lunes, 1 de julio de 2019

En torno a Jesús vemos que hay inquietud y surgirán muchas personas deseosas de querer imitar el maestro, de irse con El aunque seguirle tiene sus exigencias


En torno a Jesús vemos que hay inquietud y surgirán muchas personas deseosas de querer imitar el maestro, de irse con El aunque seguirle tiene sus exigencias

Génesis 18,16-33; Sal 102; Mateo 8,18-22
Signos de vitalidad se dan en una comunidad cuando vemos que la gente anda inquieta, no está siempre satisfecha con lo que tiene o con lo que hace, siempre está en movimiento buscando como hacer mejor las cosas y así surgen iniciativas que se ponen en común y se ofertan para ver qué más o mejor podemos hacer, y así vemos personas que se sienten llamadas de lo más hondo de si mismas y ofrecen sus cosas o se ofrecen ellas mismas, para ver en que se puede participar, como pueden hacer crecer más y mas la comunidad.
Mientras podemos contemplar pueblos amorfos, donde nadie se mueve para tener una iniciativa, todos están como a la expectativa a ver que hacen los otros, pero no surgen esas personas con valores que cuiden de dar vida a esa comunidad; pueblos amorfos, que pareciera que están dormidos o que ya no tuvieran vida porque lo que hacen es como dejarse arrastrar por la monotonía y la rutina. No hay vida, parece que todo está muerto, todos viven en esa dejadez.
Ejemplo palpable de esto lo podemos ver en tantas comunidades, en que nadie se compromete, donde no surgen esos nuevos lideres que conduzcan por nuevos derroteros a la comunidad, donde no vemos florecer esas personas con inquietud que sean capaces de movilizar a los demás. Comunidades muertas, en su desgana, en su rutina, en su conservadurismo, que languidecen poco a poco.
En torno a Jesús vemos que hay inquietud y surgirán muchas personas deseosas de querer imitar el maestro, de irse con El. En el evangelio de hoy tenemos dos ejemplos claros. Uno se ofrece estando dispuesto a todo y el otro escucha la invitación del Maestro. Pero este tiene sus cosas pendientes; le queda mucho de muerte en su alma; hay apegos en su corazón. Lo que se nos dice en el evangelio de que tenia que ir a enterrar a su padre es algo muy sintomático. Apegos del corazón, ataduras de las que no sabemos desandarnos, signos de muerte que muchas veces permanecen entre los pliegues de nuestro corazón, aunque tengamos buena voluntad y buenos deseos. Es como una rémora que nos frena, que nos impide ir más allá, no vemos otros horizontes sino que seguimos siempre en lo mismo. Cuantas cosas nos retrata ese pequeño detalle de tener que ir a enterrar a sus muertos.
El primero en su generosidad explosiva se ofrece para todo. ¿Hasta donde estará dispuesto a llegar? Si yo tuviera tiempo, decimos tantas veces, y hacemos hasta una lista de todas las cosas que haríamos, pero al final nos quedamos en nada, porque en nosotros sigue pesando que no tenemos tiempo.
Digo esto como ejemplo, de otros sueños, otras aspiraciones que podamos tener pero que sea algo fácil, que sea algo que yo pueda hacer, que no me quite mi tiempo de lo que ya son mis ocupaciones, que sea aquí cerca, y no tenga que ir por otros sitios desconocidos, y así pensamos en tantas cosas cuando queremos aparecer como muy generosos y siempre dispuestos, pero que cuando vemos la dificultad ya no nos ofrecemos tan alegremente. ‘Las zorras tienen madrigueras y los pájaros nido…’ bueno que yo tenga unas mínimas cosas para poder realizar mi tarea y quizá lo que estamos es buscando facilidades para que no se nos complique mucho la vida.
‘El Hijo del Hombre no tiene donde reclinar la cabeza’. ¿No recordamos que allá en Belén no había ni sitio en la posada para tener una cuna para su nacimiento? Cuando nos ponemos a seguir a Jesús no podemos estar pensando en esas cosas técnicas, o en esas cosas que nos faciliten nuestra tarea, para entonces verlo fácil eso de seguir a Jesús.  Muchas veces o miramos para atrás cuando ponemos la mano en el arado o estamos pidiendo que se nos pongan a disposición unos medios para yo poder comprometerme en esa tarea de la evangelización.
Y no es ese el estilo de Jesús. Pensemos en cuantos medios queremos tener a nuestra disposición, porque de lo contrario no sabríamos qué hacer en las tareas pastorales. No digo que no los utilicemos, sino que no los convirtamos poco menos en cosas absolutamente necesarias, absolutos, para poder realizar la tarea de la evangelización.

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