sábado, 22 de febrero de 2025

La barca puede parecer que hace agua por todas partes y está a punto de hundirse, pero Jesús nos ha garantizado que el poder del abismo no la derrotará

 


La barca puede parecer que hace agua por todas partes y está a punto de hundirse, pero Jesús nos ha garantizado que el poder del abismo no la derrotará

1Pedro 5, 1-4; Salmo 22; Mateo 16, 13-19

Cuando nos anuncian  que viene un temporal – ahora nos estamos acostumbrando demasiado a las alertas amarillas o no sé de qué color que al final no les hacemos caso – buscamos refugio seguro, si nos encontramos en descampado buscamos donde guarecernos y algo que nos sirva de apoyo para que no nos arrastren los tormentosos vientos.

Así hacemos y nos prevenimos frente a los fenómenos de la naturaleza, pero no sé si en la vida estaremos atentos a muchas cosas que podían hacer peligrar no quizás nuestra vida física, pero sí la integridad que hemos de tener como personas. Serán corrientes de opinión, ideologías o formas de pensar que no cuidan los valores más humanos que tendríamos que salvaguardar, formas que van apareciendo en la sociedad que sentimos que todo lo destruyen queriendo hacer desaparecer los cimientos sobre los que hemos ido construyendo nuestra vida y nuestro mundo. ¿Estaremos atentos de verdad a los nuevos ritmos que se quieren imponer? ¿Cómo nos protegemos?

Pero igual nos sucede en el ámbito de nuestra fe; también son muchos los peligros que algunas veces tenemos en nosotros mismos porque no sabemos cuidar ni alimentar nuestra fe; estamos envueltos en un mundo convulso, como vemos en todos los aspectos de la vida, pero que también nos afecta; la indiferencia y el materialismo de la vida, la superficialidad con que vivimos o las vanidades que nos cautivan, ese mundo confuso de ideas y pensamientos que también nos afectan en lo religioso, nuestra propia debilidad que hace que perdamos muchas veces y en muchas cosas nuestra estabilidad y nos sentimos inseguros, malos ejemplos que nos arrastran además de la oposición que vamos encontrando en la sociedad misma a todo lo que suene a religioso o a principios cristianos.

La Iglesia, como dijo Benedicto XVI, en algunos momentos: ‘nos parece una barca a punto de hundirse, que hace aguas por todas partes’. Pero es ahora donde tenemos que escuchar las palabras de Jesús que son siempre palabra de vida para nosotros. Lo hemos escuchado hoy en el evangelio. No hace mucho ya hemos hecho algún comentario sobre este texto. Hoy lo escuchamos de nuevo en esta fiesta de la Cátedra de san Pedro.

Está por una parte la respuesta de los discípulos de lo que la gente pensaba de Jesús, pero está también la confesión de fe de Pedro. Algo, es cierto, que tenemos que renovar en nosotros. Que tengamos claro quien es Jesús para nosotros, que tengamos claro cual es el fundamento de nuestra fe. Es necesario fortalecernos y eso ha de pasar también por una verdadera formación en todo lo que es el ámbito de nuestra fe. Algo que realmente nos falta y que es lo que más nos debilita, porque nos hace sentirnos inseguros.

Pero escuchamos las palabras de Jesús. Ya vemos en el evangelio en muchas ocasiones la admiración de Jesús ante la fe de la gente, ante el centurión romano, ante la mujer cananea, ante aquella mujer que se atreve a tocar la orla de su manto, ante la mujer pecadora, ante el paso que da Zaqueo al sentir que ha llegado la salvación a aquella casa… y así podríamos pensar en muchos más momentos.

Es la admiración de Jesús por la fe de Pedro a partir de lo cual es Jesús el que comienza a confiar en Pedro. ‘Tú eres piedra’, le dice; va a ser Pedro fundamento de su Iglesia, ‘y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y el poder del infierno no la derrotará’.

¿No nos sirven de consuelo y estímulo estas palabras de Jesús? Tenemos el apoyo frente a los fuertes vientos que parece asolar la Iglesia, asolar nuestra fe; tenemos el refugio que nos da seguridad y fortaleza frente a esas tempestades de la vida, frente a ese mar embravecido. La barca puede parecer que hace agua por todas partes y está a punto de hundirse, pero Jesús nos ha garantizado que el poder del abismo no la derrotará.

