miércoles, 2 de enero de 2013


bendito sea el Señor 

que hemos superado las cien mil visitas a este blog. 

todo sea para la gloria del Señor

gracias a quienes nos visitan y lo dan a conocer

En medio de nosotros está y muchas veces no lo sabemos descubrir.

1Jn. 2, 22-28; Sal. 97; Jn. 1, 19-28
‘¿Tú quién eres?’ le preguntan a Juan. Vienen enviados de Jerusalén sacerdotes y levitas. La presencia de Juan en el desierto y las multitudes que acuden a él de todas partes producen inquietud en Jerusalén. ¿Será el Mesías? ¿Será Elías? ¿Habrá aparecido un nuevo profeta? Quieren tener una respuesta que dar.
Juan solamente dice que es la voz que grita en el desierto para preparar los caminos del Señor. Cuando le preguntan por qué hace lo de bautizar, solamente les dice: ‘Yo os bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mi, que existía antes que yo y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia’. Se manifiesta su humildad ante el que viene. Lo señala aunque les costará reconocerlo.
‘En medio de vosotros hay uno que no conocéis’. ¿Nos sucederá a nosotros lo mismo? Estos días hemos venido contemplando el misterio del nacimiento de Jesús. Seguimos aún en el tiempo de la Navidad acercándonos a la Epifanía, que como bien sabemos es la manifestación de Jesús. Ya los ángeles lo señalaron a los pastores y aquel ir de los pastores de Belén hasta el lugar donde había nacido Jesús es un principio de esa epifanía, de esa manifestación de Jesús.
Nosotros los próximos domingos vamos a celebrar esa fiesta grande la Epifanía, primero en el encuentro de aquellos Magos de Oriente que buscan al recién nacido rey de los judíos, y luego cuando celebremos el Bautismo de Jesús. Todo nos tiene que llevar a ese reconocimiento de Jesús que se manifiesta como Salvador de todos los hombres. No solo será el pueblo judío quien alcanzará la salvación, sino que serán todos los pueblos los que vendrán hasta Jesús, como iremos viendo.
Pero ya ahora cada día, en la Palabra que se nos irá proclamando, iremos realizando un proceso de ese acercamiento a Jesús, para descubrirle, para reconocerle, para llegar a confesar en verdad nuestra fe en El. Vamos a intentar ir dando esos pasos al hilo de la Palabra de Dios que cada día se nos irá proclamando para ir abriendo más y más nuestro corazón y nuestra vida a la fe. ¿Lo conocemos? ¿Lo llegamos a reconocer?
En medio de nosotros está. Ya hemos celebrado su nacimiento, lo que es signo para nosotros de cómo Dios quiere nacer en nuestro corazón. Pero quizá no siempre somos capaces de sentir su presencia, escuchar su voz que nos habla allá en lo más profundo de nosotros. Como podía sucederle a aquellas gentes de Belén o de Nazaret que solo veían un niño recién nacido o un joven que crecía en medio de ellos trabajando con su padre en el taller, pero no eran capaces de ir más allá para descubrir el misterio de Dios que estaba en medio de ellos, a nosotros nos puede suceder igual.
Cuántos estos días que hemos celebrado o estamos celebrando la Navidad vemos las imágenes del nacimiento pero se quedamos en eso - unas escenas bonitas o costumbristas con un gran sabor bucólico, y nos fijamos si hemos puesto o no todas las figuritas o si quedaron bien los ríos o las montañas - sin ir más allá para descubrir, para escuchar ese signo de Dios que está ante nuestros ojos. ¡Qué bonito está el nacimiento!, dicen algunos pero no llegan a descubrir a Dios, todo el mensaje de salvación que se nos quiere trasmitir.
Pidámosle al Señor que aprendamos a leer los signos de su presencia. De tantas maneras quiere El hacerse presente en medio de nosotros. Estas escenas que contemplamos en estos días pueden ser un signo que nos lleve a un sentimiento religioso y nos hagan pensar en Dios. Pero hay también un Belén viviente a nuestro lado, en las personas que pasan junto a nosotros, en la gente que sufre de mil maneras, en quienes pasan necesidad o están en la pobreza extrema, que son - y de qué forma maravillosa - una señal de que Dios esta ahí a nuestro lado y hemos de saberle descubrir y reconocer, porque Dios está ahí en esos hermanos a los que tenemos que acoger o ayudar, a los que tenemos que amar y con los que tenemos que compartir.
No lo olvidemos, ‘en medio de nosotros está’ y muchas veces no lo sabemos descubrir.

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