lunes, 11 de junio de 2018

Bernabé era un hombre bueno, lleno del Espíritu Santo y de fe al que tenemos que imitar en la pequeñez de nuestra vida pero con lo que hemos de ser signos para los demás


Bernabé era un hombre bueno, lleno del Espíritu Santo y de fe al que tenemos que imitar en la pequeñez de nuestra vida pero con lo que hemos de ser signos para los demás

Hechos de los apóstoles 11, 21-26; 13 1-3; Sal 97; Mateo 10,7-13

En la vida nos encontramos a veces a esas personas de una gran bondad, de una mansedumbre exquisita, dispuestos siempre a escuchar con atención, que no suelen ser personas de muchas palabras, pero que cuando abren a boca para decir algo nos encontramos una gran sabiduría en sus palabras que nos ayudan a reflexionar, a encontrar luz en nuestros conflictos interiores o con los demás y que quizá desaparecen de nuestra vida pero nos han dejado una hermosa huella en nosotros. Cuando encontramos personas así decimos que hemos encontrado un tesoro, y estaríamos dispuestos a lo que fuera para estar cerca de ellos, escucharles, atender a sus consejos y de alguna manera tenerlos como una referencia positiva en la vida.
Es un mirlo blanco, quizá decimos, porque en medio de un mundo de muchas palabras y violencias en todos los sentidos encontrar esa mansedumbre y esa sabiduría expresada quizá en breves sentencias, realmente nos puede sonar algo extraño y que de alguna manera en el fondo desearíamos encontrar y tener a nuestro lado y hasta desearíamos tener esa sabiduría. Algunas veces quizá los tenemos ante los ojos, pero en nuestras carreras y agobios no somos capaces de darnos cuenta, sino quizás cuando ya no los tenemos.
Hoy estamos celebrando la fiesta de alguien, a quien incluso damos el nombre de apóstol, pero al que apenas oímos hablar en todo el relato bíblico. Sin embargo fue una pieza importante en el desarrollo de aquellas primeras comunidades cristianas e incluso en la tarea evangelizadora de la Iglesia. Se trata de Bernabé, convertido en los primeros momentos de la evangelización pero con una radicalidad absoluta. Vendió las posesiones que tenia y puso el dinero a disposición de la Iglesia para atender a las necesidades de los huérfanos y las viudas en aquella primera comunidad de Jerusalén.
Le veremos luego que es enviado por los Apóstoles a Antioquia de Siria cuando llegan noticias a Jerusalén cómo allí crece el numero de los cristianos – es en Antioquia donde primero se comienza a llamar cristianos a los discípulos de Jesús – ‘y vio cómo Dios los había bendecido, y se alegró mucho. Animó a todos a que con corazón firme siguieran fieles al Señor. Porque Bernabé era un hombre bueno, lleno del Espíritu Santo y de fe. Y así mucha gente se unió al Señor’. 
Será la iniciativa de Bernabé la que le impulsa a ir a Tarso a Buscar a Saulo para incorporarlo a las tareas de la Iglesia. Y es allí en Antioquia donde recibirán la inspiración y consagración del Espíritu para ir como enviados de la Iglesia a predicar el evangelio en nuevos lugares, primero Chipre y luego a través de casi todo el Asia Menor, hoy gran parte de Turquía. Será el inicio del primer viaje misionero de Pablo, pero que va acompañado por Bernabé. Más tarde se separarán, volviendo Bernabé a su tierra de origen y siguiendo Pablo otros derroteros, como ya todos conocemos.
Mientras en los primeros conflictos que van surgiendo en las primeras comunidades, Bernabé con Pablo subirán a Jerusalén donde se celebra lo que llamamos el primer concilio de Jerusalén e igualmente será enviado Bernabé para comunicar a las Iglesias, sobre todo en Antioquia, las decisiones que se habían tomado.
Es una reseña muy breve de quien hoy estamos celebrando, el Apóstol Bernabé. Resaltamos su generosidad y desprendimiento, pero también su presencia aparentemente silenciosa junto a aquellas primeras comunidades cristianas que van surgiendo; su presencia y su mediación, su dejarse conducir por el Espíritu, su saber encontrar a aquellos heraldos del Evangelio que luego harán su anuncio por todas partes, su dejarse conducir por el Espíritu de Señor para aquellas misiones que se le quieren confiar donde es capaz de descubrir siempre lo que es la voluntad del Señor.
Que seamos capaces nosotros de dejarnos inundar por esa sabiduría de Dios para que nuestra vida, aunque parezca silenciosa, por el testimonio de lo que hacemos y vivimos sea también un signo para los demás. No tendremos quizá que realizar grandes misiones en la vida y nuestra vida por la razón que sea puede ser una vida aparentemente callada  y escondida.
No tenemos por qué estar buscando reconocimientos ni brillos especiales por grandes cosas. Algunas veces podríamos estar soñando con esas cosas. Pero sí hay siempre un testimonio que dar, un signo que nosotros podemos ser para los demás, en nuestro silencio o en nuestra palabra prudente que queremos que esté llena de la sabiduría de Dios.
Seamos ese hombre bueno y llenos del Espíritu y de fe, como se definía a Bernabé. Seremos quizá piedras pequeñas que podemos parecer insignificantes, pero somos también piedras necesarias en la construcción del Reino de Dios allí donde estemos y con lo que podamos hacer. Lo que no tenemos que hacer nunca es cruzarnos de brazos.

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