Sepamos
entrar en un diálogo de amor que no pide explicaciones ni lleva a la
crispación, que buscar la sabiduría del Espíritu y nos conduce al entendimiento
y la paz
Génesis 4,1-15.25; Salmo 49; Marcos 8, 11-13
Hay personas a las que por muchas
explicaciones que les demos nunca escucharán lo que les decimos; y son los que
mas explicaciones nos piden, pero no escuchan, no entran en razones porque solo
tienen en la mente sus ideas. Cuánto en este sentido habremos visto en
discusiones por cualquier cosa, cuanto vemos en la vida social cuando cada uno
desde su ideología se cree poseedor de la verdad absoluta; así contemplamos la crispación
que se va creando en nuestra sociedad, porque además quienes tendrían que
darnos ejemplo de diálogo y de búsqueda de caminos más se aferran a sus ideas y
no solo no escuchan sino que tratan de descalificar a los adversarios
aumentando la tensión; y ya sabemos cómo.
Lo estamos contemplando en el
evangelio, en la postura de los que no quieren aceptar el mensaje de Jesús; les
resultaba molesto y andaban siempre buscando explicaciones que les pudieran
favorecer, pidiendo continuamente pruebas cuando solamente tenían que
contemplar el actuar de Jesús. Como Jesús mismo replicará cuando le piden
explicaciones ante el tribunal del Sanedrín nos dirá que El siempre ha hablado
y actuado en público, que pregunten a quienes han querido escucharle que les
podrán dar todas las explicaciones.
Hemos venido viendo cómo Jesús les
resulta incómodo porque está pidiendo nuevas actitudes sin las cuales es
imposible acoger y aceptar el Reino de Dios; Jesús pide más autenticidad en la
vida, que nos quitemos las caretas con las que pretendemos dar una cara que no
es lo que realmente llevamos en el corazón, fuera las vanidades y las auto
justificaciones y más sinceridad de vida para ser en verdad leales y fieles a
lo que es la voluntad de Dios. Pero cuando hemos conseguido unos
posicionamientos en medio de la sociedad, unas influencias que nos pueden
beneficiar desnudarnos de esos mantos de vanidad nos cuesta más. Por eso
andarán siempre buscando la forma de desprestigiar a Jesús.
Hoy la postura de Jesús es tajante.
¿Qué no quieren escuchar? ¿Qué no hacen sino pedir señales cuando las tienen
delante de los ojos en lo que es la vida misma de Jesús y lo que hace? Jesús
marcha a otra parte donde haya quien quiera escucharle. Porque no hay peor
sordo que el que no quiere oír. Ha venido Jesús a abrir nuestros oídos – signo
de ello son todas las curaciones que veremos en el evangelio de sordomudos a
los que hace hablar – y es lo que Jesús quiere seguir realizando, pero en
aquellos que en verdad quieren abrir sus oídos y sus ojos para escuchar y para
ver las señales del Reino que Jesús está realizando. ‘Los dejó, se embarcó
de nuevo y se fue a la otra orilla’, nos dice el evangelista.
Escuchemos este evangelio en nuestra
vida. Tengamos esa sinceridad y esa autenticidad que nos pide Jesús. No temamos
que tengamos que despojarnos de los mantos de las vanidades; son mantos de
vacío interior, son ornamentos que no nos dan lo que es la verdad de nuestra
vida; dejémonos curar por el Señor, que se realicen en nosotros esos signos que
Jesús quiere realizar. No seamos sordos ni ciegos para ver las obras de Dios
que nos acompañan en nuestra vida.
También muchas veces nos ofuscamos y
nos llenamos de dudas; también habrá momentos que tengamos que decirle una vez
más como hacían tantas veces los discípulos que querían ser fieles, ‘explicanos
esta parábola’, danos la fuerza de tu Espíritu y su sabiduría para nuestro corazón
se abra y podamos llevar la semilla a tierra buena en nuestra vida. Cuando con
humildad, reconociendo nuestra ignorancia, acudimos al Señor para mejor
escucharle y entenderle, El nos dará la fuerza de su Espíritu, nos llenará de
la sabiduría del cielo.
Y aprendamos también para sabernos
escuchar los unos a los otros, que tantas veces nos encerramos en nosotros
mismos y no somos capaces de ver lo bueno que nos quieren trasmitir. Que
tengamos en la vida siempre un diálogo de amor con los demás.
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