domingo, 22 de abril de 2018

La misión del Buen Pastor que da su vida por sus ovejas nos abre horizontes para llegar a esos otros mundos a los que hemos de hacer también el anuncio de la Buena Nueva de Jesús


La misión del Buen Pastor que da su vida por sus ovejas nos abre horizontes para llegar a esos otros mundos a los que hemos de hacer también el anuncio de la Buena Nueva de Jesús

Hechos 4, 8-12; Sal. 117; 1Juan 3, 1-2; Juan 10, 11-18

¿Hasta dónde somos capaces de llegar en el cumplimiento de las responsabilidades que hayamos adquirido o se nos hayan confiado en la vida? Asumir una responsabilidad y más cuando media en ello también el amor algunas veces nos cuesta y parece como si quisiéramos ponerle límites o decir hasta aquí llego pero complicarme la vida más allá ya no estoy tan dispuesto. Ya decimos que no a todos se les enfrían sus responsabilidades y podríamos descubrir muchos testimonios admirables de quienes pierden para si, pero son capaces de mantener su fidelidad hasta el final.
En el cumplimiento de nuestras responsabilidades algunas veces quizá tengamos que enfrentarnos a quienes no actúan con toda ética y rectitud y que desde sus lugares de influencia quizá hasta pudieran hacernos daño con sus manipulaciones. Es difícil y cuesta, pero sí nos podemos encontrar personas que actúan con esa rectitud aunque eso les pueda traer otros perjuicios por otros lados.
Es responsabilidad, es rectitud, es fidelidad, es sentir como propio lo que tenemos en nuestras manos, aunque sea cosa que nos haya confiado alguien, es el amor a la justicia y la bondad que brillan en tantos corazones buenos también. ¿Hasta donde seremos capaces de llegar nosotros también? ¿Habremos puesto junto a esa tarea de la responsabilidad el abono del amor que la hace verdaderamente fecunda?
Hoy lo aprendemos de Jesús en el evangelio. Nos habla del pastor que cuida con responsabilidad de sus ovejas, pero donde todo además lo vemos impregnado por el amor. Es el verdadero pastor que ama a su rebaño, que lo cuida y lo protege, que le ofrece los mejores pastos, pero que también lo defiende. Es el pastor que las ama y las conoce, a cada uno le ha dado un nombre, y cada una conoce a su pastor porque así se sienten amadas, protegidas y cuidadas por él. Si acaso alguna se le extravía la busca por collados y barrancos hasta que la encuentra llenándose de alegría que comparte incluso con los demás.
No es el asalariado que se comporta de manera irresponsable, porque aunque trata de cumplir con su deber de llevar a pastar a las ovejas, cuando viene la dificultad y el peligro, huye, abandona, no protege ni cuida aun a riesgo de su propia vida. El que no es dueño de las ovejas porque no las siente como algo propio de su vida, ve venir al lobo y las abandona, dejando que el lobo haga estrago entre las ovejas.
Y Jesús nos está diciendo que ese buen pastor es El que da su vida por las ovejas, que da su vida por nosotros. Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas… Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas…’
No es necesario que digamos muchas cosas para que veamos reflejada esa imagen del Buen Pastor en Jesús. Basta que le contemplemos en el evangelio, en su cercanía con la gente, en la acogida misericordiosa a cuantos a El se acercan con sus dolencias del cuerpo o del espíritu, en su recorrer los caminos de Galilea y toda Palestina, en su saber estar al lado de los pecadores y de cuantos eran despreciados por todos, en su entrega hasta el final dando su vida por nosotros. Es la vida de Jesús, son sus gestos y son también sus palabras, es su mirada y es su mano tendida, es su corazón misericordioso siempre abierto y es ese acercarse incluso a aquel que está abandonado de todos.
Hoy es un momento para ponernos a contemplar y a considerar cuanto es el amor que el Señor nos tiene, pero también para que consideremos cómo nosotros le escuchamos y conocemos su voz. Esa voz del Buen Pastor que llega a nosotros por tantos caminos, porque nos llega a través de la Iglesia y de quienes en la Iglesia tienen una misión y un oficio pastoral, pero que nos llega también a través del hermano que camina a nuestro lado y muestra alguna preocupación por nosotros. ¿Por qué no ver ahí ese cuidado amoroso de Jesús Buen Pastor que llegue también así a nuestra vida?
Hay un pequeño detalle en el evangelio en el que también hemos de caer en la cuenta. Nos dice Jesús que hay otras ovejas, que no están quizá en nuestro rebaño, pero que también tienen que oír la voz del Pastor, recibir esa atención del Pastor que también ha de cuidar de ellas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz y habrá un solo rebaño, un solo Pastor’.
En un sentido ecuménico habitualmente hemos querido ver ahí a quienes se han separado de la Iglesia y hemos utilizado este texto como una motivación para nuestra oración por la unidad de los cristianos. Pero creo que puede decirnos algo más. ‘Otras ovejas que no son de este redil…’ nos dice. ¿No somos una Iglesia en salida, una iglesia que no puede apagar su espíritu misionero?
En cuantos podemos pensar en este mundo en el que vivimos, por un lado unos que se han alejado de la Iglesia aun cuando se dicen todavía creyentes y cristianos; pero tantos a los que quizá ya no les diga nada la religión, ni Cristo ni la Iglesia, cuantos con otras maneras de pensar, con otras ideologías que marcan sus vidas, tantos quizás personas de buena voluntad y que hacen el bien o trabajan por la justicia y por un mundo mejor pero que no han descubierto la luz de la fe o el sentido cristiano de la vida incluso con los buenos valores por los que trabajan. Tenemos que reconocer claramente que no todo es negativo en quienes no profesan nuestra misma fe.
A tantos que miramos de lejos, porque tienen otro estilo de vida o porque desde nuestro punto de visto sus vidas se ven marcadas por muchas cosas que a nosotros no nos pueden parecer buenas. Y ¿qué hacemos ante todo eso? ¿Qué inquietud sentimos por ese mundo que nos rodea y que ya no quiere llamarse ni sentirse cristiano? Y no pienso solamente en países lejanos que llamamos de misión.
Jesús es el Buen Pastor que piensa en esas otras ovejas que no son de este redil. Pero Jesús quiere que nosotros pensemos en ellos también. Porque ahí también tenemos que hacer presente y visible al que es el Buen Pastor que entrega su vida por las ovejas, también por estas ovejas.


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