que la fe tiene que significar en la vida. Ni es un adorno que nos pongamos como un broche en algunas ocasiones, ni puede ser nunca algo que ocultemos o relegamos al último rincón como quien guarda en el baúl de los recuerdos o de los trastos viejos los recuerdos que nos trasmitieron nuestros mayores y no dejemos entonces que esa fe y esos valores impregnen el sentido de mi vida. No habremos terminado de entender lo que significa ser cristiano, ser un seguidor de Jesús.

Hoy Jesús nos está diciendo que es necesario que demos la cara por El. Un cristiano no puede ser una persona que se oculte; un cristiano tiene que dar razón de su fe y de su esperanza pero no solo con palabras sino con el testimonio de una vida. No es algo que se pueda quedar en el ámbito de lo privado, de lo que llevamos oculto en el corazón. No podemos ser los cristianos unas personas que vayamos temerosas y como avergonzadas por la vida por la fe que tenemos.

No es fácil, porque nos sentimos apabullados; no es fácil porque algunas veces por aquello de la humildad que tanto se nos ha inculcado no queremos dar la impresión de orgullo por nuestra fe; si de algo tenemos que sentirnos orgullosos es de nuestra fe, porque es lo que nos da la alegría más honda a nuestra vida, porque nos llena de sentido y de trascendencia en todo aquello que hacemos. Damos la cara porque los cristianos tenemos que ser las personas más comprometidas con nuestro mundo para hacerlo mejor.

Nuestros valores y principios son fundamentales para la construcción de ese mundo. No es desde la fantochada y de la vanidad, sino desde un amor serio y comprometido donde vamos a transformar nuestro mundo. Y la fe nos da sentido a ello, y la fe nos da fuerza para lograrlo.

Y como nos dice hoy Jesús en el evangelio no nos tiene que dar miedo porque nos quedemos sin fuerzas; tenemos con nosotros la fuerza del Espíritu del Señor que pondrá energía en nuestro corazón, sabiduría en nuestras palabras, convencimiento en nuestras posturas, fortaleza para enfrentarnos a todo lo que pueda ser dificultad.

‘Cuando os conduzcan a las sinagogas, ante los magistrados y las autoridades, no os preocupéis de cómo o con qué razones os defenderéis o de lo que vais a decir, porque el Espíritu Santo os enseñará en aquel momento lo que tenéis que decir’. Fiémonos de la fuerza del Espíritu Santo que habita en nuestros corazón y manifestemos con valentía toda la energía de nuestra fe y de los valores del Evangelio.

 

viernes, 15 de octubre de 2021

No nos sentimos solos porque en esas encrucijadas duras de la vida Jesús pone alguna señal que nos recuerda que en El encontramos siempre nuestro descanso y la paz

 


No nos sentimos solos porque en esas encrucijadas duras de la vida Jesús pone alguna señal que nos recuerda que en El encontramos siempre nuestro descanso y la paz

Eclesiástico 15, 1-6; Sal 88; Mateo 11, 25-30

Algunas veces la vida nos mete presión. Y podemos sentirnos ahogados. Son los problemas que nos van apareciendo en la vida del día a día, o son las responsabilidades que algunas veces nos acumulan trabajos y preocupaciones, será la convivencia con los demás que en ocasiones se nos hace difícil o pueden ser acontecimientos, sucesos que nos sorprenden y que de alguna manera nos descolocan y al final parece que no sabemos por donde salir, pueden ser las enfermedades y limitaciones que personalmente suframos pero pueden ser también las exigencias de la atención que tenemos que prestar a personas cerca de nosotros que se ven envueltos en situaciones difíciles.

Y en esa presión perdemos serenidad, perdemos muchas veces la paz, nos sentimos desorientados, no sabemos a donde mirar y nuestras reacciones pueden ser difíciles, nos culpabilizamos por lo que nos está sucediendo porque no le encontramos sentido o nos volvemos contra cualquiera que nos encontremos en la vida con violencia y queriendo cargar la culpa de todo a los demás. Nuestras reacciones son fuertes y pueden desatarse muchas pasiones en nuestro interior que nos llenarían de más intranquilidad.

