sábado, 1 de mayo de 2021

Cultivemos nuestra espiritualidad, buscando desde nuestra oración y la escucha de la Palabra, alimento y Viático de nuestra vida, en esa identificación con Jesús

 


Cultivemos nuestra espiritualidad, buscando desde nuestra oración y la escucha de la Palabra, alimento y Viático de nuestra vida, en esa identificación con Jesús

Hechos de los apóstoles 13, 44-52; Sal 97; Juan 14, 7-14

‘Es igualito que se padre’, habremos dicho o habremos escuchado esa expresión alguna vez; o en referencia a la madre ‘se parece en todo a su madre’, haciendo que esa madre se sienta orgullosa y con esas palabras vea premiados sus desvelos, el amor de madre que puso en la educación de aquel hijo. Y no es que en esos parecidos nos estemos refiriendo a parecidos físicos sino que es algo mucho más hondo en lo que descubrimos esa identificación, como todos comprendemos.

Ante la petición que le hace uno de los apóstoles en la ultima cena ‘Muéstranos al Padre y eso no basta’, Jesús le responde ‘Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre’, para añadir a continuación ‘yo estoy en el Padre y el Padre en mí’. Y es que no podía ser de otra manera. Jesús viene a mostrarnos el rostro de Dios y en el actuar de Jesús, en las obras de Jesús, en toda su vida estaremos siempre viendo las obras de Dios, a Dios mismos. ‘Yo y el Padre somos uno’, nos dirá en otro momento. Por eso había comenzado diciéndonos; ‘Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto’.

‘Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad’ nos dice la carta a los Hebreos que fue la voluntad y fueron las palabras de Jesús en su entrada en el mundo. ‘Mi alimento es hacer la voluntad del Padre’, nos dirá en otro momento. Y continuamente se nos estará manifestando con el enviado del Padre que realiza las obras que el Padre quiere. Nos habla de esa unidad en una misma naturaleza divina que hay entre las tres divinas personas, el Misterio de la Trinidad de Dios. Pero vemos a lo largo del evangelio cómo Jesús busca esa unidad con el Padre, se retira a solas a orar lo vemos repetidamente y si nos enseña cómo hemos de orar nosotros llamando a Dios Padre es porque quiere que nosotros vivamos también esa unidad con Dios.  

En ese diálogo de Jesús con los apóstoles hay una queja por parte de Jesús. No han terminado de conocer a Jesús. ‘Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe?’. Grande ha sido la intimidad con que Jesús se ha manifestado con sus discípulos. Era una convivencia diaria por donde quiera que fueran. Cuando convivimos con tal intensidad justo es que lleguemos a conocernos; vamos conociendo el secreto de cada ser y de alguna manera en nuestro amor vamos cada vez más identificándonos con aquella persona amada.

Es lo que pueden decir los que se aman, los que son amigos o los que se sienten cercanos, o los que llegan a una intimidad más profunda por el amor. Aunque bien sabemos que muchas veces nos cegamos y no es ya que nos ciegue el amor sino que muchas veces son otras cosas, otros intereses que dejamos meter en medio de nuestra relación y terminamos desvirtuando ese conocimiento. Son tentaciones a las que todos estamos sometidos y que tendríamos que saber superar.

Es lo que nos pasa muchas veces en todo lo que hace referencia a nuestra vida cristiana y al conocimiento que tendríamos que tener de Jesús. Si en verdad viviéramos nuestra unión con Jesús como de un cristiano tendría que esperarse estaríamos totalmente identificados con Jesús de manera que quien nos viera a nosotros necesariamente tendría que dirigir su corazón a Dios. Pero nos falta mucho en esa identificación con Jesús, ese nosotros hacernos uno con El.

Serán, como decíamos antes, intereses que metemos por medio en nuestra relación con El, será falta de interés por nuestra parte para llegar a tener ese conocimiento de Jesús, será ese poco cultivo espiritual que hacemos de nuestra vida y donde en consecuencia no crecemos en esa espiritualidad cristiana que tendría que sostener nuestra vida, serán nuestras superficialidades o el materialismo de la vida que nos hace encerrarnos en una visión excesivamente terrena y material de la vida. Como decíamos, son muchas las tentaciones que nos acechan y que tenemos que aprender a superar.

