viernes, 2 de abril de 2021

La tarde quedó en silencio mientras en lo alto del calvario el viento silbaba alrededor de las cruces ya vacías, pero quédate en silencio, saborea ese silencio para que te llenes de Dios

 


La tarde quedó en silencio mientras en lo alto del calvario el viento silbaba alrededor de las cruces ya vacías, pero quédate en silencio, saborea ese silencio para que te llenes de Dios

 

La tarde quedó en silencio en la ciudad. La mañana había sido intensa y había habido un correr de comitivas desde primeras horas del día incluso con manifestaciones bulliciosas delante del Pretorio del Gobernador. Luego un macabro desfile de unos condenados a muerte para subir la pequeña colina del Calvario había culminado cuando pasadas las tres de la tarde se había dado por terminada la ejecución con el fallecimiento de los condenados.

En lo alto del calvario el viento silbaba alrededor de las cruces ya vacías y el pequeño cortejo había llegado al huerto cercano donde había una sepultura nueva que nadie había utilizado todavía y donde habían colocado el cuerpo de Jesús. El último ruido había sido el correr de la piedra sellando la entrada del sepulcro y silenciosamente escuchándose el quejido de algún llanto los que habían conformado el cortejo se había diluido por la ya silenciosa ciudad en las primeras horas del sábado.

Silencio en el Calvario, silencio junto a la tumba donde las mujeres habían prestado mucha atención en cómo habían colocado el cuerpo del Señor Jesús; sus intenciones era venir pasado el sábado a primeras horas del primer día de la semana para terminar con los ritos propios del embalsamamiento y sepultura que en las premuras de la hora de la tarde no habían podido realizar debidamente.

No era solo el silencio de que se habían acabado los gritos de los exaltados de la mañana sino el silencio de lo que alguien podría llamar la muerte de Dios. Jesús estaba en el sepulcro y para algunos aquello podría sonar a una victoria aunque ahora ya no tuvieran nada que decir porque parece que sus palabras y razones se habían acabado.

Era el silencio de aquellos que habían acompañado de cerca al Maestro y ahora se sentían acobardados temiendo lo que pudiera pasar y era mejor quedarse encerrados en aquella sala que les habían facilitado para la cena pascual.

Era el silencio de la madre, como solo ellas saben hacerlo cuando tienen que enfrentarse al duro trance de la muerte de un hijo, pero que en María aquel silencio podría tener un significado especial. Había algo que no faltaba en María y era la fe y la esperanza.

Era el silencio de aquellas buenas mujeres que lo habían acompañado desde Galilea y más valientes que incluso los discípulos más cercanos se habían atrevido a llegar hasta el Calvario con María, la madre de Jesús. ¿Serían ellas las que acogerían a María en aquellos momentos de amargura y de dolor porque entre ellas podían entenderse mejor y servirse de consuelo unas a otras? ¿Dónde estaría María? El discípulo que había llegado también hasta la cruz y a quien Jesús le encargó que la tuviese para siempre como su madre, nos dirá que para siempre la recibió en su casa; pero de todas maneras permanece el silencio, nada se escucha ni se sabe de estos detalles.

Pero, ¿dónde estaban aquellas multitudes que le seguían por todas partes aclamándole? ¿Dónde estaban aquellos que hace cinco días habían entrado con El en la ciudad santa rodeándole con sus aclamaciones? Aquí y ahora también se escucha el silencio, porque seguramente quizá en su interior se estuvieran haciendo mil preguntas de por qué se había llegado a esta situación.

Nosotros también quizás en esta tarde cuando se ha terminado la celebración nos hemos quedado en silencio. Ritualmente se nos pedía no despedir la celebración porque de algo se debía de estar pendiente y se nos pedía salir en silencio. ¿Cuál es ese silencio que ahora nosotros también sentimos y del que quizá no prefiramos hablar? ¿Es solo silencio porque no hemos podido seguir con el bullicio de nuestras procesiones y celebraciones externas o será algo distinto lo que pueda estar pasando por nuestro corazón?

Allí en el centro de la Iglesia en penumbra ha quedado levantada una cruz que nos había servido para la celebración. Una cruz vacía, sin Cristo, sin ninguna imagen, a lo sumo pende uno de los sudarios que acaso sirvieran para bajar el cuerpo del Señor de la cruz y llevarlo hasta la tumba y que alguien dejó allí quizá descuidadamente colgado.

Vamos a entrar de nuevo nosotros a esa Iglesia y en silencio vamos a acercarnos a esa cruz. ¿Qué nos puede estar diciendo esa cruz? ¿Qué nos puede estar recordando? Abramos bien los ojos y los oídos y en esa penumbra tratemos de ver y de escuchar. Quizás nos lleguen ecos que han ido retumbando de aquí para allá de lo sucedido en esta tarde, de las palabras pronunciadas que se pueden ir repitiendo como aldabonazos en nuestro corazón, de lo que hemos vivido en este día de Viernes Santo.

No sé lo que tú puedas sentir y escuchar en este momento porque cada uno tiene su oído o sus recuerdos en el corazón. Te invito a que hagas silencio y rememores lo que más llamó tu atención, lo que te hizo recapacitar de una manera especial, o la que evocó en ti muchos recuerdos de otros momentos. No puedo decir lo que sientes ni lo que rememoras pero te invito a que te quedes en silencio ante esa cruz en esa penumbra de una noche que va avanzando y vayas rumiando una y otra vez esas palabras o esos recuerdos. El Señor no se queda en silencio, El quiere hablarte y quiere hablarte a través de todo eso que llega ahora a tu mente y a tu corazón y que solo tú sabes.

