sábado, 8 de marzo de 2025

La experiencia de la misericordia de Dios en nuestra vida porque nos sentimos realmente necesitados de esa misericordia nos hará sentir una paz y alegría bien distinta

 


La experiencia de la misericordia de Dios en nuestra vida porque nos sentimos realmente necesitados de esa misericordia nos hará sentir una paz y alegría bien distinta

Isaías 58, 9b-14; Salmo 85; Lucas 5, 27-32

El que se cree satisfecho de todo no se sentirá en la necesidad de pedir ayuda, quien cree tenerlo todo nunca se sentirá pobre para pedir remedio para una necesidad que cree no tener, quien va con el estómago lleno no sentirá hambre y no pedirá comida, quien se cree sabio – y mira que digo que se cree sabio, no que sea sabio – no dejará que nadie le enseñe y le abra a otras dimensiones. ¿Nos creeremos nosotros satisfechos de todo porque todo tenemos y tan saciados que no aspiremos a mejores alimentos?

Creo que esta es una dimensión en la que nos está haciendo pensar el evangelio hoy. Parte el evangelista del hecho de la llamada de Jesús a Leví, que estaba en su mostrador de impuestos y Jesús le invita a seguirle. La decisión de Jesús y la respuesta de Leví fue un motivo de gozo y de que este hombre hiciera un banquete con Jesús y sus discípulos pero también con sus antiguos amigos y compañeros de profesión.

Leví era publicano, recaudador de impuestos con todo lo que esa profesión llevaba parejo en el mundo económico, y lo mismo eran considerados los compañeros de profesión. Pero por una parte desde ser considerado un colaboracionista con los romanos que detentaban el poder y el peligro de la usura con todas sus variantes que acompañaba a esta profesión, por parte de los judíos de forma despreciativa los llamaban publicanos y pecadores. Los que se consideraban puritanos con ellos no querían tener ninguna relación.

De ahí surge el comentario que hacen los fariseos porque Jesús comía con publicanos y pecadores; son las suspicacias que pretenden sembrar en los discípulos con sus comentarios. Pero ¿necesitan de médico los que están o se consideran sanos? Es lo que Jesús en su respuesta quiere hacerles ver. El no ha venido para santificar a los que ya se consideran justos, Jesús ha venido como salvador para los pecadores. ‘No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan’.

Es lo que necesitamos reconocer. Hambrientos que tenemos hambre y pedimos qué comer. Pecadores que necesitamos de la misericordia y del perdón. Es algo primordial aunque sabemos que nos cuesta reconocer. Siempre decimos que no tenemos pecado, que no tenemos culpa; siempre buscamos una disculpa para nosotros y alguien a quien culpabilizar. Por ahí tenemos que comenzar. De lo contrario, ¿de qué es lo que nos vendría a salvar Jesús si lo proclamamos nuestro Salvador?

No pueden ser palabras que repetimos sin más como aprendidas de memoria. Lo decimos y repetimos una y mil veces pero en el fondo de nuestro corazón no nos sentimos necesitados de su gracia, de su misericordia y de su perdón. Es la rutina en la que vamos cayendo, es el formalismo con que hacemos las cosas, pero es la falta de sinceridad de nuestro corazón, pero porque no nos miramos nuestro corazón, no queremos reconocer nuestras debilidades.

Qué fácil es decir que vivimos en un mundo pecador, o con qué ligereza hablamos de los demás como pecadores que tienen que convertirse, pero no somos capaces de reconocer que somos nosotros los primeros que necesitamos esa conversión. Son pecadores los de fuera, los que no vienen, pensamos tantas veces, y nos parecemos a los fariseos que juzgaban a los demás porque eran pecadores y juzgaban a Jesús y sus discípulos porque comían con los pecadores.

En nuestras celebraciones litúrgicas muchas veces de una forma y de otra estamos diciendo ‘Señor, ten piedad… ten misericordia de nosotros… atiende nuestras súplicas…’ pero, ¿realmente nos estamos sintiendo pecadores necesitados de esa misericordia del Señor? Tenemos que ser más congruentes con las palabras que pronunciamos, ser más auténticos en las palabras que decimos.

Quien ha pasado por malas situaciones en la vida, quizás como consecuencia de sus errores y fallos, cuando ha encontrado comprensión y misericordia en los demás para perdonarnos y para aceptarnos, realmente se tiene que sentir transformado por esa experiencia de misericordia que ha sentido en su vida y todo a partir de entonces va a ser nuevo y distinto.