Cultivemos nuestra espiritualidad, busquemos la manera de vivir desde nuestra oración en esa unión íntima y profunda con Jesús, crezcamos en el conocimiento de la Palabra de Dios que sea siempre el alimento de nuestra vida y el Viático que nos acompaña. ¿Podría alguien llegar a decir de nosotros ‘igualito a Jesús’?

viernes, 30 de abril de 2021

Siempre el evangelio es buena noticia para nosotros porque nos encontraremos con Jesús la verdadera sabiduría y el verdadero camino de una vida en plenitud

 


Siempre el evangelio es buena noticia para nosotros porque nos encontraremos con Jesús la verdadera sabiduría y el verdadero camino de una vida en plenitud

Hechos de los apóstoles 13, 26-33; Sal 2; Juan 14, 1-6

Un camino es como una puerta abierta que siempre nos lleva a algo, a alguna parte, a algún lugar. Siento curiosidad por los caminos; vivo en un isla con sus correspondientes limitaciones de espacio pero siempre en nuestras andanzas nos podemos encontrar con un nuevo camino, un camino que desconocíamos y sentimos la curiosidad por saber a donde nos lleva, por descubrir lo que se ve más allá; atrevido me he metido por muchos caminos en mi isla queriendo descubrir lugares, descubrir paisajes, ver nuevas conexiones con otros lugares. Es una curiosidad que llevamos dentro, pero que puede ser que no se quede solo en descubrir caminos topográficos sino que puede ser imagen de algo más.

También decimos que se abre un camino en nuestra vida cuando nos ofrecen un pensamiento que nos hace detenernos para descubrir otros horizontes, otros planteamientos; también se abre un camino en nuestra vida cuando en un determinado momento profundizamos en algo que quizá ya de alguna manera conocíamos pero que ahora lo vemos con una nueva perspectiva, con otra amplitud, o que nos hace meternos más en el misterio de Dios para descubrir lo que el Señor nos ofrece para la vida.

Creo que ésta tendría que ser la sed con que nosotros nos acercamos al evangelio, sedientos de algo más, sedientos de un sabor nuevo, sedientos de una hondura que muchas veces en nuestras carreras y en nuestra superficialidad no le damos. Cuidado pasemos por el evangelio, como se suele decir, como perro por viña vendimiada, donde piensa que ya no va a encontrar nada nuevo, nada que nos pueda dar un nuevo impulso a la vida.

Por esa imagen de la viña vendimiada que me ha venido a la mente, recuerdo que de chico rebuscábamos en las viñas ya vendimiadas y siempre encontrábamos un nuevo racimo, muchas veces más hermoso y que cuando lo comíamos parecía que hasta sabía mejor. Así en esa búsqueda tenemos que acercarnos siempre al evangelio, porque la riqueza de la palabra de Dios es muy grande y siempre habrá un sabor nuevo que podemos encontrar para darle a nuestra vida.

Nunca podemos decir ante una página del evangelio eso ya me lo sé, ya lo conozco. Siempre es evangelio para nosotros y no olvidemos que evangelio significa buena noticia, y las noticias son siempre cosas nuevas. Así con esa apertura del corazón tenemos que acercarnos a la Palabra de Dios.

Las palabras que hoy escuchamos forman parte del discurso de la última cena de Jesús donde en primer lugar quiere alentar su esperanza. ‘Hay muchas estancias, me voy a prepararos sitio, os llevaré conmigo para que donde yo esté, estéis también vosotros’. Y surge la pregunta en los discípulos de cómo ir al Padre, que es la meta que Jesús les propone, nos propone. ‘A donde yo voy ya sabéis el camino’, les dice Jesús. Y como los discípulos no acaban de entender termina afirmando ‘yo soy el Camino, y la Verdad, y la Vida, nadie va al Padre sino por mí’.

