sábado, 1 de diciembre de 2018

Despiertos, vigilantes, atentos son actitudes que se han de traducir en nuestras posturas, en nuestras acciones, en nuestra manera de vivir también nuestra fe



Despiertos, vigilantes, atentos son actitudes que se han de traducir en nuestras posturas, en nuestras acciones, en nuestra manera de vivir también nuestra fe

 Apocalipsis 22,1-7; Sal 94; Lucas 21,34-36
 ‘Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir y manteneros en pie ante el Hijo del hombre’. Así Escuchamos en el evangelio de este ultimo día del año litúrgico, aunque mañana el evangelio nos volverá a repetir el mismo mensaje.
¿Qué significa estar despierto? Físicamente podemos estar despiertos del sueño con los ojos bien abiertos, pero sin embargo no estar atentos, no estar vigilantes, porque nuestra mente o está dormida o está entretenida en otras cosas que no nos permiten prestar atención a lo verdaderamente importante. Cuántas veces estamos en una conversación entre amigos, pero de repente nos damos cuenta que nosotros mismos o uno de los que están en la conversación parece que no se entera, está allí pero no está, no nos sigue, está distraído, no se entera de lo que estamos hablando.
Cuántas veces vamos así por la vida. Y no es solo que estemos distraídos cuando estamos con los demás porque nuestra mente está en otra parte, porque quizá andamos con nuestras preocupaciones y problemas que nos agobian y no sabemos como salir adelante, sino que son también las actitudes que podemos tener en que cerramos los ojos, y no los de la cara, para no ver ni enterarnos de lo que sucede a nuestro alrededor. Podemos muchas veces aislarnos, meternos en nuestro mundo, encerrarnos en nosotros mismos y no dejar que llegue ninguna luz a nuestro interior.
Quizá no nos gusta ni nos agrada la situación de nuestro mundo, la solución que se da habitualmente a los problemas pero eso no ha de llevarnos a ponernos en distancia como si eso no nos afectara ni nos tocara a nosotros. El aislamiento lo podemos tener también buscando otros sucedáneos, cosas artificiales que nos creamos o cosas de las que nos valemos para olvidar porque no queremos complicarnos la vida.
Muchos quieren vivir la vida a su aire, y se dejan llevar por todas aquellas complacencias que les pueden dar una felicidad artificial y que entonces creyéndose felices en lo que viven en su superficialidad les lleve a no pensar en esas otras cosas importantes de la vida que quizá muchos están sufriendo a su alrededor. Se han creado un mundo artificial en el que solo buscan su propio placer, que no es precisamente felicidad. Pensemos de cuantas cosas nos valemos – alcohol, droga, sexo, sensualidades de todo tipo… que solo satisfacen los sentidos – para buscar ese aislamiento, ese andar así como dormidos para los problemas verdaderos de la vida.
Hoy Jesús nos invita a despertar, porque aunque arduos sean los problemas y oscuro nos parezca el mundo en que vivimos del que nos queremos escaquear, el Señor viene a nosotros, se hace presente en nuestra vida y en medio de ese mundo concreto porque El quiere ser esa verdadera Luz, esa verdadera salvación para nosotros y para nuestro mundo. Nos invita a despertar para que no nos dejemos aturdir por cuanto pueda suceder a nuestro alrededor y estemos atentos a su presencia. ‘Viene el Hijo del Hombre’, nos dice, llega el Señor a nuestra vida y es quien verdaderamente nos renovará y renovará nuestro mundo. Hemos de estar atentos a las señales de su llegada a nosotros.
‘No se os embote la mente con el vicio, la bebida y los agobios de la vida, y se os eche encima de repente aquel día’, nos dice. Despiertos, vigilantes, atentos son actitudes que se han de traducir en nuestras posturas, en nuestras acciones, en nuestra manera de vivir también nuestra fe. Es una atención y vigilancia para escucharle, para escuchar allá en lo hondo de nuestro corazón su palabra; atentos, vigilantes para descubrir y sentir su gracia por eso los ojos de nuestro espíritu han de estar abiertos para Dios; eso significa también un espíritu de oración para entrar en esa sintonía de Dios. Muchas mas cosas podríamos pensar en como hemos de expresar esa vigilancia, ese estar despiertos.
Dejemos que el Señor nos hable al corazón y a cada uno nos vaya señalando lo que nos pide. Con sinceridad pongámonos ante Dios.