Es la Palabra de Jesús que nos ha asegurado que estará con nosotros hasta el final de los tiempos. Y certeza de esa presencia de Jesús la tenemos en la Iglesia que nos trasmite la Palabra de Jesús; es en la Iglesia donde podemos sentirnos seguros porque allí sentiremos siempre la presencia de Jesús. La tenemos en la Palabra que nos llega a través del magisterio de la Iglesia, la tenemos en los sacramentos donde nos llenamos de la gracia de Dios, nos alimentamos o curamos nuestras heridas, porque tenemos la certeza de la misericordia y del perdón; la tenemos en la misma comunidad de hermanos que formamos todos los que somos Iglesia, porque allí donde dos o tres se reúnan en mi nombre allí estaré yo, que nos dice Jesús.

¿Queremos mejor refugio frente a esos vendavales? ¿Queremos mayor seguridad frente a esos vientos impetuosos? La barca de la Iglesia no se hundirá, nos lo ha dicho el Señor. ¡Qué seguridad de gracia podemos tener!

 

viernes, 21 de febrero de 2025

En el nombre de Jesús desde esa fe que anima nuestra vida y eleva nuestro espíritu echaremos nuestras redes en ese inmenso mar del mundo en el que vivimos

 


En el nombre de Jesús desde esa fe que anima nuestra vida y eleva nuestro espíritu echaremos nuestras redes en ese inmenso mar del mundo en el que vivimos

Génesis 11, 1-9; Salmo 32; Marcos 8, 34 – 9, 1

Todos queremos ganar, nadie quiere perder; y hablamos de ganar y pensamos en poseer más, más cosas, más posesiones, más riquezas, más poder, más prestigio, más influencias, no nos queremos quedar atrás; queremos ser tenidos en cuenta, queremos brillar aunque sea con oropeles, queremos estar por delante, queremos reverencias y reconocimientos… y vamos intentando medrar en la vida, ir alcanzando mejores puestos, poder pasarlo bien sin ninguna preocupación, disfrutar de la vida, decimos en una palabra. Y decimos que cada momento es importante, que tenemos que saber aprovechar la ocasión, que no estamos hechos para el sufrimiento y vamos a ver como conseguimos las cosas con el menor esfuerzo…

¿Serán esos también nuestros criterios? Sabemos que son el criterio normal de la gente que está a nuestro alrededor, pero ¿nos quedamos en esos valores que podemos cuantificar en lo material, en lo económico, en los placeres de la vida? ¿No hay otras metas, otras ansias en nuestra vida como si ahí lo tuviéramos todo?

Escuchando el evangelio de hoy con criterios como estos que hemos mencionado de alguna manera nos sentimos desconcertados con las palabras de Jesús. Nos habla de perder la vida para poderla ganar. ¿Será que tenemos que sacrificar algunas ganancias, hacer algunas inversiones para poder tenerlas luego de forma superior?

Sí que tenemos que hacer inversiones en la vida, pero que no van por esos caminos de lo material o de los prestigios y honores que este mundo podamos recibir. Hay algo distinto que nos da un sentido superior a la vida, algo que nunca nos dejará vacíos por dentro. Son esos valores que elevan nuestro espíritu, que nos hacen mirar la vida de forma distinta, que crean verdadera humanidad en nuestras relaciones de los unos con los otros, las que nos van a dar verdadera paz interior que será fuente de la verdadera alegría, no de alegrías efímeras para las que necesitamos algunos alicientes que cuando nos fallan todo se nos queda en nada.

Tenemos que buscar en donde vamos a encontrar la verdadera grandeza del hombre, de la persona. Por eso no nos podemos dejar arrastrar por esos criterios mundanos, por esas vanidades que serán como humo que pronto se disipa y se queda en nada. Tenemos que buscar lo que da verdadera profundidad a la vida; y para eso tenemos que aprender a decir no porque buscamos lo mejor y no nos queremos quedar en lo mediocre.