Jesús el camino que nos lleva al Padre. Hablábamos al principio de caminos en muchos sentidos. Ahora nos encontramos con el camino de verdad y que no es otro que Jesús mismo. Es el camino que de verdad tenemos que buscar, es el camino que tenemos que hacer, es el camino que se convierte en el sentido de nuestra vida, es el camino que nos lleva siempre a la plenitud. Por eso al mismo tiempo nos dice que es la Verdad y que es la Vida. No hay otra luz ni otra sabiduría.

No hay ninguna otra cosa que nos lleve la Vida en plenitud, cómo tenemos que preocuparnos de conocer a Jesús, de empaparnos de su evangelio, de dejarnos inundar por su vida. En nuestro camino pascual que vamos realizando es en eso en lo que tenemos que profundizar y hacer vida en nosotros.

jueves, 29 de abril de 2021

El seguimiento de Jesús es el camino que hemos emprendido desde una llamada de amor pero el camino que queremos hacer con mucho amor en nuestro corazón

 


El seguimiento de Jesús es el camino que hemos emprendido desde una llamada de amor pero el camino que queremos hacer con mucho amor en nuestro corazón

1Juan 1, 5 — 2, 2; Sal 102; Mateo 11, 25-30

Cuando tenemos que hacer un largo camino, quizás de entrada lo hacemos con entusiasmo, las metas que nos hemos propuesto alcanzar parece que nos hacen sentirnos con fuerza, pero en la medida en que el camino se va alargando, van apareciendo dificultades y tropiezos, nos aparece el cansancio y nuestra debilidad, podemos perder aquel entusiasmo inicial o también algunas veces nos vemos como derrotados por las adversidades con que nos encontramos; nos cuesta avanzar, nos sentimos débiles, serán un aliciente para nosotros los compañeros de camino y si nos encontramos señales que nos hablen de su cercanía parece que vemos renovadas nuestras fuerzas.

Entendemos que lo dicho hasta aquí nos puede hablar de un camino, una peregrinación, como también de los trabajos que emprendemos en la vida poniendo en nuestro camino metas que aspiramos alcanzar, en nuestra realización personal como en los logros incluso materiales que podemos lograr en aquellas empresas que emprendamos. Ya estamos haciendo referencia a esa realización personal como personas, como individuos y aquí podemos ver todo lo que atañe a nuestro crecimiento y desarrollo personal, a la vivencia de una vocación o a todo lo que hace referencia a lo que es la vivencia de nuestra vida cristiana, nuestro seguimiento de Jesús.

Hay momentos en que nos aparecen los cansancios y los desalientos; nos pueden parecer muy altas e inalcanzables nuestras metas o nos damos cuenta de nuestra pobreza humana y de nuestra debilidad. Somos humanos y somos pecadores; somos seres de carne y hueso y estamos llenos de debilidades que nos aparecen en múltiples tentaciones; nos vemos rodeados de tantas cosas que se nos presentan como muy atractivas y puede aparecer la confusión en nuestro corazón; sentimos los cantos de sirena que nos invitan a una vida cómoda y fácil, donde no tengamos que realizar grandes esfuerzos y nos cegamos; vemos la aparente vida de triunfadores de tantos en la vida sin que realicen los esfuerzos que nosotros realizamos y pensamos si acaso habremos equivocado el camino. Son muchos los desalientos que nos pueden aparecer en nuestro entorno. ¿Se nos habrá enfriado el amor?

¿Lo que nosotros queremos realizar es el camino del seguimiento de Jesús? Pues escuchemos a Jesús y seamos capaces de ver su presencia junto a nosotros haciendo con nosotros el camino. La imagen de los discípulos de Emaús puede ser una buena imagen que nos sirva de aliento. Iban cansados de la vida, desalentados y perdidas las esperanzas, defraudados y frustrados porque ellos no habían visto el cumplimiento de las palabras de Jesús. Pero Jesús iba a su lado.

A pesar del desaliento fueron capaces de centrarse en la conversación para ponerse a escuchar al caminante que iba a su lado. Le dejaron hablar, porque tenemos el peligro de que cuando estamos muy encerrados en nuestras negruras todo sea una obsesión para nosotros y ni seamos capaces de escuchar a quien nos pueda ofrecer palabras de luz y de vida. Luego se darían cuenta como les ardía el corazón mientras les hablaba.