Vivamos con intensidad esa experiencia de la misericordia de Dios en nuestra vida, porque realmente nos sentimos necesitados de esa misericordia, y seguro que a partir de ese momento nuestra vida va a ser bien distinta, disfrutaremos de una paz nueva en el corazón, pero al mismos tiempo seremos capaces de regalar ternura y comprensión a los que caminan a nuestro lado en sus debilidades, porque débiles un día nos sentimos. Es lo que vivió Leví tras su encuentro con Jesús y por lo que hizo fiesta en aquel banquete en que invitaba a sus amigos.

viernes, 7 de marzo de 2025

¿De qué nos estará pidiendo el Señor que nos abstengamos o hagamos ayuno en nuestra vida de cada día para vivir el gozo de la presencia del Señor?

 


¿De qué nos estará pidiendo el Señor que nos abstengamos o hagamos ayuno en nuestra vida de cada día para vivir el gozo de la presencia del Señor?

 Isaías 58, 1-9ª; Salmo 50; Mateo 9, 14-15

Parece normal que si estamos viviendo unos momentos agradables y felices en esos momentos no traigamos al presente situaciones que nos puedan resultar duras. Tratamos oportunamente de disfrutar el momento aunque sepamos que luego tendremos que afrontar situaciones que nos puedan resultar costosas, quizás puedan aparecer carencias que nos pueda imponer la vida o que quizás nosotros mismos nos imponemos en aras de conseguir luego algo mejor.

Cuando queremos alcanzar buenas metas quizás tengamos que pasar por el sacrificio y la renuncia, quizás no tenemos más posibilidades, pero sabemos que es el camino que nos ayudará en nuestro esfuerzo por conseguir lo mejor. El estudiante que quiere obtener los mejores conocimientos y las mejores notas al final, tendrá que renunciar a momentos de esparcimiento y de fiesta para poder estudiar; el que va a emprender una obra que es el sueño de su vida, para poder tener lo necesario para alcanzar renunciará a gastos en otras cosas que aunque buenas no son tan necesarias. Y así podríamos ponernos muchos ejemplos de la vida que pasan por ese sacrificio en aras de la meta que quieren alcanzar.

Hoy le vienen a plantear algunos porque sus discípulos no ayunan como lo hacían los discípulos de Juan el Bautista o los seguidores de los fariseos. Jesús habla de que los amigos del novio cuando están en la fiesta de la boda de su amigo, tienen que participar de la alegría de esa fiesta porque además es la manera de sentirse unidos a El. Y así les pasa a los discípulos de Jesús, los que queremos seguir a Jesús, vivimos siempre en la alegría de su presencia y con ese sentido de fiesta. Qué lástima que algunas veces los cristianos vamos con cara de duelo incluso a nuestras celebraciones más festivas como tiene que ser siempre la liturgia; qué lástima que los cristianos no manifestemos más la alegría con que vivimos nuestra fe.

Jesús les dice, sin embargo, que podrán llegar momentos en que tengan que vivir en ese sacrificio. Así se considera el ayuno, es la renuncia a algo que necesitamos y que además nos gusta y saboreamos. Estamos en la cuaresma y hay algunos días que son especialmente penitenciales; es el momento de ofrecer algo de nosotros mismos, algo que nos cueste pero que ofrecemos con amor, como un signo y una señal de nuestro arrepentimiento pero también de que queremos algo mejor en nuestra vida.

Creo que tenemos que ir descubriendo el verdadero sentido que tiene que tener nuestro ayuno o nuestra abstinencia. Prescindir de algo que es gustoso para nosotros pero como señal de ese camino de superación que tenemos que hacer en nuestra vida. Muchas veces tenemos que decirnos ‘no’ en la vida, porque no todo nos lo podemos permitir, o porque quizás algo se nos presenta tentador como algo bueno pero nosotros sabemos que ese no es el camino de rectitud que hemos de vivir; y eso cuesta, y no siempre tenemos la voluntad firme para hacerlo y no dejarnos arrastrar por la tentación, y para eso tenemos que entrenarnos.