Conviértelo en oración esta noche de viernes santo o en la mañana del sábado si es cuando estas líneas llegan a ti. Tienes mucho de lo que hablar con el Señor y El también tiene mucho que decirte, pero es necesario que hagas silencio, que no temas al silencio, que no tengas prisa en tu silencio sino quédate quieto y escucha, la voz del Señor comenzará a resonar en tu corazón.

Tu corazón se va a llenar de esperanza porque verás cumplido su anuncio de resurrección. Ojalá te encuentre en este silencio de reflexión y oración el momento de la resurrección del Señor. Te llenarás de esperanza porque te sentirás un hombre nuevo que emprende nuevas cosas, que emprende nuevas tareas y compromisos. Te llenarás de esperanza porque con la resurrección del Señor nos sentiremos victoriosos y estaremos comenzando a ver ese mundo nuevo que es posible construir y que entre todos vamos a hacer realidad.

No pienses por tí mismo ni te hagas muchos proyectos, sigue en silencio con la mente y el corazón abierto porque los proyectos te los va a poner el Señor en tu mano, en tu corazón. Quédate en silencio, saborea ese silencio, te estás llenando de Dios.

Una meditación y una lección a la sombra de la cruz de Jesús que nos hace mantenernos firmes en nuestra fe y en la esperanza de un mundo mejor

 


Una meditación y una lección a la sombra de la cruz de Jesús que nos hace mantenernos firmes en nuestra fe y en la esperanza de un mundo mejor

 Isaías 52, 13 — 53, 12; Sal 30; Hebreos 4, 14-16; 5, 7-9; Juan 18, 1 — 19, 42

Nos ponemos hoy a la sombra de la cruz de Jesús con todas sus consecuencias y mantengamos firmes la confesión de fe; pero ponernos a la sombra de la cruz nos hace contemplar el espectáculo, si es que podemos decirlo con esa palabra, más cruento y doloroso, pero mantengamos firmes la confesión de fe; no es solo lo que podemos contemplar aquí a la sombra de esta cruz del calvario, sino que nuestra mirada como a través del reflejo de un cristal en transparencia va a contemplar también mucho sufrimiento y mucho dolor, muchas angustias y muchas soledades, muchos llantos desesperados y muchas lágrimas derramadas en silencio o entre gritos desgarrados, igual que muchos odios y muchos resentimientos, muchas violencias y crueldades en corazones que parece que ya no saben lo que es la piedad, pero aún así con tanto dolor mantengamos firmes la confesión de nuestra fe.

¿Cómo podemos decir aún que mantengamos la confesión de nuestra fe? Es que aquella primera mirada cuando nos pusimos a la sombra de la cruz del Calvario nos da un sentido y un valor, despierta una esperanza y nos dice que aun con tanto dolor y confusión es posible el amor, que será el amor el vencedor porque la victoria la tenemos en ese Cruz del Calvario de donde pende el que es nuestro salvador. Esa muerte no es un sin sentido aunque humanamente lo pareciera, sino que en esa muerte encontramos el sentido y el valor, porque en esa muerte encontramos el amor.

Frente a tantos derrotistas como nos podemos encontrar en nuestro mundo que parece que ya han perdido el sentido de todo, nosotros podemos confesar con nuestra fe que la victoria final es la del amor, porque para eso contemplamos a Jesús en la cruz y su muerte no es una derrota sino el camino de una victoria porque al que hoy contemplamos muerto en un cruz lo contemplaremos salir victorioso del sepulcro en su resurrección. Tenemos el convencimiento y la certeza de que desde la cruz del Calvario nace un mundo mejor donde será destruida la muerte y donde florecerá para siempre la justicia y el amor.

Estamos contemplando a quien en su entrada en el mundo exclamó ‘aquí estoy, oh Padre, para hacer tu voluntad’. Y eso fue su camino y su vida. Su alimento era hacer lo que era la voluntad del Padre y así lo contemplamos en los caminos del Evangelio. Se sentía el enviado del Padre y hacia el Padre quería que dirigiéramos nuestros pasos como El hacía. No fue fácil y en la noche del jueves santo le escuchamos su grito desgarrador pidiendo que pasase aquel cáliz que había de beber, pero por encima de su dolor y angustia como ser humano estaba siempre su deseo de que se cumpliera la voluntad del Padre. ‘No se haga mi voluntad sino la tuya’.

‘Y, aun siendo Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer’, nos dice la carta a los Hebreos. En los momentos duros nos cuesta más la confianza y la obediencia, el fiarnos pensando que en esa oscuridad un día podrá brillar la luz. Es entonces cuando se hace más valiosa la obediencia porque está llena de confianza y de esperanza. Es cuando aprendemos el valor de la obediencia, es cuando más se resalta y brilla nuestra fe, es cuando se hace más grandiosa la ofrenda de nuestro yo y de nuestra voluntad. Podríamos pensar que por ser hijos tenemos la libertad de hacer solamente nuestra voluntad, pero en ese momento oscuro, en ese momento de dolor y sufrimiento aprendemos lo maravilloso que es la obediencia entrando en el mundo de la fidelidad. ‘Y, aun siendo Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer’.

Aunque en la cruz aun le escuchemos quejarse de su soledad y abandono, ‘Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?’ terminará poniendo todo en las manos del Padre, haciendo la ofrenda de amor su vida poniendo en las manos del Padre su Espíritu. ‘Todo está cumplido… - se ha hecho según tu voluntad – a tus manos encomiendo mi Espíritu’. Su vida queda enmarcada entre aquellas palabras iniciales a su venida al mundo y este momento final en que aun sigue llamando Padre a Dios en quien se confía. ‘Y, llevado a la consumación, se convirtió, para todos los que lo obedecen, en autor de salvación eterna’.