Pues escuchemos lo que hoy nos dice Jesús. ‘Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera’.


¿Estamos cansados, defraudados, nos sentimos débiles y sin fuerzas? Vayamos hasta Jesús que en El encontraremos descanso para nuestras almas. Nos puede parecer duro y exigente el camino y la meta que nos propone, pero es que lo estamos mirando ya de antemano casi como un camino imposible; cuando en nuestra imaginación agrandamos la montaña más difícil se nos hará subir a ella.

Por eso tenemos que darnos cuenta lo que significa el camino de Jesús. Es el camino que hemos emprendido desde una llamada de amor pero el camino que queremos hacer con mucho amor en nuestro corazón. Y cuando hacemos las cosas desde el amor y con amor se nos van a hacer más fáciles, más llevaderas. El amor es la fuerza de nuestra vida. Y cuando decimos que queremos ser cristianos no es cuestión de comenzar planteándonos si tenemos o no tenemos muchas cosas que hacer, sino que solamente hemos de mirar el amor en el que nos sentimos cogidos y esa respuesta de amor que nosotros vamos a dar.

No seguimos a Jesús, no podemos decir que nos llamamos cristianos porque cumplamos con unos reglamentos con mayor o menor fidelidad. No es un yugo ni una carga a los que nos vamos a sentir atados, sino un camino de amor. Seguimos a Jesús porque entramos en la órbita de su amor, nos sentimos amados de Dios y ponemos a juego todo nuestro amor.

miércoles, 28 de abril de 2021

El Espíritu del Señor es nuestra verdadera Sabiduría para saborear con sentido la vida y para darle nuevo sabor a nuestra relación con los demás y con el mundo

 


El Espíritu del Señor es nuestra verdadera Sabiduría para saborear con sentido la vida y para darle nuevo sabor a nuestra relación con los demás y con el mundo

Hechos de los apóstoles 12, 24 — 13, 5ª; Sal 66; Juan 12, 44-50

No nos gusta caminar a oscuras, rehuimos todo lo que sea tinieblas; gracias a Dios ya de manera habitual nuestras vías y caminos están lo suficientemente iluminados, claro que alguna ocasión nos encontramos con un fallo de energía y nuestro entorno se queda en tinieblas; qué incómodos nos sentimos, cómo buscamos remedios y soluciones para que no nos falte esa luz por donde hemos de caminar y ya hasta con algo tan elemental que casi todos llevamos al bolsillo nuestros teléfonos móviles o celulares se convierten en linternas que nos iluminen en la oscuridad.

Tenemos, es cierto, ese ansia de luz y sin ella no nos lo podemos pasar, pero quizás tengamos que preguntarnos si otra luz que necesitamos en la vida la buscamos con el mismo interés y dedicación. No queremos andar sin luz y algunas veces caminamos en tinieblas; nos falta un sentido, algo que dé valor a lo que hacemos y vivimos, algo que nos ilumine dándonos razones para vivir y para luchar, para confiar en si mismo, en los demás o en algo que desde lo profundo sea motor de nuestras vidas. Y muchas veces nos encandilamos y no buscamos la mejor luz sino la que más aparenta aunque sea fatua.

Yo creo que todo ser humano necesita esa luz en su vida, esa luz que a la larga es una sabiduría que nos hará saborear la vida de verdad, que, como decíamos, nos dé motivos y fuerzas para luchar y para darle intensidad a la vida. Es cierto que se nos puede ofrecer un abanico amplio de posibilidades pues tenemos diferentes maneras de pensar y de enfocar las cosas, y surgen las filosofías y las ideologías aunque no las podemos poner todas en el mismo rasero, recibiremos influencias de un lado y de otro porque cada uno querrá atraparnos para que sigamos su camino, en muchas ocasiones tenemos el peligro de caer en un sincretismo que todo lo mezcla y eso nos puede llevar también a la confusión y al despiste. Pero creo que es una búsqueda esencial para todo ser humano, la búsqueda de esa luz.