Sí, entrenarnos, aprender a hacerlo. El que realiza un entrenamiento por ejemplo para realizar un deporte tendrá que aprender unas técnicas, tendrá que desarrollar unas cualidades o unas costumbres, tendrá que dejar quizás malos hábitos o malas manera de hacer aquellas cosas, para aprender lo que es mejor, lo que hará de él ese buen deportista que logra metas y triunfos.

Eso en la vida. Siempre nuestro camino ha de ser un camino de superación y crecimiento. Y eso cuesta, y eso nos exige dejar a un lado los malos hábitos o rutinas de cómo hacíamos las cosas, eso nos está pidiendo unas renuncias, un decirnos no. ¿Estaremos entrenados para eso cuando todo nos lo permitimos, cuando no nos negamos de nada, cuando simplemente en la vida nos dejamos llevar?

¿No necesitaremos hacer ayuno de algunas cosas? El ayuno que nos está pidiendo el Señor va más allá de unos determinados alimentos. ¿No habrá en nosotros muchas rutinas de la vida de las que tendríamos que ayunar? ¿No tendríamos que ayunar de nuestro mal humor y de nuestros malos modos, de nuestras violencias y malquerencias, de nuestras envidias y resentimientos, de nuestras miradas despreciativas y de nuestras desconfianzas, de nuestras ganas de murmurar y de criticar y de andar siempre con nuestros juicios severos hacia los demás? ¿No tendríamos que aprender a ayudar de tantas vanidades con las que envolvemos la vida, de nuestros sueños de grandeza y buena consideración, de los aplausos que nos halagan? Miremos con atención muchas cosas concretas de nuestra vida de cada día y de nuestras relaciones con los que nos rodean.

Aprenderemos a decirnos no, absteniéndonos de carne o de golosinas los viernes, pero son de muchas más cosas de las que tenemos que abstenernos, hacer ayuno. Es algo que seriamente tenemos que plantearnos. Leamos con atención lo que hoy nos dice el profeta Isaías. Y todo eso con cara de fiesta porque siempre hemos de sentir la alegría de la presencia del Señor que nos ama y es nuestro salvador.

jueves, 6 de marzo de 2025

Nos presenta hoy la liturgia cuaresmal una encrucijada, pero la Palabra de Dios nos deja las suficientes señales para no errar el camino de vida que hemos de tomar

 


Nos presenta hoy la liturgia cuaresmal una encrucijada, pero la Palabra de Dios nos deja las suficientes señales para no errar el camino de vida que hemos de tomar

Deuteronomio 30, 15-20; Salmo 1; Lucas 9, 22-25

Todos tenemos momentos en la vida que son como encrucijadas en las que tenemos que tomar decisiones que se convierten en importantes; cuando llegamos a una encrucijada significa que hay varios caminos delante de nosotros y tenemos que escoger, escoger el mejor camino y no equivocarnos. ¿Sabemos lo que encontraremos a lo largo de ese camino? En ocasiones no vemos sino el primer trecho, los primeros pasos. ¿Tenemos que adivinar lo que hay más allá? No se trata tanto de adivinar, sino de saber leer bien las señales porque son las que nos darán la dirección apropiada. Muchas son las decisiones que tenemos que tomar en la vida, sobre nuestro futuro, sobre el sentido que le queremos dar a lo que hacemos, con quienes vamos a hacer ese camino, donde podemos mejor desarrollar lo que somos y nuestras capacidades, y así muchas cosas.

Apenas iniciamos ayer el camino de la cuaresma con la imposición de la ceniza y la invitación que escuchábamos desde la Palabra de Dios a adentrarnos dentro de nosotros mismos para poder adentrarnos en Dios. Hoy se nos hace un planteamiento serio, se nos pone en una encrucijada ante la que tenemos que comenzar a tomar decisiones.

Es lo que le planteaba Moisés al pueblo que había venido conduciendo por el desierto en aquel camino hacia la libertad, hacia la tierra prometida desde la liberación de Egipto y en el momento en que van a entrar en esa tierra que Dios les da. Es momento también de tomar decisiones, ¿qué va a hacer de sus vidas? ¿Cuál camino van a escoger? ¿Serán como los otros pueblos u optarán por el camino de vida escuchando y siguiendo lo que es la voluntad del Señor? ‘Hoy pongo delante de ti la vida y el bien, la muerte y el mal’. ¿Escogerán el camino que les lleva a la vida y a la bendición?