Hoy día de Viernes Santo nos queremos poner a la sombra de la cruz de Jesús. Ahí encontramos nuestra luz y nuestra fortaleza. No nos ponemos a la sombra de la cruz como para resguardarnos y quedarnos encerrados en nosotros mismos o donde pensamos que no nos van a alcanzar los peligros. A la sombra de la cruz se nos abren nuevos horizontes para ver nuestro mundo en toda su cruel y dura realidad, pero a la sombra de la cruz del Calvario se abren nuevos caminos para mi vida porque hay una buena nueva que anunciar a todo ese mundo que sufre, la Buena Nueva de la cruz salvadora de Jesús con quien nos llega la victoria de un mundo nuevo.


Tenemos que empezar a recorrer ese camino también como Jesús sintiendo que nuestro alimento es hacer la voluntad del Padre. Comencemos a sembrar semillas de ese mundo nuevo que queremos generar. Allí donde estemos amor y generosidad, seamos capaces de entendernos primero que nada con aquellos que más cercanos están de nosotros teniendo siempre palabras de diálogo y de paz. Vayamos sembrando esas semillas de cercanía, de comprensión, de capacidad de perdón, de ilusión por hacer cosas nuevas con aquellos que están cercanos a nosotros, de aprender a confiar en el otro por encima de todo aun cuando sigamos viendo muchas sombras que seguro que pronto desaparecerán.

Esos pequeños gestos seguro que se irán extendiendo poco a poco como una mancha de aceite e iremos impregnando a todo nuestro entorno para que sea distinto, para que sea mejor. Piensa que con eso tan insignificante que estás haciendo estás contribuyendo a esa victoria que Cristo nos anuncia de que es posible un mundo nuevo. Creemos en la fuerza del Espíritu de Jesús que estará actuando en nuestro corazón y nos daremos cuenta de que nuestro mundo comienza a ser un poquito mejor.

Es la meditación que me he hecho a la sombra de la cruz y que os ofrezco como pequeña semilla que genere nueva vida en vuestros corazones.

jueves, 1 de abril de 2021

Tres detalles como grandes signos de lo que es la entrega y el amor de Jesús por nosotros, se quita el manto… se ciñe una toalla… y seca los pies con la toalla que se había ceñido

 


Tres detalles como grandes signos de lo que es la entrega y el amor de Jesús por nosotros, se quita el manto… se ciñe una toalla… y seca los pies con la toalla que se había ceñido

Éxodo 12, 1-8. 11-14; Sal 115; 1Corintios 11, 23-26; Juan 13, 1-15

‘Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo’.

Así comienza el evangelista Juan el relato de cuanto sucedió aquella tarde y aquella noche durante la cena de Pascua. Ha llegado la hora del amor más supremo; no es la hora de la muerte sino de la vida, es la hora del amor. ‘Los amó hasta el extremo’.

Los discípulos habían preparado con todo esmero y amor todo lo necesario para la cena pascual según las indicaciones que Jesús les había dado. Y el evangelista ahora se pone trascendente, podíamos decir, nos deja relucir toda su altura teológica en lo que nos va a relatar. Pero Juan no nos relata lo que los otros evangelistas nos han relatado de la Institución de la Eucaristía, como tampoco los otros evangelistas nos relatan este episodio que nos trae Juan, el lavatorio de los pies.

Es todo un signo y un gesto profético el que Jesús realiza, que va más allá de lo que ritualmente tenía que estar previsto que era ofrecer agua para las abluciones y purificaciones previas, el gesto del dueño de la casa que ofrece agua a sus huéspedes como ya vemos en otras ocasiones del evangelio en donde se hace mención a ello. Este gesto de Jesús tiene un valor simbólico muy grande, a la manera de aquellos signos proféticos que vemos en el Antiguo Testamento que realizaban los profetas y que el mismo gesto se convertía en un mensaje.

En pocas palabras nos lo trasmite el evangelista. ‘Estaban cenando… y Jesús se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido’. Tres detalles que nos pueden pasar desapercibidos porque pareciera que todo se centra en el hecho de que Jesús realizara la labor de un sirviente, de un esclavo lavando los pies de los discípulos; pero en torno a ello están esos tres detalles como grandes signos de lo que es su entrega y su amor, se quita el manto… se ciñe una toalla… y seca los pies con la toalla que se había ceñido.

Un desprenderse primero de lo que ahora no necesita, va a emprender una tarea y nada puede constreñirlo para que no pueda realizarla debidamente; pero como va a emprender una tarea se ciñe, como el trabajador que va a realizar un trabajo, como el soldado que va a emprender una batalla. Me vais a permitir un recuerdo familiar, mi abuelo usaba un ceñidor muy lago que todas las mañanas antes de salir al campo a sus tareas se ceñía y lo hacía con todo cuidado y esmero; yo como niño no entendía lo de aquel ceñidor y el esmero con que mi abuelo se lo ceñía. Con el paso de los años lo he llegado a entender.

Es un gesto muy importante el que Jesús está realizando; comienza el momento de su entrega, llegó la hora del amor, decíamos antes; va a emprender una tarea y una batalla porque es la lucha de la vida sobre la muerte, del amor para vencer al odio y al pecado. Una imagen de su entrega, de su sangre derramada, de su cuerpo entregado que veremos por otra parte cuando los otros evangelistas nos hablan de la institución de la Eucaristía que hoy también estamos celebrando. Y con aquella toalla ceñida completa toda la obra de su servicio; ha lavado los pies de los discípulos y se los seca con la toalla que se había ceñido.

