jueves, 29 de mayo de 2014

Hoy es pascua para nosotros porque sentimos el paso salvador del Señor con su gracia en nuestros sufrimientos y debilidades



Hoy es pascua para nosotros porque sentimos el paso salvador del Señor con su gracia en nuestros sufrimientos y debilidades

‘La compasión de Cristo hacia los enfermos y sus numerosas curaciones de dolientes de toda clase (Cf. Mt 4,24) son un signo maravilloso de que "Dios ha visitado a su pueblo" (Lc 7,16) y de que el Reino de Dios está muy cerca’.  Dios ha visitado a su pueblo confesaba la gente cuando contemplaba las obras de Jesús sanando a los enfermos, expulsando demonios, resucitando a los muertos.
Esta mañana nosotros hemos de decir lo mismo: ‘Dios ha visitado a su pueblo’, Dios está con nosotros, pasa el Señor por nuestra vida con su Pascua. Estamos aun en el tiempo pascual, aunque quizá tendríamos que decir que para el cristiano siempre es pascua, porque vive  del misterio pascual,  pero también porque cada día con los ojos de la fe bien abiertos ha de contemplar ese paso salvador del Señor por su vida. Pero hoy de manera especial es Pascua entre nosotros. Es lo que hoy también nosotros estamos celebrando; decimos la ‘pascua del enfermo’, y queremos en verdad sentir la presencia salvadora de Jesús en nuestra vida.
No es necesario detenernos a recordar con mucho detalle lo que tantas veces contemplamos en el Evangelio. Jesús que está siempre al lado y de parte de los que sufren. ‘El tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras debilidades’, como había anunciado el profeta. Se muestra siempre compasivo y misericordioso allí donde hay un hombre que sufre. No pasa nunca de largo; tenderá su mano para levantar al que está tendido ya sea en una camilla o en cualquier otra postración, tocará con su mano el cuerpo enfermo para sanarlo, palpará el cuerpo enfermo o los sentidos atrofiados, se dejará tocar por la gente que se apretuja a su alrededor, siempre tiene una palabra de paz, de aliento, de vida para todos los que están a su lado sufriendo. Con El llega la vida y la salvación, la salud para los cuerpos pero sobre todo la salvación más profunda que nos inunda con su amor y con su paz llenando nuestros corazones de alegría.
Hoy nosotros también nos acercamos a Jesús. El dejó encargado a sus discípulos que habían de hacer lo mismo que El había hecho, por eso cuando los envía a anunciar el Reino de Dios los envía a curar enfermos y resucitar muertos, a llevar la salvación y la vida, la esperanza y la paz a todos los corazones.
Nosotros venimos con nuestros cuerpos enfermos o debilitados por el paso de los años; pero nosotros venimos también con muchas penas en el alma, muchas soledades quizá, muchas cosas que nos pueden amargar el corazón, muchas tristezas y desencantos porque con el paso de los años las cosas quizá no han caminado como nosotros pensábamos que iban a caminar y ahora nos encontramos aquí.
Pero tengamos paz, porque en el Señor la vamos a encontrar; dejemos que brille su luz sobre nuestras vidas. Quizá nuestros cuerpos sigan doloridos o debilitados y probablemente cada día más, pero el Señor viene a llenar de vida nuestros corazones. El con su presencia nos da el consuelo más profundo porque nos está llenando de su amor; un amor del Señor que se hace patente en nuestra vida en el amor y cariño de aquellos que nos atienden; en el amor y cariño de tantas almas generosas que ponen su granito de arena para que sea posible lo que aquí encontramos. Tenemos que darle gracias al Señor por tantas cosas que recibimos.
Vamos a celebrar el sacramento que nos sana y nos llena de vida el alma, y si ponemos toda nuestra confianza en el Señor veremos que también es posible que vivamos nuestros sufrimientos y debilidades de manera distinta y nos podamos sentir curados de esas enfermedades que nos entristecen el alma. El Señor con su pascua viene a nuestra vida y su paso va a ser salvador para nosotros. La fuerza del Espíritu divino va a estar con nosotros y nos sentiremos transformados por dentro lo que ha de manifestarse y expresarse luego en nuestras actitudes, en nuestros comportamientos, en nuestra manera de ser más comprensivos con los demás, en la manera cómo vamos a poner todo nuestro empeño para que cada día haya más paz y armonía en nuestras relaciones y nuestra convivencia va a ser mejor cada día.
Con la fuerza del Espíritu del Señor en nosotros nos daremos cuenta del valor que tiene nuestra vida y también nuestros sufrimientos y dolores, porque podremos unirnos a la pasión del Señor y con esa cruz nuestra de cada día vamos a caminar al lado de la cruz de Jesús sintiendo además que El va a ser nuestro Cireneo que nos ayudará a hacer más liviana nuestra cruz. Tengamos fe y seamos capaces de ponernos al lado de la cruz de Cristo y veremos como nuestra cruz se transforma con el oro del amor.
Ahí está la gracia del Señor que nos acompaña y nos hará vivir de una forma nueva y distinta estos últimos años de nuestra vida. Mirando la cruz de Jesús y sintiéndolo a nuestro lado nos daremos cuenta de la trascendencia que tiene nuestra vida y no nos dará miedo mirar más allá para contemplar la vida eterna y dichosa que nos espera junto a Dios.
En el Bautismo comenzamos a conformarnos con la muerte y la resurrección de Cristo, ahora recibiendo este Sacramento de la Unción, podríamos decir, que estamos llevando a plenitud ese configurarnos más y más con Cristo porque le estaremos dando un sentido y un valor a nuestro sufrimiento y a nuestra debilidad. Nos estamos uniendo a la Pascua salvadora de Cristo con nuestra vida,  con nuestro dolor, con nuestra debilidad, con nuestros muchos años y todo eso se convierte en vida para nosotros y en vida para nuestro mundo.
Nos unimos a Cristo y ya no pensamos solo en nosotros mismos sino que miramos nuestra mundo que todos deseamos que sea mejor y vamos a poner nuestro grano de arena para ello ofreciendo nuestra vida por nuestro mundo, por la salvación de los pecadores, por la santidad de la Iglesia, por todos aquellos que luchan y trabajan por hacer un mundo  mejor para que no les falte nunca la gracia y la fuerza del Señor. Nosotros con la ofrenda de nosotros mismos que hoy hacemos estaremos contribuyendo a ello para que a todos llegue la gracia del Señor. Qué valiosa se vuelve así nuestra vida con la gracia del Señor para bien de nuestro mundo y de nuestra Iglesia.
Vivamos con hondo sentido pascual nuestra celebración. Que podamos decir cuando terminemos nuestra celebración con todo sentido ‘Dios ha visitado a su pueblo’, porque en verdad sintamos muy vivamente su presencia y su gracia.

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