viernes, 30 de noviembre de 2018

Celebramos a San Andrés que pronto dijo Sí al proyecto de Jesús y pronto comenzó a hacer su anuncio para nosotros tener también esa misma prontitud


Celebramos a San Andrés que pronto dijo Sí al proyecto de Jesús y pronto comenzó a hacer su anuncio para nosotros tener también esa misma prontitud

Romanos 10, 9-18; Sal 18; Mateo 4, 18-22

Que alguien llegue a tu lado y de buenas a primeras te diga que te vayas con él, aparte de no ser algo muy habitual, creo que nos quedaríamos indecisos ante lo que hacer. ¿Me voy con él? ¿Para qué me quiere? ¿Qué quiere decirme o qué quiere enseñarme? Con lo desconfiados que somos a veces en la vida, no creo que la respuesta sea algo que demos inmediatamente. Nos lo tenemos que pensar.
Hoy en el evangelio vemos, sin embargo, la prontitud con que dieron respuesta aquellos pescadores del lago de  Galilea a la invitación que les hacia Jesús. ¿Fue una respuesta inmediata? La aparición de Jesús por aquellos lugares tampoco era cosa de ese momento con toda seguridad. Habría ido dándose a conocer, en círculos pequeños quizás habría ido hablando de sus proyectos; es lo que normalmente se suele hacer.
Si compaginamos unas páginas con otras del evangelio, Juan nos habla de su primera llamada y encuentro con Jesús estando con Andrés allá en las orillas del Jordán cuando habían ido a escuchar a Juan y el Bautista les había presentado a Jesús como el Cordero de Dios que viene a quitar el pecado del mundo. Nos detalla el evangelista que se habían tras Jesús y cuando Jesús se había vuelto hacia ellos preguntándoles qué es lo que buscaban, al preguntarle dónde vivía, los había invitado a ir con El. ‘Venid y lo veréis’.
Ya Andrés, entonces, se había quedado impresionado con Jesús – no sabemos donde estuvieron ni de qué hablaron – pues tan pronto se encuentra con su hermano Simón le dice que han encontrado al Mesías y se lo lleva para que conozca a Jesús.
Allí ellos buscaban y Jesús les invita a estar con El para que le conozcan. Ahora es Jesús el que pasar por la orilla, cuando ya había hecho los primeros anuncios del Reino de Dios, es el que invita primero a Simón Pedro y a Andrés luego también a Santiago y Juan a irse con El para hacerlos pescadores de hombres. Es el episodio que en la fiesta de san Andrés nos presenta el Evangelio en su liturgia.
El primer anuncio que Jesús va haciendo del Reino de Dios que llega, de que hemos de creer en esa Buena Noticia que significa ese anuncio que va haciendo, y la conversión del corazón que es necesario hacer para creer en ese anuncio va sembrando inquietud entre quienes le escuchan. Algo nuevo va a comenzar, hay mucho que cambiar empezando por el corazón para que se haga realidad eso que anuncia Jesús.
No viene anunciando Jesús cambios externos, como tantas veces escuchamos que vamos a mejorar el mundo, pero destruimos todo lo que hay y enseguida comenzamos a dar normas y leyes para imponer esa revolución que pretendemos. No se comienza por cambiar las cosas externamente, sino que tenemos que comenzar por cambiar nosotros desde dentro de nosotros mismos. Esa es la verdadera revolución cuando vemos lo nuevo que hemos de vivir y entonces lo que tenemos que transformar dentro de nosotros. No cambiamos a los otros imponiendo nuestras cosas, sino que cambiamos nosotros desde nuestro interior. Es la Buena Noticia que nos trae Jesús y en la que hemos de creer.
Andrés, su hermano Simón Pedro, los hermanos Zebedeos estuvieron pronto para responder. Jesús les estaba invitando a algo nuevo, por eso les habla de otra pesca, otra manera de ver y entender la vida. Un proyecto que Jesús presenta y al que ellos se unen. Son capaces de dejarlo todo, de hacer esa transformación de sus vidas para entrar en el proyecto de Jesús. Formarían parte del grupo de los Doce, los Apóstoles enviados por Jesús al mundo.
Y hoy estamos celebrando a uno de ellos, que respondió, que dijo Sí, que pronto estuvo para hacer el anuncio como lo hizo con su hermano, para llevar a los demás a Jesús como lo hico con aquellos gentiles que un día le dijeron que tenían ganas de conocer a Jesús. Cuando hoy celebramos a San Andrés nosotros queremos hacer lo mismo que él, responder pronto, y pronto comenzar a hacer el anuncio, y pronto estar dispuestos a llevar a los que nos rodean para que también conozcan a Jesús. Queremos entrar en el proyecto de Jesús, queremos y tenemos que ser apóstoles en medio del mundo.

