domingo, 17 de junio de 2012


Una pequeña semilla sembrada que germina, crece y da frutos

Retomamos los domingos del tiempo Ordinario, porque después de Pentecostés hemos celebrado el domingo de la Santísima Trinidad y el Corpus Christi, aunque el próximo tendremos la solemnidad de san Juan Bautista.
Vivimos en un mundo de eficacia al momento, en el que queremos de forma inmediata la solución de los problemas o el cumplimiento de nuestros deseos, y un poco nos vamos habituando a la espectacularidad de los avances de la ciencia, la rapidez de los acontecimientos o la instantaneidad de las comunicaciones con los medios modernos y los avances de la ciencia. Hemos hecho un mundo de prisas y en el fondo de carreras. 
Pudiera parecernos como un contrasentido, o nos puede resultar extraño, el mensaje que en este domingo recibimos. Nos habla de cosas pequeñas, de cosas que pudieran parecernos insignificantes y de una cierta como lentitud y humildad en lo que sucede. Nos habla de una pequeña semilla, tan pequeña como el grano de mostaza, o de cualquier otra semilla que se oculta en la tierra y a la que hay que dar tiempo para que pueda dar fruto; nos habla de una pequeña ramita cogida de un alto cedro pero que aparentemente parece que se seca y muere. Aunque todas esas pequeñas cosas darán pie luego a algo importante.
Y Jesús en el evangelio nos dice que así es el Reino de Dios, pequeño e insignificante a los ojos del mundo, pero de una fuerza de vida capaz de transformar los corazones y cambiar nuestra vida y también, ¿por qué no?, transformar nuestro mundo.
La transformación que la gracia de Dios realiza en nosotros y en nuestro mundo no es fruto de una revolución violenta e instantánea. Es cierto que el Señor nos pide una transformación radical de nuestra vida pero la gracia actúa en nosotros moviendo nuestro corazón y ayudándonos a dar esos pasos de transformación de nuestra vida, siguiendo el ritmo de Dios que respeta también nuestro ritmo personal. Será así, en ese camino de Dios, camino muchas veces humilde, callado y sencillo, donde vayamos realizando también esa transformación de nuestro mundo desde los valores del evangelio.
Habla de la semilla sembrada y que germina y va creciendo poco a poco, a su paso, para llegar finalmente a dar sus frutos. Así la gracia de Dios va llegando a nuestra vida por distintos caminos, desde pequeñas cosas quizá, en la Palabra que escuchamos, en la oración que hacemos al Señor, en algo que nos hace reflexionar desde una palabra buena que nos dicen, en los acontecimientos que nos van hablando y van siendo en nuestra vida señales de Dios que nos llama y nos va manifestando su amor. Y a ello vamos dando respuesta en el día a día de nuestro caminar con nuestra fe, con nuestras obras de amor, con nuestro compromiso apostólico y social, con ese crecimiento espiritual que hemos de ir realizando. 
La acción de Dios en nuestra vida y en nuestro mundo muchas veces es una acción callada, que se realiza en el silencio, pero ahí está ese actuar de Dios. Pero también está la responsabilidad de nuestra respuesta a esa gracia que el Señor nos da. Pero está también en que nosotros hemos de ser signos, señales para el mundo que nos rodea, tenemos que ser semillas que se vayan sembrando en nuestro mundo para ir haciendo esa transformación desde el sentido del Evangelio. 
Ya nos gustaría lograr de una vez esa transformación de nuestra sociedad, porque realmente tenemos en nosotros una luz, una fuerza, una vida que puede hacer que nuestro mundo sea mejor. Nos duele la lentitud en muchas ocasiones de la respuesta. De ahí la responsabilidad que tenemos. Pero hemos de tener la constancia necesaria para seguir haciendo ese anuncio, sembrar esa semilla con nuestra palabra y con nuestra vida; hemos de saber tener la paciencia y la esperanza de que esa transformación se pueda ir realizando. No es tarea que hacemos solos, sino que es acción de la gracia de Dios.
Podríamos recordar lo que se nos dice en otro lugar del evangelio con otras parábolas cuando se nos habla de la levadura en la masa. El evangelio es levadura para nuestro mundo, es levadura que tiene que transformar nuestro mundo. Y la levadura se diluye en medio de la masa de manera que incluso no se ve. Nosotros también tenemos una palabra que decir para bien de nuestra sociedad, aunque algunos no nos quieran escuchar. Pero eso no nos ha de hacer callar, ni mucho menos. 
Ahí tenemos que estar como ese pequeño grano, esa pequeña semilla que se siembra y que ha de ir dando fruto. Tengamos esperanza, tengamos confianza en la fuerza de la gracia de Dios. El Señor es el primer empeñado en que la luz del evangelio ilumine nuestro mundo y El nos dará su gracia, estará con nosotros. Somos sus manos y sus pies que hemos de ir repartiendo ese amor que transformará nuestro mundo. 
Bueno es que sepamos reconocer también la obra que calladamente hacen tantos cristianos, que está realizando la Iglesia. Y aunque nos parezca que no, o algunos no lo quieren reconocer, aunque sea una obra que no haga ruido sino en silencio, ahí está la obra de la Iglesia, como esa planta que ha crecido hasta hacerse grande como para que las aves del cielo vengan a ella a cobijarse y a poner sus nidos, como nos dice la parábola. 
Pensemos en estos momentos difíciles cuánta esperanza se siembra en nuestro a través de esa obra humanitaria y de justicia de dar de comer al hambriento como se realiza de tantas maneras a través de nuestras Cáritas parroquiales y de tantas personas que con generosidad se dan, comparten sus bienes, dedican su tiempo, se sacrifican por ayudar a los demás. 
Por mi mente está pasando el listado de tantas personas que conozco con sus nombres y que en muchos sitios, en muchas parroquias, en muchas Cáritas, en muchas instituciones están trabajando con ilusión, con ganas, con gran esfuerzo, con esperanza para hacer el bien. Es esa labor callada y silenciosa desde los pequeños detalles, como nos dice hoy el evangelio, que están haciendo presente el evangelio en nuestro mundo y que son semilla de su transformación. No serán cosas espectaculares como quizá nos gustaría, pero es la pequeña y fructuosa semilla que a su tiempo dará su fruto. El que haya personas así ya es fruto de esa semilla plantada. Son semillas de evangelio vivo.
Que seamos capaces de comprender y valorar esas cosas pequeñas que con la gracia de Dios no solo transforman nuestros corazones sino que van también transformando nuestro mundo. No perdamos la esperanza. Vivamos nuestro compromiso por el Reino de Dios.

1 comentario:

  1. La semilla de cada día es la que nos hace crecer como buenos hijos de Dios.Es el fruto que germina y va creciendo pasa a paso.hay mucha gente que dan su fruto a través de hacer obras de caridad que tanta falta nos hace en este mundo de Dios.
    Hermoso mensaje para los que nos sentimos creyentes al Evangelio de Dios.Si sembramos la
    semilla con buenas obras y con la palabra de Dios quizá estemos consiguiendo un mundo mejor para todos.Son muchas las parroquias que colaboran en silencio pero co mucha humildad.Y
    hay que saber reconocerlo es haí donde está la
    solidariad y que muchas veces no sabemos valorar

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