Qué difícil se nos hace mantener la paz, la serenidad de espíritu, el discernimiento de cuanto nos sucede para saber encontrar un camino o una salida o para saber sentir que podemos encontrar una fuerza que nos mantenga en esa lucha. Pero nos cuesta. Podemos pensar en muchas situaciones, podemos pensar en tanto sufrimiento que vemos a nuestro alrededor en muchas situaciones verdaderamente duras y difíciles.

Es como una espiral que nos envuelve, porque son tantos los que se ven en situaciones semejantes y podemos crear un clima que se nos hace irrespirable. ¿Es que no podremos encontrar salida? ¿Es que no podremos conseguir un momento de paz? ¿No habrá donde podamos acudir para encontrar esa paz que necesitamos y esa fuerza interior que nos mantenga en pie en esa lucha?

El creyente sabe que no se encuentra solo. Aunque muchas veces nuestra fe se tambalee y cuando nos encontramos en esas situaciones no sabemos encontrar esa luz, nos parece que será insuficiente la luz de la fe. Pero creo que tenemos que aprender a escuchar a Jesús. Es lo que hoy nos está ofreciendo. Que sepamos emprender el camino hacia El, un camino que hemos de hacer en humildad y sencillez porque si llenamos nuestro espíritu de orgullos y resentimientos por lo que nos pasa, va a ser difícil que podamos sintonizar con El, que podamos escuchar la hermosa melodía con que nos llama y nos atrae desde su corazón.

‘Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera’.

Hermosas palabras que escuchamos a Jesús. Hermosas palabras que necesitábamos escuchar. Hermosas palabras que tenemos que dejar que se hundan en nuestro corazón. El es nuestro descanso; en El encontraremos esa paz que tanto necesitamos en nuestro corazón.

Pueden ser muchos los agobios y las ansiedades que nos atormenten, El es la verdadera medicina para nuestra vida. Aprendamos de El, de su humildad, de su mansedumbre, de su amor. Sintamos su cercanía, que El nunca nos abandona. Sintamos que sí podemos encontrar la paz aunque nos veamos zarandeados por la vida y sus problemas. Aunque haya momentos que en nuestra angustia nos parece que estamos solos, El siempre está con nosotros; aunque nos parezca que los caminos se cierran, El abrirá siempre una senda nueva para nosotros. Teniendo esa esperanza comenzaremos a tener paz en el corazón; sintiendo esa cercanía nos sentiremos inundados de su amor.

Pensemos en las señales de su presencia que El va poniendo a lo largo del camino de nuestra vida. Si miramos con atención nos daremos cuenta de muchos momentos en que sin saber por qué nos sentimos reconfortados en esos momentos duros y algo sentimos que nos hizo darnos cuenta de una luz que nos estaba iluminando. Pudo llegar a nosotros de diferentes maneras, con diferentes señales, en personas que estaban a nuestro lado, en una palabra que escuchamos y levantó nuestro ánimo, en algo que de repente cambio e hizo despertar en nosotros la alegría porque vimos que había esperanza.

Cuando hayamos experimentado esa paz de su presencia en esas situaciones difíciles y dolorosas por las que pasamos en la vida, nos daremos cuenta que nosotros podemos ser, nosotros tenemos que ser signos de esa presencia de amor de Dios para los que están a nuestro lado. Como se hizo presente el Señor en nuestra vida a través de diferentes señales, nosotros podemos ser signos para los demás.