Luego nos dirá que si El, ‘el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros’. Pero tenemos que copiar todo su gesto primero porque no podemos ir darnos por los demás si no somos desprendidos; como Jesús que se quitó el manto, de cuantas cosas tenemos que despojarnos. Pero como Jesús hemos de ceñirnos para la tarea y para la batalla. Es la lucha contra el mal, contra el odio, contra el desamor y la insolidaridad, contra todas esas actitudes que se meten en el corazón del hombre y que nos llenan de maldad, que nos vuelven discriminatorios y racistas, que envuelven nuestro mundo de sombras.

Pero en esa batalla la victoria está de nuestra parte, no podemos ir de antemano ya como derrotados sino que creemos en la fuerza del amor y sabemos que podremos lograr un mundo mejor, un mundo en paz, un mundo en que sepamos aceptarnos y respetarnos, un mundo en que nos amemos todos y porque nos amamos de verdad no hacemos distinciones de a quien le ofrecemos nuestro amor.

Nos ceñimos para la lucha y para la victoria e iremos lavando los pies y secándolos con la toalla que nos hemos ceñido, como Jesús, porque será nuestro corazón lleno de amor el que va a hacer aflorar una vida nueva en aquellos que se sienten amados. Fíjate en la sonrisa que aflora en el rostro de quien descubre en un momento determinando que es amado por alguien y tenido en cuenta. Es lo que tenemos que hacer surgir con nuestra toalla ceñida.

Porque creemos en Jesús y nos sentimos amados de Jesús nuestra tarea ha de ser siempre ir sembrando esperanzas, encendiendo luces, suscitando actitudes nuevas en el corazón de los demás. Aunque los que nos rodean no se lo crean, porque hay gente que cuando ve la situación de pobreza, de dolor, de desesperanza, de angustias y de odios que hay en nuestro mundo parece como que ya se sienten derrotados e incapaces de intentar algo nuevo y mejor en bien de los demás.

Se ha envenenado su corazón de tal manera que ya no creen posible construir un mundo nuevo y así se llenan de amarguras y de violencias interiores. Hoy una persona me rechazó ese mensaje de optimismo y esperanza que como semilla envío cada día a mis amigos en las redes sociales. Pero no importa, sigo creyendo que con Jesús tenemos asegurada la victoria de que podemos hacer cada día el mundo un poquito mejor.

En la Eucaristía tenemos nuestra fuerza. Para eso en un día como este quiso Jesús instituir el Sacramento de la Eucaristía. Hoy la celebramos con fuerza, con ganas, con mucha fe, esta Eucaristía que se va a prolongar a través de todo el triduo pascual, porque la celebración de mañana viernes en la pasión y la muerte de Jesús es como una prolongación de este día y que tendrá su culminación el día de la Pascua al celebrar la Resurrección del Señor.

Hoy nos queremos quedar – lo haremos al menos virtualmente ya que en las circunstancias en que estamos no todo lo podremos hacer presencialmente – junto a Jesús en la Eucaristía para caldear nuestro corazón en su amor, y así aprendamos a despojarnos, pero también sobre todo a ceñirnos en esa tarea tan hermosa que tenemos entre manos, llevar su amor a nuestro mundo para hacerlo mejor. ‘Os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis’, termina diciéndonos Jesús.

miércoles, 31 de marzo de 2021

Preparemos el traje de fiesta para entrar al banquete del reino, a la cena de la pascua del Señor y piensa en qué va a consistir ese traje, qué es lo que te está pidiendo el Señor

 


Preparemos el traje de fiesta para entrar al banquete del reino, a la cena de la pascua del Señor y piensa en qué va a consistir ese traje, qué es lo que te está pidiendo el Señor

 Isaías 50, 4-9ª; Sal 68; Mateo 26, 14-25

‘¿Dónde quieres que te preparemos la cena de pascua?’ La cena pascual tenía sus rituales. Los preparativos habían de hacerse con todo detalle. Dificultaba estar en Jerusalén y no cada uno en su lugar de origen, aunque la cercanía del templo facilitaba las cosas y creaba también un ambiente especial.

Ahora los discípulos preguntan por el lugar, luego vendrán los restantes preparativos. Por lo que nos dice este evangelista la casa era bien conocida del Maestro y de los discípulos; en el relato de este mismo hecho por otro evangelista nos dará los detalles de las señales por las que habían de encontrar la casa. Un hombre con un cántaro de agua al que siguen por la ciudad y con el que entrarán en la casa preguntando por el dueño y dando el recado de parte del Maestro. Encontrarán una sala grande en el piso de arriba donde han de hacer todos los preparativos.

El Cordero pascual, los panes ácimos y las lechugas amargas, los divanes para recostarse a la mesa y el agua suficiente para las purificaciones, las jarras con vino suficiente para la fiesta que se ha de celebrar. Porque todo ha de tener un sentido de fiesta; la cena del cordero pascual era el recuerdo del paso de Dios en Egipto cuando fueron liberados y que ritualmente todos los años habían de celebrar en la luna llena de primavera. Era en lo que ahora se habían de afanar los discípulos, los preparativos para la cena de pascua.

Aunque aquel día la cena habría de tener un significado especial. Lo iremos viendo en el relato de hoy y en el que escucharemos la noche del jueves santo. Ahora sí iba a ser el verdadero paso del Señor, la verdadera pascua. Como dice Jesús ‘mi hora está cerca; voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos’. Es lo que le han trasmitido al dueño de la casa y allí harán todos los preparativos.

