jueves, 19 de marzo de 2020

San José, el hombre creyente que desde su fe en la tormenta no perdió la serenidad del espíritu y llenó de bondad su corazón para descubrir el plan de Dios


San José, el hombre creyente que desde su fe en la tormenta no perdió la serenidad del espíritu y llenó de bondad su corazón para descubrir el plan de Dios

2Samuel 7, 4-5a. 12-14a. 16; Sal 88;  Romanos 4, 13. 16-18. 22; Mateo 1, 16. 18-21. 24a
‘¿No es este el  hijo del carpintero?’ se preguntaba la gente de Nazaret cuando escucharon a Jesús aquel sábado en la sinagoga. Es la forma de referirse a José en el evangelio del que en otro momento se dice que era un hombre bueno. Pero de los pocos rasgos de los que nos habla el evangelio se manifiesta el hombre creyente que en medio de las turbulencias y dudas a las que se vio sometido no perdió el sentido de la fe para saber descubrir detrás de todo cuanto le sucedía lo que era la voluntad de Dios.
Cuánto nos cuesta cuando nos vemos en la vida envueltos en turbulencias, en dudas, en problemas que nos parecen irresolubles no perder ese sentido de la fe. En ocasiones, es cierto, lo pasamos mal, no comprendemos lo que nos sucede o el por qué de las cosas, nos vemos como envueltos en oscuridad que nos llena de miedos, el futuro se nos hace incierto, y tememos los fracasos o los sufrimientos que de una forma u otra nos pueden sobrevenir, sufrimos por nosotros y lo que nos pueda suceder pero también por aquellos a los que queremos y están cerca de nosotros.
¿Qué hacer? ¿Cómo enfrentarnos a estas situaciones? ¿Dónde encontrar la fuerza para la lucha, para mantener la constancia y no hundirnos en la desesperanza? Dudas, incertidumbres, miedos, que nos inquietan y nos agobian. ¿Dónde encontrar esa luz que nos haga ver con claridad, que nos haga mantener la serenidad del espíritu porque sabemos que con la perseverancia podremos encontrar la salida?
José pasó por un momento fuerte de turbación. Lo que estaba sucediendo le quitaba el sueño porque había silencios que no entendía, sucedían cosas que estaban fuera de lo normal. Pero era bueno, quería buscar salidas honrosas para todos porque no quería de ninguna manera hacer daño y menos a quien amaba. El embarazo de María se salía de los cauces normales y eran terribles las pesadillas que pasaban por su espíritu. Pero esperó, confió, se dejó conducir por el Espíritu del Señor que estaba en su corazón aunque casi no se daba cuenta en medio de tantas oscuridades.
Y el Señor le habló a su corazón. En sueños - ¿acaso el podía dormir con aquel tormento? – el ángel del Señor se le manifiesta – es una forma bíblica de expresarnos lo que era la acción del Espíritu – y arroja un rayo de luz sobre su vida. Detrás de todo aquel misterio estaba Dios y él supo descubrirlo y escuchar lo que el Señor le pedía. Su colaboración iba a ser esencial en la historia de la salvación, en la obra de nuestra salvación. Aquel niño que se gestaba en el seno de María era obra de Dios y con El habría de nacer la salvación para el mundo. Aquel niño habría de llamarse – era él como padre quien tendría que ponerle el nombre – Jesús, porque era la salvación de la humanidad.
José no perdió el sentido de la fe. Una fe que le hacía confiar y le llenaba de esperanza; una fe que le hacia mantenerse fuerte en medio de la tormenta para no perder la serenidad del espíritu; una fe, es cierto, que le hacía buscar, pero que era al mismo tiempo su fortaleza en medio de toda la tribulación; una fe que le impulsaba a seguir actuando con responsabilidad pero que al mismo tiempo llenaba de bondad su corazón; una fe que le hizo sentir la presencia de Dios cuando podría parecer que todo estaba perdido; una fe que le daba fortaleza a su corazón cuando todo parecía oscuridad y se llenaba de temores; una fe que le hizo descubrir lo que era el plan de Dios para su vida.
Qué lección más hermosa para nuestra vida y en los momentos que vivimos. Que no nos falte la visión de fe ante todo lo que nos sucede; que desde esa fe sintamos la fortaleza de Dios en medio de las tormentas de la vida; que se mantenga la serenidad de nuestro corazón; que nos sintamos en todo momentos impulsados a lo bueno y a la solidaridad con los que sufren; que nunca perdamos la esperanza porque detrás de este túnel está la luz, encontraremos la luz; que descubramos detrás de cuanto nos sucede lo que es el plan de Dios para nosotros. Y es que Dios no nos abandona; Dios se hace presente en nuestra vida, nos acompaña y fortalece con su gracia, nos da la presencia y la fortaleza del espíritu. 

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