Claro que queremos crecer, que queremos tener una vida digna, claro que tenemos que aprender a disfrutar de la vida, claro que tenemos que darle importancia a cada momento porque le damos una trascendencia a la vida, porque buscamos algo que nos lleve más allá y más arriba, porque nos queremos dejar impregnar por los valores que nos va enseñando el evangelio, porque queremos mirar a los demás no como unos contrincantes sino con alguien con quien voy a colaborar para hacer un mundo mejor y que nos llene de felicidad a todos.

No es que no queramos ganar, sino que buscamos lo que nos va a dar una ganancia perpetua. Y tenemos que invertir nuestro esfuerzo por la superación, por la búsqueda de la verdad, por la construcción de la verdadera paz que nace del corazón, por construir unas relaciones más amistosas y más fraternas, por ser capaces de poner comprensión y misericordia en el corazón, porque vamos a querer compartir porque será la manera en que sienta las más hondas satisfacciones. No buscamos ganarnos el mundo entero, sino hacer que nuestro mundo sea mejor porque yo voy a ser mejor y porque voy a ayudar a los demás a que sean también mejores.

Y lo vamos a hacer desde una fe que anima nuestra vida y eleva nuestro espíritu. Y lo hacemos porque creemos en Jesús y queremos seguirle y no nos avergonzaremos nunca de esa motivación trascendental para nuestra vida. Es un mar inmenso el que tenemos delante y en el que en el nombre de Jesús vamos a echar nuestras redes.

jueves, 20 de febrero de 2025

Necesitamos nosotros irnos ‘de paseo’ con Jesús, tener un tiempo para estar a solas con El, escuchar sus confidencias y desahogarnos con El

 


Necesitamos nosotros irnos ‘de paseo’ con Jesús, tener un tiempo para estar a solas con El, escuchar sus confidencias y desahogarnos con El

Génesis 9,1-13; Salmo 101; Marcos 8,27-33

Seguro que más de una vez o lo hemos hecho o nos ha sucedido, un amigo tenía ganas de hablar con nosotros, o igualmente éramos nosotros los que teníamos ganas de estar con esa persona y charlar y hemos dicho vamos a dar un paseo; una ocasión para una conversación distendida, para compartir cosas que nos suceden, para sacar de nuestros pensamientos lo que quizás no hablamos con todo el mundo, oportunidad para un desahogo, decir algo que teníamos ganas de soltar desde hacía tiempo y no sabíamos como; nos sentamos bajo un árbol, alrededor de un café en una mesa, en una piedra del camino, o simplemente caminamos, pero hablamos.

Es la composición de lugar que me hago al escuchar el pasaje del evangelio que se nos ofrece hoy. Jesús se lleva a sus discípulos a ‘un paseo’ bastante largo, porque casi se salen de las fronteras de Palestina llegando a Cesarea de Filipo; ya en otras ocasiones vemos que Jesús hace lo mismo, porque se los lleva a lugares descampados, o sube con algunos a alguna montaña alta en medio de las llanuras y valles de Galilea.

Una oportunidad para las confidencias y los desahogos, un poco también para analizar de alguna manera la reacción que la gente está teniendo ante la predicación de Jesús, de ahí las preguntas que surgen, ‘¿qué dice la gente del Hijo del Hombre?’ y los discípulos se van expresando; pero Jesús quiere llegar más hondo en el compartir, no es solo lo que la gente piensa sino lo que ellos piensan. ‘Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?’.

Preguntas con las que se queda uno callado sin saber qué responder, porque es necesario expresar lo que sentimos, lo que de verdad pensamos. Poniendo imaginación me veo a los discípulos mirándose unos a otros a ver quién es el que comienza a hablar. No se trata ya de lo que dice la gente, sino de lo que dicen ellos. Y vemos que será Pedro el primero que salte con palabras, como le dirá Jesús, que salen de su corazón, pero que es el Padre del cielo el que las ha puesto en su corazón. Pedro está hablando con el corazón en la mano, dejándose llevar por el amor que siente por Jesús, como en otro momento también manifestará, pero dejándose llevar sobre todo por el Espíritu de Dios.

Una hermosa confesión de fe, pero que dará pie para que Jesús les quiera hacer comprender de verdad lo que significan esas palabras que ha pronunciado Pedro; y les habla de cuánto le va a suceder, les está anunciando su pasión aunque ellos no lo quieren comprender y ya Pedro también tratará de convencer a Jesús que eso no le puede suceder a El.