jueves, 29 de noviembre de 2018

Puede haber momentos tenebrosos en que nos parece que no vamos a encontrar salida, pero siempre hay una luz, una esperanza, podemos hacer y vivir un mundo nuevo


Puede haber momentos tenebrosos en que nos parece que no vamos a encontrar salida, pero siempre hay una luz, una esperanza, podemos hacer y vivir un mundo nuevo

Apocalipsis 18,1-2.21-23; 19, 1-3.9ª; Sal 99; Lucas 21,20-28

‘Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación’. Palabras de consuelo y esperanza, como todo lo que nos ofrece hoy la Palabra de Dios.
Y es que en la vida parece en ocasiones que vamos como derrotados. Vivimos pero porque simplemente nos dejamos llevar, las cosas van saliendo como una rutina porque quizá agobiados por muchas cosas parece que hemos perdido la ilusión. Hacemos cosas, decimos que vivimos, pero simplemente como ir poniendo piedras unas sobre otras algunas veces sin concierto, sin metas, dejándonos llevar. Pero nos hace falta despertar cada día con ilusión, con una ilusión nueva de cuanto podemos hacer, de lo que podemos mejor, de no querer dejarnos hundir, de no permitir que la rutina nos arrastre.
Es como si ya todo lo hubiéramos dado por perdido. Y cuando vamos en la vida derrotados tenemos como miedo hasta de expresarnos en lo más hondo que sentimos, de manifestarnos como somos, de que en el fondo tendríamos que estar en cada momento con deseos de crecer, pero al mismo tiempo de hacer crecer nuestro mundo, de que haya más humanidad, de que aprendamos a valorar las cosas buenas que nos vamos encontrando aunque nos parezcan insignificantes.
Y un cristiano nunca se puede sentir derrotado, aunque haya cometido muchos errores, aunque muchas veces las cosas no le hayan salido bien, aunque haya muchos problemas en si mismo o en su entorno. El cristiano siempre tiene que ser una persona de esperanza, poner ilusión en lo que hace porque sabe que está siempre poniendo su granito de arena para que el mundo sea mejor. Y es que el cristiano no se siente solo. Sabe de quien se fía, en quien pone toda su confianza.
Jesús hoy en el evangelio, en el texto que se nos ofrece en la liturgia de este día parece que nos hace una descripción un tanto derrotista. Nos habla de guerras, de venganzas, de destrucción de la ciudad santa de Jerusalén y su templo lo que era una gran calamidad para un judío, nos habla de cataclismos estelares con lo que parece el fin del mundo, pero sin embargo al final, tras esa descripción un tanto catastrofista, nos dice: ‘Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación’.
Al final una palabra que lo transforma todo, una palabra que nos llena de esperanza, una palabra que nos anuncia victoria y triunfo, como lo hace también hoy el libro del Apocalipsis, ‘se acerca vuestra liberación’. Algo nuevo va a comenzar. Aquello que había anunciado con las palabras del profeta en la sinagoga de Nazaret comienza a tener cumplimiento. Es el día del Señor, es el Año de Gracia, es el momento de la libertad, de una libertad nueva que solo en Cristo precisamente podemos encontrar.
Puede haber momentos malos en la vida, momentos tenebrosos en que nos parece que no vamos a encontrar salida, pero siempre hay una luz, siempre hay una esperanza, podemos hacer y vivir ese mundo nuevo. No podemos perder la esperanza, la ilusión, las ganas del crecimiento, los deseos de luchar, el empeño que hemos de poner en todo lo que hacemos, darle intensidad a la vida. Hay una esperanza en nosotros que nos impulsa. No nos quedaremos aturdidos ni con los brazos cruzados. El Espíritu del Señor está con nosotros. Siempre podemos recordar y escuchar: ‘Dichosos los invitados a las Bodas de Cordero’.

