miércoles, 18 de marzo de 2020

Busquemos la plenitud para nuestra vida que en el evangelio de Jesús podemos encontrar dando verdadero valor y sentido a cuanto hacemos y vivimos



Busquemos la plenitud para nuestra vida que en el evangelio de Jesús podemos encontrar dando verdadero valor y sentido a cuanto hacemos y vivimos

Deuteronomio 4, 1. 5-9; Sal 147; Mateo 5, 17-19
En el corazón del hombre siempre hay un ansia de más, que en ocasiones podemos confundir con el deseo de más cosas, de ambicionar esas cosas materiales que nos ofrece la vida, pero que realmente es un deseo de crecimiento interior alcanzando sí una mayor felicidad en la satisfacción de aquellas cosas que ambicionamos y deseamos, pero donde también quizá muchas veces andamos como perdidos, no sabemos lo que realmente queremos y nos satisfacemos en lo primero que llegue a nuestro alcance.
Pero el hombre insatisfecho se pregunta sobre el valor y el sentido de lo que hace, quiere encontrar un por qué de lo que vive para, por decirlo así, sacarle el mejor jugo, la mejor satisfacción a aquello que hace. Es un deseo de crecimiento, de perfección, de plenitud que llevamos en nuestro interior y que en ocasiones no sabemos como satisfacer o donde encontrar esa plenitud.  Queremos más y no sabemos bien qué queremos o donde buscarlo. Queremos encontrar el sentido verdadero de lo que hace, de lo que vive, de lo que es la vida misma, y entonces también de todo cuanto le rodea.
En esas búsquedas termina por trazar caminos, por ponerse normas quizá porque sujetándose a esas reglas le parece que puede con mayor seguridad alcanzar también esa perfección de su vida. Muchas desde la ley natural que impera en nuestro corazón, desde ese sentido común que vamos teniendo también con la experiencia de la vida, facilitan y ayudan pero otras quizá encorsetan a la persona limitando sus mejores ansias o imponiéndole rutinas que no son precisamente lo que le puede llevar a lo mejor. En el transcurso de la vida se van entremezclando todas esas cosas y puede que en un momento lleguemos a una confusión donde le demos más importancia a lo secundario que a lo que tiene que ser el principal sentido de su vida.
El creyente sabe que no camina solo en esa búsqueda y que no es solo por si mismo como va encontrando ese camino que da sentido y valor a su vida. El creyente verdadero siente en lo  hondo de su corazón esa presencia de Dios que le ilumina, que le inspira lo mejor para ese camino de plenitud que anda buscando; se sabe guiado por Dios y siente que a través de la historia Dios le ha manifestado su Palabra que se ha convertido en su ley y norma en lo más hondo del corazón. En el camino que hacia el pueblo creyente por el desierto que era un camino de búsqueda más allá de encontrar una tierra donde establecerse hay un momento que siente la inspiración de Dios a través de Moisés que experimenta de una manera especial esa presencia de Dios en su vida.
Siente que Dios le habla y que le inspira lo que ha de ser su ley, su voluntad para el hombre en ese camino que hace sobre la tierra. Es lo que llamamos la ley de Dios, que nombramos también como ley Mosaica porque a través de Moisés les llegó esa Palabra de Dios. Fue el camino, el cauce que lo hizo en verdad pueblo, el pueblo de Dios que le ayudó a caminar por el desierto pero también para establecerse en lo que llamarían la tierra prometida.
Tal como hablábamos antes de lo que va sucediendo en el corazón del hombre aparecen las confusiones cuando pronto quizá le dan más importancia a cosas que eran meramente circunstanciales a lo que era en verdad el meollo de la ley del Señor. Son todas aquellas tradiciones y rutinas que se habían introducido en la vivencia del pueblo de Israel y que es lo que Jesús quiere purificar. Por eso les dice, como hemos escuchado hoy en estas palabras que pertenecen al llamado sermón de la montaña, que no viene a abolir la ley sino a dar plenitud.
Y dar plenitud es ir a eso más profundo de la ley del Señor, eso que es lo que verdaderamente da el mayor y mejor sentido a lo que hacemos y a lo que vivimos, como expresábamos anteriormente. Es la buena noticia que Jesús viene a traernos para que en verdad vivamos el Reino de Dios en toda su plenitud, es su evangelio.
Bien nos viene a nosotros en este camino cuaresmal que estamos haciendo que busquemos esa plenitud porque en verdad escuchemos a Jesús en lo hondo de nuestro corazón, para que también nos purifiquemos, para que sepamos ir a lo esencial, para que llenemos de amor nuestras vidas, para que como nos dice Jesús seamos compasivos y misericordiosos como lo es nuestro Padre del cielo. Es el camino de perfección que nos traza cuando nos dice que seamos perfectos como Dios nuestro Padre, ese camino de crecimiento interior que hemos de ir haciendo y que nos conduce a la plenitud verdadera.

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