Pero es también lo que Jesús viene a plantearnos en el evangelio del día. Primero les anuncia claramente cual va a ser el final de su camino. Habiendo vivido la experiencia jubilosa de las multitudes que seguían y aclamaban a Jesús – podemos recordar diversos momentos de su predicación por Galilea – resulta en si mismo chocante que Jesús les anuncia que ‘El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día’. En otros momentos en que Jesús hace este mismo anuncio el evangelista nos dice que les costaba comprender e incluso insistían en que eso no podía pasarle.

Pero sigamos con el texto de hoy, tras ese anuncio que hace Jesús nos viene a decir ¿queréis ser discípulos míos? Ese es el camino de entrega que también tienen que vivir. Y nos habla Jesús de negarnos a nosotros mismos, de ser capaces de perder la vida para poder ganarla; nos está diciendo que nuestro camino tiene que pasar por el amor y cuando amamos de verdad seremos capaces de olvidarnos de nosotros mismos por ese amor que les estamos ofreciendo a los demás. Y Jesús nos está diciendo ¿seréis capaces de vivir un amor así? Claro que primero nos ha dicho que porque el vive un amor así será capaz de morir para que nosotros tengamos vida.

Es la encrucijada en la que nos encontramos. Porque es cierto que es importante el amor para nosotros, pero algunas veces centramos el amor solo en amarnos a nosotros mismos. No nos dice Jesús que no nos amemos, todo lo contrario, porque en alguna ocasión nos dirá que amemos a los demás como nos amamos a nosotros mismos y lo que no queremos para nosotros no podemos quererlo ni desearlo para los demás. Pero ese amor tiene que tener una progresión en nosotros en que ya lo importante será el amor que seamos capaces de ofrecer a los demás.

Vayamos poniendo los cimientos de este camino cuaresmal que estamos iniciando, estemos atentos a las señales que nos irán apareciendo para no desviarnos de ese camino  podamos llegar a vivir de verdad la pascua.

miércoles, 5 de marzo de 2025

Con el miércoles de ceniza emprendemos un camino de silencio y de interiorización que nos conducirá a un verdadero camino pascual en nuestra vida

 

Con el miércoles de ceniza emprendemos un camino de silencio y de interiorización que nos conducirá a un verdadero camino pascual en nuestra vida

 Joel 2, 12-18; Salmo 50; 2 Corintios 5, 20 – 6, 2; Mateo 6, 1-6. 16-18

En un mundo de ruidos y superficialidades necesitamos hacer silencio para poder llegar a una profundización de la vida. Todo parece una loca carrera, son los agobios en los deseos de conseguir todo y lo más pronto posible, como es la banalidad con que vivimos la vida que disfrazamos con tantas vanidades. Ensordecidos al final nos encontramos vacíos, aquello por lo que tanto luchábamos porque nos parecía que era lo que nos iba a hacer más feliz, pronto se desvaneció y ni encontramos esa pronta y fácil felicidad ni encontramos un sentido profundo a la vida que parece que se nos diluye y desaparece como agua que se nos escapa de nuestras manos.

Es necesario detenernos, apartarnos de esos ruidos para encontrar un silencio que nos dé paz, un silencio para la reflexión, para encontrar una mirada nueva, para descubrir una luz en el camino, para saber que al final hay una meta por la que merece la pena luchar, superarnos, dejar cosas atrás, despojarnos de vanidades, buscar lo mejor y lo que es primordial. No sabemos como hacerlo, porque esos mismos ruidos que nos envuelven, nos ensordecen para escuchar las llamadas que recibimos seguramente allá en lo más hondo del corazón, pero que nos llegan también por la mediación de la Iglesia y desde la Palabra de Dios.

En ese ruido de la vida, en medio de tanto bullicio de nuestro mundo, con tantos guiños que recibimos de todas partes y que nos distraen pudiera sucedernos que nos pasara desapercibido este miércoles de ceniza que hoy celebramos. Para algunos ha perdido incluso su sentido, a lo más les es un anuncio de que pronto en cuarenta días llegará la semana santa, pero si no captamos todo su sentido se nos puede quedar, como me decía una persona estos días, es que nos ponen una cruz de ceniza en la frente y ya está.

