sábado, 16 de octubre de 2021

Fiémonos de la fuerza del Espíritu Santo que habita en nuestro corazón y manifestemos con valentía toda la energía de nuestra fe y de los valores del Evangelio

 


Fiémonos de la fuerza del Espíritu Santo que habita en nuestro corazón y manifestemos con valentía toda la energía de nuestra fe y de los valores del Evangelio

 Romanos 4,13. 16-18; Sal 104; Lucas 12, 8-12

Hoy en la vida podemos tener la tendencia a ir siempre, como decíamos quizás en otra época, echados para adelante, ir de fachas, de que todo nos lo sabemos, que nunca nos queremos quedar atrás, que siempre tenemos que prevalecer, nuestras opiniones son las que valen y no nos callamos ante nada. No es que todos seamos así, pero sí nos encontramos muchos que quieren ir como figurines siempre delante y no se callan por nada. Parece que tenemos que ir así dando muestras de triunfo, de que todo nos lo sabemos y de lo contrario nos quedaríamos como encerrados. Es una tentación que todos podemos tener.

Pero en verdad ¿seremos valientes en todas las cosas? Quizás en esas apariencias del mundo así queremos mostrarnos, en aquellas cosas que puedan hacernos florecer y aparentar nos ponemos delante en ese afán de triunfo en que se vive la vida. Pero quizá cuando tenemos que dar la cara por los demás, cuando tengamos que defender unos valores y principios de vida, cuando tengamos que manifestar lo más profundo de nosotros mismos, ahí ya no nos mostramos con las mismas valentías.

Y no digamos nada cuando entramos en el ámbito de lo religioso o de los valores cristianos en que tenemos una tendencia en la sociedad de que eso es algo privado, es cosa de cada uno en particular y no tiene por qué manifestarse o expresarse públicamente.

Significa quizá que no hayamos terminado de comprender lo que son en verdad los valores espirituales de la persona o lo que la fe tiene que significar en la vida. Ni es un adorno que nos pongamos como un broche en algunas ocasiones, ni puede ser nunca algo que ocultemos o relegamos al último rincón como quien guarda en el baúl de los recuerdos o de los trastos viejos los recuerdos que nos trasmitieron nuestros mayores y no dejemos entonces que esa fe y esos valores impregnen el sentido de mi vida. No habremos terminado de entender lo que significa ser cristiano, ser un seguidor de Jesús.

Hoy Jesús nos está diciendo que es necesario que demos la cara por El. Un cristiano no puede ser una persona que se oculte; un cristiano tiene que dar razón de su fe y de su esperanza pero no solo con palabras sino con el testimonio de una vida. No es algo que se pueda quedar en el ámbito de lo privado, de lo que llevamos oculto en el corazón. No podemos ser los cristianos unas personas que vayamos temerosas y como avergonzadas por la vida por la fe que tenemos.

No es fácil, porque nos sentimos apabullados; no es fácil porque algunas veces por aquello de la humildad que tanto se nos ha inculcado no queremos dar la impresión de orgullo por nuestra fe; si de algo tenemos que sentirnos orgullosos es de nuestra fe, porque es lo que nos da la alegría más honda a nuestra vida, porque nos llena de sentido y de trascendencia en todo aquello que hacemos. Damos la cara porque los cristianos tenemos que ser las personas más comprometidas con nuestro mundo para hacerlo mejor.

Nuestros valores y principios son fundamentales para la construcción de ese mundo. No es desde la fantochada y de la vanidad, sino desde un amor serio y comprometido donde vamos a transformar nuestro mundo. Y la fe nos da sentido a ello, y la fe nos da fuerza para lograrlo.

Y como nos dice hoy Jesús en el evangelio no nos tiene que dar miedo porque nos quedemos sin fuerzas; tenemos con nosotros la fuerza del Espíritu del Señor que pondrá energía en nuestro corazón, sabiduría en nuestras palabras, convencimiento en nuestras posturas, fortaleza para enfrentarnos a todo lo que pueda ser dificultad.

‘Cuando os conduzcan a las sinagogas, ante los magistrados y las autoridades, no os preocupéis de cómo o con qué razones os defenderéis o de lo que vais a decir, porque el Espíritu Santo os enseñará en aquel momento lo que tenéis que decir’. Fiémonos de la fuerza del Espíritu Santo que habita en nuestros corazón y manifestemos con valentía toda la energía de nuestra fe y de los valores del Evangelio.

 

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