martes, 8 de mayo de 2012


Que no tiemble vuestro corazón, mi paz os doy

Hechos, 14, 18-27; Sal. 144; Jn. 14, 27-31
‘Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde’, le dice Jesús a sus discípulos. Y les habla de la paz que no ha de faltar nunca en su corazón. ‘La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo…’ Hermosa invitación y hermoso regalo de Jesús.
Pudiera llenarse de temores el corazón de los discípulos con lo que intuían que iba a suceder por lo que les estaba diciendo Jesús; había anunciado tantas veces su pasión, su entrega, su muerte que pudieran sentirse turbados en el corazón. Podría parecer que llegaba la hora de las tinieblas y el príncipe de este mundo tuviera poder sobre todo y alcanzara la victoria. Lo estaba anunciando Jesús. ‘Se acerca el príncipe de este mundo; no es que tenga poder sobre mí, pero es necesario que el mundo comprenda que yo amo al Padre, y que lo que el Padre me manda, eso hago’.
Se iba a manifestar en plenitud lo que era el amor de Jesús que llegaría hasta la entrega final. Pero era la hora del amor. Se haría palpable lo que es el amor verdadero. El también diría en Getsemaní, ‘no se haga mi voluntad, sino la tuya’ porque había venido para hacer la voluntad del Padre. Ese era su alimento como ya había dicho un día allá junto al pozo de Sicar.
Y es que estando con Jesús ¿por qué no vamos a tener paz en el corazón? Es un mensaje que se repite de manera machacona a través de todo el Evangelio. Escuchamos ese mensaje de paz en su nacimiento, y será la paz que tengan en su corazón los enfermos y los pecadores, los que se sienten turbados en su espíritu y los que quizá se sientan solos y abandonados. ‘Vete en paz’, repite muchas veces Jesús a los que se acercan a El con su dolor, con su angustia, con su hambre, con sus problemas, con las dificultades de la vida.
Ha venido, como reflexionará más tarde san Pablo en sus cartas, a traer paz a los de lejos y a los de cerca; ha venido para traernos la reconciliación y el perdón; ha venido a poner amor en nuestros corazones y si tenemos amor tendremos paz. Por eso  nos dice que nos da la paz, pero no la paz como la da el mundo. Y aunque pudiera parecer una contradicción cuando nos llena de su paz y de su amor, sentiremos una inquietud tan grande en nuestro corazón que tendremos deseos de hacer una revolución para que las cosas cambien y los que no tienen paz puedan obtenerla. Es el ardor que siembra en nuestro corazón.
‘Que no tiemble vuestro corazón…’ nos dice, como en otras ocasiones nos dirá ‘no temas’. La incertidumbre, las dudas, el no terminar de entender las cosas, el no poder palpar las cosas con nuestras manos para convencernos más firmemente nos puede llenar de temores. Pero como le dijo el ángel a María ‘no temas… porque el Señor está contigo’, Como anunciaba cuando salía resucitado al encuentro de quienes le buscaban ‘no temas… que soy yo’. Y así en tantas ocasiones.
Por eso queremos llenarnos de Dios, dejar que su Espíritu inunde nuestro corazón, y aunque muchos hayan sido nuestros pecados alcanzaremos la paz porque para nosotros hay perdón, que para eso murió el Señor en la cruz  derramando su sangre por nuestros pecados. Nos llenamos de Dios y sentimos paz, porque con Cristo a nuestro lado nos sentimos seguros y las tinieblas de la duda ya no harán mella en nosotros.
‘Que no tiemble vuestro corazón…’ nos dice porque nos ha enviado su Espíritu para que esté con nosotros y aunque grande sea la tarea y muchas puedan ser las dificultades con que nos vamos a tropezar en ese camino de superación y crecimiento de cada día la presencia del Espíritu es nuestra fuerza y nuestra gracia. El Señor nunca nos dejará solos.
Que no tiemble nuestro corazón. Es la hora del amor y el amor tiene asegurada la victoria. Es lo que queremos poner en nuestro corazón. Es de lo que queremos llenar la vida. Cristo está con nosotros y El es nuestra paz.

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