Lo llamamos de ceniza, es cierto, por ese signo que la liturgia emplea en este día, la imposición de la ceniza. Pero eso tiene un sentido. Es la puerta que se nos abre y nos invita a entrar en nuestro interior para hacer ese silencio que tanto necesitamos. Es cierto que tiene ese sentido penitencial que nos recuerda que somos pecadores, que nos recuerda la nada de nuestra vida que se nos puede quedar en polvo de ceniza que pronto el viento se puede llevar, pero esos signos nos están hablando de un camino que hemos de iniciar, un camino de interiorización, un camino de búsqueda y de escucha para lo que necesitamos hacer ese silencio interior.

Acostumbrados como estamos a tanto ruido - ¿no encendemos desde que llegamos a casa la televisión para que haya unos sonidos que nos alejen de nuestra soledad aunque ni prestemos atención a lo que aparece en la pantalla? – algunas veces nos molesta ese silencio; nos cuesta hacer ese silencio porque nos vamos a escuchar a nosotros mismos, va a aflorar nuestra conciencia que quizás nos traerá muchos recuerdos que preferimos olvidar, nos va a hacer pensar en algo distinto, nos va a hacer sentir una voz que nos invita a algo nuevo.

Pero tenemos que aprender a dejarnos envolver por ese silencio porque será la manera que al final escuchemos la voz de Dios que nos susurra en nuestro corazón. La liturgia nos irá ofreciendo cada día en este tiempo que comenzamos que llamamos la cuaresma la riqueza de la Palabra de Dios como un camino a recorrer; un camino que será de encuentro con nosotros mismos y con nuestra cruda realidad, de renovación porque nos irá dando pautas de por donde tiene que ir el recorrido de nuestra vida, de vaciamiento de vanidades y superficialidades para poder encontrar lo que dará verdadera riqueza a nuestra vida; un camino que será de pascua porque aprenderemos a ir muriendo a nosotros mismos y a despojarnos de todas esas banalidades con que disfrazamos con vanidad nuestra vida, para encontrar ese vestido nuevo de nuevos valores que nos hará sentirnos hombres y mujeres nuevos.

Es el camino que vamos a emprender. Dejemos, sí, que el signo de la ceniza caiga sobre nuestra frente que nos recuerde lo que somos o en lo que nos hemos convertido. Al final habrá un agua que nos lave, la fuente bautismal ante la que renovaremos en la noche de pascua todo lo que es el sentido de la vida de quien sigue a Jesús y su evangelio.

Habrá sido un camino de pascua porque habremos aprendido a morir a todo ese viejo que hay en nosotros para resucitar a una vida nueva con Cristo resucitado. Ojalá cuando llegue la noche de Pascua lo podamos celebrar con todo sentido. Emprendamos ese camino de silencio e interiorización.

martes, 4 de marzo de 2025

Lo que buscamos será siempre la gloria de Dios, lo demás se dará por añadidura y no importa que algunas veces aparezcan las persecuciones, por encima de todo el amor de Dios

 

Lo que buscamos será siempre la gloria de Dios, lo demás se dará por añadidura y no importa que algunas veces aparezcan las persecuciones, por encima de todo el amor de Dios

Eclesiástico 35, 1-12; Salmo 49; Marcos 10,28-31

Siembra ahora para que un día puedas cosechar. Es cierto, hemos de reconocer. Es lo que sucede en nuestros campos, si no hacemos buena siempre y buen cultivo al final no podemos esperar una buena cosecha; es lo que motiva nuestros esfuerzos y nuestros trabajos, la obtención de unos beneficios, el desarrollo de una idea o de una tarea, lo que podemos hacer para mejorar la vida; es, sí, la tarea de unos padres responsables que educan y hacen todo lo que pueden por sus hijos para que crezcan y maduren, llegan a desarrollar su personalidad y su vida y, como solemos decir, sean unas personas de provecho; es lo que quiere hacer quien trabaja por la sociedad, que lo considera como un servicio para hacer que esa sociedad funcione, que nuestro mundo sea mejor.

Una buena interpretación de lo que decíamos al principio, ‘siembra para que un día puedas cosechar’. Pero bien sabemos que a esa frase o sentencia le damos también otras interpretaciones que muchas veces encierran unos intereses de alguna manera egoístas, como siempre son los intereses. Son, por ejemplo, los que van haciendo favores, pero que un días pretenden cobrar, que nos sintamos eternamente agradecidos por lo que han hecho por nosotros, pero que luego sepamos corresponder; detrás hay una cierta manipulación que podíamos decir que llega a corrupción con lo que pretendemos tener atados a nuestros intereses a aquellas personas a las que un día hicimos un favor.

