jueves, 3 de enero de 2013


El Cordero que se inmola para quitar el pecado del mundo

1Jn. 2, 29-3, 3; Sal. 97; Jn. 1, 29-34
‘Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo’, señala el Bautista a Jesús que viene hacia él. En los breves cinco versículos que hoy hemos escuchado en el evangelio Juan nos dice muchas cosas de Jesús.
Decíamos ayer que en este proceso de conocimiento y reconocimiento de Jesús para proclamar con toda intensidad nuestra fe en El nos íbamos a ir dejando conducir por la Palabra del Señor que se nos va proclamando en estos días. Queremos centrar nuestra fe en Jesús y por eso tenemos que ir creciendo más y más en el conocimiento de su misterio. Todo tiene que guiarnos a esa proclamación de fe que queremos que sea con toda nuestra vida. Pero ¿cómo podemos creer en El si no lo conocemos? La fe es una adhesión total de nuestra vida a Jesús para seguirle y para vivirle, pero no es una fe ciega sino que hemos de irle conociendo más y más.
Como hemos comenzado en nuestra reflexión, Juan lo señala como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Nosotros hemos tomado esa expresión para manifestar nuestra fe y la utilizamos repetidamente en la liturgia y en nuestras oraciones. El Cordero pascual tenía un hondo significado para el pueblo judío. Era el cordero de la pascua que cada año se inmolaba y luego se comía en la cena pascual.
Fue el signo que les dejó Moisés de la Pascua. Con la sangre de los corderos sacrificados se marcaron las puertas de los judíos en aquella primera pascua en Egipto para que al paso del ángel del Señor no fueran exterminados. Era la señal de la pertenencia al pueblo de Dios. Por eso celebrar la pascua cada año comporta el sacrificio de ese cordero pascual que luego se comía en la cena de pascua, como signo y señal de la liberación de Egipto, como signo y señal del Dios que estaba siempre con ellos para liberarles de todo mal.
He aquí que el Bautista señala a Jesús como el Cordero de Dios. Está señalando, podemos decir, al Cordero que va a ser inmolado, el Cordero que nos va a redimir de nuestro pecado con su Sangre derramada. Es el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo. El que va a dar la vida para que nosotros tengamos vida.
Pero Juan lo señala también como el que está lleno del Espíritu Santo. ‘He contemplado al Espíritu Santo que bajaba sobre él como una paloma y se posé sobre El’, dice Juan. ‘El Espíritu del Señor está sobre mi y me ha ungido, nos recordará Jesús en la sinagoga de Nazaret la profecía de Isaías, y me ha enviado para anunciar la Buena Noticia’.
Es Jesús, el Hijo de Dios, como terminará confesando el Bautista, que viene lleno del Espíritu divino para bautizarnos con un bautismo nuevo. ‘Aquel sobre el que veas bajar el Espíritu y posarse sobre El, ése es el que ha de bautizar con Espíritu Santo’, nos señala el Bautista que le ha sido revelado en su corazón. Juan bautizaba con agua porque venía a preparar los caminos del Señor. Pero Jesús, lleno del Espíritu Santo, nos va a bautizar con Espíritu Santo para que los que creamos en El tengamos nueva vida y podamos ser hijos de Dios. Ya lo anunciará Jesús a Nicodemo, ‘hay que nacer del agua y del Espíritu’; quienes creen en Jesús así van a recibir ese nuevo bautismo.
Hoy nos ha dicho Juan en su carta cómo nosotros somos hijos de Dios porque así somos amados de Dios. ‘Mirad que amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!’. Así rotundamente lo afirma el Apóstol. Hemos sido hechos partícipes de la vida de Dios por la unción del Espíritu.
Jesús es el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo; Jesús es el que está lleno del Espíritu Santo, porque en Jesús no vemos meramente un hombre; es verdaderamente un hombre, pero es el Hijo de Dios que se ha encarnado para inmolarse por  nosotros, para concedernos el don del Espíritu que nos ha purificado y nos ha llenado de vida para hacernos también a nosotros hijos de Dios. Mucho tenemos que reflexionar con este texto del evangelio y muchas gracias tenemos que dar a Dios porque con la fuerza y la luz del Espíritu podemos conocer más y más a Jesús y crecer en nuestra fe.

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