miércoles, 12 de diciembre de 2018

Jesús tiene siempre abiertas las puertas de su corazón para que en El descansemos y encontramos la paz que necesitamos elevando nuestro espíritu.



Jesús tiene siempre abiertas las puertas de su corazón para que en El descansemos y encontramos la paz que necesitamos elevando nuestro espíritu.

 Isaías 40,25-31; Sal 102; Mateo 11,28-30

Tengo un amigo que a cada rato me dice cuando nos encontramos ‘qué cansado estoy’. No vamos a entrar en juicios de valor sobre el cansancio de mi amigo pero normalmente lo justificamos por su trabajo, el estrés en que muchas veces se vive a causa de los trabajos y un poco lo dejamos en que necesita descansar, organizarse y no tomarse la vida con agobio.
Pero en cierto modo es muy normal hoy con la forma de vivir que tenemos el que nos encontremos mucha gente que vive así con esos cansancios que no saben bien de donde provienen, y nosotros mismos también muchas veces nos sintamos en situaciones semejantes. Pero quizá ese cansancio vaya mas allá de lo que decimos o provenga de algo profundo que podamos sentir dentro de nosotros y nos haga sentirnos insatisfechos, no contentos con lo que hacemos y eso pudiera provocar hasta un cierto hastío en la vida. Los psicólogos nos podrían dar muchas explicaciones y terapias, pero no soy psicólogo.
Es cierto que muchas cosas nos agobian en la vida y nos llenan de insatisfacciones; muchas veces nos pueda faltar una orientación en la vida, no la que otros nos den, sino la que nosotros por nosotros y en nosotros mismos sepamos encontrar. Hay afanes materiales que nos van llenando el vaso y estamos muchas veces hasta rebosar. También nos agobian las soledades, no encontrar quizá en quien descansar nuestro corazón, esa persona que nos escuche, donde podamos vomitar todo lo que llevamos dentro, que esté a nuestro lado, que camine con nosotros. Con facilidad nos hacemos sordos a los problemas de los demás porque no queremos implicarnos, y así como nosotros en ocasiones actuamos con los otros, luego no vamos a encontrar quien nos escuche. Son tantos los que andan, quizás nosotros también, así en la vida.
Por otro lado esa parte espiritual de nuestra existencia muchas veces la dejamos a un lado porque nos afanamos más por lo que pronto consigamos para resolver nuestras necesidades materiales y a ese lado espiritual no le damos importancia y lo ponemos en segundo o en el último plano. Necesitamos un reposo para nuestro corazón y no lo sabemos encontrar. Nos olvidamos quizá donde está el motor de nuestra vida que no es solo el alimento material que podamos recibir o las cosas materiales por las que luchamos.
Jesús nos conoce bien. Conoce nuestros cansancios y nuestros agobios, conoce nuestra condición humana, porque hombre se hizo como nosotros. Pero es Jesús el que puede darnos esa paz que necesitamos. El es verdaderamente el norte de nuestra vida, en Él encontramos sentido y plenitud. El tiene siempre abiertas las puertas de su corazón para que en El descansemos.
‘Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso’. Son las palabras de Jesús, es su invitación para que vayamos con El. Tenemos la certeza de que siempre nos escucha; tenemos la seguridad de encontrar esa paz que necesitamos en El. Escuchemos su palabra de vida en lo hondo del corazón.
Lo que es necesario por nuestra parte que cambiemos nuestras prioridades, que valoremos en verdad el sentido espiritual de nuestra existencia, que sepamos detenernos de esas locas carreras en que vivimos, que queramos en verdad darle un nuevo rumbo a nuestra vida, que deseemos encontrarnos con El, porque El siempre será nuestra luz, nuestra vida, nuestro todo. Encontraremos ese descanso y esa paz.  

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