lunes, 7 de septiembre de 2020

Aprendamos a valorar el bien y eliminemos prejuicios que llenan de malicia el corazón y vayamos siempre ojos luminosos para descubrir todo lo que sea un rayo de luz

 


Aprendamos a valorar el bien y eliminemos prejuicios que llenan de malicia el corazón y vayamos siempre ojos luminosos para descubrir todo lo que sea un rayo de luz

1Corintios 5, 1-8; Sal 5; Lucas 6, 6-11

La malicia que en muchas ocasiones se nos mete en el corazón transforma de tal manera nuestros sentimientos, nuestros valores y nuestra manera de ver las cosas que nos puede llegar a hacer decir que es malo aquello que sabemos muy bien que es totalmente bueno.  Son tales los filtros que ponemos en nuestros ojos que hasta lo más luminoso lo enturbiamos.

Quizá la desconfianza que mutuamente nos tenemos hacen que surjan los recelos para ver intenciones ocultas en aquello que hacen los demás; la rivalidad que nos creamos entre unos y otros quizá por nuestra diferente manera de pensar, nuestros diferentes planteamientos nos impide la cordura suficiente para reconocer lo bueno que hacen también aquellos que piensan distinto a nosotros; los resentimientos que mantenemos en nuestro corazón por viejas cosas que un día sucedieron y que crearon barreras entre nosotros nos hará que nunca podamos ver un puente que nos lleve a un nuevo encuentro y siempre estaremos con esos viejos rencores en nuestro corazón que a la larga nos destruyen por dentro.

No es que todos seamos malos y mantengamos esas malicias que así nos destruyen, pero todos nos podemos sentir tentados a actuar de esa manera en algún momento, y por supuesto tenemos que reconocer que hay muchas personas de limpio corazón que actúan siempre sin ningún tipo de maldad. Pero es bueno constatar esas realidades que nos sirvan para precavernos y si en algún momento nos llegan tentaciones semejantes seamos capaces de superarlas.

Hoy nos habla el evangelio de hechos semejantes. Jesús va a la sinagoga, era sábado y allá estaban escribas y fariseos al acecho para ver qué hacía Jesús. Había un hombre enfermo, con una mano paralizada. ¿Lo curaría Jesús siendo sábado en que estaba prohibido todo tipo de trabajo? Y es Jesús el que le pide que se ponga en medio. Y es cuando interpela a aquellos que le estaban acechando. Os voy a hacer una pregunta: ¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer el bien o el mal, salvar una vida o destruirla?’

¿Es que podemos dejar de hacer cosas buenas simplemente porque haya unas normas, puestas quizá con buena intención, pero que con nuestras interpretaciones manipulamos? Es lo que estaba sucediendo con el descanso sabático. El sábado era para el Señor y todo el día tenía que estar dedicado a Dios y a su culto y alabanza. Pero hemos de reconocer que encerraba también otra cosa buena con la obligación del descanso; no se podía convertir el trabajo en una esclavitud, y si no hubiera normas que impusiesen el descanso también podría haber gente que se aprovechara de los pobres para obligarles a trabajar y suprimirles el descanso. Pero llegar a convertir esa norma en algo que nos impidiera incluso hacer el bien no tendría sentido ninguno.

Muchas lecciones podemos, pues, deducir de este texto evangélico donde seamos capaces de ver la valoración de la persona que en todo momento hemos de saber hacer. Nada ni nadie puede esclavizar a la persona, pero en nuestras manipulaciones humanas los que se creen poderosos también con el trabajo pueden manipular y esclavizar a los que nada tienen. Y esto es algo que hoy podemos seguirnos encontrando en nuestras sociedades que decimos tan avanzadas y en que tanto se ha progresado, por ejemplo, en el derecho y respeto de los trabajadores.

Pero está la otra lección desde los aspectos con que comenzamos nuestra reflexión y que vemos reflejados en la actitud de aquellos escribas y fariseos que estaban con la malicia en el corazón al acecho de lo que pudiera hacer Jesús. Purifiquemos nuestro corazón de todo tipo de malicia; tengamos siempre ojos luminosos para descubrir todo lo que sea luz, todo lo que sea bueno de cualquier parte que venga; aprendamos a valorar el bien y eliminemos toda clase de prejuicios que llenan de malicia el corazón.

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