 

jueves, 14 de octubre de 2021

No nos dejemos influenciar por aquello de lo políticamente correcto sino que con coraje y valentía anunciemos los valores del Reino sin bloquear ningún aspecto

 


No nos dejemos influenciar por aquello de lo políticamente correcto sino que con coraje y valentía anunciemos los valores del Reino sin bloquear ningún aspecto

Romanos 3,21-30a; Sal 129; Lucas 11,47-54

‘Yo de ese tema nos quiero hablar’, escuchamos que nos dice el amigo bloqueando algún tema de conversación que habíamos planteado. Algo quizá muy delicado y que hay que tratar con mucho tiento, algo quizá controvertido que pudiera motivar enfrentamientos y discordias que queremos evitar, algo en lo que no tenemos el más mínimo interés y a lo que no queremos dedicar tiempo y esfuerzo, algo que nos obligaría a tener que decantarnos por algún aspecto concreto y quizá no queremos comprometernos, algo que nos dejaría al descubierto porque quizás nunca nos habíamos manifestado públicamente pero que nos puede descubrir muchas contradicciones de la vida… muchas razones o motivaciones pueden ocultarse en ese evitar entrar en conversación sobre algo muy concreto.

Pero esto de lo que hemos partido y que puede ser simplemente una conversación que en confianza tengamos con alguien sobre determinados asuntos pudiera tener una gravedad especial cuando se trata de alguien cuya misión sea ya enseñar sea ayudar a alguien con sus consejos y orientaciones para la vida. Hay asuntos que hoy en la sociedad resultan polémicos y algunas veces no queremos entrar en ellos; hay una frase que se repite un poco como para definir determinadas acciones que es aquello de hacer o de decir lo que sea políticamente correcto; y es que no queremos opinar o ir a contracorriente de lo que opina la mayoría de la gente.

Tenemos en la sociedad muchos factores de influencia en la opinión de la gente y se ha ideologizado demasiado muchas posturas o muchas formas de hacer. Hay como un dominio imperante desde ciertos sectores que de alguna manera quieren manipularlo todo para que todos opinen como ellos porque se consideran a si mismos con la verdad absoluta y quien no opine como ellos ya sabemos la serie de epítetos con los que van a ser etiquetados.

Y claro muchas veces la gente actúa con cierto miedo, y es donde sale aquello de lo políticamente correcto. Se dice lo que conviene, lo que les gusta oír a la mayoría dominante porque cualquiera va en contra. Es algo que nos está sucediendo en nuestra sociedad y no sabemos cómo romper esa espiral de tendencias. Es entonces cuando sale aquello de lo que veníamos hablando al principio, ‘yo de ese tema no quiero hablar’.

Y nosotros, los cristianos, ¿qué hacemos? ¿También nos dejamos arrastrar por esa cantinela de lo políticamente correcto? Porque en muchos sectores de nuestro entorno, de nuestra sociedad, de los medios de comunicación, hablar de la Iglesia, hablar de la fe, hablar de Dios no es políticamente correcto. Si se sacan esos temas es para criticar y para destruir, para echar basura encima y para desprestigiar. Y nos entran ciertos miedos. Pero ¿Dónde está el coraje y valentía de nuestra fe? ¿Dónde está el testimonio que tenemos que dar aunque vayamos a contracorriente?

A Jesús le vemos en el evangelio ‘nadando’ – digámoslo así – a contracorriente de lo que ciertos dirigentes de la sociedad y del pueblo judío querían hacer. Hoy le vemos una vez más enfrentarse a los fariseos, a los maestros de la ley echándole en cara lo que hacen y la manipulación que pretenden del pueblo para ellos mantener su estatus. ‘¡Ay de vosotros, maestros de la ley, que os habéis apoderado de la llave de la ciencia: vosotros no habéis entrado y a los que intentaban entrar se lo habéis impedido!’ No enseñaban lo que en verdad era la ley del Señor sino aquello a ellos les interesaba. Ni entraban ni dejaban entrar, les viene a decir Jesús.

Pero Jesús habla claro, denuncia el mal allí donde está, y señala el camino nuevo del Reino de Dios aunque sea incomprendido y sus palabras sean rechazadas. Los profetas tampoco eran escuchados en su tiempo, aunque luego les levantasen mausoleos, como les echa en cara Jesús. Pero sería lo que con El también harían, fue su camino hasta la cruz.

