sábado, 1 de diciembre de 2012


Dichoso quien tiene presente el mensaje profético contenido en este libro

Apoc. 22, 1-7; Sal. 94; Lc. 21, 34-36
‘Dichoso quien tiene presente el mensaje profético contenido en este libro’. Estamos terminando la lectura del Apocalipsis y ahora nos encontramos con un mensaje semejante al escuchado en los primeros versículos. ‘Dichoso el que lee y dichosos los que escuchan las palabras de esta profecía y tienen presente lo que en ella está escrito’, nos decía. ‘Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica’, escuchamos de labios de Jesús en el evangelio.
Progresivamente el Espíritu del Señor nos ha ido conduciendo a través del mensaje del Apocalipsis, corrigiéndonos, enseñándonos, dándonos esperanza, anunciandonos que la victoria sobre el mal es posible. En las paginas finales del Apocalipsis se nos habla de ‘un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra han pasado y el mar ya no existe’. Se nos compara a la Iglesia con ‘la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo, enviada por Dios, arreglada como una novia que se arregla para su esposo’, como tantas veces hemos escuchado y hubiera correspondido escucharlo ayer, si no hubiera sido la fiesta de san Andrés.
Se nos ha descrito la Jerusalén celestial que canta para siempre la gloria del Señor y llenos de esperanza en medio de nuestras luchas y tribulaciones hemos deseado el forma parte un día de ese cortejo celestial de los ciento cuarenta y cuatro mil que cantan en el cielo eternamente la gloria del Señor. Pero nuestra esperanza se ha despertado y engrandecido y tenemos la certeza de que un día así podremos cantar la gloria del Señor.
La creación entera ha sido renovada, el hombre ha sido hecho un hombre nuevo y ya vivimos para siempre el tiempo de la gracia y de la gloria del Señor. Por eso las ultimas páginas de la Biblia, el Apocalipsis es el último libro de la Biblia, conectan con las primeras páginas del Génesis que nos hablaban de la voluntad del Dios de crear al hombre para la dicha y la felicidad. La imagen del paraiso terrenal es la imagen de esa dicha para la que Dios creó al hombre, pero que el hombre con su pecado destruyó y sigue destruyendo.
Por eso ahora en el tiempo de la victoria definitiva del que nos habla el Apocalipsis vuelven a aparecer las mismas imágenes en ese rio de agua viva que atraviesa la ciudad, como atravesaba el jardín del Edén, ese ‘árbol de la vida, que da doce cosechas, una cada mes del año’ como signo de fecundidad y de vida. Ahora han desaparecido las tinieblas, ‘ya no habrá más noche’, y todo será luz y resplandor pero ‘no necesitará ni la luz de lámpara, ni la luz del sol, porque el Señor Dios irradiará su luz sobre ellos y reinarán por los siglos’.
‘¡Marana tha! Ven, Señor Jesús’, será el grito final del Apocalipsis que nosotros hemos repetido con el salmo, es el grito de este momento final del año litúrgico, como será el grito y la súplica que repetiremos ahora en el tiempo de Adviento que vamos a comenzar.
Ven, Señor Jesús, pedimos pensando en ese momento final de la historia en la segunda venida del Hijo del Hombre queriendo que ese encuentro con el Señor que viene sea para la dicha y para la gloria eterna junto a Dios. Ven, Señor, era la súplica llena de esperanza que hacía el pueblo creyente esperando la venida del Mesías Salvador, y que nosotros iremos repitiendo mientras nos preparamos para la celebración de su primera venida en su nacimiento en Belén para nuestra salvación.
Ven, Señor Jesús, será la súplica que vamos a hacer repetidamente durante el tiempo de Adviento que comenzamos, pero que es la súplica que continuamente hacemos al Señor cada día pidiendo que venga a nosotros, que sea nuestra fortaleza y nuestra vida, que nos llene de su gracia y de su salvación para que podamos alcanzar esa victoria final. Porque ese será el verdadero sentido que hemos de darle al tiempo del Adviento que vamos a comenzar a celebrar y vivir. Nos movemos entre su primera venida en la carne para redimirnos y salvarnos y su venida al final de los tiempos para el juicio definitivo de la historia, pero sabiendo y pidiendo cada día que se siga haciendo presente en nuestra vida con su gracia para que podamos vivir con todo sentido su salvación. ‘Dichoso quien tiene presente el mensaje profético contenido en este libro’.

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