domingo, 6 de diciembre de 2020

Adviento, camino de esperanza, camino al encuentro con la luz, camino que nos hace salir de nuestros desiertos porque en los desiertos se van a abrir caminos nuevos

 


Adviento, camino de esperanza, camino al encuentro con la luz, camino que nos hace salir de nuestros desiertos porque en los desiertos se van a abrir caminos nuevos

Isaías 40, 1-5. 9-11; Sal 84; 2Pedro 3, 8-14; Marcos 1, 1-8

¿Qué experiencia tenemos de desierto? Quizás todas las imágenes que tenemos de un desierto es aquello que vemos en el rally Paris-Dakar – cuando se hacía por África – de aquellos arenales inmensos, de aquellas dunas y montañas de arena todo como un cruel sequedal que ya solo verlo nos hace pensar en lo difícil que es vivir en lugares así. Desierto no es solo el Sáhara que para nosotros españoles y canarios nos parece más cercano, sino que lugares así hay en muchos sitios del mundo y quien haya viajado y pasado por lugares desérticos lo ha hecho desde la comodidad de un autobús con aire acondicionado y pensando en el lugar cómodo al que vamos a llegar.

Todos entendemos de la incomodidad de la vida en el desierto, las carencias y sacrificios que puede significar, las dificultades que nos vamos a encontrar para abrirnos paso por el desierto y ya nos hace pensar en un lugar duro y de grandes sacrificios; no pensemos en quienes ocasionalmente los tengamos que cruzar sino en los que viven en dichos lugares.


¿Por qué he comenzado esta reflexión con estas imágenes del desierto que si las edulcoramos un poco las convertimos en idílicas y muy llenas de belleza? Hoy la Palabra de Dios nos habla de caminos que se abren en el desierto y nos presenta por otra parte la figura de Juan Bautista en el desierto allá en las cercanías del Jordán.

Pero cuando hoy la Palabra de Dios nos presenta esta imagen no es solo para que recordemos el peregrinar del pueblo elegido por un desierto para llegar a la Tierra prometida o las palabras del profeta que nos quieren anunciar un segundo éxodo atravesando también un desierto donde se han de abrir caminos. Eso sería solamente mirar para detrás, aunque es cierto que tenemos que contemplar la historia de la salvación, sino que hemos de mirar la vida presente en la cual también podríamos encontrarnos como en medio de un desierto que tenemos que atravesar, del que tenemos que salir, porque el desierto es solo un paso o una etapa para llegar a algo nuevo que nos ofrece el Señor.

En la planilla de la Palabra de Dios hemos de poner nuestra historia de hoy, nuestra historia personal y también el camino que como pueblo o como sociedad vamos haciendo. Hemos de encontrar en la Palabra que se nos proclama las claves para saber leer nuestra historia, nuestra vida y los caminos que el Señor quiere hoy abrir ante nosotros.

Y desiertos vivimos en nuestra vida, y muchos y de muchas maneras. Globalmente miramos el momento presente de nuestra sociedad y es también como si estuviéramos atravesando un desierto, con lo dura que se nos presenta la vida, con las incertidumbres que se están provocando continuamente, con esos momentos oscuros que vivimos sin terminar de encontrar salida y solución a los grandes problemas, con las exigencias de nuevos planteamientos que se nos hacen a la vida donde son muchas las cosas que tenemos que cambiar en nuestras costumbres y rutinas, en nuestra manera de vivir, en las cosas de las que nos vemos despojados, donde parece que hasta se nos resta libertad.

Confinamientos, toques de queda, limitación de movimientos, distanciamiento social, encuentros y cercanías personales que se ven limitadas… muchas son las cosas que nos constriñen, que nos limitan, que nos impiden una convivencia a como estábamos acostumbrados, amen de todos los peligros a los que nos vemos sometidos y de los que nos queremos librar. Un auténtico camino de desierto que tenemos la esperanza que desemboque en algo nuevo y distinto.

Pero junto a todo eso que nos parece que ahora es como lo más grave que nos está sucediendo son también muchas otras las situaciones de desierto con que nos podemos encontrar en la vida. Ahora, podíamos decir, se ha agravado la soledad de muchas personas con esto de los confinamientos y el no permitir los encuentros, pero esas soledades siempre han estado presentes en muchos o en nosotros mismos en el camino ordinario de nuestra vida.

Pensamos en los ancianos solos o recluidos en contra de su voluntad en centros que para ellos se convierten en soledad y desierto, pero podemos pensar en tantos marginados de nuestra sociedad que por un motivo u otros son rechazados y discriminados ya sea por sus orígenes raciales, ya sea por la condición de su vida, ya sea por una vida turbia y llena de vicios y dependencias. Quizá nos es fácil mirarlos desde fuera y desde nuestra vida cómoda llenarlos de culpabilidades y condenas, pero a pesar de todo son personas que sufren, que tienen un corazón, que tienen unos sentimientos, que también ansían a pesar del mundo en que se han metido un encuentro normal con los demás y ser tratados con dignidad.

Porque podemos pensar en las familias rotas sin necesidad de buscar culpabilidades sino como consecuencia de circunstancias que van apareciendo en la vida y detrás de esas rupturas hay personas que sufren, personas que se sienten fracasadas, personas que pagan las consecuencias quizá de los errores de otros, personas que necesitan cariño pero que solo encuentran violencia y desamor. Personas que viven un auténtico desierto en las soledades de sus vidas.

Piensa en ti mismo, como yo pienso en mi mismo, en esos momentos malos por los que todos pasamos en la vida, con problemas que se nos presentan, con silencios interiores porque no sabemos a donde clamar, con momentos también de soledad envueltos en nuestras propias negruras. Quizá sean muchas más las experiencias de desierto que tengamos en nuestra vida que lo que pensábamos al principio.


Hoy el evangelio nos está diciendo que en esos desiertos se han de abrir caminos. La Palabra del profeta era un grito de consuelo ante nuestras penas y nuestros llantos. La Palabra del evangelio nos hace mirarnos de verdad por dentro de nosotros para que descubramos de verdad las montañas o valles de nuestra vida que tenemos que allanar. Cuántas cosas hay que transformar. La Palabra que nos venía a través de la carta de san Pedro nos recordaba que para el Señor mil años son como un día y un día son como mil años, queriendo decirnos cómo el Señor está esperando nuestra vuelta, nuestro caminar a su encuentro porque su misericordia es eterna y El nunca abandona la obra de sus manos, nunca nos abandona.

Adviento, camino de esperanza, camino que nos lleva al encuentro con la luz, camino que nos hace salir de nuestros desiertos porque en los desiertos se van a abrir caminos nuevos.

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