Nosotros los cristianos tenemos la suerte de tener a mano esa luz, porque tenemos a Cristo Jesús. Así se nos presenta en el evangelio y así nos invita a dejarnos iluminar por su luz. En sus palabras es un mensaje que se repite y diversas son las imágenes que como signos se presentan delante de nosotros a lo largo de todo el evangelio. Hoy nos lo vuelve a repetir.

El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me ha enviado. Y el que me ve a mí, ve al que me ha enviado. Yo he venido al mundo como luz, y así, el que cree en mí no quedará en tinieblas’.

Creer en Jesús es creer en el Padre que lo ha enviado, ver a Jesús es ver y conocer a Dios. Recordamos como le insistían los discípulos en el discurso de la última cena que le mostrara al Padre, que eso les bastaba. ‘Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre’, le replica Jesús. ‘Nadie va al Padre, sino por mí’. El camino para el encuentro con Dios, el camino único y certero de vivir la vida de Dios. ‘El que me ve a mí, ve al que me ha enviado’, que nos dice hoy.

‘Yo he venido al mundo como luz, y así, el que cree en mí no quedará en tinieblas’, nos ha seguido diciendo. Como nos dirá en otro momento ‘Yo soy la luz del mundo’. Es la luz que nos ilumina y nos hace salir de las tinieblas, ‘no quedará en tinieblas’.  Es la luz que se convierte en el sentido verdadero de la vida. Es la luz que nos conduce a la plenitud. Es la luz que es la sabiduría de nuestra vida. Es la luz que nos da profanidad y sentido a todo. Es la luz que nos conduce a Dios.

Tenemos esa luz y aun seguimos en tinieblas porque no le hemos dado verdadera profundidad a nuestra fe; nos contentamos con una fe superficial, sin conocimiento y profundización de verdad del sentido de la fe; la ponemos como una etiqueta pero sin que de verdad el producto que es nuestra vida se haya deja transformar por esa fe. De una vez por todas tenemos que decidirnos a cultivar a fondo nuestra fe; necesitamos leer más y meditar el evangelio, no dándonoslo por sabido como tantas veces hacemos; necesitamos crecer en nuestra espiritualidad porque desde lo hondo de nosotros mismos con la fuerza y la influencia del Espíritu del Señor crezcamos en esa unión con Dios.

El Espíritu del Señor es nuestra verdadera Sabiduría para saborear con sentido la vida y para darle nuevo sabor a nuestra relación con los demás y a la tarea que tenemos que realizar en medio del mundo.

martes, 27 de abril de 2021

Escuchar a Jesús significa plantar en la vida sus palabras para que se transformen en actitudes nuevas, en nuevas posturas y compromisos, en una nueva forma de vivir y existir

 


Escuchar a Jesús significa plantar en la vida sus palabras para que se transformen en actitudes nuevas, en nuevas posturas y compromisos, en una nueva forma de vivir y existir

Hechos de los apóstoles 11, 19-26; Sal 86;  Juan 10, 22-30

Cuando hacemos preguntas se supone que estamos interesados en encontrar respuesta a lo que no sabemos; se supone sinceridad auténtica en quien hace la pregunta con curiosidad e interés por aprender, por conocer aquello que no conocemos. Pero seguramente habremos visto preguntas hechas con mucha astucia porque queremos obtener la respuesta que a nosotros nos interesa. No es interés por la verdad sino son deseos que tergiversan preguntas y respuestas para hacer decir a quien nos responde lo que nos interesa; preguntas capciones, preguntas interesadas y dirigidas, donde quizá lo que buscamos es un apoyo a lo que son nuestras ideas, pero no son deseos de verdad.

A través del evangelio nos encontramos muchas situaciones así en quienes hacen preguntas a Jesús, a fuer de presentarse con tentaciones de vanidades con alabanzas y adulación como cuando le dicen para reconocer de boquilla afuera que Jesús es sincero y veraz. Son las preguntas por los intereses de la vida eterna cuando no están dispuestos a hacer lo que les pide Jesús, son las preguntas por el mandamiento principal de la ley pero intentando ver si Jesús responde con lo que dice la Escritura, o son preguntas como la que hoy escuchamos donde le preguntan algo así como por la propia identidad de Jesús.

