martes, 16 de junio de 2020

Nos abre Jesús unos nuevos horizontes para que seamos capaces de hacer un mundo nuevo en el que seamos capaces de amarnos todos




Nos abre Jesús unos nuevos horizontes para que seamos capaces de hacer un mundo nuevo en el que seamos capaces de amarnos todos

1Reyes 21, 17-29; Sal 50; Mateo 5, 43-48
Podríamos decir que entra dentro de lo normal el que nos relacionemos con aquellas personas que están mas cercanas a nosotros; la cercanía puede significar por supuesto esa cercanía física o geográfica porque viven en nuestro entorno, pertenecen a ese grupo de personas con las que nos relacionamos habitualmente por vecindad, por parentesco familiar, por razones de trabajo o por asistir a aquellos actos sociales que nos son comunes.
La cercanía puede significar también otra sintonía en nuestra manera de pensar o de ver las cosas, la colaboración que nos prestamos para realizar proyectos comunes que nos afectan a esa comunidad humana a la que pertenecemos, o porque nuestra visión de la vida y de la sociedad tiene también una sintonía de ideas donde vemos que podemos dialogar y colaborar.
Es la cercanía que podamos tener cuando de alguna manera nos sentimos en deuda porque es una persona que me ha ayudado y de alguna manera nos sentimos agradecidos y como se suele decir hoy por mi y mañana por ti. No me ha hecho daño, yo también voy a intentar no molestar, pensamos. Lo habitual entre vecinos, por ejemplo, o en las relaciones familiares pero que en cierto modo va creando unos lazos que nos acercan a las personas.
Por supuesto, es muy humano que en casos así esa cercanía vaya creando lazos de amistad, nos hace sentirnos a gusto con esas personas y las preferimos en nuestro trato y relaciones mutuas. Y claro que tenemos que fomentar esa cercanía, esa amistad, ese encuentro porque facilitan la convivencia y al menos en esos ambientes parece que nos sentimos bien y hasta podemos ser más felices.
Pero todo eso lo puede hacer cualquiera con un mínimo de humanidad y respeto, con un mínimo de valoración de lo que es la otra persona y de gratitud por cuanto recibimos unos de otros. Son relaciones humanas que tenemos que cultivar y valorar que vivimos en un mismo mundo y entre todos tendríamos que ayudarnos a ser mejores nosotros y a hacer ese mundo nuestro mejor también. Pero aquí viene la pregunta y la cuestión, ¿un cristiano se tiene que contentar con esto? Somos buenos, decimos, no hacemos daño a quien no nos haya hecho daño, ayudamos a quienes nos ayudan, somos amigos de nuestros amigos en socorrida frase que tantas veces hemos escuchado. Pero quien sigue a Jesús ¿se puede quedar ahí?
Pero para hacer eso que todos hacen ¿hace falta tanto evangelio? ¿No hay algo nuevo y distinto en lo que tendríamos que distinguirnos nosotros los que seguimos a Jesús? ¿Para que nos estaba pidiendo Jesús desde el principio que había que cambiar de mentalidad y creer en la Buena Noticia del Reino de Dios? ¿Para seguir en lo mismo?
Es lo que nos viene a decir hoy Jesús en el evangelio. ¿Se te ha dicho que tienes que amar al amigo pero al que no es amigo puedes aborrecerlo? Entre vosotros no puede ser así, nos viene a decir. Y nos dice que a todos tenemos que amar, incluso al que nos haya hecho mal. Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos’.
La razón y el motivo lo tenemos claro, somos hijos del Padre del cielo, ‘que hace salir su sol sobre malos y buenos, manda la lluvia a justos e injustos’. Para Dios no hay distinciones. Dios nos ama a todos. Como nos dirá más tarde san Juan en sus cartas ‘el amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Dios nos amó primero’. Y nos amó seamos justos o injustos, seamos buenos o seamos pecadores. Porque esa es la maravilla del amor de Dios. Cristo no murió por nosotros porque éramos buenos, sino que siendo nosotros pecadores nos amó y se entregó por nosotros.
Es un horizonte nuevo el que nos está abriendo Jesús delante de nosotros, es un nuevo mundo el que tenemos que constituir, donde todos nos amemos, donde todos seamos capaces de aceptarnos a pesar de que seamos distintos, donde todos seamos comprensivos los unos con los otros porque reconocemos que todos somos pecadores y todos mas de una vez en la vida cometemos errores y también podemos ofender o dañar al otro; como nos gustaría que nos comprendieran y perdonaran así nosotros tenemos que comprender y perdonar. No es solo al cercano, al que me haya hecho el bien, al que esté de acuerdo conmigo, porque todo hombre es mi hermano, porque todos somos hijos del mismo Padre del cielo.
Es el Reino nuevo que nos anuncia Jesús. Algo nuevo tiene que cocerse en nuestro interior para ser un hombre nuevo; unas actitudes nuevas tienen que haber en nosotros para que podamos hacer un mundo nuevo.

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