lunes, 23 de abril de 2018

Los que seguimos a Jesús nunca podemos cerrar puertas ni crear barreras sino tender puentes de encuentro y comunión, de convivencia y paz


Los que seguimos a Jesús nunca podemos cerrar puertas ni crear barreras sino tender puentes de encuentro y comunión, de convivencia y paz

Hechos de los apóstoles 11,1-18; Sal 41; Juan 10,1-10

Una puerta que se abre es una invitación a entrar en un mundo nuevo o distinto que se oculta tras esa puerta o esos muros. Pero una puerta cerrada nos impide el paso, la entrada, y es una de no dejar entrar a quien pudiera venir a robar o destrozar, como lo es también de preservar nuestra intimidad y guardar lo nuestro. Demasiadas puertas cerradas nos vamos encontrando hoy en nuestros caminos y vamos incluso vallando nuestras propiedades para impedir la entrada o el paso de extraños. Será una cerca que no se puede saltar o serán unos carteles que nos avisan de que aquello es un lugar privado donde no se puede entrar.
Quizá con las inseguridades que vivimos en el mundo de hoy nos pueda parecer normal esas vallas o esas puertas cerradas, pero creo que en la vida hay otras puertas u otras vallas que interponemos en nuestras mutuas relaciones. Creamos demasiadas veces distancias, vados intransitables entre las personas, discriminamos impidiendo el paso a nuestra vida a los que no nos gustan quizá simplemente por sus apariencias, creamos desconfianzas en el corazón y distanciamientos que nos impiden una relación cordial y una verdadera comunión y comunicación entre unos y otros; aparecen soledades, corazones con amargura y resentimientos, expresión quizá de muchos sufrimientos guardados en el silencio de la impotencia.
Hoy Jesús nos quiere hablar de una puerta abierta. Y El ha venido para ser esa puerta abierta. Es la puerta por la que entrando nos vamos a encontrar con la vida. Es la puerta que traspasándola nos vamos a encontrar toda la revelación del misterio de Dios. El es la Palabra reveladora de Dios que nos hace conocer al Padre y todo lo que es su amor por nosotros; esa Palabra que tenemos que escuchar y que seguir como las ovejas escuchan y siguen la voz de su pastor. Es la puerta que nos señala caminos de amor para que encontrándonos con el amor verdadero que en El se nos manifiesta podamos entender mejor como tenemos que expresar nosotros el amor; con Jesús entraremos para siempre en la sintonía del amor.
Cuando por la fe traspasamos esa puerta que es Cristo, no solo nos vamos a ver acogidos y envueltos en el amor de Dios – Jesús como Buena Pastor nos va a conducir a los verdaderos pastos de la vida – sino que necesariamente vamos a sentirnos en una nueva comunión con todos donde se rompan y se caigan todas las barreras que han impedido hasta ahora que nos encontremos y convivamos de verdad; con Jesús sabremos lo que es la verdadera reconciliación, porque El con su muerte ha derribado para siempre el muro del pecado que nos separaba.
Queremos entrar por esa puerta; queremos escuchar y seguir a Jesús; queremos abrir nuestras puertas también derribando tantos muros que nos separan de los que están a nuestro lado o de los que nos vamos encontrando en los caminos de la vida. Los que seguimos a Jesús siempre tenemos que estar abiertos a la comunión y a la paz, al amor y a la concordia, comprometidos a hacer un mundo nuevo y mejor.

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