Luego irán surgiendo elementos nuevos, sorprendentes en el deseo de Jesús celebrar aquella pascua con los discípulos pues yo no volvería a beber el vino de la pascua hasta la llegada del Reino de los cielos. Por eso incluso Jesús sentirá angustia en su alma ante todo lo que ha de suceder. Los discípulos parecen corderos inocentes que son llevados de la mano por el maestro y su sorpresa irá en aumento con los gestos y los signos que aquella noche se van a realizar. Mañana entraremos en mayor detalle. Pero ahora están los anuncios que Jesús hace. ‘Uno entre vosotros me va a entregar’.

No sabían ellos que ya Judas, el de Iscariote, había ido a preguntar a los sumos sacerdotes cuánto le iban a dar si se los entregaba. Judas conocía bien los pasos de Jesús y sabía cómo Getsemaní, aquel viejo molino de aceite, era uno de los lugares preferidos de Jesús para pasar la noche cuando andan por Jerusalén. Por eso se adelanta a todo buscando sus intereses, haciendo aflorar quizás sus desencantos.

Se habría hecho una imagen de Jesús como Mesías, pero no respondía Jesús a sus expectativas. ¿De ahí sus desencantos? La ambición, la avaricia, su materialismo en que todo quizás lo cifraba en poder, poder económico o poder político van torciendo el corazón, como tantas veces sucede. Unas monedas, en treinta monedas de plata habían quedado, hacen quebrar su corazón y su voluntad para caer en lo horrible de la traición. Se olvidaba la lealtad del discípulo que se deja enseñar para hacer sobresalir esas ansias de poder que luego en nada quedarán. Pero el corazón ya está herido. Aún así él está participando de aquella cena pascual. ¿Dónde tendría puesto su corazón y su mente mientras Jesús iba realizando todos aquellos gestos y signos que se destacan en aquella cena pascual que va siendo bien distinta?

‘Mientras comían dijo: En verdad os digo que uno de vosotros me va a entregar. Ellos, muy entristecidos, se pusieron a preguntarle uno tras otro: ¿Soy yo acaso, Señor?’ todos se veían sorprendidos, pero acaso Judas se vería aun más sorprendido al darse cuenta de que Jesús estaba al tanto de todo. ¿Aún tenía la sangre fría de estar allí? Mucho odio quizá se había encendido en su corazón. La lealtad se había transformado en traición. Y todo seguía su camino. ‘El que ha metido conmigo la mano en la fuente, ese me va a entregar. El Hijo del hombre se va como está escrito de él; pero, ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado!, ¡más le valdría a ese hombre no haber nacido!’ Y aún Judas todavía se atreve a preguntar ‘¿soy yo acaso, Maestro?’ Como nos dice otro evangelista Jesús le dice: ‘Lo que has de hacer, hazlo pronto’.

Dejamos la cena en este momento para hacernos nuestra reflexión, para preguntarnos también como vamos a preparar y a celebrar la cena de pascua. Estamos repitiendo hasta la saciedad que este año para nosotros va a ser distinta, y tenemos el peligro de que al final sea como siempre. No han aparecido esas señales externas con las que otros años celebramos estos días santos, pero quizá nosotros no hemos profundizado aun lo suficiente para hacer que sea lo que tiene que ser.

Eso, lo que tiene que ser. Y cuando hacemos las cosas con intensidad y profundidad haremos que en verdad cada año sea distinta, como momento sea distinto, cada instante vivamos con intensidad ese encuentro con el Señor que se entrega por nosotros. Porque si no hay ese encuentro de nada nos han servido todos los preparativos. Es lo que tenemos que buscar, es cómo tenemos que abrir el corazón, es cómo hemos de ponernos en la sintonía de Dios.

¿Hemos preparado el traje de fiesta para entrar al banquete del reino, a la cena de la pascua del Señor? Piensa en qué va a consistir ese traje, qué es lo que te está pidiendo el Señor, qué paso adelante vas a dar en el camino de la entrega y del amor, cómo va a disponerse tu espíritu también para saber acoger a los que están a tu lado que tanto te cuesta entender.

martes, 30 de marzo de 2021

Nos hacen falta no las valentías de los bravucones que se quedan en fantasías sino la valentía de la fuerza del Espíritu para llegar a vivir la Pascua

 


Nos hacen falta no las valentías de los bravucones que se quedan en fantasías sino la valentía de la fuerza del Espíritu para llegar a vivir la Pascua

 Isaías 49, 1-6; Sal 70; Juan 13, 21-33. 36-38

Qué bravucones nos ponemos en algunas ocasiones, bravucones de salón. Sí, según donde estemos, las circunstancias que nos rodean, las personas que tenemos delante a los que queremos deslumbrar, la reacción que pueden haber tomado otros ante determinadas situaciones y donde no me voy a quedar detrás, y ¿por qué no decirlo también?, las cositas que hemos tomado que nos dan una especial alegría. Son los momentos de las promesas, los momentos en que somos capaces de hacer milagros, los momentos de derrochar fantasía, los momentos también de vanidad y de orgullo. Luego ¿en qué se queda todo? Si te vi, no me acuerdo.

¿Le pasaría a Pedro algo así en la cena pascual con el maestro? Ahora anda porfiando con Jesús que por qué  no puede seguirle a donde vaya si él está dispuesto a dar la vida por El. Ya sabemos lo que le responde Jesús, pero vayamos antes a todo lo que ha rodeado aquella cena.

Aunque los anuncios de Jesús en su subida a Jerusalén no les habían gustado ni los habían querido entender, las cosas hasta ahora parecía que no marchaban tan mal. Había sido éxito aquella entrada de Jesús en la ciudad santa en medio de las aclamaciones del pueblo; al menos eso les parecía a ellos. Ahora no les había sido tan difícil conseguir aquella sala para la cena pascual, porque a una simple indicación del Maestro se les había facilitado aquella sala y la comida hasta estos momentos había transcurrido dentro de la normalidad, si ponemos a un lado el detalle de Jesús de lavarles los pies, a lo que Pedro, como siempre que había algo nuevo se había resistido. Hoy diríamos quizá que parecía muy conservador y de fidelidades hasta más allá de la muerte. Cuántas cosas nos recuerdan.