Y es el camino del cristiano que se mantiene en su fidelidad. ¿Nos llenaremos también nosotros de miedos? ¿Tendremos miedo a lo que nos puedan decir porque defendemos el camino del Reino de Dios? en nuestros miedos o en nuestros respetos humanos ¿nos sentiremos bloqueados algunas veces o nosotros bloquearemos algunos temas?

 

miércoles, 13 de octubre de 2021

Camino de superación y de esfuerzo para vivir con autenticidad nuestra vida poniendo rectitud en el corazón

 


Camino de superación y de esfuerzo para vivir con autenticidad nuestra vida poniendo rectitud en el corazón

 Romanos 2,1-11; Sal 61; Lucas 11,42-46

Ojalá fuéramos con nosotros mismos al menos la mitad de lo exigentes que somos con los demás. A nosotros mismos nos lo perdonamos todo, o al menos siempre queremos encontrar siempre una disculpa que nos justifique de lo que hacemos, pero qué duros nos volvemos en el juicio que hacemos de los demás; no dejamos pasar ni la media.

Me vais a decir que me estoy pasando en mis apreciaciones, pero si no, miremos lo que son nuestras críticas y murmuraciones habituales que hacemos de los demás; siempre estamos con el juicio pronto y la condena, pero cómo nos duele que nos critiquen los demás, que alguien se atreva a decir algo de nosotros, porque además siempre nos creemos que lo hacemos todo bien, y si en un momento determinado nos cogen en algo que no  hicimos de una forma tan correcta, siempre tenemos a punto nuestras disculpas y nuestras justificaciones.

Cuando hoy escuchamos en el evangelio la condena que Jesús hace de los fariseos y de los maestros de la ley porque actúan con doble cara o doble moral, nos parece que eso a nosotros casi no nos toca; pero tenemos que tener la humildad suficiente para darnos cuenta cómo nosotros andamos también con esa doble moral tantas veces en nuestra vida, cómo queremos aparentar unas cosas que realmente en lo más hondo de nosotros mismos no hacemos, cómo hay esa doble cara – y eso se llama hipocresía -, por una parte la apariencia que queremos dar, y realmente lo que en nuestro corazón ocultamos quizás con tantas malicias y tantos malos deseos. Una es la regla que queremos imponer a los demás y otras son las cosas que nos permitimos allá en lo secreto de nuestro corazón olvidándonos también tantas veces de lo que es la verdadera ley del Señor.

Vivir una vida de rectitud, manteniendo nuestra fidelidad es algo que muchas veces nos cuesta porque nos sentimos tentados por muchos lados; no es fácil, nos cuesta; esa corrupción que tanto está afectando a nuestra sociedad en tantos aspectos es algo que sutilmente nos tienta también; muchas veces podemos olvidar esos principios de rectitud, de una auténtica ética y moralidad que tendrían que ser los que tendrían que primar en nuestra vida y nos dejamos conquistar por ese irse deslizando por aquello de que todos los hacen, que al final podemos terminar haciéndolo nosotros también.

Es aquí donde tenemos que pensar el testimonio claro y valiente que tenemos que dar frente al mundo que nos rodea los que nos decimos que creemos en Jesús y le seguimos. Siempre hemos de estar en camino de superación y de crecimiento, de vigilancia interior y de revisión contínua de nuestras actitudes y de nuestros comportamientos; como decíamos antes, tenemos el peligro de contagiarnos fácilmente del ambiente corrupto que nos rodea. Siempre hemos de vivir una vida en ascensión, aunque nos cueste, aunque la pendiente de la vida nos lo ponga difícil, una vida de crecimiento.

