jueves, 29 de mayo de 2014

Aunque muchos sean los agobios y tristezas el Señor siempre nos llevará a una alegría y felicidad en plenitud



Aunque muchos sean los agobios y tristezas el Señor siempre nos llevará a una alegría y felicidad en plenitud

Hechos, 18, 1-8; Sal. 97; Jn. 16, 16-20
El que está con Jesús nunca podrá dejar que la angustia y la tristeza lo encierren en si mismo porque sabrá transformar sus penas y preocupaciones en rayos de luz que le llenen de esperanza porque sabe que tras ese sufrimiento siempre hay un camino de vida que le puede llevar a la plenitud.
El cristiano que verdaderamente vive su fe en Jesús nunca podrá ser una persona angustiada, siempre tendrá motivos de esperanza y sabrá encontrar un sentido también a sus dolores y sufrimientos para darle plenitud y grandeza a su vida. Por eso en el cristiano no puede faltar la alegría y la paz en el corazón, porque sabe que siempre tiene a Cristo consigo. Será difícil en ocasiones, pero siempre es posible esa vida nueva y ese sentido nuevo porque con él estará siempre el Espíritu de Jesús.
Lo que hemos escuchado hoy en el evangelio fue dialogado entre Jesús y los discípulos momentos antes de comenzar su pasión. No les oculta Jesús que van a venir momentos difíciles y también llenos de tristeza. El prendimiento y la pasión de Jesús pusieron a prueba la fe de sus discípulos. Pero ya hemos escuchado que cuando se encontraron con Jesús resucitado que venía a su encuentro en el Cenáculo se llenaron de inmensa alegría, una alegría que enseguida querían compartir con quien no estaba con ellos en ese momento, por eso vemos tan pronto llega el ausente Tomás le están anunciando llenos de gozo que Jesús ha resucitado y se les había aparecido. En este sentido recordemos también a los discípulos de Emaús.
‘Dejaréis de verme… pero pronto me volveréis a ver… lloraréis y gemiréis, mientras el mundo está satisfecho… estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo’. Los prepara Jesús para todo lo que va a suceder, pero han de pasar por la prueba. Después de Cristo resucitado y cuando se cumpla su promesa y reciban el Espíritu Santo sus vidas se transformarán y las puertas del cenáculo se abrirán para siempre para salir valientemente y llenos de alegria a hacer el anuncio.
En muchas ocasiones parece que los cristianos no hemos puesto de verdad toda nuestra fe en Jesús, porque caminamos por la vida como si fuéramos amargados y no se nota mucho  la alegría de la fe. Los problemas y las dificultades nos agobian y pareciera que hayamos perdido la paz de Jesús. No nos dice Jesús que nos quite los problemas de la vida, aunque pareciera que ese milagro es el que quisieramos ver todos los días sobre todo cuando tenemos problemas.
Lo que tenemos que aprender es a sentir la presencia de Jesús que siempre está a nuestro lado y El será nuestra fuerza para enfrentarnos a esos problemas que nos vayamos encontrando y en El, si contemplamos con verdaderos ojos de fe su pasión, vamos a encontrar un sentido y un valor a nuestros sufrimientos. No nos faltará, por supuesto, la fuerza de su gracia, que para eso nos ha prometido la presencia del Espíritu que es nuestra fortaleza. Y es así cómo hemos de saber sentir, experimentar su paz en nuestro corazón. 
Con nuestra perseverancia salvaremos nuestras almas, nos dirá en otro momento del Evangelio; pues bien, es esa perseverancia en la confianza y en la oración la que hemos de mantener, pidiendole al Señor que no nos falta esapaz en nuestro corazón. Miremos a su resurrección que es su victoria sobre la muerte y sobre el mal; miremos a su resurrección para aprender a resucitar con El y la victoria de la fe nos hará ver la vida de una manera distinta; en nuestra vida a pesar de las oscuridades de los problemas y dificultades siempre hemos de tener el optimismo de quien cree y pone su esperanza en el Señor.
No perdamos nunca la paz en el corazón. Mostremos, aun en las dificultades, la alegría de nuestra fe. El Señor siempre nos llevará a una alegría y felicidad en plenitud, porque aunque tengamos que pasar por muchos calvarios en la vida, siempre estará abierta la puerta de la resurrección.

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