domingo, 24 de junio de 2018

La celebración del nacimiento de Juan el Bautista nos invita y compromete a que seamos testigos de luz en medio de un mundo envuelto por tantas sombras de mal


La celebración del nacimiento de Juan el Bautista nos invita y compromete a que seamos testigos de luz en medio de un mundo envuelto por tantas sombras de mal

Isaías 49, 1-6; Sal 138,; Hechos 13, 22-26; Lucas 1, 57-66. 80

‘Vino un hombre, enviado por Dios, que se llamaba Juan. Este vino como testigo, para dar testimonio de la luz, a fin de que todos creyeran por él. No era él la luz, sino testigo de la luz’. Así nos presenta y define el evangelio de Juan la figura del Bautista. Era un testigo que venia a dar testimonio de la luz. Hoy, en estos días luminosos del equinoccio de verano en nuestro hemisferio norte, cuando son los días más largos y más llenos de luz, celebramos el nacimiento de Juan. ‘Vino un hombre, enviado por Dios, que se llamaba Juan’.
‘Juan es su nombre’, proclamará Zacarías ante las dudas y sorpresa de vecinos y parientes porque Isabel, en quien se habían manifestado las maravillas del Señor, les decía que había de llamarse Juan en el momento de la circuncisión e imposición del nombre. Era la manifestación del consuelo de Dios para su pueblo que les anunciaba tiempos de misericordia y de perdón. La noticia de su nacimiento corrió de boca en boca por todas las montañas de Judea.
Su nacimiento está rodeado de las maravillas de Dios. Es el anuncio del ángel al sacerdote Zacarías cuando presentaba la ofrenda en el templo, diciéndole que su oración había sido escuchada. Es un hombre de fe, pero es tal el asombro de la visión angélica que no termina de creerse las palabras del ángel. Era el hijo que venia con el espíritu y el poder de Elías, el que venia para ser inicio de reconciliación e invitación a la penitencia desde la austeridad de vida que va a vivir.
La mano del Señor estaba con él y en él se iba a manifestar el espíritu del profeta del Altísimo que anunciaba que se acercaban los tiempos de la misericordia y del perdón. Así lo cantaría su padre Zacarías después de su nacimiento cuando de nuevo se le suelta la lengua para cantar las maravillas que hace el Señor que visita a su pueblo y derrama su misericordia sobre todos los pueblos. Allí estaba el que venia a preparar los caminos del Señor, preparando un pueblo bien dispuesto para la llegada del Mesías Salvador esperado.
Hoy nosotros, con alegría, estamos celebrando su nacimiento. Esta fiesta está rodeada de muchas costumbres y tradiciones ancestrales, pero que manifiesta la alegría del pueblo de Dios en el nacimiento del Bautista a seis meses del nacimiento de Aquel para quien él venia a preparar sus caminos. Cuando el ángel le anuncia a María el nacimiento de Dios en sus entrañas nos recuerda el mismo ángel que Isabel estaba ya de seis meses. Es la concordancia de las fechas de nuestras fiestas cristianas.
No nos queremos quedar en costumbres o ritos ancestrales en una verdadera celebración del nacimiento de Juan como hoy queremos hacer, sino su nacimiento y su vida son anuncio profético que nos ayuden a encontrar nosotros esos caminos que en nuestra fe hemos de recorrer y que sean también un testimonio de luz en medio del mundo que hoy vivimos. No somos nosotros la luz, pero sí estamos llamados a ser testigos de la luz, a dar testimonio de la luz. Contemplamos la figura de Juan y hemos de dejarnos interpelar por la Palabra de Dios para llegar a descubrir como en este mundo tan lleno de sombras en que vivimos hemos de ser portadores de una luz, anuncio también de esperanza de salvación porque realmente otro mundo es posible. 
No podemos deprimirnos ni acobardarnos por las sombras que siguen envolviendo nuestro mundo. Son muchos los problemas de todo tipo que nos rodean; no terminar de encauzar los caminos de nuestro mundo por sendas de paz y de justicia; nos sentimos agobiados porque parece que cada día son mas fuertes las redes ambiciosas que nos rodean en tanta injusticia y en tanta corrupción, en tantas manipulaciones desde los distintos ámbitos de poder que llenan de soberbia y de prepotencia a quien tendrían la misión de dirigir nuestra sociedad , y en tanta falsedad, hipocresía y mentira con que tratan de engañarnos.
Enfrente indiferencia, carencia de ideales y de metas, desorientación, falta de verdaderos valores que sean como pilares sobre los que fundamentar nuestra sociedad; tantas cosas que nos llevan a una convivencia muchas veces imposible, a rencillas, resentimientos y envidias, a no poder vivir en paz y en armonía ni siquiera algunas veces con los que tenemos más cerca.
Y ahí, nosotros, los que nos decimos creyentes en Jesús tenemos que encender una luz de esperanza, hacer un anuncio de salvación, trabajar por construir un mundo que sea distinto y que sabemos que es posible realizarlo. Porque creemos en Jesús tenemos la certeza y la garantía de la fuerza de su espíritu para hacer ese mundo nuevo y mejor. Es nuestra tarea, es nuestra misión, ha de ser nuestro compromiso.
La celebración del nacimiento de Juan, el que venia a preparar los caminos del Señor a esto nos tiene que llevar. Recordemos lo que él les pedía a aquellos que venían a bautizarse en señal de penitencia y como signo de que querían preparar esos caminos del Señor. Invita a caminos de solidaridad, de justicia, de rectitud, de sinceridad en la vida, de obrar con verdadera responsabilidad. Es lo que hoy nosotros tenemos que escuchar y por donde tenemos que caminar. Y en eso tenemos que ser testigos, esa es la palabra que tenemos que decir y la sinceridad de vida que tenemos que proclamar para dar testimonio de esa luz nueva que nos viene en Jesús y nos trae la salvación.
Que florezca de nuevo la esperanza en nuestro corazón.

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