sábado, 24 de agosto de 2019

La rectitud de la vida y la bondad del corazón un buen caldo de cultivo para encontrar el camino del Reino de Dios, que nos abre a lo trascendente, al misterio de Dios


La rectitud de la vida y la bondad del corazón un buen caldo de cultivo para encontrar el camino del Reino de Dios, que nos abre a lo trascendente, al misterio de Dios

Apocalipsis 21,9b-14; Sal 144; Juan 1,45-51
‘Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño’. Fue el saludo y la alabanza de Jesús a Natanael cuando le fue presentado. ¿Podríamos nosotros recibir también esa alabanza de quienes nos conocen? Creo que poder decir eso de una persona es algo maravilloso porque estamos hablando de la rectitud de una vida, de la bondad del corazón, de la madurez de sus sentimientos, de la autenticidad y sinceridad con que se vive. Ojalá pudiéramos ir dando esas bendiciones a todos cuantos encontramos en el camino de la vida.
Pero lo triste de la vida es que encontramos demasiadas sombras a nuestro alrededor y que nos pueden contagiar. Hipocresías, vanidades, orgullos destructores de la propia vida y de la de los demás, recelos y envidias que nos corroen por dentro y rompen la armonía y belleza de una amistad, corazones enfermos que se hacen insolidarios e injustos con los demás, exigencias cuando no somos capaces de exigirnos a nosotros mismos. El mundo necesita de una luz; nosotros necesitamos de una luz; no podemos permitir que esas sombras nublen nuestra vida y la visión de las cosas.
Hoy estamos celebrando a san Bartolomé, el Natanael del que nos habla el evangelio de Juan. Como hemos visto que mereció de entrada esa alabanza de Jesús por la rectitud de su vida. ‘En quien no hay engaño’, que le decía Jesús. Fue Felipe el que le habló de Jesús y ante las reticencias de Natanael, por aquello de los pueblos vecinos con sus luchas, Felipe insiste en que venga a conocer a Jesús. Pero se siente sorprendido por las palabras de Jesús. ‘¿De qué me conoces?’ le pregunta. ‘Cuando estabas debajo de la higuera…’ es la respuesta.
Fue suficiente para sentirse cautivado por Jesús. De tal modo que salta la chispa de la fe en su corazón para hacer un reconocimiento de Jesús muy hermoso. Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel’. Pero Jesús le anuncia que aun le queda por ver muchas cosas grandes. ‘¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores. Y le añadió: Yo os aseguro: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre’.
No quiero extenderme en muchos comentarios a que daría pie este breve texto del evangelio, pero sí quiero hacerme una consideración. La rectitud de la vida y la bondad del corazón son buen caldo de cultivo para encontrar el camino del Reino de Dios; un camino que nos lleva a una profundidad de la vida, pero que nos abre a lo trascendente, nos abre al misterio de Dios, porque solo en Dios es donde vamos a encontrar plenitud, en donde podremos vivir eso bueno que llevamos en el corazón pero sin sombras.
No es fácil muchas veces con tantas sombras que nos rodean y que podrían contagiarnos esa oscuridad. La fe nos va a dar esa fortaleza que necesitamos para mantener esa rectitud de nuestra vida y ese buen corazón y no dejarnos arrastrar por tantas insinuaciones que recibimos de nuestro entorno, de la misma manera que esa rectitud por la que luchamos y queremos mantener nos ayudará a buscar a Dios y su gracia.
Dejémonos sorprender por esa bondad de Dios que nos sale al encuentro y que a pesar de las sombras del mundo sin embargo podemos ver reflejada en tantos en nuestro entorno. Y es que los buenos ojos con que nosotros queremos mirar nos harán descubrir esa bondad de los demás, nos estarán abriendo a ese encuentro con los otros y en consecuencia a ese encuentro con Dios.

No hay comentarios:

Publicar un comentario