viernes, 30 de noviembre de 2012


Inquietud, generosidad, entusiasmo, valentía para llevar a los demás hasta Jesús como San Andrés

Rm. 10, 9-18; Sal. 18; Mt. 4, 18-22
Hay personas que parecen que tienen un brillo especial en su vida que se manifiesta en su manera de ser y actuar de manera que quienes están cerca de ellos se sienten cómodos con ellos para una confidencia, para una búsqueda en común de algo que pueda interesar o para saber descubrir quizá en una mirada allí donde hay una necesidad, un servicio que prestar, y una disponibilidad generosa en su vida. Son personas inquietas, por otra parte, que siempre buscan lo mejor y todo aquello que pueda das respuesta a sus interrogantes profundos; esto les hace ser abiertos y receptivos, con facilidad para la amistad y para el encuentro con los demás.
Me ha surgido este pensamiento tratando de contemplar y conocer un poco más, por lo que nos dice el evangelio, al apóstol que hoy estamos celebrando. Muchas veces al pensar en san Andrés nos quedamos en el hecho de que era hermano de Simón Pedro y poco más nos fijamos en él,
Yo pienso que Andrés es el hombre de la búsqueda de las cosas profundas que puedan llenar su vida pero también el hombre abierto que sabe dejarse encontrar por los demás. La primera vez que el evangelio nos habla de él nos lo sitúa junto a Juan el Bautista. Desde Galilea se había ido allá junto a la orilla del Jordán donde Juan se había presentado ante el pueblo como la voz que clama en el desierto para preparar los caminos del Señor.
En búsqueda de eso profundo que diera sentido a su vida allá había marchado Andrés, lo que nos habla de la inquietud de su corazón; pero nos habla también de la apertura de su corazón para dejarse conducir cuando el Bautista les señala a Jesús que pasa como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo y Andrés junto con Juan el Zebedeo se va detrás de Jesús. ‘¿Dónde moras?’ es también la pregunta y la búsqueda para irse con Jesús aquella tarde. Y se quedaron con Jesús.
Pronto le veremos compartiendo aquello que había encontrado. La generosidad de su corazón le hacía abrirse a los demás pero para llevar todo lo bueno de lo que iba llenando su corazón. Se encuentra con su hermano Simón y ya le comunica que ha encontrado al Mesías y lo lleva hasta Jesús. Algo había encontrado él para contagiar a su hermano de aquello que él comenzaba a vivir.
¿Será por eso por lo que Felipe le vendrá a contar que allí hay dos griegos que quieren conocer a Jesús? Pero es el hombre de la acción inmediata para lo bueno. Los llevaron también hasta Jesús. Magnífico testimonio que nos va dando con su vida, con su generosidad, con su ser mensajero de evangelio. Generosamente se había tras Jesús cuando el lago los había invitado a ser pescadores de hombres, porque dejaron las redes y las barcas y se fueron ellos también con Jesús.
Es el hombre que no se cruza de brazos. Jesús les ha pedido que busquen cómo darle de comer a la multitud que se había reunido allá en el descampado y algo habrá aprendido de Jesús de que hay que tener en cuenta también las cosas pequeñas porque será el que vendría diciendo que había un muchacho con cinco panes y dos peces, que eran poca cosa para dar de comer a tantos pero allí lo traía hasta Jesús.
Creo que estos retazos de la vida de Andrés, tal como nos lo cuenta el evangelio, podrían hacernos reflexionar para nuestro seguimiento de Jesús. Inquietud, generosidad, disponibilidad, cercanía, capacidad también para contagiar entusiasmo, valentía para ir hasta Jesús pero también para llevar a los demás hasta Jesús, ¿serán cosas que nosotros estaríamos dispuestos a hacer? Estas actitudes y valores, ¿no nos harán que también nosotros nos hagamos preguntas por dentro? ¿seremos capaces nosotros también de dejarnos conducir y pero también de conducir a los demás hasta Jesús hablándoles a los demás de lo que nosotros hemos encontrado y de lo que nos ha llenado el corazón en nuestra fe en Jesús? 

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