miércoles, 28 de noviembre de 2018

Tenemos que despertarnos, alejar de nosotros temores y cobardías, fortalecernos en nuestra fe y dar valientemente la cara porque el mundo espera a pesar de todo y necesita nuestro testimonio


Tenemos que despertarnos, alejar de nosotros temores y cobardías,  fortalecernos en nuestra fe y dar valientemente la cara porque el mundo espera a pesar de todo y necesita nuestro testimonio

Apocalipsis 15,1-4; Sal 97; Lucas 21,12-19

Te lo había advertido, sabías bien que eso te podía pasar, te hablé claro para que estuvieras prevenido… cosas así seguramente nos han dicho más de una vez cuando hemos tenido que enfrentarnos a momentos difíciles, a problemas o dificultades en aquello que estábamos haciendo y que al sucedernos quizás nos quedamos preocupados y sin saber bien cómo afrontarlo. Son cosas de todos los días, de las luchas de cada día y de los buenos consejos que siempre un amigo tiene para nosotros para prevenirnos, quizá desde su experiencia para lo que nos pudiera pasar.
Cuando los cristianos tenemos dificultades para vivir nuestra fe, sentimos inquietud y agobio en nuestro interior y de alguna manera nos llenamos de temor ante lo que nos pudiera pasar. Quisiéramos que todo fuera tranquilo y en paz, que no tuviéramos dificultades, que pudiéramos vivir nuestra vida y expresar nuestra fe con total libertad y respeto por parte de todos. Pero ya sabemos que el discípulo no es mayor que su maestro.
Tenemos miedo a la soledad en esos momentos, porque el tormento se haría muy fuerte; enfrentarnos a momentos de contradicción con los que nos rodean no nos gusta y nos hace sentir mal y causa sufrimiento en nuestro corazón. Jesús nos advirtió de esas persecuciones que podríamos vivir, y si El pasó la soledad de Getsemaní solo acompañado por el ángel del cielo, nos asegura que no estaremos solos porque su Espíritu estará siempre con nosotros.
Hay momentos en que nos pueden parecer lejanas esas situaciones y que a nosotros no nos van a llegar y en estos tiempos vamos a vivir momentos así. Pero bien sabemos como esa persecución está presente hoy en nuestro mundo de muchas maneras. Quizá pensamos en otros lugares, y escuchamos en estos días como en Republica Centroafricana están sucediendo en estos momentos situaciones de persecución, o que en la China a pesar de los últimos acuerdos con la Santa Sede las cosas no están claras y los cristianos fieles a Roma siguen teniendo dificultades, y que de muchos países de América nos llegan noticias de muertes de sacerdotes, y así en tantos y tantos países a lo largo de nuestro mundo.
Pero tenemos que pensar en algo más cercano a nosotros como puede ser en nuestro propio país, donde la intolerancia de tantos está poniendo dificultades para la expresión libre de nuestra fe, de cómo aparecen en los medios de comunicación tantos desprecios a la religión y a la fe, al sentido cristiano de la vida y al actuar de la Iglesia con manifestaciones irrespetuosas y soeces que se atreven a hacer hasta en las puertas de nuestras iglesias, como ha sucedido en días pasados. Cuántas reticencias a la manifestación de lo cristiano en nombre de no sé qué libertades, porque parece como si se tratase de imponer un mundo sin religión, sin valores espirituales, y desterrando todo lo que suene a cristiano.
Desgraciadamente los cristianos no somos lo suficientemente valientes para manifestar nuestra fe públicamente y la frialdad con que vivimos el sentido religioso de la vida nos hace ir abandonando paulatinamente esas expresiones religiosas por miedo, por cobardía, por inseguridad, por falta de firmeza en nuestros principios dejando el campo abierto a que los demás hagan lo que quieran.
Tenemos que despertarnos; tenemos que alejar de nosotros todos esos temores y cobardía; tenemos que fortalecernos en nuestra fe y dar valientemente la cara. El mundo espera a pesar de todo y necesita nuestro testimonio. ‘Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas’, nos dice el Señor.

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