Es la victoria de cada día para superar nuestro yo egoísta, para no dejarnos envolver por la vanidad, para ser auténticos en lo que hacemos y vivimos, para que haya una verdadera sinceridad en nuestra vida, para que nos sintamos fuertes frente a los vendavales que nos puedan azotar para distraernos y alejarnos del verdadero camino. No lo damos ya por hecho y conseguido, sino que sabemos que a cada instante tenemos que superarnos de nuevo porque nuevo puede ser el obstáculo que podamos encontrar.

Tenemos una cosa cierta, que nunca nos faltará el Espíritu del Señor que nos llena de fortaleza y nos hace sentir la verdadera alegría cristiana en nuestro corazón cuando logramos superar todas esas tentaciones.

martes, 12 de octubre de 2021

María del Pilar, señal de referencia siempre de la presencia de Dios con nosotros y poste miliario que nos garantiza el camino del seguimiento del evangelio de Jesús

 


María del Pilar, señal de referencia siempre de la presencia de Dios con nosotros y poste miliario que nos garantiza el camino del seguimiento del evangelio de Jesús

1Crónicas 15, 3-4. 15-16; 16, 1-2; Sal 26; Lucas 11, 27-28

No es ajeno cuanto sucede en nuestro entorno a nuestras preocupaciones y a lo que es nuestra vida de cada día y en estos días no podemos quitar de nuestro pensamiento el sufrimiento de cuantos están sufriendo las consecuencias del volcán que asola una de nuestras islas. Surge necesariamente nuestro sentimiento de solidaridad y tratamos de ponernos en su carne cuando con la violencia del volcán se están viendo despojados de todo, sus casas con todas sus pertenencias, sus terrenos de cultivo, su vida misma.

Todos tenemos una referencia importante es nuestra vida, que no se mira solo como una riqueza, sino que es parte de su vida misma; es su casa, es su hogar, es allí donde hacen su vida, es donde tienen tantos recuerdos porque quizá perteneció a sus padres y es algo así como su referencia familia con todo lo que en ese lugar se ha vivido, ha vivido la familia. Es un punto de referencia importante para la vida de la persona. Pensamos en los sentimientos dolorosos que afloran en lo más profundo de esas personas que así lo han perdido todo.

Sin dejar de tener en cuenta esos sentimientos de solidaridad que tienen que despertarse en nuestro corazón, hoy en esta fiesta de la virgen he querido también tomar esa referencia. De ello de alguna manera nos quieren hablar los textos de la Escritura que se nos ofrecen, sobre todo la primera lectura tomada del libro de las Crónicas del Antiguo Testamento.

Se nos habla ahí del traslado con gran regocijo de todos del Arca de la Alianza que les había acompañado como un signo de la presencia de Dios en todo su peregrinar por el desierto. Aunque todavía en el texto se habla de una cierta provisionalidad, los deseos son poder levantar un templo para el Señor que contenga ese Arca de la Alianza con todo su significado. Ese templo del Señor, esa morada de Dios entre nosotros los hombres que tanta importancia va a tener a lo largo de toda la historia de la salvación, del pueblo judío. Un lugar que sirva de referencia para ese encuentro con Dios, un lugar donde todos puedan confluir y donde todos se sientan a gusto como en una casa familiar porque es la casa de Dios.

Pero este texto se nos ofrece hoy en la liturgia también en una clara referencia a María, cuando la estamos celebrando en esta advocación de Nuestra Señora del Pilar. María es también ese templo de Dios, esa morada de Dios en medio de nosotros los hombres. Cuando Dios quiere encarnarse haciéndose hombre lo hace en el seno de María, y María que se convierte así en la Madre de Dios es para nosotros ese templo de Dios donde quiere morar, donde quiere encarnarse para hacerse hombre.

‘Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que te criaron’, proclama aquella mujer anónima cuando escucha a Jesús. Ese vientre de María, verdadero sagrario de Dios; en su vientre durante nueve meses se gestó aquella criatura que no era simplemente un hombre que iba a hacer, sino que allí estaba verdaderamente Dios en esa unión de la naturaleza divina con la naturaleza humana en la persona de Jesús.

