jueves, 5 de agosto de 2010

Te saludamos María, Madre de Dios, Madre y Reina de las Nieves


Gál. 4, 4-7;
Sal. 112;
Lc. 2, 1-7

Aunque en la devoción popular hoy celebramos la fiesta de la Virgen de las Nieves, litúrgicamente lo que estamos celebrando es la Dedicación de la Basílica de Santa María, la Mayor, que es una de las cuatro Basílicas Mayores que hay en Roma. Su origen está por una parte en un hecho milagroso acaecido en el siglo cuarto y de ahí la advocación de nuestra Señora de las Nieves que celebramos en este día; una nevada caída en Roma en el monte Esquilino señaló el lugar donde había de edificarse el primer templo de Roma en honor de María, la Madre de Dios.
Por otra parte, posteriormente, a partir de mediados del siglo quinto. con la celebración del Concilio de Éfeso que vino a proclamar a María como Madre de Dios, el papa Gregorio III dedicó solemnemente este templo a la Maternidad divina de María, como había sido proclamado en el Concilio mencionado. Una bellísima Basílica dedicada a la Virgen en el mismo centro de Roma, y en cuyo interior se venera también por los romanos a María, como Salud del pueblo romano.
Es como decíamos el día de la Virgen de las Nieves como se celebra solemnemente en la Isla de La Palma como a su patrona, pero que se celebra igualmente en otros muchos rincones y pueblos de nuestras islas, por hacer mención al lugar donde estamos, pero también en todo el mundo. Santa María de la Blanca, la celebran en Vitoria en el país vasco, nuestra Señora de Africa o nuestra Señora de los Remedios en otros lugares también en este día, por citar algunas advocaciones.
Nosotros queremos celebrar esta fiesta de Maria desde lo más hondo de nosotros mismos con el gran amor que le tenemos a la Virgen. Como siempre con ella nos regocijamos y a Dios damos gracias porque nos ha dado a María, espejo de santidad en el que hemos de mirarnos siempre para así sentirnos estimulados continuamente en ese crecimiento de nuestra fe y nuestro amor, que es el crecimiento de esa santidad que tiene que florecer en nuestra vida.
Dios quiso tenerla junto a sí y la escogió como Madre para encarnarse y hacerse hombre, como nos decía el apóstol Pablo en la carta a los Gálatas ‘cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estaban bajo la ley, para que recibiéramos el ser hijos por adopción’. Por María nos vino Cristo; por María nos vino la gracia y el don de que pudiéramos ser hijos en el Hijo. El Hijo de Dios se hizo hombre, nacido de Maria, para rescatarnos, para liberarnos de los lazos del mal y de la muerte, pero para elevarnos a ser hijos por la fuerza del Espíritu que nos concede. Cómo no darle gracias a Dios por María.
Y saludamos a María, queriendo ofrecerle todo nuestro amor, queriendo cantar los mejores cánticos y alabanzas en su honor, queriendo sentirla siempre a nuestro lado para que nos siga acompañando en nuestro caminar. Es la Madre que está junto a nosotros; es la madre que nos señala siempre el camino para que vayamos a Jesús; es la madre que nos protege y nos alcanza la gracia de Dios para que vivamos en todo momento santamente. Virgen de las Nieves, la invocamos en este día, que así blanca como la nieve resplandezca también nuestra alma, nuestro corazón, nuestro espíritu porque nunca dejemos meter la negrura del pecado en nuestra vida. Que María nos proteja, nos ayude, nos alcanza de Dios la gracia que necesitamos.
Cómo no saludarla y cantarla con las mejores palabras y muestras de nuestro amor. ‘Dichosa eres, santa Virgen María, y muy digna de alabanza: de ti ha salido el sol de justicia, Cristo, nuestro Señor’, le canta la liturgia hoy. Queremos hacerlo tambiérn tomando prestadas algunas palabras de las pronunciadas por San Cirilo de Alejandría en el Concilio de Efeso cuando se proclamó la Maternidad divina de María.


‘Te saludamos, María, Madre de Dios, tesoro digno de ser venerado por todo el orbe, lámpara inextinguible, corona de la virginidad, trono de la recta doctrina, templo indestructible, lugar propio de aquel que no puede ser contenido en lugar alguno, madre y virgen, por quien es llamado bendito el que viene en el nombre del Señor. Te saludamos a ti, que encerraste en tu seno virginal a aquel que es inmenso e inabarcable; a ti, por quien la Santísima Trinidad es adorada y glorificada; a ti por quien la cruz preciosa es celebrada y adorada en todo el orbe; por quien exulta el cielo; por quien se alegran los ángeles y arcángeles… por quien la criatura, caída en pecado, es elevada al cielo… por quien los creyentes obtienen la gracia del bautismo y el aceite de la alegría; por quien han sido fundamentadas las iglesias en todo el orbe de la tierra; por quien todos los hombres son llamados a la conversión…’


Te saludamos, María, la Madre de Dios, que también eres nuestra madre.

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