miércoles, 13 de octubre de 2021

Camino de superación y de esfuerzo para vivir con autenticidad nuestra vida poniendo rectitud en el corazón

 


Camino de superación y de esfuerzo para vivir con autenticidad nuestra vida poniendo rectitud en el corazón

 Romanos 2,1-11; Sal 61; Lucas 11,42-46

Ojalá fuéramos con nosotros mismos al menos la mitad de lo exigentes que somos con los demás. A nosotros mismos nos lo perdonamos todo, o al menos siempre queremos encontrar siempre una disculpa que nos justifique de lo que hacemos, pero qué duros nos volvemos en el juicio que hacemos de los demás; no dejamos pasar ni la media.

Me vais a decir que me estoy pasando en mis apreciaciones, pero si no, miremos lo que son nuestras críticas y murmuraciones habituales que hacemos de los demás; siempre estamos con el juicio pronto y la condena, pero cómo nos duele que nos critiquen los demás, que alguien se atreva a decir algo de nosotros, porque además siempre nos creemos que lo hacemos todo bien, y si en un momento determinado nos cogen en algo que no  hicimos de una forma tan correcta, siempre tenemos a punto nuestras disculpas y nuestras justificaciones.

Cuando hoy escuchamos en el evangelio la condena que Jesús hace de los fariseos y de los maestros de la ley porque actúan con doble cara o doble moral, nos parece que eso a nosotros casi no nos toca; pero tenemos que tener la humildad suficiente para darnos cuenta cómo nosotros andamos también con esa doble moral tantas veces en nuestra vida, cómo queremos aparentar unas cosas que realmente en lo más hondo de nosotros mismos no hacemos, cómo hay esa doble cara – y eso se llama hipocresía -, por una parte la apariencia que queremos dar, y realmente lo que en nuestro corazón ocultamos quizás con tantas malicias y tantos malos deseos. Una es la regla que queremos imponer a los demás y otras son las cosas que nos permitimos allá en lo secreto de nuestro corazón olvidándonos también tantas veces de lo que es la verdadera ley del Señor.

Vivir una vida de rectitud, manteniendo nuestra fidelidad es algo que muchas veces nos cuesta porque nos sentimos tentados por muchos lados; no es fácil, nos cuesta; esa corrupción que tanto está afectando a nuestra sociedad en tantos aspectos es algo que sutilmente nos tienta también; muchas veces podemos olvidar esos principios de rectitud, de una auténtica ética y moralidad que tendrían que ser los que tendrían que primar en nuestra vida y nos dejamos conquistar por ese irse deslizando por aquello de que todos los hacen, que al final podemos terminar haciéndolo nosotros también.

Es aquí donde tenemos que pensar el testimonio claro y valiente que tenemos que dar frente al mundo que nos rodea los que nos decimos que creemos en Jesús y le seguimos. Siempre hemos de estar en camino de superación y de crecimiento, de vigilancia interior y de revisión contínua de nuestras actitudes y de nuestros comportamientos; como decíamos antes, tenemos el peligro de contagiarnos fácilmente del ambiente corrupto que nos rodea. Siempre hemos de vivir una vida en ascensión, aunque nos cueste, aunque la pendiente de la vida nos lo ponga difícil, una vida de crecimiento.

Es la victoria de cada día para superar nuestro yo egoísta, para no dejarnos envolver por la vanidad, para ser auténticos en lo que hacemos y vivimos, para que haya una verdadera sinceridad en nuestra vida, para que nos sintamos fuertes frente a los vendavales que nos puedan azotar para distraernos y alejarnos del verdadero camino. No lo damos ya por hecho y conseguido, sino que sabemos que a cada instante tenemos que superarnos de nuevo porque nuevo puede ser el obstáculo que podamos encontrar.

Tenemos una cosa cierta, que nunca nos faltará el Espíritu del Señor que nos llena de fortaleza y nos hace sentir la verdadera alegría cristiana en nuestro corazón cuando logramos superar todas esas tentaciones.

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