domingo, 6 de septiembre de 2020

Algo nuevo quiere realizar Jesús porque quiere crear una nueva comunidad donde tanto es nuestro amor que nos sentiremos siempre hermanos y podremos llamar a Dios Padre

 


Algo nuevo quiere realizar Jesús porque quiere crear una nueva comunidad donde tanto es nuestro amor que nos sentiremos siempre hermanos y podremos llamar a Dios Padre

Ezequiel 33, 7-9; Sal 94; Romanos 13, 8-10; Mateo 18, 15-20

‘Yo no me meto en la vida de nadie, allá él’, ‘cada uno que se las arregle como pueda, yo tengo bastante con lo mío’… Cosas así escuchamos todos los días, cosas así pensamos nosotros algunas veces. Porque esa tentación a la insolidaridad está muy presente en la vida. Es una manera de entender la vida, o mejor dicho, es una manera de no haber entendido el sentido de la vida.

Creemos que podemos ser felices por nosotros mismos, nosotros solo sin contar con nadie, pero aunque tengamos momentos en que lleguemos a decir que lo pasamos muy bien sin tener que contar con los demás, al final nos damos cuenta que la felicidad no es completa. Querer vivir la vida en soledad, porque nos encerramos en nosotros y no queremos contar con nadie es no haber terminado de entender el sentido de la vida.

Son razones de la más honda humanidad las que nos tendría que hacer encontrar el verdadero sentido de la vida. Y en esto los seguidores de Jesús tendríamos que ser especialistas. Sí, digo bien, especialistas, porque Jesús nos ha dejado el amor a los demás como nuestro distintivo. Y si amamos a los demás, al menos tal como nos amamos a nosotros mismos aunque el amor cristiano tiene una sublimidad mayor porque la imagen del amor la tenemos en el amor que Cristo nos tiene, si amamos a los demás, repito, no podemos aislarnos ni desentendernos de los demás. Es lo que nos quiere decir hoy Jesús.

Nuestro vivir tiene que estar fundamentado en esa comunión de amor; y cuando hay esa comunión de amor todo cuanto afecte al otro me afecta a mí y lo siento como algo mío también. Por eso hoy nos habla Jesús de ayudarnos mutuamente en ese camino de superación que toda persona ha de recorrer; y ayudarnos es estar al lado del hermano en sus luchas y batallas de crecimiento y superación, ayudarnos es hacernos ver las cosas con una visión distinta, porque eso somos capaces de corregirnos mutuamente señalándonos aquello que vemos que tendría que cambiar o que superar; y ayudarnos es ser comprensivos con los demás en sus debilidades tanto que estamos dispuestos siempre a perdonar, porque perdonar es estimular al otro a que se corrija o que haya las cosas bien.

Cuántas oportunidades tenemos cuando hay verdadero amor pero cuando lo hacemos con la humildad de quien se siente débil también y reconoce que tropieza mil veces también en la misma piedra. No es fácil, porque todos tenemos nuestro amor propio y nuestros orgullos; por eso costará aceptar lo que el otro me diga, pero me costará también el acercarme de manera humilde y llena de amor al otro, no para imponer, sino para ayudar;  con qué facilidad afloran nuestras violencias y malos modos en gestos y palabras, en la manera de hacer las cosas para los demás.

Algo nuevo quiere realizar Jesús en nosotros, unos nuevos lazos de comunión que nos hagan vivir en el amor verdadero. Por eso ya nos va previniendo en los distintos momentos del evangelio de que nuestras actitudes, nuestras posturas, nuestras relaciones con los demás tienen que ser distintas. Una sinceridad y una autenticidad en la vida, una apertura del corazón a los demás donde nadie puede quedar excluido, por eso nos dirá que tenemos que amar incluso a los enemigos y rezar por los que nos odian o hayan hecho mal. Tendremos que aprender a hacernos los últimos y los servidores de todos, de manera que no caben las imposiciones ni las exigencias a los demás creyéndonos ni mejores ni superiores a los otros. Ahí estará nuestra grandeza.

Será grande la preocupación que siente Jesús por los que le siguen para que vivan en la unidad y nada nos distancie ni nos separe, porque sería un contra testimonio contra el amor y la comunión que tenemos que vivir. Por eso nos enseñará a permanecer unidos no simplemente como un recurso psicológico de aquello de que la unión hace la fuerza, sino que la grandeza de nuestra vida estará en esa comunión que vivamos con los demás.

Y nos enseñará que nuestra relación con Dios, que tiene que ser muy personal y auténtica, al mismo tiempo ha de tener también ese sentido de comunión, de modo que cuando nos reunamos y pidamos algo al Padre en su nombre el Padre nos lo concederá. No tendrá nunca sentido que nos atrevemos a llamar a Dios Padre, como  nos enseña en su modelo de oración, si no vivimos en comunión con los demás.

Sí, algo nuevo quiere realizar Jesús en nosotros porque quiere crear una nueva comunidad donde tanto es nuestro amor que nos sentiremos siempre hermanos, donde podremos llamar a Dios Padre porque miramos siempre a los demás como hermanos.

Claro que las preguntas comienzan a rondar en nuestro interior. ¿Será así cómo nosotros amamos? ¿Qué señales de comunión estoy dando cada día porque siento cuanto sucede a los demás como algo mío también? ¿Será esa la imagen de Iglesia que nosotros ofrecemos al mundo?


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