‘¿Hasta cuándo nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente’, le dicen hoy. Pero ellos tenían una idea de Mesías muy particular y era eso realmente lo que buscaban en Jesús. Entre ellos estaba el concepto del Mesías que se presentaría algo así como un guerrillero libertador que les iba a liberar del yugo de los romanos que eran los que ahora los dominaban. Muchos movimientos en ese sentido circulaban sobre todo por Galilea con esos deseos de liberación y que querían aprovecharse de cualquier movimiento del pueblo para alzarse en armas. Pero no era la idea de Mesías de Jesús.

Jesús les habla de un reino nuevo, el Reino de Dios que precisamente no va por esos caminos de violencia; han de saber reconocer las obras que Jesús hace y que nos manifiestan ese señorío de Dios en nuestras vidas; les habla de un camino nuevo donde han de escucharle como al Pastor que en verdad guía sus vidas y han de seguirle; pero han de conocer y escuchar su voz, o lo que es lo mismo, creer en El para seguirle y alcanzar la vida eterna.

‘Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, esas dan testimonio de mí. Pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano…’

A pesar de los entusiasmos que en muchas ocasiones manifestaban sin embargo su fe en El no era totalmente sincera y en muchos momentos muy débil o incluso interesada. No es solo tras el entusiasmo del milagro, porque quizá nos sentimos beneficiarios de algunas cosas de nuestro interés, cuando se ha de manifestar y expresar esa fe. Es el querer escucharle en el día a día y también en los momentos oscuros, es el plantar en el corazón y en la vida esas palabras de Jesús para que se transformen en nosotros en actitudes nuevas, en nuestras posturas y compromisos, en una nueva forma de vivir y existir.

Muchas veces somos cristianos de fervorín, de los momentos brillantes, de las emociones vibrantes y fuertes que nos pueden provocar un fervor ocasional que pronto se enfría, de una piedad y religiosidad poco comprometida con la vida y que solo satisfacemos con ofrendas puntuales de cosas, pero donde no terminamos de ofrecer nuestro corazón, de tradiciones para cumplir en determinados momentos pero que se traducen poco en una religiosidad profunda, en una espiritualidad honda que motive cada momento de la vida.

Seguir a Jesús, creer en El exige mucho más, ha de implicar toda nuestra vida, ha de darle verdadera profundidad a nuestra existencia fundamentándola en los valores del evangelio. Se nos plantea la sinceridad y autenticidad de nuestra respuesta.

 

lunes, 26 de abril de 2021

Algo nos está faltando a los cristianos que no terminamos de ser la sal y la luz de nuestro mundo que Cristo nos pide

 


Algo nos está faltando a los cristianos que no terminamos de ser la sal y la luz de nuestro mundo que Cristo nos pide

1Corintios 2, 1-10; Sal 118; Mateo 5, 13-16

Están claras las imágenes que nos propone hoy Jesús en el evangelio. La sal tiene que dar sabor en su punto y la luz tiene que resplandecer e iluminar; ni escondemos la luz ocultándola ni mal utilizamos la sal porque en lugar de dar el sabor apropiado podemos estropear nuestra comida. En el uso diario que hacemos de ambas todos entendemos su significado.

Pero Jesús nos dice que nosotros tenemos que ser sal, que somos sal y que somos luz. ¿Qué significará eso en referencia a nuestra propia vida? Está hablándoles Jesús a los que creen en El, los que son sus discípulos y le siguen, a aquellos que en ese seguimiento de Jesús ya le han dado un sentido nuevo a sus vidas. Han entendido ya ese sabor que Cristo quiere dar a nuestra existencia y cuando se han encontrado con Jesús sus vidas se han iluminado con nueva luz. Es que por ahí va lo de creer en Jesús.

No creemos en Jesús simplemente porque nos maravillemos con las obras que realiza o disfrutemos con la belleza de sus palabras. Es algo más. Llegamos a creer en Jesús desde el encuentro con su persona, un encuentro, podríamos decir, que nos coge por dentro, que impacta nuestra vida para hacerla cambiar, para transformarla. Porque creer en Jesús es sentirnos tan identificados con El en lo que es su vida, en lo que hace o en lo que nos enseña que ya nuestro sentido de vivir no es otro que el de Jesús.

