domingo, 25 de agosto de 2019

Poniéndonos en camino con Jesús, aunque sea subida a la Pascua, nos llenaremos de salvación porque es paso de Dios


Poniéndonos en camino con Jesús, aunque sea subida a la Pascua, nos llenaremos de salvación porque es paso de Dios

 Isaías 66, 18-21; Sal 116; Hebreos 12, 5-7. 11-13; Lucas 13, 22-30
‘Señor, ¿serán muchos o pocos los que se salven?’, se acercan unos a preguntarle a Jesús. Una pregunta interesante que puede indicarnos muchas cosas. Porque si algo de fe tenemos en el fondo de lo que hacemos está más o menos ese planteamiento. ¿Lo que estamos haciendo nos hará entrar en el cupo de los que alcanzan la salvación? Quizá sea un planteamiento que sigue latente en nosotros.
Como en la vida cuando nos encontramos con una oferta limitada pero con muchos demandantes. A ver si tenemos suerte, nos decimos. Y algunos se plantean algo así como jugando con la suerte, por ejemplo, cuando quieren ganar unas oposiciones;  son tantos los demandantes y tan escaso el numero de plazas, que ya no miramos lo que sabemos sino como en una lotería a ver si nos cae la suerte, a ver si llegamos al cupo. Como un currículum que tenemos que presentar y allí pondremos todos nuestros méritos, lo que hemos hecho o los títulos que podamos tener y vamos a ver si lo alcanzamos. Pero es en tantas cosas de la vida en las que andamos en el deseo de alcanzar algo y no sabemos si vamos a llegar.
Claro que el planteamiento que le hacen a Jesús es de una mayor trascendencia porque se trata en fin alcanzar la vida eterna. Ya recordamos que alguno le vendrá a preguntar a Jesús qué es lo que tiene que hacer para alcanzar la vida eterna. Hacer cosas… Y en tiempos no tan lejanos así andaban muchas veces los cristianos que se consideraban más piadosos; tenían una lista de todo lo que habían hecho, las misas a las que habían asistido, los rosarios que habían rezado, las peregrinaciones a santuarios que hayan realizado, una contabilidad a ver si tenían méritos suficientes. Una vez alguien me decía que él tenia que salvarse porque había hecho los primeros viernes no se cuantas veces, pero ahora ya ni venía a Misa.
Es cierto que la respuesta de Jesús en principio parece paradójica con aquello de la puerta estrecha por la que no todos podrán entrar. Como si se tratara de un cúmulo de dificultades que se nos ponen y tenemos que sortear. No va por ese sentido la respuesta de Jesús. No olvidemos que El nos dice que quiere que todos se salven y lleguen a conocimiento de la verdad.
Porque hay una cosa que hemos de tener clara que si es salvación - y tenemos en cuenta el mismo sentido de la palabra - es algo que se nos ofrece y que se nos regala. Somos salvados por un Salvador; no somos nosotros los salvadores de nosotros mismos. Viene Jesús y ofrece su vida, derrama su sangre para salvación de muchos que dice el evangelio; es El quien nos salva, quien nos hace el regalo de su vida divina, quien nos inunda con su Espíritu para que podamos ser hijos de Dios, porque ya Dios nos ama como sus hijos.
 Lo que necesitamos nosotros es ponernos en camino con Jesús, seguir sus pasos para vivir su vida. Estas palabras de hoy de Jesús las dice mientras van subiendo a Jerusalén; y Jesús sube a Jerusalén para la Pascua, una Pascua que va a ser muy especial; no solo va a ser el recuerdo y celebración de una pascua antigua cuando Dios los liberó de la esclavitud de Egipto – ya entonces se tuvieron que poner en camino y atravesar un desierto para llegar a la tierra prometida – sino que es un nuevo paso salvador de Dios para toda la humanidad. Y tenemos que ponernos también en camino, en camino con Jesús.
Es un camino nuevo, es el camino que nos señala en el evangelio; es un camino de superación y crecimiento; no es un camino que se reduce a hacer cosas, es un camino de transformación de vida, de renovación interior; es un camino en que tenemos que arrancarnos del hombre viejo de corrupción, de muerte y de pecado, es un camino de libertad interior. Y eso no es fácil.
Ya vemos cómo a muchos les costaba entender a Jesús y lo rechazan porque aquellos nuevos caminos no los entendían, no eran capaces de seguirlo porque preferían seguir por sus viejos y rutinarios caminos; habían entendido la religión simplemente como el cumplimiento de unos ritualismos y cuando Jesús quiere darle profundidad a la vida y al culto que han de darle a Dios, lo rechazan.
Seguir los caminos nuevos de Jesús nos descoloca, es cierto, porque nos hace emprender un nuevo estilo y un nuevo sentido, nos crea una ruptura interior. Y esos caminos se hacían costosos, no porque no se nos ofreciera algo nuevo que iba a llenarnos de plenitud, sino porque nos cuesta arrancarnos de los ritualismos o las rutinas en que siempre hemos vivido. El camino se hace angosto, la puerta es estrecha.
La salvación no era algo mágico que se nos ofreciera a cambio quizá de unas papeletas, un listado o una contabilidad, sino que la salvación la vamos a vivir dentro de nosotros mismos con un nuevo sentido de plenitud de cuanto hacemos, con una nueva libertad interior, con una nueva paz que sentimos en nosotros cuando nos llenamos de Dios. Y en esa trascendencia de la vida esto tendría valores de plenitud y de eternidad porque es vivir en Dios para siempre.
Finalmente Jesús nos está diciendo que no nos valen méritos antiguos, ni méritos acumulados en razón de decir nosotros hemos sido cristianos de siempre, porque somos de un pueblo de cristianos o en nuestra familia siempre hemos sido muy religiosos. Nos propone una pequeña parábola de la puerta que se cierra y algunos no podrán entrar y se quedarán fuera, mientras verán venir de oriente y de occidente, del norte y del sur, quienes se van a sentar en la mesa del Reino de Dios.
¿Estaremos dispuestos a ponernos en camino con Jesús?

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