miércoles, 9 de diciembre de 2020

Los que confían y los que esperan en el Señor renuevan sus fuerzas, echan alas como las águilas, corren y no se fatigan, caminan y no se cansan porque el Señor es nuestra paz

 


Los que confían y los que esperan en el Señor renuevan sus fuerzas, echan alas como las águilas, corren y no se fatigan, caminan y no se cansan porque el Señor es nuestra paz

Isaías 40, 25-31; Sal 102; Mateo 11, 28-30

Es triste no tener a nadie en quien confiar. Esa persona o ese amigo en quien confiamos es como un descanso para el alma que se siente atormentada por los aconteceres de la vida. Tener confianza con alguien es mucho más que tener una persona a la que le puedes contar tus secretos; digo es mucho más porque en ese desahogo alivias la presión que estás sintiendo interiormente que no sabes en quien o como descargar. Es sentir su presencia amiga que está a nuestro lado que no prejuzga ni condena, que tendrá una palabra valiente y generosa para decirnos también lo que ve mal en nosotros, pero siempre tiene la capacidad de comprensión para no tirar piedras sobre el caído. Es nuestro descanso.

Pero muchas veces no lo encontramos o no sabemos encontrarlo. Porque también somos desconfiados y no queremos confiar en nadie, queremos valernos por nosotros mismos, nos da miedo que conozcan la realidad de nuestra vida o nosotros conocernos a nosotros mismos para aceptar nuestra propia realidad. Nos sucede mucho en el mundo de hoy.

Estamos muy prontos para tirar la piedra, pero también mucha gente vive agobiada por no querer aceptarse y también por no aceptar la ayuda de los demás. Nunca se ha necesitado tanto de los sicólogos ni han aflorado tantos desequilibrios sicológicos de la persona que necesitan una reconstrucción. Muchos desequilibrios interiores, mucha falta de sosiego y paz en nuestro interior que luego manifestamos en mil violencias, mucho encerrarnos en nosotros mismos y demasiadas desconfianzas que nos llenan más aún de tormentas interiores, muchos miedos que no terminamos de saber superar porque tampoco nos dejamos ayudar.

Hoy nos dice Jesús: ‘Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré… y encontraréis descanso para vuestras almas…’ Jesús nuestro descanso, nuestro apoyo y nuestra fuerza. Su camino es un camino de paz; seguirle a El es tener confianza en el corazón; estar con El nos asegura esa armonía interior, esa paz que tengo necesitamos en el corazón. Y es que quien lo escucha no puede menos que sentir esa paz interior que tanta fuerza nos da. Su Palabra siempre es una palabra que nos invita a la vida, una palabra que nos llena de esperanza, una palabra que nos pone en camino sintiendo la seguridad de su presencia, una palabra que nos hace experimentar en nosotros la fuerza interior que sentimos cuando nos dejamos llenar por su Espíritu.

Caminar con los pasos de Jesús nos aleja de agobios y de angustias porque nos da seguridad para nuestro camino y porque nos hace buscar siempre la paz con los que están a nuestro lado, nunca nos dejaremos vencer por los conflictos encontrando siempre una salida de paz. Cuando dejamos que Jesús se meta en nuestro corazón nos vamos a encontrar con nosotros mismos, pero nunca con miedos ni complejos porque sentimos y experimentamos lo que es la dulzura de la misericordia y eso nos hará sentirnos como un corazón nuevo y renovado.

Muchas más podríamos seguir diciendo de lo que significa la experiencia de vivir a Jesús. Vayamos a El con confianza porque El nunca nos defraudará. Y es que como nos decía el profeta ‘los que confían y los que esperan en el Señor renuevan sus fuerzas, echan alas como las águilas, corren y no se fatigan, caminan y no se cansan’. Con Jesús tenemos la paz.

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