miércoles, 28 de noviembre de 2018

Tenemos que despertarnos, alejar de nosotros temores y cobardías, fortalecernos en nuestra fe y dar valientemente la cara porque el mundo espera a pesar de todo y necesita nuestro testimonio


Tenemos que despertarnos, alejar de nosotros temores y cobardías,  fortalecernos en nuestra fe y dar valientemente la cara porque el mundo espera a pesar de todo y necesita nuestro testimonio

Apocalipsis 15,1-4; Sal 97; Lucas 21,12-19

Te lo había advertido, sabías bien que eso te podía pasar, te hablé claro para que estuvieras prevenido… cosas así seguramente nos han dicho más de una vez cuando hemos tenido que enfrentarnos a momentos difíciles, a problemas o dificultades en aquello que estábamos haciendo y que al sucedernos quizás nos quedamos preocupados y sin saber bien cómo afrontarlo. Son cosas de todos los días, de las luchas de cada día y de los buenos consejos que siempre un amigo tiene para nosotros para prevenirnos, quizá desde su experiencia para lo que nos pudiera pasar.
Cuando los cristianos tenemos dificultades para vivir nuestra fe, sentimos inquietud y agobio en nuestro interior y de alguna manera nos llenamos de temor ante lo que nos pudiera pasar. Quisiéramos que todo fuera tranquilo y en paz, que no tuviéramos dificultades, que pudiéramos vivir nuestra vida y expresar nuestra fe con total libertad y respeto por parte de todos. Pero ya sabemos que el discípulo no es mayor que su maestro.
Tenemos miedo a la soledad en esos momentos, porque el tormento se haría muy fuerte; enfrentarnos a momentos de contradicción con los que nos rodean no nos gusta y nos hace sentir mal y causa sufrimiento en nuestro corazón. Jesús nos advirtió de esas persecuciones que podríamos vivir, y si El pasó la soledad de Getsemaní solo acompañado por el ángel del cielo, nos asegura que no estaremos solos porque su Espíritu estará siempre con nosotros.
Hay momentos en que nos pueden parecer lejanas esas situaciones y que a nosotros no nos van a llegar y en estos tiempos vamos a vivir momentos así. Pero bien sabemos como esa persecución está presente hoy en nuestro mundo de muchas maneras. Quizá pensamos en otros lugares, y escuchamos en estos días como en Republica Centroafricana están sucediendo en estos momentos situaciones de persecución, o que en la China a pesar de los últimos acuerdos con la Santa Sede las cosas no están claras y los cristianos fieles a Roma siguen teniendo dificultades, y que de muchos países de América nos llegan noticias de muertes de sacerdotes, y así en tantos y tantos países a lo largo de nuestro mundo.
Pero tenemos que pensar en algo más cercano a nosotros como puede ser en nuestro propio país, donde la intolerancia de tantos está poniendo dificultades para la expresión libre de nuestra fe, de cómo aparecen en los medios de comunicación tantos desprecios a la religión y a la fe, al sentido cristiano de la vida y al actuar de la Iglesia con manifestaciones irrespetuosas y soeces que se atreven a hacer hasta en las puertas de nuestras iglesias, como ha sucedido en días pasados. Cuántas reticencias a la manifestación de lo cristiano en nombre de no sé qué libertades, porque parece como si se tratase de imponer un mundo sin religión, sin valores espirituales, y desterrando todo lo que suene a cristiano.
Desgraciadamente los cristianos no somos lo suficientemente valientes para manifestar nuestra fe públicamente y la frialdad con que vivimos el sentido religioso de la vida nos hace ir abandonando paulatinamente esas expresiones religiosas por miedo, por cobardía, por inseguridad, por falta de firmeza en nuestros principios dejando el campo abierto a que los demás hagan lo que quieran.
Tenemos que despertarnos; tenemos que alejar de nosotros todos esos temores y cobardía; tenemos que fortalecernos en nuestra fe y dar valientemente la cara. El mundo espera a pesar de todo y necesita nuestro testimonio. ‘Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas’, nos dice el Señor.

