jueves, 16 de septiembre de 2021

La falta de amor en el corazón nos impedirá entender lo que es la misericordia y el perdón y cerrará nuestros ojos a la mirada nueva que hemos de tener hacia los demás

 


La falta de amor en el corazón nos impedirá entender lo que es la misericordia y el perdón y cerrará nuestros ojos a la mirada nueva que hemos de tener hacia los demás

1 Timoteo 4, 12-16; Sal 110;  Lucas 7, 36-50

Nos sucede a veces que nos cruzamos con alguien con quien no nos gustaría tropezar, es más, que no nos gustaría que nos viesen con esa clase de personas; nos parecen mala sombra, la rehuimos, o nos hacemos los distraídos como si no las hubiéramos visto a ver cómo pasamos desapercibidos; que no se lo ocurra a aquella persona detenerse junto a nosotros, saludarnos o decirnos algo, pasaríamos un mal trago. Intentamos, quizás, que nadie se de cuenta, tratamos de disimular lo más posible, pero de alguna manera estamos huyendo de aquella persona, o más bien, queriendo desterrarla lejos de nosotros mismos.

Su mala fama, su conducta desordenada, algunas cosas muy escandalosas de las que la han acusado aunque realmente no tenemos pruebas ni seguridades de que lo que se dice de ellas es cierto, pero nosotros nos precavemos, mejor, como si no las hubiéramos visto. Aunque quizá tendríamos que preguntarnos ¿qué sabemos del interior de esa persona? ¿Cuáles pueden ser las tragedias que esté padeciendo en su interior o incluso también en los desaires que recibe de los demás? Nada sabemos ni parece que nos pueda interesar.

¿Sería así el mal trago que estaba pasando Simón el fariseo en aquella comida en que tanto interés había tenido que fuera Jesús? ¿Lo estarían pasando mal de la misma manera el resto de comensales, amigos del fariseo y probablemente de su mismo partido? La comida parecía que se iba a desarrollar dentro de lo normal, pero de repente aparece aquella mujer que nadie sabe cómo llegó hasta la sala de comensales que se puso de rodillas a los pies de Jesús lavándoselos con sus lágrimas y ungiéndolos con costoso perfume. Todos sabían quién era aquella mujer en aquella ciudad y la fama que la acompañaba; estarían pasando un mal rato porque parecía que todo el festejo de aquel almuerzo se estaba viniendo abajo.

Y eso es lo que estaba pensando en su interior el anfitrión de aquella comida. Si éste (Jesús) supiera quien es esta mujer… no le dejaría hacer lo que está haciendo. Pero Jesús le está leyendo los pensamientos. No hacía falta ser muy adivino viendo los rostros de circunstancias que todos estaban poniendo, aunque Jesús bien conocía el corazón de aquellas personas. Por eso es Jesús el que se adelanta para proponerle a Simón una pequeña parábola, los dos deudores que debían a su amo determinadas cantidades y a quienes su amo condonó la deuda en la generosidad de su corazón. ¿Cuál estará más agradecido? Seguro que aquel a quien se le perdonó más.

Y ahora es Jesús el que hace que todas las miradas se dirijan a aquella mujer. De alguna manera pone en un feo al anfitrión de la comida, porque no ha cumplido con los protocolos normales para esas ocasiones, de ofrecer agua y perfume a su huésped como signo de hospitalidad además del correspondiente saludo. Y Jesús le viene a decir que aquella mujer ha hecho todo lo que Simón había descuidado hacer. Pero que si aquella mujer lloraba hasta bañar sus pies es porque el amor de su corazón le hacía reconocer lo que había sido su vida y su pecado. Y a aquella mujer que estaba amando mucho, se le perdonaban sus muchos pecados.

Ya sabemos las reacciones de aquellos fariseos que no dan el brazo a torcer y no entienden de lo que es la misericordia. Les falta amor en su corazón y no entenderán nunca lo que es el perdón. Pero ahí queda el gesto de Jesús que nos tiene que hacer pensar, en nuestras discriminaciones y en nuestros juicios, en la hipocresía de nuestra vida y en las fáciles condenas que hacemos de los demás sin fijarnos en la viga que llevamos en nuestro ojo.

Un buen toque de atención que nos hace Jesús que nos hace mirar de manera nueva a los demás. Como decíamos antes no sabemos lo que hay en el interior del corazón de la persona, pueden estar las negruras que se van acumulando a lo largo de la vida, pero pueden estar también los buenos deseos que nos hacen levantarnos, pueden estar las tragedias que sufrimos a consecuencia de nuestros errores, pero puede estar también la intensidad del amor que ahora queremos poner porque queremos algo nuevo para nosotros.


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