sábado, 3 de agosto de 2019

Cuidado las pendientes en que nos pongamos en la vida que resbalamos hasta caer y luego vienen las malas conciencias


Cuidado las pendientes en que nos pongamos en la vida que resbalamos hasta caer y luego vienen las malas conciencias

Levítico 25,1.8-17; Sal 66;  Mateo 14,1-12
Cuando tenemos mala conciencia por algo que hemos hecho si hay un mínimo de sensibilidad en nosotros nos sentiremos inquietos, algo pesa dentro de nosotros que no nos deja tranquilos y llegamos incluso a ver en lo que luego nos está sucediendo como consecuencias de aquello malo que hicimos y de alguna manera nos arrepentimos y quisiéramos actuar en delante de otra manera.
Claro que también está el que ha insensibilizado su conciencia y trata de olvidar como si nada hubiera pasado, tratando así de acallar esas voces que pudieran surgirnos en nuestro interior. Quien no tiene conciencia seguirá actuando quizá de la misma manera porque hasta vería como natural el que actuáramos así. Diversas maneras que tenemos de afrontar nuestra propia vida y aquellas cosas en las que hemos errado o en con las que hemos hecho mal a los demás.
Herodes ha oído hablar de Jesús, del mensaje que enseña y de las obras maravillosas que hace. Pero se siente incómodo, como se sienten incómodos los que tienen mala conciencia de lo que hacen cuando se encuentran con una persona que actúa rectamente, que enseña lo bueno y que hasta es ejemplo de vida para los demás. Por eso su reacción es pensar si acaso Jesús, el profeta de Nazaret del que le hablan, no sería Juan Bautista al que él había mandado decapitar. 
Quizá en un primer pensamiento tendríamos que plantearnos cómo nosotros reaccionamos ante lo bueno que vemos en los demás si somos conscientes del mal que muchas veces se nos mete en el corazón.
El evangelio ve ocasión en estas reacciones de Herodes para narrarnos lo que había sucedido. La vida de Herodes no era precisamente una vida recta. Conocida es su vida libidinosa y como se dedicaba más que nada a sus fiestas y sus orgías. Sigue siendo la tentación de los poderosos que se aprovechan de su poder para vivir una vida muchas veces licenciosa. Cuántas corruptelas se ocultan tantas veces detrás del poder. En nuestra sociedad comienza a salir a flote tanta corrupción de los que se aprovechan de la forma que sea de su poder y de su influencia. Demasiado envueltos en maldad vivimos en nuestra sociedad y cómo tendríamos que estar alertas.
Nos narra el evangelista que a Herodes le gustaba escuchar a Juan, pero podía más en él al final sus deseos de placer y sus corruptelas. Juan le hablaba claramente y le denunciaba la situación de pecado en la que vivía. Y por las influencias de quien era causa de pecado para él, termina por meter en la cárcel a Juan. Pero Heroidas no parará hasta lograr quitar de en medio a quien era una denuncia para su vida. La ocasión la da una de aquellas fiestas convertidas en orgías en las que se rodeaba Herodes de sus cortesanos y en la que la hija de Herodías bailó para el rey.
Fue el momento de debilidad final cuando nuestro corazón está ensombrecido y nuestra mirada es turbia. Encantado con el baile de Salomé le ofrece lo que le pida aunque sea la mitad de su reino. Es la ocasión de Herodías que convence a su hija para que pida la cabeza de Juan Bautista. Quien está en la pendiente fácilmente rueda cuesta abajo y es lo que sucedió a Herodes, sus juramentos, sus respetos humanos, su prestigio real, toda la maldad acumulada en su corazón le llevan a dar la orden de decapitar al Bautista. Más tarde vendrá la mala conciencia de la que no se sabe cómo salir.
Un toque de atención a nuestra vida, una llamada. Cuidado con las pendientes en las que nos pongamos en la vida, que resbalamos hasta caer. ‘No nos dejes caer en la tentación’, decimos en el padrenuestro, ‘líbranos del mal’, le pedimos al Señor.

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