martes, 5 de marzo de 2013


¿Perdonamos como el Señor nos perdona a nosotros?

Daniel, 3, 25.34-43; Sal. 24; Mt. 18, 21-35
‘¿No debías tener tú compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?’ Así le replicaba el rey de la parábola a quien había sido perdonado y no había sido capaz de perdonar.
Podíamos decir que aquí está el meollo del mensaje de esta parábola que nos propone Jesús en el Evangelio. ¿No debemos tener compasión nosotros del hermano y perdonar como Dios tiene tantas veces compasión de nosotros y nos perdona? ¿Seríamos capaces de contabilizar las veces que le hemos pedido perdón al Señor y El nos ha perdonado? ¿Serás capaz de decir cuantas veces te has confesado en tu vida y recibido la absolución y el perdón en el Sacramento? Creo que puede ser una buena consideración.
Esta parábola que nos propone Jesús para enseñarnos cómo debemos perdonar siempre y el motivo y el ejemplo lo tenemos en el amor del Señor arranca de la pregunta de Pedro que es la pregunta de tantos, la pregunta que también nos hacemos porque reconocemos que nos cuesta perdonar. ‘¿Cuántas veces tengo que perdonar a mi hermano? ¿hasta siete veces?’ Y ya hemos escuchado la respuesta de Jesús. ‘No te digo siete veces sino setenta veces siete’.
Creo que para saber perdonar de verdad es necesario haber vivido intensamente la experiencia de sentirse perdonado. Quien ha sentido el gozo en su corazón de la comprensión y el amor de quien nos perdona, de quien nos sigue amando a pesar de nuestras ofensas, de quien sigue contando con nosotros porque por encima de todo está su amor, creo que necesariamente ha de actuar con la misma comprensión y con el mismo amor hacia los demás. Hablamos, por supuesto, del amor que el Señor nos tiene y nos perdona, pero también hemos de revivir experiencias que hayamos tenido en la vida en nuestra relación con los demás, padres, hermanos, amigos donde hayamos experimentado ese ser perdonados. Eso nos enriquece y nos motiva para nuestra capacidad de perdonar.
La parábola que nos propone Jesús es enriquecedora e ilumina en este aspecto tan importante nuestra vida. El perdón es la expresión más hermosa del amor. Y cuando nosotros hemos optado por el camino de Jesús significa que queremos vivir en su estilo de amor. Por eso contemplando a Jesús nos sentimos estimulados a amar como El y como El perdonar. El perdón nos hace grandes; el perdón manifiesta la grandeza de nuestro corazón y la valentía con que afrontamos nuestra vida para seguir con toda radicalidad el camino de Jesús; el perdón nos acerca a Dios y nos hace parecernos más y más al Señor que es compasivo y misericordioso.
Miramos a Jesús en la cruz en el momento de su máxima y suprema entrega que le lleva al sufrimiento y a la muerte y nos está mostrando ese camino de amor y de perdón concreto que hemos de vivir cada día y en cada circunstancia en nuestra vida. ‘Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen’ grita y proclama Jesús desde la cruz. Está derramando su sangre para el perdón de nuestros pecados pero ahí de una forma muy concreta y muy cercana nos está mostrando lo que es la grandeza de su amor y de su perdón. Allí le están clavando al madero de la cruz en tan terrible suplicio y no solo nos ofrece su perdón sino que incluso trata de disculpar nuestro pecado. ‘Perdónalos porque no saben lo que hacen’.
¿Seremos capaces de amar así? ¿seremos capaces de ofrecer nuestro perdón con igual generosidad para quienes nos hayan ofendido? ¿tendremos la valentía incluso de disculpar a aquellos que nos hayan podido hacer daño? Como decíamos antes, si nosotros hemos experimentado de forma viva en nuestra vida ese perdón que se nos ha ofrecido, tendremos la valentía y fortaleza para también nosotros perdonar.

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