¿No necesitaríamos nosotros también irnos ‘de paseo’ con Jesús? ¿No necesitaremos tener un tiempo para estar a solas con El? Ese tiempo de intimidad y de confidencias, ese tiempo para abrir el corazón y expresar todo lo que llevamos dentro, pero también para escuchar la confidencia de Jesús, lo que Jesús también nos quiere confiar, decir, explicar para abrirnos caminos, para hacernos ver la grandeza de nuestra fe, para que aprendamos a mirar alrededor, para que nos dejemos llenar también por el Espíritu de Dios, para que al final también nosotros digamos como los discípulos de Emaús cómo nos ardía el corazón mientras nos explicaba las Escrituras.

Quizás algunas veces no lleguemos a comprender todo lo que quiere decirnos, nos puede asustar de algún modo las sugerencias que nos hace, estaremos también tentado a replicarle que esas cosas no pueden pasar, como le replicaba Pedro, que solo en la confianza de la intimidad podemos hacer, pero finalmente nos dejaremos llevar por Jesús y su Palabra y aceptaremos también el camino que nos ofrece aunque nos cueste. Tenemos la certeza de que estando con El también nos vibrará nuestro corazón y podremos luego sacar lo mejor de nosotros mismos. Alguna vez habremos pasado por esa experiencia, pero al final hemos sentido su paz en nuestro corazón. Vayamos a estar con Jesús que El también quiere estar con nosotros.

 

miércoles, 19 de febrero de 2025

¿Podrá encontrar nuestro mundo lleno de tantas cegueras y oscuridades ese lazarillo en nosotros que les lleve al encuentro de la luz de Cristo?

 


¿Podrá encontrar nuestro mundo lleno de tantas cegueras y oscuridades ese lazarillo en nosotros que les lleve al encuentro de la luz de Cristo?

Génesis 8,6-13.20-22; Salmo 115; Marcos 8,22-26

¿Cómo podrá encontrar el ciego el camino de la luz si no hay un lazarillo que le ayude a hacer el camino y encontrar la luz para sus ojos?

Sabemos que llamamos lazarillo al que acompaña al ciego en su caminar para ayudarle en la carencia de luz en sus ojos. Obras de nuestra literatura clásica nos han presentado con profusión esa figura y todos entendemos de lo que son sus valiosos servicios; aunque hoy disponemos de mejores medios de ayuda, aun contemplamos en nuestro caminar al ciego que va acompañado de su perro lazarillo, su perro guía que le previene de peligros, le facilita los movimientos y de alguna manera cuida de su amo ciego. Todos nos sentimos reconfortados con esa imagen.

Pero si nos entretenemos en comentar estos detalles es porque esa imagen puede decirnos mucho para la vida y su sentido. Porque además hoy el evangelio que se nos ha presentado en este día nos habla de la curación de un ciego, allá por la región de Betsaida que, como se nos dice en otro lugar del evangelio era la patria o lugar de nacimiento de Simón Pedro y su hermano Andrés.

Hemos escuchado los detalles del relato evangélico, cómo Jesús se lo ha llevado aparte y poniendo algo en sus ojos hará que poco a poco sus ojos vuelvan a la luz. Pero hay un detalle que nos puede pasar desapercibido; nos dice el evangelista que a aquel hombre ciego lo llevaron a Jesús. Recordamos también al ciego Bartimeo en Jericó que pedía limosna en el camino y tras sus gritos pidiendo ayuda al saber que pasaba mucha gente, Jesús les pide que se lo traigan, que lo ayuden a llegar a Jesús. En este caso también alguien ayudó a aquel ciego a llegar a Jesús.

Es importante la imagen. Es la pregunta que nos hacíamos al principio de esta reflexión. ¿Quién será el que ayude al ciego a encontrar el camino de la luz? ¿Llegaremos a ser ese lazarillo para tantos que están a nuestro lado necesitados de luz? ¿seremos los cristianos en verdad lazarillos que ayuden a nuestro mundo envuelto en tantas cegueras y oscuridades a encontrar la luz del Evangelio?

