domingo, 2 de marzo de 2025

Si nos decimos cristianos, que sea pues el evangelio de Jesús el que empape nuestra vida para resumar ese amor con que empapar nuestro mundo para hacerlo mejor

 


Si nos decimos cristianos, que sea pues el evangelio de Jesús el que empape nuestra vida para resumar ese amor con que empapar nuestro mundo para hacerlo mejor

Eclesiástico 27, 4-7; Salmo 91; 1Corintios 15, 54-58; Lucas 6, 39-45

Es cierto lo que nos dice Jesús en el evangelio, y no podía ser menos; me refiero a esa imagen que emplea hoy del árbol, sabemos que es un peral porque nos da peras, sabemos que es una higuera porque nos da higos. ¿Qué clase de árbol somos? Nuestras palabras, lo que hacemos nos define; y eso es importante, no porque digamos cosas bonitas de nosotros mismos estamos definiendo lo que somos. Es la necesaria autenticidad de vida.

Es lo que nos está pidiendo hoy el evangelio. Nos defraudan aquellos que hablan mucho y nada hacen; la pasividad no es una buena muestra del sentido que le damos a la vida; pero más aun cuando queremos dar una bonita imagen, pero por otra parte estamos haciendo lo contrario de lo que decimos; es necesario que seamos en verdad congruentes entre lo que decimos, lo que proclamamos a los cuatro vientos como normas o como leyes que decimos que van a cambiar el rumbo de la vida y luego lo que hacemos, unas veces tras el disimulo y la apariencia o abiertamente en contra de aquello que hemos enseñado. Desgraciadamente entra en lo ordinario que contemplamos en la vida; con sinceridad tenemos que reconocer que por nuestra debilidad y flaqueza no siempre somos lo auténticos que tendríamos que ser.

El texto del evangelio que hoy se nos ofrece puede parecernos como una recopilación de distintas sentencias de las palabras de Jesús en distintos momentos pero que el evangelista nos presenta así como un único discurso; pudiera parecernos incluso como si no hubiera autentica conexión entre unas y otras pero siempre hemos de saber contemplar la unidad del evangelio en su conjunto, porque es la buena noticia que Jesús nos esta proclamando con sentido de nuestra vida cuando queremos vivir el Reino de Dios.

Nos hablará del ciego que no puede ser guía de otro ciego, como del discípulo que primero tendrá que realizar su aprendizaje antes de ser tenido como verdadero maestro; nos habla de las vigas que dejamos meter en nuestros ojos que nos van a impedir tener la visión clara tanto para nosotros seguir el camino como para poder ayudar a los demás; y nos hablará finalmente con la imagen a la que hacíamos referencia al principio de los frutos que ha de dar ese árbol de la vida, y que por los frutos, por lo que hagamos se nos va a conocer y definir.

Hay todo un mensaje que nos está pidiendo autenticidad y congruencia, de la rectitud que tiene que haber en nuestro corazón para que en verdad seamos testimonio ante los demás. Esa autenticidad será lo que hará creíble nuestro mensaje, nuestro testimonio. No nos valen las apariencias ni las vanidades; siempre se ha dicho que más pronto se coge a un mentiroso que a un cojo, porque al final la verdad resplandecerá y si hay mentira en nuestra vida quedaremos desenmascarados y al descubierto.

Por eso hemos de cuidar tanto nuestro interior; y ya nos dirá Jesús en otro momento que de nuestro interior, cuando está podrido, saldrán todas nuestras maldades; no lo que entra por la boca, sino de esa malicia que podamos llevar en nuestro interior. Nos dirá también que no podemos ser sepulcros blanqueados, muy bonitos por fuera pero por dentro, como es normal porque es un sepulcro, lleno de podredumbre. No podemos ser ese sepulcro porque estemos guardando en nuestro interior todas esas maldades.

Por eso, tenemos que sanarnos por dentro, no dejemos que aquello desagradable que suceda en nuestro entorno nos haga guardar malos recuerdos, nos haga guardar reticencias y odios mal curados, nos haga guardar deseos de venganza y rencor, nos haga actuar de la misma manera malvada e injusta que podamos ver en nuestro entorno contagiándonos de ese mal.

¿Para qué guardar esa podredumbre en nuestro corazón? Nos vamos enfermando en nuestro interior y nos vamos llenando de muerte. ¿No decimos que no tenemos que dejar que nos contagien los virus que nos contagiarían de enfermedad y nos pueden llevar a la muerte? Si así cuidamos nuestro cuerpo, ¿por qué no cuidar nuestro espíritu? No nos dejemos enfermar, vivamos sanamente en lo espiritual. Por eso nos decía Jesús que de lo que rebosa de nuestro corazón habla la boca y que por el fruto se conoce al árbol. Vayamos con mirada limpia, porque hemos limpiado el corazón, porque no hemos dejado atravesadas las vigas de la maldad dentro de nosotros.

Hemos hablado de congruencia y de autenticidad. Nos decimos cristianos, creyentes en Jesús, que sea pues el evangelio de Jesús el que empape nuestra vida para que podamos resumar ese amor con el que empapemos nuestro mundo para hacerlo mejor.

 

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