Reconozcamos que vemos demasiado de esto en la sociedad donde vivimos; no siempre esas cosas buenas que podamos hacer son fruto de la generosidad sino del interés, creando servilismos, un clientelismo – podíamos decir así – en que queremos poco menos que convertir en servidores nuestros a quienes un día hicimos un favor. No aparece la generosidad y el desinterés, no aparece el verdadero amor, lo convertimos todo en un mercantilismo donde siempre queremos estar cobrando aquello que un día hicimos.

¿Será así cómo estamos haciendo con Dios? Pensemos por ejemplo en esas oraciones muchas veces llenas de amargura cuando los problemas nos aparecen por todas partes y nos decimos, nosotros que siempre hemos sido buenos, ¿cómo es que Dios nos castiga? Dios tiene que ayudarme porque yo he hecho tantas cosas buenas por la Iglesia… y hacemos toda una lista – ¿de la compra? – con la que poco menos que queremos chantajear a Dios para que nos ayude. ¿Qué es lo que realmente nos ha motivado? ¿Un amor generoso y desinteresado o realmente le estamos pidiendo cuentas a Dios? Tendríamos que pensar.

En el episodio de hoy del evangelio yo quiero imaginar algo que no nos dice, pero ¿cómo sería la cara de Jesús ante las exigencias de Pedro para ver cuánto iban a recibir ellos que lo habían dejado todo por seguir a Jesús? ¿Seguían a Jesús realmente por amor al Reino de Dios que Jesús anunciaba o pensaban – como tantas veces discutieron – qué lugar iban ellos a ocupar en ese Reino que Jesús proclamaba?

Pero el corazón de Dios no se deja ganar en generosidad, aunque nuestra generosidad vaya algunas veces de alguna manera maleada. Jesús les dice que cien veces más, pero también les dice ‘con persecuciones’, pero les dice también que en la edad futura, la vida eterna. Les recuerda también que ‘los últimos serán los primeros y los primeros los últimos’, para que no olviden donde está su verdadera grandeza y cual es el espíritu de servicio que tiene que guiar sus vidas.

¿Cuál es la cosecha que pretendemos un día obtener de nuestra siembra y de nuestro cultivo? Creo que en la vida tenemos que pensarnos muy bien cual es la cosecha que merece la pena y en la generosidad con que siempre hemos de actuar buscando simplemente el bien y dejándonos llevar por lo que nos dicte el amor.

Esto tiene que hacernos reflexionar mucho también para los que trabajamos en la Iglesia, para los que nos sentimos comprometidos por el evangelio. No lo hagamos nunca buscando compensaciones, buscando agradecimientos y recompensas. Dejemos de ponernos lápidas y plaquitas de reconocimientos de lo que hacemos, esas plaquitas que aparecen tantas veces ‘para eterna memoria’.

Lo que buscamos será siempre la gloria de Dios. Busquemos el Reino de Dios y su justicia que lo demás se dará por añadidura. No importa que algunas veces aparezcan las persecuciones. Por encima de todo el amor de Dios.

lunes, 3 de marzo de 2025

Buscamos la felicidad o buscamos la vida eterna, una senda que hemos de emprender por el camino de las bienaventuranzas para saber lo que buscamos

 


Buscamos la felicidad o buscamos la vida eterna, una senda que hemos de emprender por el camino de las bienaventuranzas para saber lo que buscamos

Eclesiástico 17, 24-29; Salmo 31; Marcos 10, 17-27

¿Qué tendría que hacer para ser feliz? Me pueden decir que estoy cambiando la pregunta que le hace aquel joven a Jesús, según nos cuenta el evangelio. Me atrevo a decir que en  cierto modo no, porque tendríamos que preguntarnos ¿qué significaría realmente para aquel joven lo de la vida eterna? ¿Qué podemos entender con una pregunta así en este mundo en que vivimos, que podrá entender la gente que nos rodea?