martes, 27 de noviembre de 2018

Somos los hombres y mujeres de la esperanza, y es el optimismo con que siempre miramos y vivimos la vida a pesar de las incertidumbres y las oscuridades


Somos los hombres y mujeres de la esperanza, y es el optimismo con que siempre miramos y vivimos la vida a pesar de las incertidumbres y las oscuridades

Apocalipsis 14,14-19; Sal 95; Lucas 21,5-11

Aun siendo muy optimistas siempre sentimos en nuestro interior una cierta inquietud por el futuro. ¿Qué será del mañana? ¿Qué cosas pueden suceder? ¿Lo que voy emprendiendo en la vida tendrá futuro?
Por otra parte cuando en la vida social, en el momento en que se vive, parece que las cosas no están tan claras, que hay turbulencias en la vida, por reina cierta confusión, porque parece que lo que hay es una lucha sin cuartel de unos contra otros, ya suceda en el ambiente cercano en que vivimos, ya lo contemplemos en la vida social y política porque incluso aquellos que tendrían que ser dirigentes sensatos lo que hacen es llenarnos de confusiones con sus luchas y sus intereses tan partidistas, más inquietudes sentimos y mayor intranquilidad se nos mete en el cuerpo, por decirlo así. ¿Será un poco lo que vivimos en el panorama actual?
Por otra parte el hombre siempre ha sentido inquietud en su interior por el final; ya sea su propio final cuando le llegue la hora de la muerte y hay que haber llenado la vida de mucha trascendencia y espiritualidad para superar ese como miedo; ya sea en el final de la historia, de la humanidad, o del mundo en que vivimos. Sabemos que un final vendrá, porque todo esto no es permanente, pero ¿cómo será ese final? Agoreros se repiten a lo largo de la historia que nos anuncian inminente ese final o incluso tenemos la experiencia de quienes nos han venido incluso poniendo fechas.
Pero ¿no nos ha de inquietar todo eso? ¿Podemos vivir algo así como a lo loco a ver lo que sale? ¿O vamos a amargarnos por ese incierto final, que no sabemos cuando será? Esto es algo que todos vivimos o sentimos, salvo que cerremos los ojos, y además es cosa que se vive y se siente en todos los tiempos.
Hoy nos invita Jesús en el evangelio a no llenarnos de temor, a no vivir con angustia estos momentos, a poner esperanza en nuestro corazón. El evangelista al trasmitirnos las palabras de Jesús, y quizá por el momento que estaba viviendo al redactar el evangelio nos entremezcla diversas situaciones.
Parte de la pregunta que se hacen cuando contemplan la belleza del templo de Jerusalén que aparece en primer plano desde una visión desde el Monte de los Olivos y la hermosura de la ciudad que se desparrama en su derredor. Y Jesús les anuncia que todo aquello un día será destruido, que no quedará piedra sobre piedra. Quizá cuando se redacta el evangelio ya habían sucedido esos acontecimientos de la destrucción de la ciudad santa. Pero aquello para los judíos era como una hecatombe final, al ver destruido lo que más amaban como era su ciudad y el templo con todo lo que significaba para un judío.
Es por lo que surgen esas palabras de Jesús que nos hablan del final de los tiempos y de la angustia que se apoderará de toda la humanidad. Pero para una y otra situación Jesús les dice que cuando oigan hablar de todas esas cosas no tengan pánico. Les habla de tiempos de confusión. ‘Cuidado con que nadie os engañe. Porque muchos vendrán usurpando mi nombre, diciendo: Yo soy, o bien El momento está cerca; no vayáis tras ellos. Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. Porque eso tiene que ocurrir primero, pero el final no vendrá en seguida’.
Recojamos estas palabras de Jesús que nos valen también para los momentos que vivimos donde tanto reina la confusión. ‘No tengáis pánico’, nos dice. Con serenidad tenemos que afrontar la vida con todos sus problemas, porque siempre nosotros los que seguimos a Jesús tenemos que ser instrumentos de paz. Y la paz tenemos que llevarla en nuestro espíritu, en nuestro corazón, porque será la manera de cómo la contagiemos a los demás.
Nos será difícil y nos costará porque todo puede parecer lucha en nuestro alrededor, pero el Evangelio siempre tiene que ser luz para todos los hombres y esa luz la tenemos que llevar nosotros con nuestra vida, con nuestro buen hacer, con ese amor con que vivimos, con esa preocupación que podamos sentir por nuestro mundo y por los demás.
Nosotros somos los hombres y mujeres de la esperanza, y de ella tenemos que contagiar a nuestro mundo y a cuantos nos rodean. Es el optimismo con que siempre miramos la vida, vivimos la vida a pesar de las incertidumbres y las oscuridades.