Recordamos lo que nos decía el evangelista que cuando Jesús comenzó a predicar en Galilea el pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande, una luz brillante los iluminó, con las palabras del profeta. Nos sentimos impactados por esa luz de manera que ya nosotros para siempre vamos a reflejar esa luz, no la podremos ocultar. Pero encontrarse con la luz significa que nuestras sombras se iluminan y comenzaremos a ver cosas que en las tinieblas no éramos capaces de distinguir. Es ese sentido nuevo que en Cristo encontramos que es luz para nuestra vida, que es sabiduría para nuestra existencia, luz y sabiduría que tenemos que llevar también a nuestro mundo.


Esa sabiduría de Jesús y su evangelio que nos hace saborear la vida y las cosas de una forma distinta, es un nuevo sabor que es mucho más que un nuevo saber; saber podemos saber muchas cosas pero si no las convertimos en sabor de nuestra vida de nada nos valen esos saberes. Es lo que nos está diciendo Jesús con la imagen de la sal, que no puede desvirtuar su sabor.

Por eso un cristiano en medio del mundo tiene que ser un revulsivo. Allí donde esté un cristiano, un seguidor de Jesús tiene que notarse que las cosas son distintas, que hay un nuevo sabor. El cristiano nunca puede ir de brazos cruzados con pasividad y dejando hacer, sino que tiene que moverse para transformar desde lo más hondo aquellas situaciones en las que se encuentra. Un cristiano que se encuentra con un mundo de pasividad y de injusticia, de insolidaridad y de violencia, no puede cruzarse de brazos tiene que ser ese fermento nuevo que haga que todo aquello se transforme y cambie. Por eso nos hablará en otro momento de la levadura que fermenta la masa.

Pero ¿en verdad somos así los cristianos? ¿Habremos quizá llegado a una pasividad y a una atonía en que evitamos el comprometernos, y dejamos que las cosas sigan igual? Nos hace falta que encendamos de nuevo ese fuego del evangelio que incendie nuestro mundo para transformarlo, que seamos en verdad esa sal que dé buen sabor y esa luz que ilumine. Desgraciadamente vamos demasiado apagados los cristianos por la vida. Algo nos está faltando.

domingo, 25 de abril de 2021

La riqueza de la imagen del Buen Pastor nos hace ver a tantos que son signos de ese amor de Dios en nuestras vidas y a serlo nosotros también para los demás

 


La riqueza de la imagen del Buen Pastor nos hace ver a tantos que son signos de ese amor de Dios en nuestras vidas y a serlo nosotros también para los demás

Hechos de los Apóstoles 4, 8-12; Sal. 117; 1Juan 3, 1-2; Juan 10, 11-18

Pudiera sucedernos que en ciertos ambientes sobre todo urbanos cueste entender en todo su sentido las imágenes que nos ofrece hoy el evangelio; quizá en muchos ambientes urbanos, muy diferente a la vida en el campo, todo el contacto que tengamos con los animales sean las mascotas que tengamos en casa, pero pienso que esa experiencia también pudiera ayudarnos.

Hoy nos habla del pastor que conoce a sus ovejas y sus ovejas lo conocen a él, que incluso las conoce por su nombre, porque es costumbre entre nuestros ganaderos el que le pongan nombre a los animales que están a su cuidado; recuerdo de niño los variopintos nombres con que mi padre llamaba a las vacas sobre todo cuando estaba realizando labores con ellas en el campo. Desde esa experiencia urbana que tenemos con nuestras mascotas, también le ponemos nombre por el que nos responden cuando las llamamos y bien tenemos la experiencia de cómo nos conocen a nuestra llegada a casa y salen gozosos a nuestro encuentro y como nos buscan y se gozan con nuestra presencia. Como solemos decir cómo nos son fieles y leales y cómo nos quieren.