Pero ahora Jesús había salido con aquello de que uno de ellos lo iba a traicionar. Le insiste Pedro – siempre tomando la iniciativa – a Juan que está recostado junto a la mesa muy cerca del pecho de Jesús que le pregunte por lo bajo a quien se refiere. Todos están extrañados ante este anuncio del Maestro y se preguntan quien puede ser. El gesto de Jesús y unas cortas palabras a Juan bastan para señalar a Judas que también irónicamente se pregunta si acaso será él.


‘Lo que has de hacer hazlo pronto’
, le dice a Jesús; los demás no entienden, quizá algún preparativo más para la fiesta de la pascua, alguna limosna a los pobres, el hecho está en que Judas sale a su destino sin que los demás entiendan. Pero el evangelista nos dice algo que pasa desapercibido pero que puede significar mucho. Cuando Judas salió fuera era de noche. ¿Querrá decirnos algo más de que ha transcurrido el tiempo casi sin darnos cuenta como tantas veces sucede? ¿Querrá expresar la negrura de la noche, de las tinieblas que están abarcando y llenando toda la tierra? ¿Querrá expresar las negruras del corazón de Judas envuelto en mantillas de traiciones o que simplemente está cumpliendo lo que el destino le ha señalado? ¿Qué lugar ocupa en todo esto la libertad de Judas?

Será ahora cuando Jesús hable de la hora que ha llegado, la hora de la glorificación porque es la hora de la entrega y del amor hasta ser capaz de dar la vida. Ya nos dirá que no hay amor más grande. Y son los pasos que Jesús se dispone a dar a partir de aquella cena. Son unos pasos que ha de dar El, aunque sienta la soledad del cielo y de la tierra, pero así es el camino del amor que algunas veces hace derramar la sangre. Es el camino que subirá al calvario y que lo hará solo, porque incluso no solo será la traición de quien lo entrega sino la huida y el abandono de todos los demás que se encerrarán en ese mismo cenáculo. Si alguno quiere hacerse el valiente y acercarse al fuego se quemará.

Es donde surgen las porfías de Pedro y sus valentías, sus bravuconadas, como decíamos al principio. Estoy dispuesto a todo por seguirte y por estar contigo, le dice Pedro sin saber lo que eso le puede comprometer o a donde lo va a llevar. Por eso Jesús le anuncia que no cantará el gallo esa noche sin que él le haya negado tres veces. Por el relato completo de la pasión ya sabemos como sucedería todo.

Es cierto que quería estar cerca de Jesús, que no entraba en sus cálculos el negarle ni el echarse atrás por eso se había atrevido a llegar al patio donde se calentaban al lado de una hoguera los que habían salido a prender a Jesús a Getsemaní. Y allí lo reconocieron, allí se dieron cuenta de que era uno de los que estaban con Jesús, y allí se vio solo y tuvo miedo, ya no tenía a donde recular porque se estaba quemando y fue cuando lo negó hasta en tres ocasiones entre las conversaciones de aquellos criados y criadas que jocosamente querían entrar en calor alrededor de la hoguera.


Pedro, tan valiente, se había quemado, había negado a Jesús. Ya nos hablará luego el evangelista de los gruesos goterones de lágrimas que salieron de sus ojos. No había medido sus fuerzas y se había querido sentir el valiente. El espíritu está pronto, pero la carne es débil, le había dicho esa misma noche Jesús en Getsemaní cuando los había invitado a orar, pero ellos se caían de sueño.

Y a todo esto ¿a nosotros, qué? ¿Hasta dónde llegan nuestras valentonadas? ¿Cómo estamos fortaleciendo nuestro espíritu para esta Pascua que hemos de vivir? ¿Cómo nos sentimos en medio de tantos embates que nos encontramos en la vida y de manera especial en estas circunstancias en que nos encontramos un año más? ¿Hasta donde estamos dispuestos a llegar? ¿Qué testimonio se nos estará pidiendo en las circunstancias concretas que vivimos? ¿Nos estaremos cayendo también de sueño,  cansados de nuestras luchas, o acobardados ante el mundo que tenemos enfrente?  Cosas muy concretas tenemos que afrontar y nos hacen falta no las valentías de los bravucones que se quedan en fantasías sino la valentía de la fuerza del Espíritu.

lunes, 29 de marzo de 2021

En las previsiones de preparación para la Pascua que no nos falte la fragancia que cada uno desde su vida aporta para que se llene nuestro mundo del buen olor de Cristo

 


En las previsiones de preparación para la Pascua que no nos falte la fragancia  que cada uno desde su vida aporta para que se llene nuestro mundo del buen olor de Cristo

Isaías 42, 1-7; Sal 26; Juan 12, 1-11

‘Y la casa se llenó de la fragancia del perfume’. ¿Cuál es el olor de nuestra casa? ¿A qué olemos nosotros? ¿Cuál es nuestra fragancia? Y hemos reconocer que la fragancia no depende del perfume que utilicemos; cada uno tiene su fragancia, su olor, que depende de muchas cosas más allá de la higiene o de los aditivos de perfumes que utilicemos para hacer que tengamos un determinado olor. Y lo mismo la vivienda, el hogar, el lugar donde habitamos. Quizá aun reconocemos aquel olor de la casa de nuestros abuelos que tanto nos atraía; se mezclan los aromas de nuestro cuerpo con los aromas que nosotros sepamos darle con nuestra manera de ser o con nuestra manera de actuar.