lunes, 26 de noviembre de 2018

La viuda que echó los dos reales en el cepillo del templo no va a salir en las fotografías de los famosos


La viuda que echó los dos reales en el cepillo del templo no va a salir en las fotografías de los famosos

Apocalipsis 14,1-3.4b-5; Sal 23; Lucas 21,1-4

¿Nos estaremos acostumbrando a que cuando se haga cualquier cosa nos hagamos la foto de rigor para ponerla en las redes sociales y todo el mundo sepa cuantas cosas hago yo? Ahora nos ha entrado el prurito de la comunicación a través de las redes sociales y compartimos con los amigos lo que vemos, lo que hacemos, lo que nos gusta o también en algunas ocasiones algunas críticas ante las cosas que no nos gustan. Son nuevos medios de comunicación, de estar en contacto con los otros al menos a través de las redes sociales aunque también sabemos del peligro de que no tengamos la misma comunicación con los que están a nuestro lado.
Vaya esto como un comentario que nos pueda hacer reflexionar y revisar muchas de las cosas que hacemos y que algunas veces no sabemos ni por qué las hacemos. Pero volviendo a lo de la foto también nos hemos acostumbrado a esas fotos de rigor que se publican pero que se hacen desde el orgullo y quizás la prepotencia de hacer ver lo buenos que somos cuando hacemos tantas cosas por la sociedad. Cuando se acercan las elecciones ya estamos acostumbrados a ver esas fotos, esos anuncios y todas esas patrañas en algunas ocasiones para cultivar nuestro ego pero también para atraer la admiración de los demás por lo que hacemos y de paso unos votos (!).
Claro que en esas fotos no salen los que hacen cosas pequeñas y sencillas pero muy llenas de amor y de desprendimiento. Tantos que humildemente hacen por los demás, tantos que desde su humildad y también desde su pobreza sin embargo son capaces de compartir con generosidad calladamente y aunque nadie lo sepa. Tantos que se desprenden de lo suyo, y no solo de cosas, sino de si mismos para pensar en los otros y gastar su vida haciendo el bien, aunque nadie lo note, aunque nadie lo valore, aunque nadie lo agradezca. Y aunque no salen en la foto hay muchos corazones generosos así.
La viuda pobre del evangelio a las puertas del templo no hubiera salido en ninguna foto. Mientras antes que ella otros entre grandes aspavientos ponían sus monedad en el cepillo del templo para que todos se enterasen de lo buenos y generosos que eran, ella calladamente no echó de lo que le sobraba sino todo lo que tenía para sobrevivir.
Sabemos de ella porque aquel que ve los corazones y premia de verdad nuestras buenas acciones estaba viendo lo que allí sucedía. De ahí la alabanza de Jesús haciéndoles notar a los discípulos la grandeza de aquella humilde mujer. Allí estaba la generosidad de aquel corazón, allí estaba la grandeza de espíritu de aquella mujer. Sin aspavientos, sin hacerse notar, calladamente, pero una generosidad muy grande en su corazón estaba manifestando también como ella ponía su corazón en el Señor, en El confiaba y en sus manos se ponía.
Y nosotros que andamos rebuscando en nuestros bolsillos pensándonos muy bien cuanto ‘podemos’ compartir. Y no son las monedas que llevemos en nuestro bolsillo o las pocas o muchas cuentas que tengamos en el banco, es la disponibilidad para el servicio, es el dar nuestro tiempo, es el poner nuestra persona en actitud de servicio para hacer siempre y a quien lo necesite sea quien sea todo lo bueno que podamos sin esperar gratitudes ni recompensas. Porque aun andamos buscando a ver quien nos va a dar el ciento por uno de lo generosos que nosotros hayamos sido.
Otras tienen que ser nuestras actitudes, otros son nuestros valores, es la generosidad del corazón que ama de verdad. Cuantas cosas tendremos que revisar en nuestras actitudes y posturas, en nuestra manera de hacer las cosas para que no busquemos la foto.