Es nuestra tarea y nuestra misión. Aunque primero seremos nosotros los cristianos los que tengamos que dejarnos envolver por esa luz de Cristo y su evangelio. En nuestras cegueras seguimos tantas veces porque teniendo la luz a nuestra mano no sabemos, no terminamos de dejarnos iluminar por el Evangelio; nos pasa muchas veces como aquellas doncellas del evangelio que no guardamos suficiente aceite para mantener encendidas nuestras lámparas, o dejamos que muchos tropiezos que se convierten en cegueras lleguen a nuestra vida y no terminamos de dejar que Jesús ponga su mano para lavarnos en el Siloé de su gracia. Cuidemos la limpidez de nuestros ojos, cuidemos no nos dejemos embaucar por luces fatuas que nada iluminan sino que más bien con sus guiños nos llevan a la confusión.

Pero importante el mensaje que quiere dejarnos el evangelio de hoy. Tenemos que ayudar a que los demás lleguen a Jesús, se encuentren con Jesús para que la luz vuelva a sus vidas. No siempre sabrán o podrán ir solos y necesitan quien les ayude. Nuestra palabra tiene que ser clara para hablar de Jesús a los demás, de que nosotros hemos encontrado la luz y con Cristo hemos encontrado el camino de la felicidad verdadera; nuestros gestos, nuestros detalles, nuestra manera de vivir tiene que ser un testimonio claro que hable a los demás de Jesús y de la luz que en El encontraremos siempre.

Es hermosa la buena voluntad de aquellos que llevaron aquel día al ciego de Betsaida hasta Jesús para que recobrara la visión de sus ojos. ¿Seremos capaces de hacerlo? ¿Seremos capaces de hacerlo con nuestro mundo? ¿Qué testimonio estamos dando como cristianos y como Iglesia ante el mundo que nos rodea que les haga sentirse atraídos por el Evangelio?

martes, 18 de febrero de 2025

En el silencio del corazón tenemos que seguir meditando y empapándonos del evangelio de Jesús para sentirnos transformados y comenzar a transformar nuestro mundo

 


En el silencio del corazón tenemos que seguir meditando y empapándonos del evangelio de Jesús para sentirnos transformados y comenzar a transformar nuestro mundo

Génesis 6,5-8; 7, 1-5.10; Salmo 28; Marcos 8,14-21

También algunas veces nos quedamos atascados, sobre todo cuando nos hablan en un sentido figurado y nosotros en nuestra superficialidad nos quedamos en el sentido literal de las palabras; bueno, en ocasiones nos quedamos ahí porque quizás sabemos que lo que nos están diciendo viene con segundas, como solemos decir, y no queremos complicarnos, no queremos vernos aludidos; algunas veces quizás no andamos en la onda, que decimos también, porque vamos en la vida a lo nuestro y no queremos pensar, no queremos ahondar, no queremos complicarnos en la vida, que ya tenemos bastante con los nuestro, solemos decir.

¿Andaban despistados los discípulos? Jesús les hablaba siempre claramente y a los que estaban más cercanos a El, como aquel grupo de los doce que se había formado en su entorno, les hacía consideraciones especiales. Es quizás de lo que ahora quiere hablarles, quiere hacerles comprender, para que tampoco se dejen arrastrar, para que no entren en confusiones como tantos cuando veían las enseñanzas de los fariseos y de los maestros de la Ley; quizás por algunas ambiciones que aun llevaban en sus corazones, no terminaban de dejar de pensar en primeros puestos, o en la manera que tenían de entender lo que era el mesianismo, o porque en algunas ocasiones se sintiesen tentados a aquellos rigorismos que les ofrecían los fariseos, ahora no terminan de entender a Jesús.

Nos sucede tantas veces que andamos confundidos, no estamos satisfechos con muchas cosas en nuestra vida social, en nuestras comunidades, en lo que sucede en nuestros pueblos, en lo que contemplamos también muchas veces en la Iglesia y no sabemos a quien escuchar; o queremos andar a lo de ancha es Castilla, para no complicarnos la vida y dejar correr las cosas, o nos sentimos tentados también por muchas de las cosas que oímos; también surgen corrientes en lo social o en nuestra iglesia con caminos de rigorismo que nos hacen pensar que esa sería la solución de muchos problemas.

