miércoles, 15 de septiembre de 2021

Aprendamos del silencio de María o lo que es lo mismo aprendamos de su amor de Madre para que guardemos en nuestro corazón los sufrimientos y alegrías de los demás

 


Aprendamos del silencio de María o lo que es lo mismo aprendamos de su amor de Madre para que guardemos en nuestro corazón los sufrimientos y alegrías de los demás

1Timoteo 3, 14-16; Sal 110; Juan 19, 25-27

Cuántas cosas guardan las madres en el silencio de su corazón. Es el silencio del amor, es el silencio del dolor y del sufrimiento, es el silencio que solo puede comprender una madre. Atrevido soy yo para hablar de eso.  Un corazón de madre que es todo amor; un corazón de madre que será siempre un cofre abierto para recibir de los hijos pero un cofre cerrado que guarda en silencio porque su sufrimiento es solo para ella.

Hoy contemplamos y celebramos a quien está en silencio al pie de la cruz de su Hijo. No le escuchamos decir palabras, como pocas son las que a lo largo de su vida nos trasmitirá el evangelio salidas de sus labios aunque todas son de una riqueza grande. Muda en silencio se quedó al sentirse invadida por el ángel en su casa de Nazaret y escuchar sus palabras. Se puso a considerar que significaban aquellas palabras; se hará preguntas en el silencio de su corazón aunque solo conocemos las que le hizo al ángel y su respuesta final. ‘¿Cómo será eso?’, se pregunta porque al mismo tiempo vislumbra todo el significado y repercusión que a la larga iba a tener en su vida lo que le proponía el ángel, pero el silencio se rompe luego para decir sí, hágase, ‘cúmplase en mi según tu palabra’. Y María comenzó a guardar en su corazón.

En silencio camina a la montaña donde sabe que tiene que ir a servir, pero cómo rumiaría por aquellos caminos todo el misterio que en ella se estaba realizando. En su mente podrían estar también las dudas que más tarde tratarían de amargar el corazón de José, pero sin tener respuestas deja que se realice el actuar de Dios que irá más allá de lo que ella pudiera pensar o intentara explicar. Son silencios que aunque la llenan de Dios no dejan a un lado los sufrimientos de su corazón cuando sospecha del sufrimiento de los demás en este caso de José.

Pero sorprendida se vio de nuevo cuando su prima la recibe con alegría y cánticos de alabanza como la madre de su Señor. Por eso sus labios romperán el silencio solamente para unirse a ese cántico de alabanza que seguramente había ido rumiando mientras hacía el camino desde Nazaret. Ella está viendo el actuar de Dios que se ha hecho presente también allí en la montaña entre los humildes como se ha hecho presente en su corazón que se siente pequeño; pero sus palabras sin ella quizás darse cuenta son también profecía de ese mundo nuevo, de ese Reino nuevo, donde los poderosos serán abajados de sus tronos mientras los pequeños y los humildes son levantados. Son los silencios de una madre que se hacen profecía.

En el camino que de nuevo hará desde Nazaret hasta Judea con todas aquellas maravillas que se sucederán en Belén con el nacimiento de Jesús, también escucharemos su silencio. Porque los silencios también hablan y podrán trasmitirnos muchas cosas. Y como nos dirá el evangelista María iba guardando su corazón todo cuanto ante ella y en ella se iba sucediendo.

El sufrimiento de una madre que no puede ofrecer el calor de una cuna a su hijo recién nacido, la pobreza de aquel establo que misteriosamente comenzará a brillar con una luz especial porque allí está el Sol venido de lo alto, la humildad y sencillez de aquellos pastores que allí llegan guiados por los anuncios del ángel, más tarde aquellos magos venidos de Oriente con sus ofrendas, son cosas que María va guardando en su corazón. Sufrimientos que se entremezclan con alegrías, oscuridades de una noche solo iluminada por las estrellas, silencio de las puertas que no se abren que serán imagen del rechazo que un día su Hijo sufrirá,  pero al mismo tiempo resplandores de cielo en los ángeles que cantan la gloria del Señor, serán cosas que se suceden y que María va guardando en su corazón.

Serán las palabras del anciano Simeón que por un lado reconoce la gloria del Señor porque llega el sol que viene de lo alto y quien va a ser la alegría de todo el pueblo, pero que a ella le anuncia espadas de dolor y de sufrimiento. Los silencios siguen amontonándose en el corazón de María a medida en que sigue creciendo su amor. Su huida a Egipto porque Herodes busca al Niño para matarlo y su peregrinar de un lado para otro hasta establecerse definidamente en Nazaret serán silencios de amor que se van acumulando en su corazón.

El ángel le había anunciado que sería el Hijo del Altísimo y por el significado de su nombre que será el que salvará al pueblo de sus pecados, pero la vida en Nazaret transcurre en la monotonía y el silencio. ¿Cómo se realizarán los planes de Dios? son preguntas como las que nosotros nos hacemos cuando estamos a la expectativa de algo pero vemos que no se realiza.

Un día marchará Jesús para el Jordán, a donde iban tantos a escuchar a Juan, y a su vuelta serán los caminos y las aldeas de Galilea las que se convertirán en el hogar de aquel nuevo profeta que la gente ve surgir. Pero, para María, silencio quedándose quizá en Nazaret o siguiendo de cerca los nuevos caminos que Jesús comienza a realizar. Y a ella llegarán toda clase de rumores, de lo que el mismo evangelio nos dice de la aceptación o no de Jesús por unos y por otros. Pero el silencio de la madre sigue en pie como se mantiene firme el amor en el corazón de la madre que nunca desfallece.

Ahora hoy la contemplamos al pie de la cruz de su hijo también en silencio. Ella está haciendo suyo todo el sufrimiento de su Hijo en la cruz, o lo que es lo mismo, todo el amor que Jesús está viviendo en su entrega en la cruz. Es la madre llena de dolor, como no puede ser menos, pero es la madre que sigue allí con corazón abierto porque allí recibirá el regalo de unos nuevos hijos. ‘Mujer, ahí tienes a tu hijo’, le dice Jesús, mientras escucha que a Juan le dice ‘ahí tienes a tu madre’. Ya desde entonces la casa de Juan será la casa de María. Ella estará ya desde entonces haciendo suyo, metiendo en silencio en su corazón, todos los sufrimientos y las alegrías de los que desde ahora son también sus hijos.

Nos quedamos aquí contemplándola y reviviendo con ella todo lo que ha sido ese recorrido de silencio y de amor, todo lo que ha sido y seguirá siendo ese recorrido de Madre. Porque ahora seremos nosotros los que estamos también dentro del corazón de María, y María también guardará nuestros secretos porque desde entonces ella es también para nosotros la madre en la que confiamos. Y María conservaba, María sigue conservando muchas cosas en su corazón de Madre de nosotros, sus hijos.

¿Aprenderemos nosotros de los silencios de María? ¿Habremos aprendido de lo que es su amor de Madre? ¿Qué es lo que nosotros vamos guardando también en nuestro corazón? ¿Aprenderemos nosotros a ser como María corazón abierto para los demás? ¿Sabremos hacer nuestros en silencio, en el silencio de nuestro corazón, lo que son los sufrimientos y las alegrías de los demás que caminan a nuestro lado?

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