sábado, 6 de abril de 2013


Testigos de resurrección ante el mundo aunque cueste hacer el anuncio

Hechos, 4, 13-21; Sal. 117; Mc. 16, 9-15
Con este breve relato de Marcos y los textos que escucharemos aun en el segundo y tercer domingo de Pascua se completan los relatos de la resurrección del Señor que nos ofrecen los evangelios. El texto de Marcos que hoy hemos escuchado viene a ser como un resumen que se nos ofrece al final del evangelio.
Hay un mensaje claro de afirmación de la resurrección del Señor Jesús que viene a ser como eje central de la fe de la Iglesia. Pero en los tres episodios que se nos resumen hay como unas connotaciones comunes que nos ayuda a proclamar nuestra fe, a hacer ese anuncio de Cristo resucitado aunque no sea siempre fácil dicho anuncio. No lo fue entonces, como no lo sigue siendo hoy día. Pero es de lo que hemos de dar testimonio valiente y claro.
Nos habla en primer lugar de la aparición de Cristo resucitado a María Magdalena, como dice el evangelista, ‘de la que había echado siete demonios’, para significar su conversión al Señor desde su condición de mujer pecadora. Ella había estado también al pie de la cruz de Jesús con las piadosas mujeres que lo habían acompañado desde Galilea. En toda la iconografía en torno a la muerte de Jesús en la cruz siempre aparecerá María Magdalena. Ahora en este relato de Marcos, a ella se le aparece Cristo resucitado, pero con la misión de irlo a comunicar a los discípulos, ‘que estaban tristes y llorando’, nos dice el evangelista. ‘Pero no la creyeron’.
Luego nos hablará de dos que se iban caminando a una finca, en clara referencia a lo que nos cuenta Lucas de los llamados discípulos de Emaús. Ellos que no lo reconocieron en principio porque ‘se apareció en figura de otro’, como nos dice Marcos, cuando le reconocen ‘al partir el pan y pronunciar la bendición’ como nos narraba Lucas, ‘ellos fueron también a anunciárselo a los demás, pero no los creyeron’.
Finalmente se aparecerá ‘a los Once, cuando estaban a la mesa y les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado’. Se repite una y otra vez la reacción negativa de no creer, precisamente aquellos que estaban llamados a ser los testigos de la resurrección. Pero Jesús está con ellos y a ellos les confiará esa misión que no podrán dejar de realizar. ‘Y les dijo: Id al mundo entero y predicad el evangelio a toda la creación’.
Es la misión del testigo. Quien ha experimentado la presencia de Cristo resucitado en su vida no lo puede callar. No será fácil el testimonio. A los propios discípulos les costó creer. Tenían los ojos obnubilados por el dolor y las dudas, porque todo podría parecer un fracaso de manera que les costaba ver y reconocer.
Alguien comentando en una reunión el texto de los discípulos de Emaús me preguntaba cómo era posible que ellos que habían estado con El, que quizá incluso lo habían contemplado en su pasión, ahora que iba caminando con ellos no lo veían, no lo reconocían. La mente se nos cierra y se nos cierra el corazón; los avatares de la vida, los problemas que vamos encontrando que nos hacen sufrir muchas veces nos endurecen y no somos capaces de ver las cosas más claras. No llegamos a reconocer al Señor que camina a nuestro lado, que viene a nuestro encuentro, que nos sale al paso en los caminos de nuestra vida para ser nuestra luz.
Pidámosle al Señor que nos abra el entendimiento del corazón para poder apreciarle, para poder descubrirle, para poder sentirle en nosotros vivo y resucitado y llenándonos de vida y de resurrección. Tenemos que ser sus testigos y somos enviados al mundo entero para predicar la Buena noticia a toda la creación, a todas las criaturas. Aunque nos cueste a nosotros o aunque les cueste entender y aceptar a los demás ese anuncio que les hacemos, esa Buena Noticia que les comunicamos. Ya nos dirá el Señor que no va a ser siempre fácil y por eso nos dará la fuerza de su Espíritu para que podamos vencer el mal y todo peligro que nos acecha.
Como dirá el ultimo versículo del evangelio, aunque hoy no lo hayamos escuchado, ‘Ellos salieron a predicar por todas partes y el Señor cooperaba con ellos, confirmando la palabra con las señales que la acompañaban'. Serán las señales de nuestro amor y del amor de Dios que se nos manifiesta.

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