domingo, 25 de noviembre de 2018

Celebrar que Jesús es el Rey y Señor nos tiene que hacer pensar de cuantas cosas hemos de despojarnos para que seamos en verdad signos de ese Reino de Dios


Celebrar que Jesús es el Rey y Señor nos tiene que hacer pensar de cuantas cosas hemos de despojarnos para que seamos en verdad signos de ese Reino de Dios

Daniel 7, 13-14; Sal. 92; Apocalipsis 1, 5-8; Juan 18, 33-37

‘¿Eres tú el rey de los judíos?’ es la pregunta del gobernador a quien traían acusándolo de proclamarse el rey de los judíos. Pero quizá Pilatos estaría preguntándose en su interior qué fundamento tenía aquella acusación porque no había oído hablar él con todos los medios de información que tenia de revueltas ni revoluciones, de luchas ni de ejércitos derrotados porque sus legiones en nada de eso habían participado desde que de alguna manera habían sentado sus dominios sobre aquella tierra. Sabía, es cierto, que aquella tierra era levantisca, que grupúsculos de celotes hacían sus escaramuzas y soliviantaban a la gente, pero de éste que ahora presentaban nada sabía.
Las respuestas de Jesús nada le ayudaban. ‘¿Lo dices por ti mismo o porque otros te lo han dicho de mi?’, había sido la respuesta. ¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí: ¿Qué has hecho?’, sería la réplica de Pilatos. Seguía sin entender. Y ahora Jesús le habla de reinos de otros mundos, de reinos que no necesitan ni de guardias ni de ejércitos, y le habla de la verdad. Dados eran los romanos también a las filosofías por eso cuando Jesús le habla de que es Rey porque para eso ha venido al mundo, para ser testigo de la verdad, no quiere meterse en esos berenjenales, y aunque hace la pregunta no espera por la respuesta, ‘¿y qué es la verdad?’.
A quien medianamente fuera capaz de seguir lógicas humanas le resulta incomprensible que acusen a Jesús de querer hacerse rey, y rey a la manera de los poderes de este mundo. Mucho les había repetido Jesús a los discípulos que le seguían de cerca, que ni se preocuparan de primeros puestos ni de poderes, aunque en el corazón de ellos tuvieran esa ambición, y que entre ellos seria grande de verdad el que fuera capaz de hacerse el último y el servidor de todos. ‘No podéis hacer como hacen los poderosos de este mundo’, viene a decirles Jesús.
Por otra parte si en alguna ocasión las gentes se habían entusiasmado con Jesús y habían querido hacerlo rey, como allá en el descampado cuando lo de los panes, él se había ido solo a la montaña apartándose de aquella multitud enardecida y a los discípulos más cercanos los habían enviado de vuelta a Cafarnaún metiéndolos en una barca. Por otra parte si hace pocos días habían cantado hosannas y aleluyas en su honor en la bajada del monte de los Olivos y entrada en la ciudad, humilde se había presentado simplemente montado en un borrico, que no es animal que precisamente nos hable de poder, sino más bien de trabajo y de servicio.
Hemos de tener en cuenta todas estas cosas para entender lo incomprensible de este episodio ante Pilatos y podríamos recorrer más páginas del evangelio recordando el sentido que El le daba al Reino de Dios anunciado y que nos lo reflejaba en las diferentes imágenes de las parábolas, o recordando como nos deja como distintito el amor, un amor universal también a los que nos consideren enemigos y donde el perdón tenia que ser siempre un presupuesto principal.
