lunes, 25 de junio de 2018

Qué distinta sería nuestra convivencia si nos tomáramos en serio el evangelio de Jesús y supiéramos transitar por las sendas del amor


Qué distinta sería nuestra convivencia si nos tomáramos en serio el evangelio de Jesús y supiéramos transitar por las sendas del amor

2Reyes 17, 5-8. 13-15a. 18; Sal 59; Mateo 7,1-5

Como solemos decir tenemos ojos en la cara y lo que está delante de los ojos lo podemos ver. Podemos apreciar lo bueno y lo bello que hay en nuestro entorno; podemos valorar la riqueza y la belleza del encuentro con las personas, como podemos también quizá darnos cuenta de las sombras que ofrece la vida. Nuestros ojos están vueltos por naturaleza hacia el exterior y al descubrir cuanto nos rodea podemos hacer nuestras valoraciones y hasta nuestros juicios.
Pero tendríamos que aprender también a saber darle la vuelta a nuestra mirada, para no quedarnos en lo exterior, para aprender a mirar la belleza interior que no siempre la apreciamos con los ojos de la cara, pero también para volver esa mirada hacia dentro de nosotros mismos y descubrir nuestra autentica realidad. Descubrir nuestra autentica realidad para en positivo saber resaltar valores y cualidades ocultas que haya dentro de nosotros, pero también para saber ver nuestras propias limitaciones, nuestros errores o nuestros defectos.
Quizá por esa misma tendencia de mirar siempre hacia fuera podemos estar tentados a ver los posibles lados oscuros o negativos que hay en los otros que los lados oscuros  negativos que hay en nosotros mismos. Y es ahí donde tiene que estar nuestra habilidad y nuestra madurez, para saber vernos a nosotros mismos en toda la cruda realidad, antes de entrar en juicios o valoraciones que nos tiente hacer de los demás. Juicios y valoraciones que nunca tendrían que llevarnos a la condena, sino que desde una forma positiva de ver la vida lo que tendríamos que servir por nuestra propia lucha interior de estimulo para la superación que han de realizar los otros también,
Aunque haya negatividades y lados oscuros en la vida, como consecuencia de nuestras imperfecciones y debilidades, deberíamos siempre caminar con sentido positivo para que todo sea siempre un estimulo que nos impulse hacia arriba, nos motive a superarnos, nos ayude a crecer. Nuestros propios esfuerzos de superación podrían servir de estimulo para los que están a nuestro lado en su propio crecimiento humano y espiritual. Es la tarea de ayuda mutua, de comunión que tendría que haber entre nosotros, donde somos conscientes que sabiendo caminar juntos, juntos mejor creceremos y llegaremos a una mejor maduración en la vida. Pero somos demasiado individualistas e insolidarios.
Hoy Jesús en el evangelio, en el sermón del monte que estamos escuchando y meditando, nos deja sentado unos cuantos principios en el sentido de lo que venimos reflexionando y con mayor profundidad de la que puedan tener mis palabras y consideraciones. Nos habla de la mota que vemos en el ojo ajeno sin darnos cuenta de la paja que hay en el nuestro. Nos enseña a no juzgar ni a condenar, porque no somos nadie para hacernos un juicio de los demás.
‘No juzguéis y no os juzgarán; porque os van a juzgar como juzguéis vosotros, y la medida que uséis, la usarán con vosotros’. Cómo tendríamos que saber escuchar  con corazón sincero estas palabras de Jesús. Qué fáciles somos para el juicio y la condena, y no soportamos ni lo más mínimo que puedan decir los demás de nosotros.
Qué distintos actuaríamos si en verdad nos decidiéramos caminar los caminos del amor. Necesitamos comprensión, aceptación del otro, respeto a la persona, amor de verdad para ayudar con sinceridad y humildad y para saber en todo momento disculpar los errores del otro, un cariño grande y una ternura exquisita en nuestro corazón para ser siempre estimulo para los otros que ayuden siempre a superarse y a crecer.
Qué distinta seria nuestra convivencia si nos tomáramos en serio el evangelio de Jesús.

No hay comentarios:

Publicar un comentario