Realmente tendríamos que decir que esa es una prioridad muy importante en nosotros y en los que nos rodean; queremos ser felices y daríamos lo que fuera por ser felices. ¿En qué ponemos esa felicidad? Normalmente soñamos con tener, con tener de todo, sentirnos así fuertes y poderosos para hacer lo que nos apetezca, rodearnos de comodidades, sentirnos quizás por encima de los demás desde esa posición de poder que nos pueda dar la riqueza o el dinero; poder divertirme y que nada nuble esa diversión, aunque no siempre sea alegría en el fondo; porque todo parece que lo hacemos desde el exterior y la vanidad de lo que luce externamente pareciera que nos diera mucha satisfacciones.

¿Es esa nuestra manera de pensar? Cuidado que aunque digamos que no todo ni siempre lo ponemos en esas cosas, sin embargo nos sentimos tentados por esos sueños y ambiciones. Por eso nos cuesta entender el evangelio de Jesús. Reconozcámoslo. Hay cosas que a veces no entendemos, aunque no digamos nada; y todavía el mensaje de las bienaventuranzas no termina de calar en nosotros, en nuestra forma de entender la vida, en lo que hacemos o en lo que son nuestras prioridades.

Comentando este pasaje del evangelio que hoy se nos ofrece, con esa petición de aquel joven la respuesta y el diálogo con Jesús y lo que Jesús le propone con el abandono de quien primero había venido tan entusiasmado, lo que tendríamos que comenzar a hacer es escuchar aquella primera bienaventuranza del monte en la que Jesús dice que son dichosos los pobres y de ellos es el Reino de los cielos. Claro que siempre le damos muchas vueltas a esas palabras de Jesús para hacer nuestra interpretación y nuestras rebajas.

Aquel joven que se acercó a Jesús con tan buenos deseos y voluntad era una persona buena y cumplidora. Cuando Jesús le habla de cumplir los mandamientos, él responde que eso lo ha cumplido desde siempre. Pero Jesús propone algo más, algo que está en consonancia con aquella primera bienaventuranza. ‘Una cosa te falta, le dice Jesús: anda, vende lo que tienes, dáselo a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego ven y sígueme’.

Solo quien es capaz de desprenderse de todo podrá entender lo que es el Reino de Dios. Quien es pobre quitando todo apego de su vida podrá tener un corazón libre y liviano para emprender ese camino del Reino de Dios. Es tener abiertas las puertas a otras riquezas que sí van a dar plenitud a nuestra vida; es tener la libertad de emprender el camino de otros valores que van a llenar la vida de sentido; es arrancar esos velos que oscurecen los ojos del corazón para ver lo que verdaderamente es importante en nuestra vida; es saber distinguir lo que es caduco y efímero para centrarnos en lo que nos llene de plenitud y nos dé la verdadera felicidad; es no quedarnos en esas cosas que nos entretienen y nos divierten, pero que no nos están dando verdadera felicidad, porque como un fuego fatuo cuando se apagan se quedan en nada.

Aquel joven se marchó muy triste porque aun no había entendido verdaderamente lo que era la autentica felicidad, era muy rico y su corazón tenía muchos apegos en cosas que se gastan y se quedan en nada. Ya vemos las palabras que siguen de Jesús y la extrañeza de los discípulos cercanos a Jesús. ‘Hijos, ¡qué difícil es entrar en el reino de Dios! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios’.

Podrá parecer imposible, como comentarán los discípulos, pero son cosas que no hemos de hacer a lo humano, solo con nuestros parámetros y medidas humanas, sino que tenemos que hacerlo desde Dios, desde el sentido de Dios. ‘Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo’. Con Dios todo es posible, por eso nuestra mirada tiene que ser distinta, lo que por ese camino buscamos nos llevará a la más plena felicidad.

domingo, 2 de marzo de 2025

Si nos decimos cristianos, que sea pues el evangelio de Jesús el que empape nuestra vida para resumar ese amor con que empapar nuestro mundo para hacerlo mejor

 


Si nos decimos cristianos, que sea pues el evangelio de Jesús el que empape nuestra vida para resumar ese amor con que empapar nuestro mundo para hacerlo mejor

Eclesiástico 27, 4-7; Salmo 91; 1Corintios 15, 54-58; Lucas 6, 39-45

Es cierto lo que nos dice Jesús en el evangelio, y no podía ser menos; me refiero a esa imagen que emplea hoy del árbol, sabemos que es un peral porque nos da peras, sabemos que es una higuera porque nos da higos. ¿Qué clase de árbol somos? Nuestras palabras, lo que hacemos nos define; y eso es importante, no porque digamos cosas bonitas de nosotros mismos estamos definiendo lo que somos. Es la necesaria autenticidad de vida.

