sábado, 23 de junio de 2018

Dentro de nuestro corazón tenemos siempre la alegría de la fe, la alegría de la presencia y del amor del Señor que nunca nos abandona


Dentro de nuestro corazón tenemos siempre la alegría de la fe, la alegría de la presencia y del amor del Señor que nunca nos abandona

2ª Crónicas 24, 17-25; Sal 88; Mateo 6,24-34

Responsabilidad y trabajo nunca pueden estar lejos de nuestro ánimo. Con responsabilidad hemos de tomarnos la vida, con trabajo nos ganamos el pan de cada día, y con esa misma responsabilidad y trabajo vamos contribuyendo a la construcción de nuestro mundo. Nos sentimos responsables de la vida, nos sentimos responsables de nuestra sociedad, nos sentimos responsables de nuestro mundo.
No podemos caminar por la vida cruzados de brazos; físicamente incluso si camináramos así cruzados de brazos perderíamos estabilidad y serian fáciles los tropiezos y caídas, nuestros brazos y nuestras manos han de tener libertad de movimientos que nos ayuden en ese caminar y en ese evitar tropiezos. Pero entendemos muy bien que no nos referimos solo a ese aspecto físico, sino que nuestra responsabilidad nos tiene que llevar a actuar, a poner nuestra parte, nuestro esfuerzo, nuestro grano de arena con el que vamos contribuyendo a ese desarrollo de nuestro mundo, a ese mundo mejor.
La responsabilidad y el trabajo no están exentos de esfuerzo que para eso tenemos también nuestras capacidades, pero sí lo hemos de vivir sin agobios. Preocupaciones y responsabilidades sí, agobios no. no podemos perder la serenidad y la paz a causa del esfuerzo que hagamos en la vida. Podemos perder perspectiva, puede aparecer el cansancio y la desilusión. Y es que tenemos en quien confiar, quien es nuestra vida y nuestra fuerza.
Hoy Jesús nos habla de la confianza que hemos de tener en la providencia de Dios. Es el Padre bueno que está a nuestro lado y con su presencia nos llena de la fuerza de su Espíritu. Nos propone unas bellas imágenes de las flores revestidas de tanta belleza en el campo o de los pajaritos que nos alegran con sus vuelos y con sus cantos. Y nos dice Jesús cómo Dios los cuida. ¿No nos va a cuidar a nosotros que somos sus hijos?
Por eso nos invita Jesús a buscar siempre el Reino de Dios y su justicia, que lo demás nos vendrá por añadidura. Ese Reino de Dios que construimos, sí, con nuestro esfuerzo, con nuestra responsabilidad, con el cumplimiento de nuestras obligaciones y en el quehacer de la vida diaria, con nuestro búsqueda del bien y de la verdad, con nuestra entrega y nuestra generosidad, con esa semillas de amor y de paz que queremos ir sembrando en los corazones por la vida. No nos podemos cansar, no podemos abandonar la tarea, aunque nos sea costosa y difícil en muchas ocasiones, porque dentro de nuestro corazón tenemos la alegría de la fe, la alegría de la presencia y del amor del Señor que no nos abandona.
Confiar en la providencia de Dios no nos hace olvidar nuestras obligaciones, nuestras responsabilidades, el esfuerzo que cada día hemos de poner en la vida. Porque hagamos trascender nuestra vida y miremos al cielo, no nos hace desentendernos de los pasos que tenemos que ir dando aquí y ahora en la tierra, en nuestro mundo, en la vida de cada día. Se equivocan quienes dicen que porque miramos al cielo nos desentendemos de la tierra.
Quienes miramos al cielo porque ponemos metas altas en la vida nos sentimos más obligados y más responsables con las cosas de la tierra, con lo que es nuestra vida de cada día. Buscamos el Reino de Dios y su justicia y queremos que esa justicia verdadera se consiga cada día en nuestra vida y en nuestro mundo, aunque bien sabemos que la plenitud solo la vamos a encontrar en Dios. Por eso como decíamos al principio la responsabilidad y el trabajo nunca pueden estar lejos de nuestro ánimo sino que lo expresamos en la tarea de cada día. Y sabemos que Dios en eso está con nosotros, nos confiamos en su amor providente que nos ayuda y fortalece.

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