Ahora que van atravesando en la barca el lago y cuando se dan cuenta que no han recogido las suficientes provisiones para el recorrido que van a hacer, viene Jesús y les habla de que anden con cuidado con la levadura de los fariseos; ya ellos están entendiendo, no lo que realmente les quiere decir Jesús, sino en la preocupación que ahora tienen de que no han previsto suficiente pan para su recorrido, porque se dan cuenta de que solo llevan un pan.

Jesús se da cuenta que no lo han entendido, les recuerda lo que había sucedido en otra ocasión cuando se encontraron en despoblado con mucha gente y pocos panes, y como se habían solucionado todo. Pero Jesús no va por ahí con sus palabras, El quiere hacerlos pensar en algo más, para que no entren en confusiones y se dejen engañar. Hablar de levadura era en lenguaje figurado, porque así como la levadura es la que va hacer fermentar la masa – ya en alguna ocasiones nos dirá que necesitamos ser levadura en medio del mundo porque hemos de dar buen sabor a nuestro mundo – y ahora Jesús se está refiriendo a la levadura de los fariseos que con sus palabras, sus insinuaciones, sus reglamentos, sus rigorismos querían impregnar a aquella sociedad de algo bien distinto de lo que Jesús nos quería trasmitir como evangelio, como buena noticia de salvación para todos.

Es la levadura de Jesús la que va a hacer fermentar nuestra vida, es la que hará surgir ese hombre nuevo de vida y de gracia, es la levadura de Jesús la que se va a convertir en evangelio para toda la humanidad, en buena noticia de salvación. Dejemos que el evangelio se meta en nuestro corazón y allí vaya produciendo sus frutos, vaya haciendo fermentar nuestra vida para que surja esa vida nueva que transforme nuestro mundo. 

Será así como nosotros llegaremos a ser también con el evangelio de Jesús esa buena levadura para nuestro mundo. Dejemos que esa semilla se siga sembrando en nosotros, poco a poco, dejándola germinar en silencio en nuestro corazón. Todo lo que nos pueda ayudar a rumiar ese alimento de vida que es el evangelio tenemos que aprovecharlo. No podemos escuchar ahora el anuncio del evangelio y al rato olvidarlo porque ya estamos interesados en otras cosas. Ahí en el silencio del corazón tenemos que seguirlo meditando para empaparnos de verdad de ese evangelio de Jesús. Nos sentiremos al final transformados nosotros y comenzaremos de verdad a transformar nuestro mundo.

lunes, 17 de febrero de 2025

Sepamos entrar en un diálogo de amor que no pide explicaciones ni lleva a la crispación, que buscar la sabiduría del Espíritu y nos conduce al entendimiento y la paz

 


Sepamos entrar en un diálogo de amor que no pide explicaciones ni lleva a la crispación, que buscar la sabiduría del Espíritu y nos conduce al entendimiento y la paz

Génesis 4,1-15.25; Salmo 49; Marcos 8, 11-13

Hay personas a las que por muchas explicaciones que les demos nunca escucharán lo que les decimos; y son los que mas explicaciones nos piden, pero no escuchan, no entran en razones porque solo tienen en la mente sus ideas. Cuánto en este sentido habremos visto en discusiones por cualquier cosa, cuanto vemos en la vida social cuando cada uno desde su ideología se cree poseedor de la verdad absoluta; así contemplamos la crispación que se va creando en nuestra sociedad, porque además quienes tendrían que darnos ejemplo de diálogo y de búsqueda de caminos más se aferran a sus ideas y no solo no escuchan sino que tratan de descalificar a los adversarios aumentando la tensión; y ya sabemos cómo.

Lo estamos contemplando en el evangelio, en la postura de los que no quieren aceptar el mensaje de Jesús; les resultaba molesto y andaban siempre buscando explicaciones que les pudieran favorecer, pidiendo continuamente pruebas cuando solamente tenían que contemplar el actuar de Jesús. Como Jesús mismo replicará cuando le piden explicaciones ante el tribunal del Sanedrín nos dirá que El siempre ha hablado y actuado en público, que pregunten a quienes han querido escucharle que les podrán dar todas las explicaciones.