Aquella fragancia, por ejemplo, que recordamos de la casa de nuestros mayores no es que huela a determinadas cosas sino que es lo que allí encontramos, lo bien que en aquel lugar nos sentimos, ese sabor tan especial que tenían los besos de la abuela, por decir algo, o el cariño y el respeto que se desprendían del abuelo. Y aquí podríamos seguir diciendo muchas cosas.

Bueno ya sabemos por qué aquella casa de Betania comenzó a exhalar aquella especial fragancia que daría pie a tantos comentarios. Fue, es cierto, aquella libra de nardo puro que María de Betania había conseguido para ungir los pies de Jesús. Pero quizá aquel olor ya estaba de antemano impregnando aquel hogar. Cuántas visitas de Jesús a su paso por Betania cuando hacía el camino de Galilea a Jerusalén, pero era también la acogida que allí Jesús recibiría que mientras Marta se afanaba en los preparativos propios de la hospitalidad tan proverbial entre ellos, María se sentaba a los pies de Jesús para no perderse ni una de sus palabras o de sus gestos de amistad. Claro que en aquellos gestos de hospitalidad estaba siempre el ofrecer el agua para lavarse y los perfumes con que eran ungidos todos los que eran bienvenidos a cualquier hogar.

María de Betania se sentía en deuda con Jesús que había acudido tras la muerte de su hermano Lázaro y lo había resucitado. ¿Sería un banquete de agradecimiento el que ahora se estaba ofreciendo al Maestro y los discípulos que lo acompañaban? Parece estar en las intenciones de María de Betania. Y Jesús se deja hacer, aquello va a tener también un significado en su pronta sepultura. Faltaban solo unos días para la celebración de la Pascua y que en esta ocasión iba a tener un sentido especial; Jesús habría de ser ungido pero para su sepultura. María de alguna manera se está adelantando al rito funerario que en las premuras de la tarde del viernes no podrán realizar debidamente y que pasado el sábado intentarán suplir. Pero ahora todo tiene un significado especial y así lo es también el perfume derrochado sobre los pies de Jesús.

Nosotros que sabemos todo cuanto va a suceder y que estamos iniciando esta semana de pasión para celebrar el triduo pascual hemos de realizar los debidos preparativos. ¿En las previsiones está el perfume también? Creo que no nos debe faltar. Un perfume y una fragancia que lo inunde todo con un olor especial y que es el que cada uno de nosotros ha de aportar desde su propia vida. Tendría que notarse que nosotros estamos implicados en la celebración de esta pascua, y nuestro olor tendría que ser uno de los que destacasen.

¿Qué estamos dispuestos a aportar? Ese nardo que tan bien huele tiene que surgir desde el centro de nuestro corazón.  Es la intensidad de vida que nosotros vamos a poner. No podemos acercarnos a la mesa de este banquete de cualquier manera sino que para la ocasión tenemos que prepararnos. No estamos buscando ricos ropajes para nuestras imágenes sagradas, ni nos contentamos con el aroma de las nubes de incienso que vamos a hacer brotar; esas ropas un día se mancharán o se pondrán viejas e inservibles y esas nubes de incienso se difuminarán y pronto dejaremos de sentir la intensidad del perfume de su fragancia.

¿Qué es entonces lo que podemos ofrecer? Cada uno mire lo mejor que hay en sí mismo y vea como está dispuesto a compartirlo, miremos con sinceridad que es lo mejor que podemos aportar para que el mundo se vea envuelto en una nueva fragancia. Tendríamos quizá que comenzar por ver qué es lo que le está faltando al mundo y como con Jesús nosotros podemos ofrecerlo.

domingo, 28 de marzo de 2021

No tengamos miedo de subir con Jesús a Jerusalén para su pascua, dejémonos convencer por su amor

 


No tengamos miedo de subir con Jesús a Jerusalén para su pascua, dejémonos convencer por su amor

Isaías 50, 4-7; Sal. 21; Filipenses 2, 6-11; Marcos 14, 1–15, 47

‘Mirad que estamos subiendo a Jerusalén…’ les había anunciado repetidas veces Jesús a los discípulos. No lo entendían. ¿Era simplemente la subida a Jerusalén para la Pascua como se solía hacer todos los años? Pero Jesús dejaba a entrever algo más, mejor, hablaba claramente de lo que había de suceder en aquella pascua. Hablaba de entrega y de muerte, como hablaba de traición y entrega en manos de los gentiles, hablaba de pasión y sufrimiento y hablaba de cruz. Pero eso no le podía suceder. Eran tantos los que le querían, le seguían, le aclamaban, por eso Pedro se pone terco para quitarle la idea de la cabeza a Jesús.

Se acercaba la Hora. En otros momentos decía que no había llegado su hora, pero parecía que ahora estaba aquí. En medio de las multitudes que bajaban o subían según se mira desde Galilea por el valle del Jordán y se acercaban a la ciudad santa desde el camino de Betania y Jericó Jesús va a entrar en Jerusalén. Las noticias de las últimas cosas que habían sucedido como la resurrección de Lázaro – casi por las puertas de la casa de Lázaro había de pasar el camino que llevara a Jerusalén – ahora la gente entusiasmada comienzan a aclamarle.


