lunes, 7 de diciembre de 2020

El amor tiene que romper todas las barreras y prejuicios y hacernos creativos en nuestras iniciativas para hacer el bien

 


El amor tiene que romper todas las barreras y prejuicios y hacernos creativos en nuestras iniciativas para hacer el bien

 Isaías 35, 1-10; Sal 84; Lucas 5, 17-26

Yo siempre que puedo ayudo, por lo que está de mi parte si veo una necesidad pongo mi mano y ayudo. Expresión de una buena actitud que llevamos dentro que nos lleva a prestar servicios, a echar una mano, a poner de lo que tenemos cuando vemos una necesidad.

Ojalá esa actitud sea amplia y universal y todos actuemos de la misma manera, porque ya bien sabemos quien no es capaz de mover un dedo por su parte sino que cada uno se las arregle por sí mismo; pero también somos conscientes de que hay gente que no hace sino poner trabas a las ruedas en el camino y no solo ya no prestan el servicio, sino que por su parte son en cierto modo destructores de lo que hacen los demás. El que está con la crítica pronta, el que siempre pondrá pegas y dificultades o se escudará cómodamente en sus propias limitaciones, el que siempre anda culpabilizando y amedrentando con culpas a quien tiene un problema o una necesidad, o aquel que es negativo y siempre ve un imposible que superar. Podríamos poner muchos ejemplos de esas posturas negativas.

Hoy nos lo refleja el evangelio. En torno a Jesús hay mucha gente que ha venido de todas partes para escucharle, que le traen sus enfermos o vienen ellos mismos con sus necesidades. La puerta se convierte en un tapón para quien quiera entrar. Por allí anda también un grupo de fariseos y de escribas que en sus posturas negativas están siempre al acecho de lo que Jesús pudiera hacer, como sucede también en otras ocasiones. Por lo que parece hoy no se trata de un sábado como en otras ocasiones sino de un día normal.

A Jesús acude ahora un grupo que traen en una camilla a un imposibilitado, a un paralítico. Allí están los hombres buenos que se preocupan, que conocen al inválido y han oído hablar de Jesús, como ha curado a otros paralíticos como ha devuelto la vista a los cielos o el hacer que puedan oír y hablar muchos sordomudos, lo traen hasta Jesús. Pero se encuentran la primera barrera en los que llenan la casa hasta la puerta, como decíamos, produciendo un tapón que impide su entrada. ¿Cómo llegar hasta Jesús, porque ante El quieren ponerlo para que lo cure? Al amor no le faltan iniciativas. No importa que tengan que romper el tejado moviendo las tejas, o abrir un hueco por la terraza. Por allí descenderán al paralítico a los pies de Jesús.

Y ya hemos escuchado el actuar de Jesús que provocará otro nuevo rechazo, otra nueva barrera que se quiere interponer. ‘Tus pecados son perdonados’, le dice al paralítico que provocará la reacción de los fariseos y de los escribas. ‘Este hombre blasfema, ¿Quién puede perdonar pecados sino solo Dios?’ Son las barreras que interponemos en la vida incluso valiéndonos de lo que pudieran ser principios y valores buenos. Es cierto que el perdón de los pecados solo a Dios podemos atribuirlo, pero ¿no han sido capaces de descubrir el actuar de Dios en Jesús y en los milagros que realiza?

En una lógica elemental, como Jesús trata de hacérselos comprender, podrían entenderlo. Si Jesús puede dar la vida, si Jesús puede curar, es el actuar de Dios, el poder de Dios que se manifiesta. No es nuestro poder humano el que puede dar vida. Luego tenemos en verdad que reconocer quien es Jesús. Por eso Jesús le dirá al paralítico que tome su camilla y vuelva a su casa.

El mensaje del evangelio, es cierto, que está en ese reconocimiento que hemos de hacer de Jesús, pero en las entrelíneas del evangelio podemos descubrir y aprender más cosas. Es la actitud servicial de aquellos hombres capaces de romper barreras para llegar hasta Jesús. No nos quedemos paralizados ante la primera dificultad, como muchas veces nos pasa en la vida que vemos imposibles y dificultades por todas partes. Cuando se debilita la intensidad del amor nos paralizamos con facilidad y todo serán dificultades que no sabremos superar.

Pero hay algo más en lo que podemos fijarnos para que no nos suceda. No seamos nosotros la dificultad, no seamos nosotros los que ponemos el tapón, no seamos nosotros los que hagamos imposible en el hacer el bien, no quitemos nunca la ilusión ni la esperanza a nadie, no seamos barrera con nuestros juicios y prejuicios y con nuestras críticas, no seamos nunca de los que descalifiquemos a los que hacen el bien porque estemos queriendo ver intenciones ocultas o porque como no son de los nuestros tratemos de minusvalorar el bien que hacen los demás o impedírselo.

El amor tiene que romper todas esas barreras y prejuicios y hacernos creativos en nuestras iniciativas para hacer el bien.

 

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