lunes, 18 de junio de 2012


Qué hermosa vestidura para nuestra vida es la mansedumbre, la paciencia, la humildad
1Reyes, 21, 1-6; Sal. 5; Mt. 5, 38-42
Si hacemos como hacen todos ¿qué mérito tenemos? ¿en que nos diferenciamos entonces por ser cristianos? Creo que este pensamiento es bueno que nos lo repitamos, porque tenemos la tendencia a decir que hacemos como todos. Nos lo hemos repetido en estos últimos días en la escucha del Evangelio. Y ser cristiano no es ser como todos,  no es hacer como todos. Ser cristiano implica una aceptación de Jesús, de su mensaje, de su evangelio, de la vida nueva que Cristo quiere ofrecernos. Es bueno que  nos lo repitamos.
Lo que nos está planteando hoy el evangelio tiene sus exigencias. Y es que no podemos responder con las mismas actitudes y posturas que actúan los demás cuando nos decimos seguidores de Jesús y nos decimos que hemos optado por el camino del amor, por el estilo del amor cuando nos decimos seguidores de Jesús. 
Quien ama de verdad y se ha puesto como meta e ideal de su vida un amor como el de Jesús – así tiene que ser siempre el amor del cristiano – habrá desterrado de su vida toda violencia y todo sentimiento de venganza; la respuesta que el cristiano tiene que dar siempre es la respuesta del amor. Quien ama, comprende, acepta, perdona, ayuda generosamente, comparte sin medida, hace siempre el bien como verdadera meta e ideal de su vida.
De eso nos habla Jesús en el evangelio. Estamos estos días escuchando el llamado sermón del monte, que viene a ser en el evangelio de mateo todo un compendio de lo que es la ley del amor, el estilo y manera de vivir de quien se dice seguidor de Jesús. 
Cita Jesús la llamada ley del talión – ‘ojo por ojo y diente por diente’ – que ya en cierto modo era un avance y un poner límites a la venganza que pueda surgir en el corazón del hombre cuando le hacen mal; según la ley del talión no podrá excederse en su respuesta a lo que le hayan hecho, por eso dice ‘ojo por ojo y diente por diente’. 
Pero el planteamiento de Jesús va más allá de lo que pudiera considerarse una ley de justicia humana, porque el planteamiento de Jesús va por los caminos del amor; y en ese camino no cabe nunca la venganza. Por eso al mal que me puedan hacer siempre he de responder con el bien. Muy plásticamente nos lo dice Jesús con aquello de ‘si uno te obefetea en la mejilla, preséntale la otra’. 
Nos quedamos muchas veces en las palabras y parece que tendríamos que dejarnos pegar cuando nos hacen daño; lo que realmente nos está diciendo Jesús es que nuestra respuesta ha de ser la del amor, nunca la de la violencia. No nos podemos poner en el mismo nivel de odio y de violencia de quien nos pueda herir o hacer daño. Esa es la paradoja del cristiano que nos obliga a hacer el bien a quien nos haya podido hacer el mal.
Eso tiene una práctica muy concreta y real en el día a día de nuestra convivencia, donde nunca nos queremos quedar por debajo y pareciera que nuestro grito tiene que estar por encima del grito de los demás. ¡Qué hermosa es la mansedumbre, la paciencia, la humildad en nuestras respuestas, en nuestras actitudes, en nuestras palabras! Si supiéramos actuar así, cuánta paz sentiríamos en nuestro corazón y cuanta más reflejaríamos en la convivencia del día a día.
 Vayamos a Jesús que es manso y humilde de corazón, en El encontraremos nuestro descanso, nuestra fuerza, nuestra vida. Pidámosle al Señor que nos dé ese espíritu de humildad, que es un hermoso camino de amor. Actuando así seremos generosos en nuestro corazón, aprenderemos a compartir, seremos capaces de ayudar aunque no nos lo pidan; actuando así estaríamos sembrando hermosas semillas del Reino de los cielos. Son semillas que siempre darán hermosos frutos. Serán pequeños gestos, humildes acciones las que realizamos, pero estaremos alcanzando la grandeza del Reino de los cielos.

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