lunes, 29 de marzo de 2021

En las previsiones de preparación para la Pascua que no nos falte la fragancia que cada uno desde su vida aporta para que se llene nuestro mundo del buen olor de Cristo

 


En las previsiones de preparación para la Pascua que no nos falte la fragancia  que cada uno desde su vida aporta para que se llene nuestro mundo del buen olor de Cristo

Isaías 42, 1-7; Sal 26; Juan 12, 1-11

‘Y la casa se llenó de la fragancia del perfume’. ¿Cuál es el olor de nuestra casa? ¿A qué olemos nosotros? ¿Cuál es nuestra fragancia? Y hemos reconocer que la fragancia no depende del perfume que utilicemos; cada uno tiene su fragancia, su olor, que depende de muchas cosas más allá de la higiene o de los aditivos de perfumes que utilicemos para hacer que tengamos un determinado olor. Y lo mismo la vivienda, el hogar, el lugar donde habitamos. Quizá aun reconocemos aquel olor de la casa de nuestros abuelos que tanto nos atraía; se mezclan los aromas de nuestro cuerpo con los aromas que nosotros sepamos darle con nuestra manera de ser o con nuestra manera de actuar.

Aquella fragancia, por ejemplo, que recordamos de la casa de nuestros mayores no es que huela a determinadas cosas sino que es lo que allí encontramos, lo bien que en aquel lugar nos sentimos, ese sabor tan especial que tenían los besos de la abuela, por decir algo, o el cariño y el respeto que se desprendían del abuelo. Y aquí podríamos seguir diciendo muchas cosas.

Bueno ya sabemos por qué aquella casa de Betania comenzó a exhalar aquella especial fragancia que daría pie a tantos comentarios. Fue, es cierto, aquella libra de nardo puro que María de Betania había conseguido para ungir los pies de Jesús. Pero quizá aquel olor ya estaba de antemano impregnando aquel hogar. Cuántas visitas de Jesús a su paso por Betania cuando hacía el camino de Galilea a Jerusalén, pero era también la acogida que allí Jesús recibiría que mientras Marta se afanaba en los preparativos propios de la hospitalidad tan proverbial entre ellos, María se sentaba a los pies de Jesús para no perderse ni una de sus palabras o de sus gestos de amistad. Claro que en aquellos gestos de hospitalidad estaba siempre el ofrecer el agua para lavarse y los perfumes con que eran ungidos todos los que eran bienvenidos a cualquier hogar.

María de Betania se sentía en deuda con Jesús que había acudido tras la muerte de su hermano Lázaro y lo había resucitado. ¿Sería un banquete de agradecimiento el que ahora se estaba ofreciendo al Maestro y los discípulos que lo acompañaban? Parece estar en las intenciones de María de Betania. Y Jesús se deja hacer, aquello va a tener también un significado en su pronta sepultura. Faltaban solo unos días para la celebración de la Pascua y que en esta ocasión iba a tener un sentido especial; Jesús habría de ser ungido pero para su sepultura. María de alguna manera se está adelantando al rito funerario que en las premuras de la tarde del viernes no podrán realizar debidamente y que pasado el sábado intentarán suplir. Pero ahora todo tiene un significado especial y así lo es también el perfume derrochado sobre los pies de Jesús.

Nosotros que sabemos todo cuanto va a suceder y que estamos iniciando esta semana de pasión para celebrar el triduo pascual hemos de realizar los debidos preparativos. ¿En las previsiones está el perfume también? Creo que no nos debe faltar. Un perfume y una fragancia que lo inunde todo con un olor especial y que es el que cada uno de nosotros ha de aportar desde su propia vida. Tendría que notarse que nosotros estamos implicados en la celebración de esta pascua, y nuestro olor tendría que ser uno de los que destacasen.

¿Qué estamos dispuestos a aportar? Ese nardo que tan bien huele tiene que surgir desde el centro de nuestro corazón.  Es la intensidad de vida que nosotros vamos a poner. No podemos acercarnos a la mesa de este banquete de cualquier manera sino que para la ocasión tenemos que prepararnos. No estamos buscando ricos ropajes para nuestras imágenes sagradas, ni nos contentamos con el aroma de las nubes de incienso que vamos a hacer brotar; esas ropas un día se mancharán o se pondrán viejas e inservibles y esas nubes de incienso se difuminarán y pronto dejaremos de sentir la intensidad del perfume de su fragancia.

¿Qué es entonces lo que podemos ofrecer? Cada uno mire lo mejor que hay en sí mismo y vea como está dispuesto a compartirlo, miremos con sinceridad que es lo mejor que podemos aportar para que el mundo se vea envuelto en una nueva fragancia. Tendríamos quizá que comenzar por ver qué es lo que le está faltando al mundo y como con Jesús nosotros podemos ofrecerlo.

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