Es la riqueza de la imagen del pastor y de sus ovejas, de su rebaño, que aunque sean muchas él las conoce de la misma manera que ellas le conocen y escuchan su voz para seguirle. Pero es además la imagen del pastor que está con sus ovejas, que las cuida y no las abandona sea cual sea la circunstancia en que se encuentre. Es esa imagen muy bucólica, si os parece, pero donde vemos al pastor rodeado de su rebaño, que camina a su lado, que se deja conducir a la menor señal o silbido, que carga sobre sus hombros la oveja herida o que va a buscar a la perdida alejándola del peligro y ayudándole a caminar junto con todo el rebaño.

Pudiera parecer que nos extendemos mucho en estas descripciones pero que es muy importante tener en cuenta para comprender toda la dimensión que Jesús quiere darnos de su imagen de Buen Pastor. No nos olvida el Señor, no nos deja ni nos abandona aunque nosotros vayamos tantas veces errantes y errando por los caminos de la vida. Quiere hacernos sentir su presencia y la gracia que nos fortalece, nos ofrece el alimento de su Palabra, pero aun más se nos da El mismo como comida y alimento de nuestra vida. Tenemos que saber descubrir esa cercanía de Dios que se hace presente en nuestra vida a través de tantos signos y señales.

En este domingo del Buen Pastor para comprender toda la hondura de esta imagen tenemos que saber descubrir a esas personas que Dios va poniendo a nuestro lado en los caminos de la vida y que con su atención y su cercanía, con su escucha caminando a nuestro lado o con el sabio consejo o humilde palabra de orientación, con su servicio desinteresado… nos tienden la mano cuando lo necesitamos o incluso nos sirven de muleta de apoyo en la debilidad de nuestro caminar, y están siendo para nosotros signos de ese Buen Pastor.

Cada uno recuerda agradecido ese momento en que parecía que nos hundíamos en nuestros tropiezos, en las dificultades que encontrábamos en la vida, en la desorientación en que nos encontrábamos en momentos oscuros por los que siempre todos hemos pasado alguna vez, en la torpeza de nuestros errores o en el agobio de los problemas que parecía que no faltaban, y apareció una mano generosa que se tendió hacia nosotros, una voz que era palabra de ánimo, una luz que nos hizo ver con más claridad lo que nos parecía todo oscuro. Seguro que recordamos a esas personas que nos levantaron el ánimo, que nos dieron esperanzas en nuestras luchas, que pusieron de nuevo ilusión en nuestro corazón. Han sido y son señales y signos de Dios, Buen Pastor que nos cuida y que nos ama.

Claro que tenemos que pensar también en aquellos que como pastores del pueblo de Dios, en nombre de Cristo, nuestro Buen Pastor, están en la Iglesia con esa función y con ese ministerio desde una llamada y una consagración especial. Hoy es un día muy especial para pensar en nuestros sacerdotes y cuantos ejercen el ministerio en la Iglesia de Dios porque son esos pastores que Cristo ha puesto a nuestro lado, para que caminen a nuestro lado con nosotros, para que nos ofrezcan la riqueza de la Palabra de Dios, para que nos hagan llegar la gracia del Señor a través de los sacramentos. A ellos tenemos que mirar agradecidos por su ministerio y por ellos hemos de saber elevar nuestra oracion al Señor.

Hoy es un día especial para pedir al Señor que sean muchos los llamados que respondan a la voz del Señor para ejercer el ministerio en bien de la Iglesia y del mundo. Un día especial de oración por las vocaciones.

Pero no me quiero quedar aquí sino que pienso en la respuesta que cada uno de nosotros ha de dar a esta buena nueva del Evangelio. ¿No tendríamos que ser cada uno de nosotros signos del amor de Dios desde las actitudes de escucha, de acogida, de cercanía, de servicio, de luminosidad que tengamos hacia los demás? Una palabra, un gesto, un detalle, una mirada, una sonrisa, una mano sobre el hombro de alguien que se va tambaleando a nuestro lado puede ayudarlo a levantarse y a ver la vida con una nueva ilusión.

No neguemos nunca ese gesto bueno hacia el otro e iremos logrando que todos seamos un poco más felices. Podemos y tenemos que ser signos y señales del amor de Dios en medio de nuestro mundo.