El Reino de Dios, porque es a quien tenemos que proclamar en verdad como Señor y centro de nuestra vida, va por otros derroteros que no se apoyan en el poder, la superioridad, las grandezas humanas ni las vanidades que nos llenen de oropeles. Aunque tenemos que reconocer que sigue siendo una tentación para los que seguimos a Jesús en todos los tiempos y también podemos tenerla en nuestro tiempo de querer hacer del grupo de los queremos seguir a Jesús, un manifestación de poder y de grandezas humanas, que ya nos hemos rodeado de demasiados brillos de joyas y grandezas queriendo equipararnos incluso con los poderosos de este mundo. Y Jesús bien nos previno para que no cayéramos en esa tentación.
El reino de Dios ha de pasar por caminos de sencillez y de humildad como el de Belén, de generosidad y de servicio como el de la ultima cena donde veremos a Jesús postrado a los pies de los discípulos para lavárselos, caminos que no son ajenos a la entrega hasta el limite sin limites de dar la vida aunque vayan aparejado con el dolor y el sufrimiento como es el camino del calvario y de la cruz. Su reino es verdad no es a la manera de los reinos de este mundo.
Tiene la Iglesia que terminarlo de entender de una vez por todas. Cuando digo la Iglesia enseguida pensamos en la Iglesia institución, que también, sino en la Iglesia que somos todos los que seguimos a Jesús. Porque no lo entendemos seguimos nosotros como aquellos primeros discípulos dándonos codazos los unos a los otros, porque no nos aceptamos, porque no valoramos lo que los otros puedan hacer, porque siguen existiendo ambiciones y sueños en nuestro corazón que están bien lejos de los caminos del Evangelio.
Por ahí van nuestras divisiones, por ahí va nuestra incapacidad para perdonar, por ahí van las discriminaciones que seguimos haciéndonos los unos a los otros, por ahí va que sigamos nosotros mirando de reojo, no comprendiendo lo que los otros de bueno pueden hacer, con nuestras suspicacias y desconfianzas, con nuestras carreras para ver quien está más alto o viste mejores ropajes.
De cuantas cosas tenemos que despojarnos cuando queremos celebrar de verdad esta fiesta de Cristo Rey. Es que tienen que rechinar muchas cosas, cuando vemos a Jesús ante Pilatos despojado de todo y diciéndonos que El es Rey, mientras nosotros seguimos con nuestros orgullos y vanidades de todo tipo. Es incomprensible que celebremos así la festividad de Jesús Rey del Universo.
¿No tendríamos que pararnos a pensar un poquito en todas estas cosas? A alguno, o a muchos, le arderá y le dolerá la conciencia y queremos quitarnos esas ideas de encima, como Pedro que quería quitarle a Jesús de la cabeza la idea de que tenía que ir a Jerusalén donde sería entregado en manos de los gentiles que le darían muerte. Nosotros tenemos que escuchar bien las palabras de Jesús y aunque nos cueste este camino mirar que detrás de la cruz siempre estará la resurrección y la vida.