Por eso, por ejemplo, siempre decimos que aquel camino que María hizo hasta la montaña de Judea en la visita a su prima Isabel fue como la primera procesión del Cuerpo de Cristo, porque allí llevaba en su seno María a Dios mismo. ¿No se revolvió de gozo el hijo de Isabel en su seno materno con la presencia de María? ¿No será un signo de cómo aquel niño profeta, como solo saben hacerlo los profetas, los hombres de Dios, sintió la presencia de Dios en el seno de María?

Esa referencia en nuestro hogar que tenemos de nuestra vida misma, como antes reflexionábamos, la estamos teniendo en María, la madre de Dios. Por eso María, la Virgen Madre de Dios, siempre nos conducirá a Dios, nos hará presente a Dios en medio de nosotros. Es el templo, es el sagrario, es la morada de Dios que nos trae a Dios, siempre será referencia para nosotros de la presencia de Dios.

Hoy la contemplamos y celebramos sobre la columna del Pilar, hermoso significado también para nosotros. La columna que nos sirve de apoyo y fortaleza y que nos ayuda a edificar con cimiento firme nuestra vida de fe. Cuando nos apoyamos en María, como un hijo sabe apoyarse en su madre nunca nos sentiremos defraudados, nunca se debilitará nuestra fe.


María como señal que encontramos a lo largo del camino para que no perdamos el rumbo; en la antigüedad en las grandes vías del imperio había de tramo en tramo unos postes, unas columnas – el miliario o poste miliar - que iban indicando la ruta a donde nos llevaba y de donde provenía para no perder el rumbo, que hoy lo tenemos en nuestros caminos y carreteras en esos carteles y en esas señales que nos indican el camino o carretera por donde circulamos. Pensemos en María como esa columna miliar que nos da la seguridad del camino de Jesús del camino del evangelio.

lunes, 11 de octubre de 2021

La vida de cada día, la historia pasada o la historia que estamos haciendo en los acontecimientos que vivimos son una lección y pueden ser una llamada del Señor

 


La vida de cada día, la historia pasada o la historia que estamos haciendo en los acontecimientos que vivimos son una lección y pueden ser una llamada del Señor

Romanos 1,1-7; Sal 97;  Lucas 11,29-32

Los golpes de la vida nos enseñan, decimos algunas veces en el sentido de que lo que nos va sucediendo en la vida tendría que ser para nosotros una lección de la que aprendiéramos. Ojalá tuviéramos la sabiduría de saber leer los acontecimientos de cuanto nos sucede para de ahí tomar lecciones para nuestra vida.

Pero tendríamos que decir que no solo es lo que a nosotros nos suceda sino que hemos de tener esa mirada sabia a la historia. No son solo acontecimientos que guardamos en la memoria sino que podrían ser lecciones para nuestra vida. en fin de cuentas esos acontecimientos de la historia fueron consecuencia de decisiones que tomaron unos hombres o unos pueblos, que con aciertos o con errores desencadenaron esos sucesos; no es que nosotros vayamos a juzgar con criterios de hoy lo sucedido en otros tiempos, porque no estábamos allí o los criterios que tenían no son los mismos que los nuestros y porque en fin de cuenta son también consecuencias de una cultura, pero sí podemos aprender de ellos para que muchas cosas no se repitan en lo malo o aprendamos para lo bueno.

En lo que leemos hoy en el evangelio Jesús les recuerda algunos momentos de la historia de su mismo pueblo. Jesús de alguna manera se queja de la dureza de corazón de aquellos que lo oían pero realmente no lo escuchaban, contemplaban sus signos en los milagros que realizaba pero se hacían sus interpretaciones, y no sabían descubrir la sabiduría que Jesús les estaba transmitiendo cuando les anunciaba el Reino de Dios y cómo habían de vivirlo. Y ahora le piden signos y señales pero no han sabido descubrir la sabiduría de Dios.