Hemos venido viendo cómo Jesús les resulta incómodo porque está pidiendo nuevas actitudes sin las cuales es imposible acoger y aceptar el Reino de Dios; Jesús pide más autenticidad en la vida, que nos quitemos las caretas con las que pretendemos dar una cara que no es lo que realmente llevamos en el corazón, fuera las vanidades y las auto justificaciones y más sinceridad de vida para ser en verdad leales y fieles a lo que es la voluntad de Dios. Pero cuando hemos conseguido unos posicionamientos en medio de la sociedad, unas influencias que nos pueden beneficiar desnudarnos de esos mantos de vanidad nos cuesta más. Por eso andarán siempre buscando la forma de desprestigiar a Jesús.

Hoy la postura de Jesús es tajante. ¿Qué no quieren escuchar? ¿Qué no hacen sino pedir señales cuando las tienen delante de los ojos en lo que es la vida misma de Jesús y lo que hace? Jesús marcha a otra parte donde haya quien quiera escucharle. Porque no hay peor sordo que el que no quiere oír. Ha venido Jesús a abrir nuestros oídos – signo de ello son todas las curaciones que veremos en el evangelio de sordomudos a los que hace hablar – y es lo que Jesús quiere seguir realizando, pero en aquellos que en verdad quieren abrir sus oídos y sus ojos para escuchar y para ver las señales del Reino que Jesús está realizando. ‘Los dejó, se embarcó de nuevo y se fue a la otra orilla’, nos dice el evangelista.

Escuchemos este evangelio en nuestra vida. Tengamos esa sinceridad y esa autenticidad que nos pide Jesús. No temamos que tengamos que despojarnos de los mantos de las vanidades; son mantos de vacío interior, son ornamentos que no nos dan lo que es la verdad de nuestra vida; dejémonos curar por el Señor, que se realicen en nosotros esos signos que Jesús quiere realizar. No seamos sordos ni ciegos para ver las obras de Dios que nos acompañan en nuestra vida.

También muchas veces nos ofuscamos y nos llenamos de dudas; también habrá momentos que tengamos que decirle una vez más como hacían tantas veces los discípulos que querían ser fieles, ‘explicanos esta parábola’, danos la fuerza de tu Espíritu y su sabiduría para nuestro corazón se abra y podamos llevar la semilla a tierra buena en nuestra vida. Cuando con humildad, reconociendo nuestra ignorancia, acudimos al Señor para mejor escucharle y entenderle, El nos dará la fuerza de su Espíritu, nos llenará de la sabiduría del cielo.

Y aprendamos también para sabernos escuchar los unos a los otros, que tantas veces nos encerramos en nosotros mismos y no somos capaces de ver lo bueno que nos quieren trasmitir. Que tengamos en la vida siempre un diálogo de amor con los demás.

domingo, 16 de febrero de 2025

Las bienaventuranzas una Palabra de vida que pone esperanza en el corazón, nos hace crecer nuestra fe, hará sobreabundar el amor y de nuestro mundo haremos el Reino de Dios

 


Las bienaventuranzas una Palabra de vida que pone esperanza en el corazón, nos hace crecer nuestra fe, hará sobreabundar el amor y de nuestro mundo haremos el Reino de Dios

Jeremías 17, 5-8; Salmo 1; 1Corintios 15, 12. 16-20; Lucas 6, 17. 20-26

La luz no se ve, pero con la luz podemos ver. Sin embargo algunas veces teniendo la luz a nuestra disposición no terminamos de ver. ¿Es culpa de la luz? ¿Será culpa de nuestros ojos que se han cegado y no soportamos la luz? ¿O quizás ponemos tantos filtros que no terminamos de claramente lo que es la realidad? ¿No decimos que vemos las cosas según el color del cristal a través del cual miramos? O lo hemos oscurecido tanto, o le hemos puesto colores según nuestra conveniencia, o lo hemos dejado manchar tanto que hemos perdido la nitidez de la realidad.