Es lo que nos está pidiendo hoy el evangelio. Nos defraudan aquellos que hablan mucho y nada hacen; la pasividad no es una buena muestra del sentido que le damos a la vida; pero más aun cuando queremos dar una bonita imagen, pero por otra parte estamos haciendo lo contrario de lo que decimos; es necesario que seamos en verdad congruentes entre lo que decimos, lo que proclamamos a los cuatro vientos como normas o como leyes que decimos que van a cambiar el rumbo de la vida y luego lo que hacemos, unas veces tras el disimulo y la apariencia o abiertamente en contra de aquello que hemos enseñado. Desgraciadamente entra en lo ordinario que contemplamos en la vida; con sinceridad tenemos que reconocer que por nuestra debilidad y flaqueza no siempre somos lo auténticos que tendríamos que ser.

El texto del evangelio que hoy se nos ofrece puede parecernos como una recopilación de distintas sentencias de las palabras de Jesús en distintos momentos pero que el evangelista nos presenta así como un único discurso; pudiera parecernos incluso como si no hubiera autentica conexión entre unas y otras pero siempre hemos de saber contemplar la unidad del evangelio en su conjunto, porque es la buena noticia que Jesús nos esta proclamando con sentido de nuestra vida cuando queremos vivir el Reino de Dios.

Nos hablará del ciego que no puede ser guía de otro ciego, como del discípulo que primero tendrá que realizar su aprendizaje antes de ser tenido como verdadero maestro; nos habla de las vigas que dejamos meter en nuestros ojos que nos van a impedir tener la visión clara tanto para nosotros seguir el camino como para poder ayudar a los demás; y nos hablará finalmente con la imagen a la que hacíamos referencia al principio de los frutos que ha de dar ese árbol de la vida, y que por los frutos, por lo que hagamos se nos va a conocer y definir.

Hay todo un mensaje que nos está pidiendo autenticidad y congruencia, de la rectitud que tiene que haber en nuestro corazón para que en verdad seamos testimonio ante los demás. Esa autenticidad será lo que hará creíble nuestro mensaje, nuestro testimonio. No nos valen las apariencias ni las vanidades; siempre se ha dicho que más pronto se coge a un mentiroso que a un cojo, porque al final la verdad resplandecerá y si hay mentira en nuestra vida quedaremos desenmascarados y al descubierto.

Por eso hemos de cuidar tanto nuestro interior; y ya nos dirá Jesús en otro momento que de nuestro interior, cuando está podrido, saldrán todas nuestras maldades; no lo que entra por la boca, sino de esa malicia que podamos llevar en nuestro interior. Nos dirá también que no podemos ser sepulcros blanqueados, muy bonitos por fuera pero por dentro, como es normal porque es un sepulcro, lleno de podredumbre. No podemos ser ese sepulcro porque estemos guardando en nuestro interior todas esas maldades.

Por eso, tenemos que sanarnos por dentro, no dejemos que aquello desagradable que suceda en nuestro entorno nos haga guardar malos recuerdos, nos haga guardar reticencias y odios mal curados, nos haga guardar deseos de venganza y rencor, nos haga actuar de la misma manera malvada e injusta que podamos ver en nuestro entorno contagiándonos de ese mal.

¿Para qué guardar esa podredumbre en nuestro corazón? Nos vamos enfermando en nuestro interior y nos vamos llenando de muerte. ¿No decimos que no tenemos que dejar que nos contagien los virus que nos contagiarían de enfermedad y nos pueden llevar a la muerte? Si así cuidamos nuestro cuerpo, ¿por qué no cuidar nuestro espíritu? No nos dejemos enfermar, vivamos sanamente en lo espiritual. Por eso nos decía Jesús que de lo que rebosa de nuestro corazón habla la boca y que por el fruto se conoce al árbol. Vayamos con mirada limpia, porque hemos limpiado el corazón, porque no hemos dejado atravesadas las vigas de la maldad dentro de nosotros.

Hemos hablado de congruencia y de autenticidad. Nos decimos cristianos, creyentes en Jesús, que sea pues el evangelio de Jesús el que empape nuestra vida para que podamos resumar ese amor con el que empapemos nuestro mundo para hacerlo mejor.