Jesús les recuerda a Jonás y la ciudad de Nínive, como también a la Reina del Sur que vino a escuchar a Salomón. La predicación de Jonás, aunque en principio se había resistido a aceptar la misión que Dios le confiaba produjo su fruto, porque los ninivitas lo escucharon y se convirtieron al Señor. De la reina de Saba les recuerda que había venido desde lejanas tierras porque quería empaparse de la sabiduría de Salomón, cuya fama se había extendido por todas partes. Y allí ahora había alguien mayor que Salomón, con sabiduría divina porque era la misma Palabra de Dios encarnada y sin embargo no querían escucharle. Por eso les dice Jesús que los ninivitas con Jonás y su predicación y la reina del Sur se convertirán para ellos en un signo en su contra.

Esto nos tiene que hacer pensar en nosotros, en nuestra vida, en la respuesta que damos a la Palabra de Dios; esto tendría que hacernos pensar también en las señales que Dios va poniendo en el camino de nuestra vida que pueden ser para nosotros en llamadas de Dios a nuestro corazón. Algunas veces pensamos que aquellos acontecimientos más duros y negativos que nos puedan suceder o que puedan suceder en nuestro entorno pueden ser esos avisos que Dios nos da; ojalá supiéramos leerlos. Pero es que también en las cosas positivas que nos suceden, en lo bueno que podamos ver en los demás también tenemos que encontrar ese estímulo para nuestra vida, esa llamada que nos despierte para que nosotros actuemos también así.

Quiero pensar también en los momentos duros que estamos viviendo en nuestra tierra con el volcán que está arrasando la isla de La Palma, pero quiero resaltar la hermosa ola de solidaridad que se ha despertado en la gente de todos los lugares; no solo es la acogida que mutuamente se están realizando aquellos pueblos a favor de los que se han quedado sin nada o los que por precaución han tenido que abandonar sus casas, sino la respuesta de tanta gente de todos los lugares que están ofreciendo su ayuda con generosidad y desprendimiento.

Son lecciones que a todos nos tienen que despertar. Es ese leer la historia y también lo que en este mismo momento nos está sucediendo con una visión positiva y de esperanza, para no decaer en la lucha, para mantenerse firmes a pesar de lo doloroso de la tragedia. Quizás nosotros vivamos alejados de esas situaciones, aunque en nuestra solidaridad no los podemos olvidar, pero también esa lucha, ese esfuerzo, esa solidaridad que vemos en los demás tenemos que sentirlo como una llamada fuerte en nuestro corazón. Son las lecciones de la vida, de la historia, no solo de lo pasado, sino de la historia que ahora mismo estamos viviendo.

domingo, 10 de octubre de 2021

Sepamos valorar lo que somos para discernir la verdadera sabiduría arriesgándonos por el camino de vida que nos ofrece Jesús que nos lleva a la plenitud

 


Sepamos valorar lo que somos para discernir la verdadera sabiduría arriesgándonos por el camino de vida que nos ofrece Jesús que nos lleva a la plenitud

Sabiduría 7, 7-11; Sal. 89; Hebreos 4, 12-13; Marcos 10, 17-30

Saber valorar lo que somos o lo que tenemos es una gran sabiduría. No es cuestión solamente de cuantificar lo que tenemos como quien está contando una y otra vez las riquezas materiales que tiene, sino que es sobre todo ver lo que somos pero no por las cosas materiales que poseamos sino por el espíritu con el que vivimos sabiendo valorar lo que verdaderamente tiene importancia en la vida. 

La sabiduría, como la verdadera riqueza no está en las cosas que poseemos sino en ese yo profundo que saber encontrar un sentido y un camino para ser en plenitud y para darle el valor que en verdad tiene todo aquello que poseemos. No se mide la grandeza del hombre por los codos o centímetros que mida en altura, ni se mide su sabiduría por el peso de sus bolsillos. Serán otras las medidas y será otra cosa lo que se ha de pesar porque será lo que se lleva en el corazón lo verdaderamente importante.

