martes, 8 de diciembre de 2020

El ángel de la anunciación se postró delante de María porque estaba viendo que Ella estaba llena de la presencia de Dios

 


El ángel de la anunciación se postró delante de María porque estaba viendo que Ella estaba llena de la presencia de Dios

Génesis 3, 9-15. 20; Sal 97; Efesios 1, 3-6. 11-12; Lucas 1, 26-38

Celebramos un misterioso y milagroso evento, para nuestra salvación en Cristo, que pasa de forma desapercibida: la actuación extraordinaria de Dios desde el primer momento de la vida de María. Así lo recordaremos en el prefacio de la eucaristía al expresar: «Porque preservaste a la Virgen María de todo pecado original para que, enriquecida con la plenitud de tu gracia, fuese digna Madre de tu Hijo, imagen y comienzo de la Iglesia, que es la esposa de Cristo, llena de juventud y de limpia hermosura». La Inmaculada Concepción, decimos simplificando.

Es un misterio de amor. Primero que nada el amor de Dios, porque todo está en orden al misterio de la salvación. Pero es un misterio de amor porque estamos contemplando también lo que es el amor de María. Pensemos hasta donde llegó su donación de amor. Se olvida de sí misma para dejarse conducir por Dios; ya no son sus planes sino que todo será aceptar y asumir el plan de Dios, por eso a sí misma se llama la esclava del Señor.

Todos en la vida nos trazamos nuestros planes, nos hemos trazado un camino, tenemos unos deseos de realizarnos de una manera determinada, un proyecto de vida, que decimos. De una forma consciente y clara y otras veces sin puntualizarlo quizá demasiado vamos realizando nuestra vida según eso que queremos. Cuanto nos molesta cuando se frustran esos planes, cuando no los podemos realizar, cuando van surgiendo circunstancias en la vida que nos hacen tomar otros rumbos, un fracaso, un accidente, una enfermedad, algo inesperado y parece que todo se viene abajo. Hay quien se amarga, se siente frustrado o fracasado, se siente como un derrotado cuando quizá las cosas marchaban con normalidad pero ahora todo se trastoca y no sabemos realmente lo que nos espera.


María de Nazaret también tenía su plan de vida. Como toda joven en su edad aspiraba al matrimonio y así estaba desposada con José, o sea era su prometida en la espera de los esponsales y la boda. Pero de repente todo cambia en su vida. Siente que de pronto Dios irrumpe en su vida – es la aparición del ángel – para anunciarle que su vida sería distinta. El hijo que un día nacería de sus entrañas no era un cualquiera, un simple muchacho de Nazaret sino que iba a ser llamado Hijo de Dios, era el Hijo del Altísimo.

María, no entiende, porque ella como dice no conoce a un hombre – no ha tenido relaciones con ningún hombre – y de pronto le dicen que va a ser madre. Parece que sus planes se derrumban, se vienen abajo, pero Maria es una mujer creyente, María es la mujer que sabe descubrir a Dios y sus planes y está dispuesta a ponerse en las manos de Dios. María en su fe es capaz de hacer la mayor y mejor ofrenda, el sacrificio de si misma, de su yo para dejarse conducir por Dios en aquellos nuevos caminos para los que se le está pidiendo colaboración. Fiat, hágase, cúmplase, realícese en mí según tu palabra que me traes de parte de Dios.

Porque hay esa fe y esa disponibilidad en el corazón de María el ángel ha podido decirle que es la llena de gracia porque está llena de Dios. El ángel que goza de la visión de Dios está viendo y descubriendo esa presencia de Dios en el corazón de María, como en ninguna otra criatura ha podido contemplar. Algunas veces los artistas cuando reflejan en sus cuadros esta escena de la Anunciación nos presentan al ángel de rodillas delante de María; es un hermoso sentido del misterio que quieren reflejar, porque si el ángel está en perpetua adoración en la presencia de Dios, cómo no iba a ponerse de rodillas delante de María que está llena de la presencia de Dios. La ha llamado la llena de gracia y la he dicho ‘el Señor está contigo’.

Hoy nosotros celebramos que María estuvo siempre llena de Dios, inundada por la presencia de Dios porque en su alma nunca hubo mancha de pecado. Como recordamos antes en lo que se dice en el prefacio de la Eucaristía de esta fiesta ‘preservaste a la Virgen María de todo pecado original para que, enriquecida con la plenitud de tu gracia, fuese digna Madre de tu Hijo… llena de juventud y de limpia hermosura’. Porque ‘Purísima tenía que ser, Señor, la Virgen que nos diera al Cordero inocente que quita el pecado del mundo. Purísima la que, entre todos los hombres, es abogada de gracia y ejemplo de santidad’.

Pero tenemos que preguntarnos qué significa hoy para nosotros celebrar esta fiesta de María. Contemplamos su grandeza, la grandeza de una madre y contemplamos las maravillas que Dios quiso realizar en ella. Damos gracia porque la tenemos como madre, porque la podemos llamar madre. Pero es también todo lo que todos los hijos han de hacer para honrar a una madre, para corresponder a su amor. Parecernos a Ella, aprender de Ella, copiar de Ella su santidad porque no nos falta una fe como la de María, porque haya disponibilidad en nuestro corazón para seguir los pasos de santidad de María.

¿Seremos capaces, como María, de tener los ojos de la fe bien abiertos para descubrir los planes de Dios? Escuchar a Dios en lo hondo del corazón, rumiar en nuestro interior como la hacía María la Palabra que le venía de parte del Señor. Nuestra vida en ocasiones se llena de dudas y de incertidumbres, también tantas veces nos sentimos frustrados porque se nos derrumban nuestros planes, hay ocasiones en que nos sentimos agobiados por las distintas situaciones por las que pasamos pero no hemos de perder esa serenidad de nuestro espíritu, ese ser capaces de detenernos en medio de las tormentas para sentir que no estamos solos y que de la mano del ángel del Señor también podremos salir de esas noches oscuras.

Ahora mismo por la situación que se vive hay muchas cosas que se nos derrumban empezando porque este año no podremos celebrar la navidad tal como estábamos acostumbrados y tendrán que ser otras las formas que tengamos que afrontar. ¿Por qué no tratamos de descubrir ahí una voz que nos está llamando de parte de Dios para que de una vez por todas seamos capaces de ir a lo principal y no nos quedemos en tantas superficialidades con que habíamos envuelto las fiestas de navidad? Mucho papel de celofán pero no habíamos descubierto el regalo, ahora que se nos caen esas cosas externas, ¿seremos capaces de descubrir el verdadero regalo de Navidad?

Fiémonos de María que ella nos ayudará. Si decíamos que el ángel se postró delante de María porque en ella estaba Dios, ¿Dónde tendremos que postrarnos de verdad para ver a Dios en esta navidad?

 

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