viernes, 2 de abril de 2021

La tarde quedó en silencio mientras en lo alto del calvario el viento silbaba alrededor de las cruces ya vacías, pero quédate en silencio, saborea ese silencio para que te llenes de Dios

 


La tarde quedó en silencio mientras en lo alto del calvario el viento silbaba alrededor de las cruces ya vacías, pero quédate en silencio, saborea ese silencio para que te llenes de Dios

 

La tarde quedó en silencio en la ciudad. La mañana había sido intensa y había habido un correr de comitivas desde primeras horas del día incluso con manifestaciones bulliciosas delante del Pretorio del Gobernador. Luego un macabro desfile de unos condenados a muerte para subir la pequeña colina del Calvario había culminado cuando pasadas las tres de la tarde se había dado por terminada la ejecución con el fallecimiento de los condenados.

En lo alto del calvario el viento silbaba alrededor de las cruces ya vacías y el pequeño cortejo había llegado al huerto cercano donde había una sepultura nueva que nadie había utilizado todavía y donde habían colocado el cuerpo de Jesús. El último ruido había sido el correr de la piedra sellando la entrada del sepulcro y silenciosamente escuchándose el quejido de algún llanto los que habían conformado el cortejo se había diluido por la ya silenciosa ciudad en las primeras horas del sábado.

Silencio en el Calvario, silencio junto a la tumba donde las mujeres habían prestado mucha atención en cómo habían colocado el cuerpo del Señor Jesús; sus intenciones era venir pasado el sábado a primeras horas del primer día de la semana para terminar con los ritos propios del embalsamamiento y sepultura que en las premuras de la hora de la tarde no habían podido realizar debidamente.

No era solo el silencio de que se habían acabado los gritos de los exaltados de la mañana sino el silencio de lo que alguien podría llamar la muerte de Dios. Jesús estaba en el sepulcro y para algunos aquello podría sonar a una victoria aunque ahora ya no tuvieran nada que decir porque parece que sus palabras y razones se habían acabado.

Era el silencio de aquellos que habían acompañado de cerca al Maestro y ahora se sentían acobardados temiendo lo que pudiera pasar y era mejor quedarse encerrados en aquella sala que les habían facilitado para la cena pascual.

Era el silencio de la madre, como solo ellas saben hacerlo cuando tienen que enfrentarse al duro trance de la muerte de un hijo, pero que en María aquel silencio podría tener un significado especial. Había algo que no faltaba en María y era la fe y la esperanza.

Era el silencio de aquellas buenas mujeres que lo habían acompañado desde Galilea y más valientes que incluso los discípulos más cercanos se habían atrevido a llegar hasta el Calvario con María, la madre de Jesús. ¿Serían ellas las que acogerían a María en aquellos momentos de amargura y de dolor porque entre ellas podían entenderse mejor y servirse de consuelo unas a otras? ¿Dónde estaría María? El discípulo que había llegado también hasta la cruz y a quien Jesús le encargó que la tuviese para siempre como su madre, nos dirá que para siempre la recibió en su casa; pero de todas maneras permanece el silencio, nada se escucha ni se sabe de estos detalles.

Pero, ¿dónde estaban aquellas multitudes que le seguían por todas partes aclamándole? ¿Dónde estaban aquellos que hace cinco días habían entrado con El en la ciudad santa rodeándole con sus aclamaciones? Aquí y ahora también se escucha el silencio, porque seguramente quizá en su interior se estuvieran haciendo mil preguntas de por qué se había llegado a esta situación.

Nosotros también quizás en esta tarde cuando se ha terminado la celebración nos hemos quedado en silencio. Ritualmente se nos pedía no despedir la celebración porque de algo se debía de estar pendiente y se nos pedía salir en silencio. ¿Cuál es ese silencio que ahora nosotros también sentimos y del que quizá no prefiramos hablar? ¿Es solo silencio porque no hemos podido seguir con el bullicio de nuestras procesiones y celebraciones externas o será algo distinto lo que pueda estar pasando por nuestro corazón?

Allí en el centro de la Iglesia en penumbra ha quedado levantada una cruz que nos había servido para la celebración. Una cruz vacía, sin Cristo, sin ninguna imagen, a lo sumo pende uno de los sudarios que acaso sirvieran para bajar el cuerpo del Señor de la cruz y llevarlo hasta la tumba y que alguien dejó allí quizá descuidadamente colgado.

Vamos a entrar de nuevo nosotros a esa Iglesia y en silencio vamos a acercarnos a esa cruz. ¿Qué nos puede estar diciendo esa cruz? ¿Qué nos puede estar recordando? Abramos bien los ojos y los oídos y en esa penumbra tratemos de ver y de escuchar. Quizás nos lleguen ecos que han ido retumbando de aquí para allá de lo sucedido en esta tarde, de las palabras pronunciadas que se pueden ir repitiendo como aldabonazos en nuestro corazón, de lo que hemos vivido en este día de Viernes Santo.

No sé lo que tú puedas sentir y escuchar en este momento porque cada uno tiene su oído o sus recuerdos en el corazón. Te invito a que hagas silencio y rememores lo que más llamó tu atención, lo que te hizo recapacitar de una manera especial, o la que evocó en ti muchos recuerdos de otros momentos. No puedo decir lo que sientes ni lo que rememoras pero te invito a que te quedes en silencio ante esa cruz en esa penumbra de una noche que va avanzando y vayas rumiando una y otra vez esas palabras o esos recuerdos. El Señor no se queda en silencio, El quiere hablarte y quiere hablarte a través de todo eso que llega ahora a tu mente y a tu corazón y que solo tú sabes.

Conviértelo en oración esta noche de viernes santo o en la mañana del sábado si es cuando estas líneas llegan a ti. Tienes mucho de lo que hablar con el Señor y El también tiene mucho que decirte, pero es necesario que hagas silencio, que no temas al silencio, que no tengas prisa en tu silencio sino quédate quieto y escucha, la voz del Señor comenzará a resonar en tu corazón.

Tu corazón se va a llenar de esperanza porque verás cumplido su anuncio de resurrección. Ojalá te encuentre en este silencio de reflexión y oración el momento de la resurrección del Señor. Te llenarás de esperanza porque te sentirás un hombre nuevo que emprende nuevas cosas, que emprende nuevas tareas y compromisos. Te llenarás de esperanza porque con la resurrección del Señor nos sentiremos victoriosos y estaremos comenzando a ver ese mundo nuevo que es posible construir y que entre todos vamos a hacer realidad.

No pienses por tí mismo ni te hagas muchos proyectos, sigue en silencio con la mente y el corazón abierto porque los proyectos te los va a poner el Señor en tu mano, en tu corazón. Quédate en silencio, saborea ese silencio, te estás llenando de Dios.

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