Se postró ante Jesús alguien que es cierto llevaba una inquietud en su corazón aunque no sabía qué respuesta darle o cómo resolver los planteamientos que se hacía dentro de sí. ¿Cómo conseguir la vida eterna? fue la pregunta que de alguna manera le estaba haciendo a Jesús. Cuando hablamos de conseguir algunas veces hablamos de comprar o también podemos pensar qué tenemos que hacer o qué tenemos que gastar para conseguir eso que ansiamos. La pregunta y la petición podía tener, es cierto, algunos matices según se mirara.

Jesús le plantea un sentido de vida. Le señala los mandamientos que son un cauce de vida. El hombre era bueno, cumplía los mandamientos. Como le responde, eso se lo habían enseñado de niño y de niño siempre había tratado de cumplirlos. Jesús sigue señalando un camino de vida, mira a ver lo que tienes y qué es lo que vas a hacer con ello; mira lo que tienes y trata de discernir cuál es el verdadero tesoro que tienes; mira si eres capaz de despojarte de lo que tienes para que pueda tener un tesoro en el cielo; mira lo que tienes y piensa en cuánto puedes hacer con todo eso y beneficiarás a los demás, a los pobres, a los que tienen menos que tú, a los que no tienen nada.

Llegaba el momento del discernimiento, llegaba el momento de encontrar la verdadera sabiduría, llegaba el momento de descubrir cuál era la verdadera riqueza que tenía en su interior, no solo lo que podía pesar en sus bolsillos. Algunas veces las decisiones se hacen difíciles, nos cuesta discernir lo que es verdaderamente importante; y aparecen los apegos del corazón, las búsquedas de seguridades en la vida y la incertidumbre de lo que sería un nuevo estilo y sentido de vida, el miedo a entrar por caminos de valentía que en este caso tendrían que pasar por el desprendimiento, la inseguridad de cual es la verdadera riqueza que hace grande al hombre.

En este caso la decisión fue muy dura. Era un hombre rico, pero no alcanzó a descubrir la verdadera sabiduría de su vida. Lo nuevo que se le planteaba humanamente no le daba seguridades, porque si se desprendía de todo le parecía que el mundo se quedaba vacío bajo sus pies. No supo mirar más allá de lo que tenía, no supo mirarse profundamente dentro de sí mismo para descubrir lo que era lo verdaderamente importante, no supo discernir de que no iba a perder si a tener unas ganancias más estables porque eran ganancias de eternidad, no supo descubrir que había una riqueza que podría generar mucho más en él y en los demás si lo que tenía era capaz de ponerlo al servicio de los otros.

‘¡Qué difícil les será entrar en el reino de Dios a los que tienen riquezas!’ sentenciará Jesús. No dice Jesús que las riquezas sean malas ni sean malos los que las poseen. Pero pueden convertirse en un obstáculo. Cuando no sabemos qué hacer con lo que tenemos, cuando solo pensamos en acumular para que nos pesen los bolsillos o nos brillen los oropeles, cuando no sabemos darle una utilidad a la vida y a lo que somos dando rendimiento a nuestros valores porque eso es lo más importante, cuando seguimos con nuestros apegos porque creemos que en ellos es donde tenemos la seguridad de nuestra vida, cuando tenemos miedo de lanzarnos a un sentido nuevo y a un camino nuevo que se abre delante de nosotros por las dudas e incertidumbres que agobian el corazón.

Los que en la vida arriesgan son los que tienen posibilidades de ganar, de alcanzar metas, de abrirse a algo nuevo, de encontrar las más grandes satisfacciones. Hay gente que es timorata en los negocios y nunca llegará a nada sino que tienen el peligro de hundirse más en la pobreza; pero en este camino de la vida, en este camino de la vida cristiana es donde no tenemos que ser timoratos sino arriesgarnos porque sabemos de quién nos fiamos y quien va delante de nosotros.

Queremos seguir el camino de Jesús y El nos hará alcanzar la verdadera sabiduría. Dejémonos envolver por la acción de su Espíritu.