martes, 29 de septiembre de 2020

Con los santos arcángeles y todos los coros celestiales queremos cantar la gloria de Dios sabiendo que por sus manos nuestras oraciones son presentadas ante el trono de Dios

 


Con los santos arcángeles y todos los coros celestiales queremos cantar la gloria de Dios sabiendo que por sus manos nuestras oraciones son presentadas ante el trono de Dios

 Daniel 7,9-10.13-14; Sal 137; Juan 1,47-51

Tras la reforma litúrgica del concilio Vaticano II se unificaron en una sola fiesta en un único día, el 29 de septiembre, las fiestas de los tres Arcángeles. Todavía nos queda en el recuerdo a los mayores, sobre todo a quienes teníamos algún familiar con ese nombre la festividad del Arcángel san Rafael el 24 de octubre; sin embargo la festividad del Arcángel san Gabriel estaba cercana a la fiesta de la Anunciación y se celebraba en la víspera el 24 de marzo. Ahora celebramos a los tres Arcángeles San Miguel, San Gabriel y San Rafael en este día del 29 de setiembre.

En la liturgia hacemos referencia a los Ángeles y Arcángeles y a todos los coros celestiales que cantan la gloria de Dios a cuyas voces nosotros queremos unirnos con nuestra vida toda. Es, por ejemplo, la invitación que hace el Arcángel Rafael a Tobías a cantar las alabanzas del Señor, recordándole que su oració

n fue escuchada y presentada por los santos ángeles ante el Trono de Dios; de ahí la misión que ahora realizaba como compañero de camino, pero también como medicina de Dios, que por una parte devolvería la visión al anciano Tobías, pero que también liberó de todos los espíritus malignos a la que iba a ser la esposa del joven Tobías.

Así vemos, pues, que los arcángeles a parte de estar como signos de la presencia de Dios junto a los hombres para liberarlos del mal, son también los que tienen una misión especial que realizar en el orden de la historia de la salvación. Es la misión de mensajero de Dios que tiene el Arcángel Gabriel cuando viene a anunciar a María de Nazaret lo que es la voluntad de Dios y lo que Dios espera de ella.

Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret a una joven desposada con José y cuyo nombre era María, nos dice el evangelista Lucas. Es el mensaje de Dios que se va a convertir en centro de toda la historia de la salvación porque nos anuncia que Dios va a ser ya para siempre ‘Emmanuel’, Dios con nosotros cuando de las entrañas de María por la virtud del Altísimo va a nacer el Hijo de Dios y nuestra salvación. Igualmente Gabriel viene de parte de Dios a anunciarle a Zacarías el nacimiento del Precursor del Mesías que había de preparar los caminos del Señor.

Finalmente el Arcángel San Miguel al que quizá más recordamos en este día, pues ha sido el que no ha variado la fecha de su celebración y al que proclamamos de manera especial como protector de la Iglesia desde los tiempos de la Contrarreforma. Es el Arcángel que vemos en la Biblia como el que lucha contra la rebelión de Lucifer que había sido ángel de luz pero que se convirtió en el ángel de la maldad. ‘¿Quién como Dios?’ es el grito que da nombre al arcángel Miguel y se convierte en signo de la fortaleza de Dios que nos acompaña en nuestra lucha contra el mal.

Comentar que en nuestra tierra canaria hay mucha devoción al arcángel san Miguel a quien se proclama protector y patrono de varias islas y de muchos lugares que incluso llevan su nombre; son numerosos los templos y ermitas a lo largo y ancho de nuestra geografía dedicadas a san Miguel y en la mayoría de nuestros templos parroquiales es habitual encontrarnos con el cuadro de Animas, en cuyo centro siempre aparece la figura del Arcángel.

Cuando nosotros hoy celebramos esta festividad los santos Arcángeles, Miguel, Gabriel y Rafael aprendamos a considerar su verdadero significado porque sentir su protección es sentir ese signo de la presencia de Dios que nos llena de fortaleza frente al mal, que nos hace escuchar la voz de Dios en nuestro corazón como la escuchó María con la presencia del ángel del Señor, pero nos hace sentirnos siempre acompañados por esa presencia de Dios en el camino de nuestra vida, sintiendo que es la luz que abre nuestros ojos y la medicina y gracia que sana nuestros corazones.

Que sepamos unirnos al cántico de gloria con que en el cielo alaban y bendicen a Dios para que toda nuestra vida se convierta también en ese canto a la gloria de Dios con la certeza también de que nuestras oraciones son presentadas por manos de sus Ángeles ante el trono de Dios.

 

 

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