Decíamos que poníamos colores a nuestra conveniencia, o podemos decir que vemos solamente aquello que queremos ver que son nuestras apetencias, nuestros intereses, nuestras ambiciones o las pasiones que nos puedan dominar; decimos, quizás, que en nombre de nuestra libertad, pero libertad no es poner nuestros condicionamientos según nos plazca, libertad es ver la realidad tal cual es.

Y eso nos puede pasar en la escucha del evangelio, que lo interpretamos a nuestra manera, que le hacemos decir lo que a nosotros nos gusta, que nos hemos acostumbrado tanto a él que ya no le prestamos atención, que nos decimos que nos lo sabemos y ya no es novedad – evangelio que eso significa – para nosotros, que ponemos por delante nuestros intereses y entonces no escuchamos aquello que pueda ir en nuestra contra. Cuántos filtros vamos poniendo que enturbian esa novedad del evangelio que tendría que ser siempre para nosotros.

Nos puede haber sucedido hoy cuando hemos escuchado el evangelio de este domingo. Ah, son las bienaventuranzas, ya nos la sabemos. Quizás hasta un día nos las aprendimos de memoria. Y ya no bajamos al llano con Jesús, como nos dice hoy san Lucas al hacernos este relato, y no escuchamos esa palabra de Jesús en ese llano de nuestra vida. Es allí en el llano donde nos dice san Lucas que las pronunció, aunque san Mateo cuando nos da el texto paralelo nos lo sitúe en la montaña. Pero vamos a pensar hoy que hemos escuchado el relato de san Lucas en el llano, ahí donde caminamos, donde hacemos nuestros trabajos, donde nos vamos encontrando con la gente, donde vamos contemplando desde la misma altura a quienes nos rodean en sus casas, en sus trabajos, en sus caminos o al borde de los caminos, en sus pobrezas o en sus sufrimientos; donde nos encontramos todos mezclados, porque al lado de los pobres o de los que tienen hambre, están los que se consideran poderosos y tienen de todo, donde están los que viven la vida con sus alegrías, pero donde están los que sufren con sus dolencias o sus carencias.

¿Nos habremos fijado mientras escuchábamos estas palabras de Jesús a los que están alrededor nuestro, en nuestra propia casa quizás o en esos caminos de la vida por donde vamos cruzando? Echemos una mirada en derredor nuestro y mirémonos también a nosotros mismos y escuchamos las palabras de Jesús. ¿Las estaremos viendo reflejadas en esos rostros que contemplamos? ¿Estaremos sintiendo que nos llegan de manera directa a nosotros mismos porque estamos en algunas de las situaciones de las que habla Jesús?

Es la forma cómo tenemos que leer el evangelio para que en verdad sea anuncio de vida y de esperanza como quiere ser siempre la buena noticia de Jesús. Es cómo Jesús nos está anunciando el Reino de Dios para nosotros hoy, con nuestra pobreza, con nuestros sufrimientos, con nuestros fracasos o nuestra falta de esperanza en tantas ocasiones, con los rechazos o las incomprensiones que algunas veces podamos sufrir, con esas angustias que se convierten muchas veces en el suelo que vamos pisando cada día. Y la Palabra de Jesús quiere ser un rayo de luz que nos llene de esperanza.

Con la Palabra de Jesús tendremos que comenzar a ver de manera diferente, es luz que ilumina. Veremos la realidad de manera diferente porque la veremos en toda su crudeza, pero al mismo tiempo con la posibilidad de que surja algo nuevo, que podamos hacer la vida de forma diferente porque comencemos a mejorarla, porque no nos dejaremos caer por la pendiente y el abismo del desconsuelo y la desesperación, porque sabemos que podemos encontrar esa paz que tanto necesitamos, porque todo lo iremos transformando y queriendo hacer desaparecer ese mundo de dolor y sufrimiento, porque buscaremos la alegría que de verdad llene nuestro corazón con algo permanente. Con Jesús todo puede cambiar, con Jesús está llegando el Reino de Dios, con la fe que ponemos en Jesús nosotros estaremos haciendo con unas nuevas actitudes y valores de nuestro mundo ese reino de Dios.

Es Palabra de vida, Palabra que pone esperanza en el corazón, Palabra que nos hace crecer nuestra fe, Palabra que hará sobreabundar el amor y entonces nuestro mundo en verdad será distinto.