La alegría de los peregrinos cuando desde el monte de los Olivos podían vislumbrar ya la ciudad santa que se ofrecía imponente tras el valle del Cedrón con el templo en primer lugar, ahora se transforma en cánticos de alabanza en honor de Jesús. ‘Bendito el que viene en el nombre del Señor. ¡Hosanna en el cielo!’ Comienzan las aclamaciones y no hay quien los haga callar. Jesús se deja hacer; incluso pide a los discípulos que tomen prestado un borrico en el que nadie ha montado todavía para cruzar en monte de los Olivos hasta la entrada en la ciudad montado en él; la gente extiende sus mantos a su paso a la manera de alfombras y con ramos de olivo le aclaman. ‘Si callan estos gritarán las piedras’ responde a los que le piden que haga callar la multitud.

Los discípulos más cercanos de Jesús andaban por allí regocijados viendo lo que parecía ya el triunfo definitivo de Jesús. No quieren recordar lo anunciado por Jesús tantas veces en su subida a Jerusalén ‘el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los gentiles que lo crucificarán’. No quieren recordar ni hacen nada por entender las palabras de Jesús. No saben lo que por detrás se está tramando porque ya los dirigentes judíos han decidido que antes de la fiesta de la Pascua hay que quitar de en medio a Jesús. ‘Conviene que uno solo muera por todo el pueblo’, había dicho el Sumo Sacerdote en el Sanedrín. No lo sabían o no lo habían querido entender porque entre ellos uno ya se había puesto de intermediario por unas monedas para entregar en su momento a Jesús.

Estamos recordando – porque forma parte de la celebración de este domingo – lo acaecido a la luz de aquel día luminoso en la entrada de Jesús en Jerusalén, pero nosotros bien sabemos el sentido y significado de aquella entrada. Estamos al tanto también de quien lo va a entregar. Nosotros sí conocemos todo lo que va a suceder en los próximos días porque tenemos el relato de los evangelios. Y conocemos también de las dudas y de las huidas de aquellos discípulos que ahora parecen tan complacidos con la entrada de Jesús de esa manera triunfal en Jerusalén. Por eso cuando nosotros estamos celebración del domingo de ramos, decimos también, en la pasión del Señor. Y es el relato que en el evangelio escuchamos, este año la pasión según san Marcos.

Es lo que tenemos muy presente en este domingo de pasión que hoy estamos celebrando y que nos sirve de pórtico a esta semana que llamamos santa y que culminará con el triduo pascual de la pasión, muerte y resurrección del Señor. Es la semana que nos lleva a la pascua. Es para lo que subimos con Jesús a Jerusalén. Es lo que vamos a contemplar y a vivir en estos próximos días.

Ante nuestros ojos está la pasión. Unos ojos y un corazón que no pueden ser insensibles, que no se pueden cegar. Vamos a mirar cara a cara a la pasión, sin velos que desfiguren las imágenes y sin huidas para no querernos enterar. No nos quedamos tampoco en las imágenes que los artistas han querido presentarnos, aunque sí en muchos casos con mucha dureza pero que nosotros muchas veces hemos revestido de ricos ropajes que hacen demasiado contraste con lo que en realidad fue la pasión de Jesús, su camino hasta el calvario o su estar colgado del árbol de la cruz. ¿Os dais cuenta de que con la disculpa de un crudo realismo sin embargo endulzamos demasiado las imágenes de la pasión y al final no nos terminan de llegar al alma?

Comencemos por mirar el crudo sufrimiento de muchos en nuestro entorno; de los subsaharianos que nos llegan en cayucos, de los que atraviesan continentes esperando cruzar una frontera que se cierra para ellos, de los enfermos que sufren en soledad los dolores de sus enfermedades sin una mano a la que agarrarse cuando es la vida la que se les escapa; de los que a la vera del camino de la vida están esperando un trozo de pan que llevar a sus estómagos vacíos; de los que rebuscan en medio de las basuras lo que otros han desechado para tener algo de sustento… y así podríamos seguir contemplando la pasión de tantos hombres y mujeres de nuestro tiempo que están haciendo patente la pasión de Jesús, que por ellos también se entregó.

Necesitamos, sin embargo, ver también a los que como aquel hombre de Cirene quieren también hoy ayudar a llevar la cruz. Aquel hombre de Cirene ¿lo hizo voluntario o porque fue obligado por los soldados que lo cogieron al paso de la comitiva? No sé cual sería la resistencia de aquel hombre del que nos habla el evangelio, pero me pongo en su carne y me pregunto si yo lo hubiera hecho tan voluntariamente.

Pero en este cuadro de dolor quiero pensar también en positivo y quiero ver a tantos cireneos voluntarios que en tan diversos campos ayudan a los que sufren, acogen a los que llegan en cayucos o les ofrecen su mano en la agonía de la enfermedad como tantos sanitarios lo han hecho con las víctimas de la pandemia que sufrimos. Y así podíamos pensar en tantos y tantos más.

Y es que cuando contemplamos la pasión de Jesús y queremos celebrar su Pascua tenemos que darnos cuenta de los caminos que se abren ante nosotros, de los nuevos horizontes que tenemos que poner en nuestra vida teniendo una nueva mirada que sea a la manera de la mirada de Jesús para que entonces su pascua sea también nuestra pascua. Porque no contemplamos la pasión simplemente para ver desfilar como espectadores a unos personajes que intervinieron en la pasión de Jesús, sino para buscar nuestro lugar.

Ahí, en la pasión de Jesús, tenemos que estar también nosotros, también tengo que estar yo y tengo que descubrir mi lugar; quizá en lo negativo de mi vida con lo que he contribuido al sufrimiento, pero también en lo nuevo y positivo que tengo que sentirme movido a realizar.

No tengamos miedo de subir con Jesús a Jerusalén para su pascua. Abramos los ojos y oídos de nuestro corazón para escuchar a Jesús, para sentir su invitación a que subamos con El, dejémonos convencer por su amor.