miércoles, 28 de mayo de 2014

Escuchar la Palabra del Señor invocando al Espíritu que nos conducirá a la Verdad plena

Escuchar la Palabra del Señor invocando al Espíritu que nos conducirá a la Verdad plena


 ‘Muchas cosas me quedan por deciros… cuando venga El, el Espíritu de la Verdad, os guiará hasta la verdad plena…’ Sigue hablándonos Jesús del Espíritu Santo que enviará desde el seno del Padre. Son muchas las cosas que tendrán que recordar de Jesús, ¿podrán recordarlas todas? ‘No podéis cargar con ellas por ahora, les dice, El os guiará hasta la Verdad plena’, os lo recordará todo.
Es el Espíritu de Sabiduría, el Espíritu de Ciencia, el Espíritu del conocimiento de Dios. Es el Espíritu divino que nos hace conocer a Dios, por el que podemos reconocerle como Padre y por el que podemos decir ‘Jesús es el Señor’. Es el Espíritu divino que nos habla allá en lo íntimo de nuestro corazón predisponiéndonos para abrirnos a Dios y a su Palabra, para conducirnos con su gracia hasta todo el misterio de Dios.
Como confesamos en el Credo de nuestra fe, creemos en el Espíritu Santo, ‘Señor y dador de vida… que habló por los profetas’. ¿Qué queremos decir?  Primero que nada nos está hablando de la inspiración del Espíritu en los autores sagrados que nos dejaron los textos de la Biblia. Decimos que la Biblia es Palabra de Dios, porque está inspirada por Dios, para que aquello que allí se nos dice sea la Palabra de Dios para nosotros.
Cuando al confesar nuestra fe en el Espíritu Santo decimos que habló por los profetas no solo se está refiriendo a aquellos hombres de Dios del Antiguo Testamento a los que llamamos profetas y que acompañaron al pueblo de Dios señalándoles los caminos de fidelidad a la Alianza y manteniendo viva la esperanza en el Mesías prometido, sino que en cierto modo se nos está hablando de la inspiración de toda la Sagrada Escritura, no solo ya el Antiguo Testamento sino también el Nuevo Testamento, como Palabra de Dios.
En esa acción del Espíritu Santo que inspira el anuncio de la Palabra de Dios podemos ver también la presencia del Espíritu Santo en la Iglesia y en todos los que tienen la misión de predicar el Evangelio. Ahí tenemos contenido todo el Magisterio de la Iglesia en la Tradición viva que mantiene la Iglesia de ese mensaje divino a través de la enseñanza del Papa a través de todos los tiempos y de todos los pastores del pueblo de Dios. A través de esa predicación estaremos sintiendo esa presencia del Espíritu Santo que ‘nos guiará hasta la Verdad plena’, como nos dice hoy Jesús en el Evangelio.
Pero a eso se ha de corresponder nuestra actitud, la apertura de nuestro corazón y cómo nosotros hemos de dejarnos guiar por el Espíritu Santo para aceptar y acoger esa Palabra de Dios en nuestra vida. Creo que cuando nos disponemos a escuchar la Palabra de Dios en nuestras celebraciones o cuando hacemos también nuestra lectura individual o personal de la Palabra de Dios, tendríamos que saber, por una parte proclamar nuestra fe en que lo que escuchamos es la Palabra que Dios nos quiere decir y hacer llegar a nuestra vida, y por otra parte invocar al Espíritu Santo para que mueva nuestro interior para su escucha, abra nuestro corazón y nuestra inteligencia para saber escucharla y acogerla en nuestra vida.
Es una lástima las actitudes pasivas y negativas que vemos muchas veces en tantas personas que les da igual llegar tarde cuando ya se está proclamando la Palabra de Dios siendo incluso causa de distracción para los demás, y por otra parte no le prestan atención, se distraen con cualquier cosas o se ponen a hablar o saludar al que está a su lado. ¿Tan poca importancia le damos a Dios y a su Palabra?
Creo que sería algo en lo que tendríamos que pensar mucho, porque si un personaje importante nos está dirigiendo la palabra por respeto o por educación le prestamos atención y lo escuchamos, pero cuando se nos proclama la Palabra del Señor igual nos distraemos haciendo al  mismo tiempo otras cosas o hablando con el que está a nuestro lado. Tendríamos que apuntalar bien la fe que tenemos en la Palabra del Señor, al tiempo que invocamos al Espíritu Santo para que nos ayude a escucharla y acogerla en nuestra vida.

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